«Black Mirror»: fucking user_
Con su llegada a Netflix, o quizás precisamente por su llegada a Netflix, «Black Mirror» ha dejado de ser la serie considerada unánimemente extraordinaria y ‘cool’ para empezar a sufrir sus primeras críticas, de la misma manera que ha logrado condición de ‘must’, convirtiéndose en una de las series de la temporada, en una de las series que «tienes» que ver si quieres «estar» y «ser». Pero más allá de modas y postureos, lo cierto es que los siete primeros episodios de «Black Mirror», repartidos en dos temporadas (crítica temporada 1 – crítica temporada 2) más un especial de Navidad, con sus irregularidades y evidentes diferencias de calidad entre algunos de los episodios, dejaron un regusto excepcional y unas ganas/ansias por tener más entregas de este proyecto llevado a cabo por Charlie Brooker. De esta forma, el anunciado acuerdo con Netflix para producir y albergar dos temporadas más de seis episodios cada una supuso alimento para las expectativas a la vez que maná para los ‘haters’ que inevitablemente surgen cuando algo alcanza un estatus más o menos popular, y «Black Mirror» no iba a ser una excepción.
A estas alturas seguro que ya sabes de qué va la película: los peligros de la tecnología en la sociedad, provocando la deshumanización en un futuro que quizás ya es presente, unas sociedades distópicas que probablemente cada vez sean más posibles, una mirada a través de un espejo podrido de pesimismo que alberga muy poca luz o esperanza para con la raza humana. Es muy probable que, de estar interesado en estas líneas, ya hayas visionado esta nueva tanda de capítulos, por lo que no nos la vamos a coger con papel de fumar y vamos a tratar la temporada sin miramientos por revelar o no elementos de las tramas (si bien la intención tampoco es recordar qué pasa en las historias), así que bloqueo mayúsculas y le doy cursiva, negrita y todo lo que haga falta para curarme en salud y avisar: ALERTA, SPOILERS, y ya es reponsabilidad del lector continuar con estas líneas, leer hasta donde pueda/quiera o guardar este enlace para una futura relectura. Dicho esto, me he percatado de que es costumbre, no creo que del todo sana, que cuando últimamente se habla de «Black Mirror» se inicie una especie de lucha entre capítulos, tratando el análisis de los mismos como una competición entre ellos, que si «el primero es el mejor», que si «el cuarto es definitivamente lo único salvable», que si «mi orden es tres, seis, cuatro, uno …», e incluso ha empezado a ser un uso cada vez más habitual el enumerar los defectos o episodios con los que menos se ha empatizado en lugar de enfatizar los pasajes con los que más se ha disfrutado. Tampoco voy a convertirme en abogado del diablo, así que creo que, en un alarde de objetividad y equidistancia en el que inevitablemente voy a naufragar, me limitaré a destacar los que creo que han sido aspectos más destacados y puntos más débiles de los seis últimos episodios emitidos. Así que vamos a contentar/desilusionar por igual a ‘lovers’ and ‘haters’ de «Black Mirror». O ni eso.
El primero:
«Caída en picado» («Nosedive»)
⇑ Los nuevos capítulos de «Black Mirror» se abren con un típico capítulo de «Black Mirror», es decir, el retrato de una sociedad distópica en la que la tecnología ha deshumanizado a la humanidad, en la que los usuarios se han convertido en esclavos de los avances tecnológicos, todo ello bajo un prisma de pesimismo y con grandes brochazos de sátira e incluso caricaturización. En esta ocasión los coleccionistas de ‘likes’ dentro de la tiranía de las redes sociales son quienes soportan la denuncia de un episodio más que correcto, que sigue los parámetros de algunos de los títulos más célebres de la serie y que está espléndidamente interpretado por Bryce Dallas Howard. La fotografía al más puro estilo Instagram enmarcando unos escenarios típicos de «Mujeres desesperadas» es una delicia de azúcar que contrasta con la agonía de la protagonista, un descenso a los infiernos que en la gran escena final tiene su único punto de luz, paradójicamente en la oscuridad de la cárcel, paradójicamente en un escenario mucho más lúgrube que el mundo en el que todo el mundo parece guapo y feliz (tal y como sucede en las redes sociales), y allí es donde por fin alcanza su liberación y donde se siente libre de poder decir lo que piensa, sin necesidad de mostrar su mejor cara para conseguir las cinco estrellas.
