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«El renacido»: lo que no te mata, te consigue un Oscar

05/02/2016

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Tras conquistarnos el año pasado con «Birdman» (ganadora de 4 Oscars de la academia, incluyendo mejor película y mejor director), Alejandro González Iñárritu, nos presenta una nueva historia de extraordinarias proporciones, a la que el abusado término obra maestra quizás no haga justicia a toda su grandeza. Recién estrenado el mes de febrero, ya podemos asegurar rotundamente que estamos ante una de las tres mejores películas del presente año. Muy probablemente, la mejor de todas.

No hace falta visitar lejanos planetas, ni milenarias civilizaciones ya extintas para mostrar en pantalla lo que significa ser un verdadero aventurero. Durante siglos y hasta hace pocas décadas, los mapas cartográficos marcaban con líneas rojas aquellos confines en los que la naturaleza predominaba siempre sobre la voluntad del hombre. Bien fueran áridos desiertos, gélidos parajes del ártico, las más altas cotas de nuestra corteza terrestre o las más agitadas aguas oceánicas. En todos esos casos, el afán de superación, el trabajo en equipo, una cuidada planificación y los avances técnicos de aquellos días significaron la supervivencia de aquellos valientes que no se echaron atrás ante un reto imposible de lograr hasta entonces. Sin embargo, sin toda esa preparación y equipamiento, son muchos los lugares que siguen significando una muerte segura cuando sólo contamos con nuestro instinto de supervivencia, cuando nos enfrentamos con las manos desnudas a la madre naturaleza en su propio terreno. Es en estos casos cuando es necesario un elemento extra que marque la diferencia, que alimente nuestras ganas de vivir. En «El renacido» ese componente es la combinación de rabia, dolor y venganza. Desde El Cadillac Negro, os animamos a realizar con nosotros un intenso viaje por la más salvaje de las naturalezas, una brutal travesía por un infierno helado que nos ofrece belleza y muerte de forma simultánea, una épica aventura que desafiará todos nuestros límites. 

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La historia de «El renacido» es muy simple en su concepción; pero enorme en su ejecución. Parcialmente basada en el libro de Michael Punke «The Revenant: A Novel of Revenge» (quien a su vez relataba hechos reales ocurridos en 1823 en las tierras de Montana), Iñárritu parte de ella para acabar componiendo una anatomía sobre la supervivencia. Por momentos, una sangrienta y brutal muestra del poder de la naturaleza que se va alternando con una poética y filosófica reflexión acerca de la condición humana.

En un periodo anterior a la conquista del oeste y la fiebre del oro, seguimos a una expedición en busca de pieles por las inexploradas tierras de las montañas rocosas, liderada por el capitán Andrew Henry (Domhnall Gleeson), formada en su mayor parte por tramperos; todos ellos siguiendo las indicaciones del experimentado guía Hugh Glass (Leonardo DiCaprio), al que acompaña su hijo Hawk (Forrest Goodluck), fruto de su relación con una india nativa. Mientras recopilan todas las pieles que han ido obteniendo durante el transcurso de su viaje, el grupo es atacado por una tribu Arikara (americanos nativos), causando numerosas bajas en el grupo y obligando a los supervivientes a cargar con los pocos fardos de pieles que puedan transportar en sus espaldas e internarse casi a ciegas por un terreno desconocido.

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En esta situación de peligro constante, Hugh recomienda al capitán ocultar en la naturaleza los fardos de pieles, abandonar el curso del río e intentar alcanzar el fuerte militar Kiowa a pie; para regresar posteriormente con un mayor destacamento y recuperar las pieles. Este plan choca frontalmente con uno de los tramperos más veteranos, John Fitzgerald (Tom Hardy), quien no está dispuesto a sacrificar la fortuna en pieles que portaba por nada, ni por nadie. En su intento por mantener a salvo a la expedición, trazando una ruta de escape que se aleje todo lo posible de nuevos ataques, Glass es atacado en solitario por una osa grizzly. Glass queda a un paso de morir tras dicho ataque y, ante la imposibilidad de trasladarle entre todos sin que ralentice peligrosamente el paso de la expedición mientras huye de sus perseguidores, el capitán Henry opta por ofrecer un incentivo a las personas que decidan quedarse con Glass y procedan a dar correcta sepultura al cuerpo de Hugh cuando éste fallezca. El joven Jim Bridger (Will Poulter) y Fitzgerald (que ya nada tiene que perder al no disponer de pieles que vender) se ofrecen voluntarios.

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La impaciencia y el temor a ser descubierto por los nativos hace que Fitzgerald rompa su acuerdo e intente matar a Glass. Al ser descubierto por el hijo de Hugh, Fitzgerald acaba asesinando al propio Hawk, mintiendo a Bridger y enterrando vivo a Glass. Sin embargo, Glass (con cortes en la espalda que dejan sus costillas al aire, la garganta severamente dañada, un pie dislocado y todas sus heridas infectadas) sobrevive a sus terribles dolores, consiguiendo salir con vida de su propia tumba para iniciar (en solitario, sin armas ni equipo) una larga travesía de 200 millas que le llevará a superar nuevos peligros con el único fin de llegar al fuerte Kiowa y reencontrarse con el asesino de su hijo cara a cara. Comenzando así una aventura marcada por la perseverancia, el profundo deseo de venganza, la necesidad de redención y una lucha directa entre el hombre y la naturaleza.

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Sabiendo ésto, podemos llegar a pensar que es la clásica historia de supervivencia y venganza que en tantas ocasiones hemos podido ver en pantalla; sin embargo, «El renacido» llega para redefinir todos estos clásicos, mediante una inusitada escala e intensidad con la que exponer esa fina línea que separa la muerte y la vida. Consiguiendo Iñárritu un relato que sorprende al espectador con sus extraordinarias proporciones para una historia que, en principio, se suponía más intimista y centrada en la soledad.

Si el año pasado eran Michael Keaton, Emma Stone, Edward Norton y Naomi Watts los que formaban el reparto de «Birdman»; en este caso, Alejandro Iñárritu cuenta con dos de los actores más solicitados del momento para interpretar a los dos principales protagonistas: Leonardo DiCaprio y Tom Hardy, quienes no coincidían en pantalla desde que Christopher Nolan los fichara para «Origen» (Inception). Aún teniendo en cuenta las excelentes interpretaciones que Domhnall Gleeson, Will Poulter y la sorpresa que supone la actuación de Forrest Goodluck; «El renacido» es desde su concepción un duelo interpretativo reservado exclusivamente a sus dos grandes estrellas.

Interpretando a Hugh Glass, DiCaprio supera el desafío de un personaje repleto de limitaciones, casi sin elementos con los que poder mantener una interpretación repleta de emociones. No tiene grandes diálogos ya que, tras el ataque del grizzly, su garganta apenas le permitirá emitir gemidos y alguna expresión aislada (en su mayor parte, en lengua nativa) y apenas tendrá ocasión de romper su soledad y contar con algún compañero de viaje. Sin embargo, Leonardo realiza un portentoso trabajo físico a la hora de expresar el dolor y la determinación de su personaje, usando únicamente expresiones faciales y lenguaje corporal. Consiguiendo la difícil tarea de interpretar con enorme realismo e intensidad a un personaje mutilado, devastado y sumido en un dolor extremo. Ya antes de ver el film, contaba con que Tom Hardy acabaría adueñándose de la pantalla (hecho que consigue en ocasiones); pero si esto no acaba de ocurrir completamente es por el buen hacer de DiCaprio, quien (una vez más) es digno merecedor del Oscar para el que está nominado (sumando cuatro nominaciones más en años anteriores por sus personajes en «¿A quién ama Gilbert Grape«, «El aviador«, «Diamante de sangre» y «El lobo de Wall Street«). Quizás ésta no sea su mejor interpretación, pero el resto del trabajo que su personaje exigía, lo realiza con portentosa eficacia.