⇓ Precisamente la ausencia de sorpresa es uno de los puntos débiles de «Caída en picado» («Nosedive»). El tono aleccionador vuelve a a estar excesivamente marcado, resultando casi un nuevo mandato del señor Charlie Brooker: las redes sociales, también mal. Además, el tema del enganche absoluto a las redes sociales y de puntuar a los que nos rodean no es algo absolutamente novedoso ya en la pequeña pantalla (apunto el chivatazo que me dio el señor Miguel Negrillo, una de las excelsas firmas invitadas a este blog: Community 5×08), y el desarrollo de la historia del capítulo resulta bastante predecible (como ya se ha señalado, únicamente en los últimos segundos se rompe esa caída a los infiernos tan esperada, lo que le otorga una variación al ‘modus operandi’ tradicional de la serie).
⇑ El segundo episodio de la tanda centra su denuncia en el abuso de los videojuegos como método de escape de la realidad. Se trata de un capítulo juguetón, en el que en su tramo final intenta despistar en varias ocasiones al espectador, haciéndole partícipe de esa mezcla de juego, realidad virtual y terror en el que se ve inmerso el protagonista. Y quizás esta baza es la más destacable de un episodio a todas luces menor, ese juego de espejos y realidades que hacen de «Playtest» un viaje, al menos, entretenido. El final de la historia bien podría ir tanto en pros como en contras, y es que por un lado sirve para dejar claro el mensaje del episodio, la lección de que por mucho que intentes evadirte de tu realidad con paraísos alternativos, la realidad siempre termina apareciendo, en este caso de forma fatal, pero…
⇓ … pero es nuevamente ese tono descaradamente aleccionador uno de los aspectos más criticables del episodio. Además, el protagonista principal se queda bastante lejos de provocar cualquier tipo de empatía, en todo caso todo lo contrario, tomándose demasiado tiempo en presentarle, haciendo del primer cuarto de hora del episodio una sucesión de escenas bastante anodinas. Así, tomando como referencia el anterior episodio, al igual que aquella esclava de los ‘likes’ suponía un personaje a priori detestable pero al que se le podían intuir varias capas hasta llegar incluso a simpatizar con ella en algún aspecto, el tipo aventurero de «Playtest» no despierta ningún interés, y casi te da igual lo que le esté pasando. Por lo tanto, más allá de los fuegos artificiales de sus giros de guión, el capítulo se queda en una premisa muy básica que deja muy poco poso.
El tercero:
«Cállate y baila» («Shut up and dance»)
⇑ Esta tercera temporada de «Black Mirror» tiene en su tercer episodio su primer elemento novedoso, resultando además uno de los títulos más destacados de esta nueva entrega. Así, la serie torna su universo distópico en una realidad actual y absoluta, dejando de lado por un momento cualquier atisbo de ciencia ficción para sumergirnos en un oscuro y tenso thriller, siendo espectadores de un auténtico ‘tour de force’ de dos protagonistas desesperados, al límite de sus posibilidades, con un final dramático y desolador con el ‘Exit Music (For a Film)’ de Radiohead de fondo (y se me antoja que su «OK Computer» bien podría ser la banda sonora de toda la serie, por concepto esencialmente). Además, el hecho de que en la parte final del metraje conozcamos el verdadero pecado del, hasta entonces, inocente chaval, resulta un giro bastante más interesante y profundo que todos los sufridos con «Playtest», proponiendo al espectador un juego de perspectivas, alterando la percepción de inocencia/culpabilidad y poniendo más de un debate ético sobre la mesa. Si le añadimos una dirección trepidante y la sobresaliente interpretación de los dos protagonistas, podemos sentenciar que este «Cállate y baila» es uno de números más destacados de los seis.