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Y qué decir de Tom Hardy y el enorme año 2015 que ha tenido; dando una verdadera lección a la hora de saber elegir los proyectos más interesantes. Sumando 22 nominaciones este año entre las dos películas («Mad Max» y «El renacido») en las que tiene un papel destacado. Como ya es habitual, Hardy desaparece dentro de su personaje, componiendo un Fitzgerald al que podemos llegar a odiar; pero también encontrar los motivos que le llevan a actuar como lo hace. Intentando matar al hombre que, en su opinión, le ha arruinado y puesto en peligro (impactante esa escena en la que le dice a un Hugh Glass inmerso en dolores ‘parpadea si quieres que te mate’). Matando al hijo de éste, nacido de una india pawnee; hecho que adquiere especial significado cuando Fitzgerald se quita la banda que tapa su cabeza y comprobamos que estuvo a punto de morir en un ataque anterior, perdiendo parte de su cabellera a modo de recordatorio. Dibujando un hombre rodeado de muerte y hostilidad, cuando su único y desesperado deseo es regresar a su Texas natal. La forma en la que Hardy interpreta la debilidad de su personaje, su decepción, su infelicidad, su temor, acaban catapultando a Fitzgerald como el personaje más interesante del film, el más tridimensional.

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Ambos personajes utilizan sus silencios como una forma más de expresarse; pero si hay un tercer personaje magistral que también utiliza el silencio para transmitirnos un torrente de sentimientos, que acaba por convertirse en la verdadera estrella que se eleva por encima del resto, ese es Emmanuel Lubezki, el brillante y afamado director de fotografía; quien podría (y debería, con permiso de «Mad Max» y «Sicario«) ganar este año su tercer Oscar consecutivo (tras la citada anteriormente «Birdman», también con Iñárritu y «Gravity» con el también mexicano Alfonso Cuarón).

No debería sorprender al espectador que, por momentos, el recuerdo de grandes obras de Terrence Malick nos venga a la mente. Por algo, Lubezki ha sido director de fotografía de cuatro de sus películas («El nuevo mundo«, «El árbol de la vida«, «To the wonder» y «Knight of cups«). Ciertamente, «El renacido» contiene influencias del mejor Malick, pero todas ellas se deben al nexo de unión que Terrence e Iñárritu tienen al compartir el mismo director de fotografía. Aunque haya momentos en los que la historia decaiga brevemente (peca de cierta reiteración en algunos flashbacks) la fotografía sigue manteniéndose hora tras hora en un nivel mítico. No hay un solo plano de esta película que no deje asombrado al espectador; transmitiendo la belleza de la naturaleza de la forma más efectiva, la gélida adversidad del ambiente en el que la historia se desarrolla. Chivo, como cariñosamente le apodan los más cercanos, realiza un uso de la luz natural tan magistral que convierte a «El renacido» en un inmediato objeto de meticuloso estudio y a él en uno de los mejores profesionales de la historia de esta industria. En alguien que, siendo consciente de su privilegiada posición (ganada a pulso con talento y profesionalidad), busca nuevos y constantes retos en cada proyecto que inicia, para llevar a su profesión a un punto de perfección prácticamente nunca visto. De otra forma, no se entiende el reto de rodar el film íntegramente bajo luz natural, limitando durante meses el rodaje a una ventana de luz óptima que apenas llegaba a dos horas al día; teniendo en muchos casos una sola toma para conseguir la escena deseada. En todo caso, el realismo que se consigue en cada plano con la paleta de colores que la propia naturaleza brinda es asombroso de principio a fin, logrando algunos de los fotogramas más hermosos que se han visto nunca en una sala de cine. Es esa luz en su estado más crudo y natural la que nos enseña lo cercano que están belleza y horror. Por este motivo, «El renacido» también recuerda en gran medida a «The road«, mostrando ambas un mundo de atractiva estética en un entorno adverso. El uso de grandes angulares por parte de Lubezki sumerge al espectador en una experiencia inmersiva en plena naturaleza salvaje que consigue extasiar con su inmensa belleza y, al mismo tiempo, aterrorizarle con la frialdad, la crudeza y el terror que supone ser la presa de otros (humanos o animales). Y lo mismo podemos afirmar de otra de sus señas de identidad: los planos secuencia. Sin llegar al extremo que supuso su uso en «Birdman», donde el film entero simulaba ser un único plano, el «El renacido» también cuenta con algunos planos secuencia asombrosos, como el ataque de los Arikara a la expedición con el que arranca la película.

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La sensación de realidad durante todo el metraje es portentosa, no menguando ni tan siquiera en el momento en el que el uso de CGI se hace obligatorio: el salvaje e interminable ataque de la osa grizzly a Glass. Una escena tan meticulosamente orquestada que supuso dos meses de coreografía, el estudio de más de cien ataques reales de osos y la participación de dos de las más grandes factorías de CGI como son ILM y Pixar (de la que ya comentamos meses atrás el enorme paso adelante que «El viaje de Arlo» había supuesto en el campo del fotorrealismo). En esta escena es donde más se pone de relieve esa intención que comentaba líneas atrás de crear en el espectador una experiencia inmersiva. En dicho ataque, Iñarritu nos convierte en testigos que observamos el ataque desde apenas un palmo de distancia, consiguiendo una asfixiante opresión a cada zarpazo y mordisco que Glass sufre bajo el enorme peso del animal. Y aquí tenemos también que destacar la labor de maquillaje (otro de los Oscars que deberían recaer con casi total seguridad en el film), con más de cuatro horas diarias dedicadas a la preparación de DiCaprio para reflejar la debacle que el ataque supone, la profundidad y realismo de las sangrantes heridas causadas por todo su cuerpo. Con la dificultad añadida de no ser vistas bajo un encuadre previamente calculado para que sólo muestre lo que debe mostrar; sino en largos planos realizados con cámara en mano que pondrían al descubierto cualquier detalle mal realizado.

Si ya el año pasado, con «Birdman», Iñárritu sorprendía con una banda sonora basada principalmente en la percusión de Antonio Sánchez; con «El renacido» apuesta por recuperar a uno de los grandes compositores: Ryuichi Sakamoto, ganador de un Oscar en 1987 por su banda sonora para «El último emperador» y al que muchos descubrimos con aquella inolvidable banda sonora de «Feliz Navidad, Mr. Lawrence» (con el también inolvidable David Bowie, al que tristemente hemos dicho adiós el mes pasado). La relación de Sakamoto e Iñárritu se remonta a «Babel«, donde Alejandro utilizó dos piezas de Sakamoto. Pero ahora, Iñárritu le pidió componer 23 piezas minimalistas que acompañasen a la desolación de Glass y que sirviera al espectador de ventana al alma del personaje.

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En cierta forma, «El renacido» combina lo mejor de dos grandes películas como «Bailando con lobos«, presentando a un personaje principal que, al igual que el teniente Dunbar, reniega en cierta forma de los suyos para acercarse con una mente abierta, sin prejuicios y con curiosidad a otras culturas distintas, y la mirada emotiva y reflexiva de «El nuevo mundo». Iñárritu consigue que las imágenes reflejen el enorme nivel de exigencia que el rodaje supuso para todos, con un resultado en el que el equipo técnico ha tenido tanto peso como el artístico. Bajo unas demenciales condiciones de rodaje (con temperaturas que alcanzaban los cuarenta grados bajo cero y alejados de cualquier comodidad básica) y un enorme nivel de exigencia física y emocional, aquellos que no abandonaron el rodaje, terminaron haciendo suyo el mantra el dolor es temporal, la película es para siempre. Indudablemente, todo habría sido mucho más fácil rodando en estudio, utilizando cromas y delegando en las artificiales manos del ordenador la acción de trasladar a la pantalla toda complicación del mundo real; pero el espectador se percataría de la comodidad en la interpretación de los actores y de la falsa apariencia que la irreal belleza generaría; por eso, y a pesar de suponer que el presupuesto inicial terminara por duplicarse, es digno de ovación la insistencia de Iñárritu en rodar utilizando imagen real y sin dobles en todas las escenas posibles. Sólo con este nivel de compromiso se llega a utilizar un helicóptero para provocar una avalancha de nieve que el personaje de Glass contempla mientras se maravilla ante la belleza de la salvaje naturaleza que le rodea, sólo así se convence a una de las mayores estrellas a que coma el hígado crudo de un búfalo (vegetariano convencido desde hace años, para más mérito), a que se sumerja en gélidas aguas y a que se someta a toda exigencia física (y fueron muchas) que la historia requiera. Sólo padeciendo el frío en tus huesos y sintiéndote miserable consigues que tu interpretación sea realista.