⇓ Sin mucha duda, quizás uno de los aspectos más negativos del episodio sea su simpleza argumental, ya que al final se trata, básicamente, de dos tipos siguiendo durante casi una hora la ruta que les marcan «los malos», unos hackers justicieros, a través del móvil. Esta simpleza quizás sea parte de la culpable de que resulte un episodio trepidante y concreto, pero posiblemente para ser una historia de «Black Mirror» se queda un poco corta de intenciones y profundidad.
⇑ Y llegamos a «San Junipero», probablemente el episodio más importante de esta tercera temporada de «Black Mirror», o al menos el que más ha dado que hablar. «San Junipero» tiene un buen puñado de elementos que le hacen destacar, por ejemplo su positividad, ya que se trata de una de las pocas ocasiones en que «Black Mirror» habla de futuros avances científicos sin pesimismo, sin denuncia, únicamente como un progreso más que si quieres lo tomas o si no, lo dejas, y ese canto de esperanza queda reflejado en el final más amable y luminoso de todos los episodios despachados por la serie hasta ahora. Sin duda el eje central es ‘una historia de amor más allá de la vida’, y me la creo, pero me resulta más atractiva aun esa idea de la no aceptación de la muerte, del intento de vida eterna y de las disyuntivas de los personajes entre dar al off definitivamente o continuar, sea lo que sea en lo que continúen. Y en este universo creado se puede rascar y rascar, resultando de esta forma el episodio con más trasfondo y enjundia, el más pleno de ideas y el más novedoso en su planteamiento. Y seguramente el único bonito.
⇓ Tampoco es un 10 «San Junipero», ni mucho menos. Las altas expectativas con las que acudí a él, unido a cierta excesiva demora en descubrir de lo que me estaban hablando, me llegó a provocar una leve decepción durante algunos minutos. Y es que posiblemente uno de los pecados del episodio sea que se toma demasiado tiempo en entrar en acción, quizás en una lenta cocción, posiblemente necesaria, pero que puede echar para atrás a los espectadores más ávidos de inmediatez, quedándose la primera parte del episodio básicamente en una historia de amor entre dos mujeres en los (tan exaltados últimamente) años 80. Y por mi parte, aunque no sea algo que me espante, tampoco considero necesario ese ‘revival’ de los 80, en parte porque le llega a quitar demasiado protagonismo, sobre todo en esa primera mitad, a lo que a la postre es lo importante de la historia.
El quinto:
«La ciencia de matar» («Men against fire»)
⇑ Y al igual que «San Junipero» es el episodio más importante de la temporada (que no digo que el mejor, aunque también), el quinto, «La ciencia de matar», creo que es considerado unánimemente como el más flojo. Sin duda es aquí donde más se nota la inyección de dinero que supuso para la saga el fichaje por Netflix, proponiéndose una historia bélica con una impecable realización. Además, el planteamiento de fondo es bastante interesante, aunque me temo que no muy novedoso, siendo el ‘speech’ en el que descubrimos qué demonios está sucediendo en esa guerra lo más destacado. Además, la secuencia en la que un teórico cómplice de las ‘cucarachas’ es interrogado mientras se registra su casa en busca de prófugos resulta un celebrado homenaje a una de las escenas más inolvidables de «Malditos bastardos». Y para que no quede muy corto este apartado de cosas positivas, pues recordar que es un alegato antibelicista, y eso siempre está bien.
⇓ Pero sin duda la mayor pega que se le puede hacer a este quinto capítulo es que creo que es la primera vez que «Black Mirror» aburre, y eso no hay dios que lo salve. Aquí no es que la historia tarde en arrancar, al contrario, los primeros minutos resultan entretenidos y te levantan cierta incomodidad e interés, pero es en su tramo medio cuando entra en un profundo bostezo, quizás con buena culpa en su protagonista, un personaje que no transmite lo más mínimo, siendo el centro de una historia que además ya no avanzará, resultando un episodio bastante fallido con un mensaje antifascista demasiado pueril y un debate sobre si el fin justifica los medios decididamente pobre y manido.