Alejandro logra con este film su consagración (si es que alguien todavía lo dudaba) como director de primerísima fila y su mejor obra. Un film que, su simple visionado, ya inspira respeto por el profesionalismo que rebosa en la pantalla. Cuando lo más sencillo habría sido centrarse en ese juego del ratón y el gato que Glass y Fitzgerald protagonizan, muy al estilo de «Enfrentados» (por citar un ejemplo reciente), Alejandro profundiza visceralmente en todas las capas que la historia brinda, aquellas relacionadas con la justicia, el honor, la capacidad de superación y en aquellas más oscuras como la violencia, la venganza, las masacres que se realizaron sobre los nativos como consecuencia de un colonialismo salvaje (muy significativo ese ‘nos habéis robado todo’ del líder de los Arikara) y la pérdida de seres amados. Esta última llegando a ser una seña predominante en la filmografía de Iñárritu, quien tuvo la desgracia de tener que vivirla en sus propias carnes al perder a su segundo hijo al poco de nacer, herida que ha ido cicatrizando cinematográficamente mediante el estudio de las distintas relaciones familiares que han tenido los protagonistas de sus obras.

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En cierta forma, Hugh Glass ya se encontraba antes del ataque del grizzly dividido entre dos estados, cual gato de Schrödinger: el de la vida (a través de su hijo y de su actual ocupación como guía y protector de la expedición) y el de la muerte (a través de su mujer y de su verdadero oficio, la caza). Dicho ataque no es más que el detonante para iniciar una profunda transformación. Su renacimiento se desarrolla a lo largo de tres pasajes bien definidos. El primero, tras salir de su propia tumba, dejando atrás a la muerte. El segundo, con la sanación de sus heridas físicas (mediante los cuidados que recibe del indio Pawnee con el que se encuentra) y las emocionales (despidiéndose de sus muertos). Y el tercero, el más físico de todos, naciendo nuevamente de un vientre, desnudo, marcando el final de la agonía, de las inclemencias, con el Sol anunciando un nuevo día, un nuevo ser, una nueva vida que emerge.

It’s okay son, I know you want this to be over.
I’m right here. I will be right here.
But you don’t give up. You hear me?
As long as you can still grab a breath, you fight. 

Tras una prometida venganza, comprobamos que, lejos de obtener una satisfacción que justifique el sufrimiento que ha padecido, a Hugh sólo le queda la desolación. Nada de lo que ha hecho le ha devuelto a su hijo. En un plano final que recuerda al que concluía «12 años de esclavitud» y con el que Iñárritu rompe la cuarta pared, Glass parece mirar directamente al corazón del espectador, testigo de todo el calvario y sufrimiento que ha padecido, para preguntarnos si no habría sido mejor esperar una muerte tranquila tumbado junto al cadáver de su hijo, para demostrarnos lo lejos que llegó para vengar la muerte de sus seres amados y preguntarnos si nosotros seríamos capaces de hacer lo mismo, de llegar tan lejos. Con el fundido en negro y los títulos de crédito, aún seguimos oyendo su respiración… sus ganas de seguir luchando.

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17 comentarios leave one →
  1. Anónimo permalink
    05/02/2016 4:03

    genial tu review

  2. jorgedserrano permalink
    05/02/2016 13:11

    Muchas ganas de verla. Excelente artículo.