El sexto:
«Odio nacional» («Hated in the Nation»)
⇑ Y la temporada se cierra con uno de sus títulos más destacados. Con una inhabitual duración de 90 minutos, «Odio nacional» retoma la crítica a las redes sociales y a su poder destructor desde el anonimato, pero también es un dardo contra el control gubernamental sobre los ciudadanos y, cómo no, sobre los avances tecnológicos cuando caen en las manos equivocadas. El guión me parece uno de los más inquietantes y esa acusación a las acusaciones virtuales, esa crítica a las críticas invisibles, esa denuncia de las denuncias cobardes resulta gratificante y necesaria. También celebro, insisto, el hecho de que en esta ocasión el mal uso de los adelantos científicos no recaiga solo en los civiles de a pie, quedando al descubierto cómo ‘papá Estado’ se aprovecha de ellos para tenernos más controladitos. La trama comienza como un típico thriller policial, pero desde ahí va virando a nuevos planteamientos, recubriendo la historia con varias tramas y enfoques. Y además, los ataques de las abejas-robots personalmente me parecen aterradores.
⇓ Quizás esta extraordinaria duración del episodio sea uno de sus puntos flacos, ya que creo que precisamente esa media hora de metraje extra es la que más o menos le sobra, pecando de falta de concreción y síntesis, y sufriendo un evidente bajón en su tramo final. Por otro lado, el sermón moralizante lo lleva a cabo en esta ocasión el villano, pero incluso así no dejamos de sentir de nuevo esa incómoda sensación de adoctrinamiento. Y la escena final es totalmente prescindible, un inapropiado broche final de temporada.
En resumen, y como ya sucediera en las anteriores temporadas, «Black Mirror» se muestra en esta tercera tanda irregular pero muy estimulante. Es cierto que hay episodios que quizás se encuentren entre los más flojos de todas sus entregas, pero no es menos verdad que en cada uno de ellos hay al menos una idea o planteamiento brillante, si bien no todos luego son desarrollados con igual fortuna. Pero bienvenida sea su continuidad, ya que a todas luces se trata de una serie necesaria.
Y otra cosita. A propósito del estreno de esta nueva temporada, Netflix lanzó como novedoso método de promoción una app que simulaba la aplicación causante del universo y pesadilla del primer capítulo, una terrorífica app para puntuar a la gente que te rodea. Bien, todos nos echamos las manos a la cabeza ante este episodio, ante esa forma de interacción en una población alienada y esclava de la apariencia, ante esa sociedad que se basa en los beneficios conseguidos con las estrellitas que te dan «cuando molas», ante ese personaje sometido a los votos de la ciudadanía. Pues bien, hay gente que se ha bajado la aplicación de marras, y que la usa. Por lo tanto, insistimos en que ese futuro es presente, esa sociedad distópica es real, y nos merecemos todo lo que nos pase. No caigamos en el recurso fácil de culpar a los avances tecnológicos cuando los últimos responsables son quienes hacen mal uso de ellos o a quienes no se ponen límites ni a estos artefactos ni a ellos mismos. Acusémonos a nosotros mismos. Fucking user…
Tan sólo le diría a Charlie Booker que no somos tan tontos, que podemos tomar nuestras propias conclusiones. La gracia de algunos capítulos era poder debatir al terminarlos sin que el debate en sí estuviera dentro de las tramas. He notado cierto aire de superioridad cuando intenta dar lecciones. Que sí, Black Mirror es estimulante, ojalá muchas series tuvieran ese debate y unas tramas que, como mínimo, intentan ser originales e innovadoras. Pero los mejores episodios son los que presentan el conflicto sin darte el debate en un plato bien presentado pero ya masticado.
Saludos
Coincidimos entonces en uno de los aspectos que destaco en el artículo, que el afán adoctrinador lastra algunas de las historias.
De todas formas, yo no soy tan optimisma en cuanto a eso que le dirías al señor Booker…
Black Pollas… esta serie es una puta mierda