  3. 05/02/2016 17:40

    Deseando verla pero, ¿se hace larga, un poco, o no? Con «Marte» temía lo mismo pero es muy dinámica y con toques de humor.

  4. José Manuel Loscertales permalink*
    05/02/2016 20:56

    Gracias a los tres por vuestros comentarios.

    Respecto a si se hace larga la película…en mi caso, las más de dos horas y media pasaron como un suspiro.
    La primera hora te deja clavado en la butaca desde el mismo inicio y, aunque el desenlace es previsible porque la historia real está muy documentada y hay alguna adaptación previa («El hombre de una tierra salvaje», con Richard Harris); la fotografía, la música, la interpretación y la dirección de Iñárritu consiguen que no decaiga en prácticamente ningún momento.

    Humor no vas a encontrar ninguno (si recuerdo bien); pero belleza y naturaleza salvaje las tendrás a raudales. Los que aún no la hayáis visto, elegid la pantalla más grande que haya a vuestro alcance.

    Gracias de nuevo por vuestros comentarios y nos vemos en El Cadillac Negro.
    Saludos.

    • caboaustriaco permalink
      06/02/2016 3:25

      Hola: interesante tu descripción del film.Creo ,tendría que llevar cartel de spoilers .

      El abrazo aquel.

  5. José Manuel Loscertales permalink*
    06/02/2016 14:07

    Gracias por tu comentario, caboaustriaco.

    La tradición en El Cadillac Negro es poner los avisos de spoilers cuando tratamos temporadas de series porque, a veces, resulta difícil recordar el episodio por el que ibas o creer que la review es del inicio de temporada.

    Como toda buena tradición, a veces la rompemos con el cine; pero en aquellos pocos casos en los que la cinta guarda algún giro de guión clave para la historia (no es el caso de «El renacido», que no es un guión original y sí una segunda adaptación de un hecho real y documentado).
    En todos los demás casos, delegamos esa responsabilidad en el lector, suficientemente responsable para saber si debería estar leyendo o no sobre una película que pretende ir a ver al cine.

    Aún así, tomamos nota de tu comentario para seguir aplicándo la alerta de spoilers en aquellos casos más sensibles.

    Un saludo y gracias de nuevo.

  6. 08/02/2016 4:39

    De las mejores reseñas críticas que he leído sobre la peli.

  7. Harry Angel permalink
    08/02/2016 8:33

    Os he descubierto hace poco. Me encanta vuestra página. Muy buenas criticas. Un gran trabajo que hacéis. Mucho más
    interesante que labutaca.net o lashorasperdidas.com

  8. José Manuel Loscertales permalink*
    08/02/2016 22:41

    Muchísimas gracias por vuestros comentarios, Tiburcio y Harry Angel.
    Vuestras palabras nos dan alas; pero lo que más nos enorgullece es contar con vuestro interés.

    Un abrazo.

  9. jadc permalink
    15/02/2016 4:41

    Interesante artículo sin lugar a dudas, sobre todo porque da pié al sano ejercicio del debate. Si bien es cierto, la verdadera protagonista de esta historia es la naturaleza (de Lubezki). la dura, inhóspita, agresiva y a la vez bella, bellísima y generosa naturaleza que el hombre por su condición, ambición y supervivencia, está obligado a explorar. Pero a diferencia de Jeremias Johnson, más lírica, Derzu Ushala, más poética y el teniente Durham bailando con lobos, más empática, ésta se va a erigir en el marco incomparable donde verá nacer el origen del primer mundo, a base de luchas, guerras, sangre y muerte, hasta llegar a conquistarla. Impresionante contexto histórico. Impresionante apartado técnico, en todos los aspectos, lo de menos, el argumento, el ritmo, el guión. Me creo, que es en el libro donde se podrá disfrutar verdaderamente de la odisea y aventura de este explorador, voy a intentar leerlo, aunque nunca podamos tener tanta imaginación como Iñárritu a la hora de querer visualizarla, aunque tal vez sí, pero una vez vista.

  10. 20/08/2016 21:10

    Interesante apreciación, con bastante peso.

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