El cine del siglo XXI (VI): «Dogville»
El cine europeo de comienzos del siglo XXI ha estado marcado a fuego por las biopsias morales practicadas por dos cirujanos armados con bisturí y muchas ganas de remover conciencias. Uno es el austríaco Michael Haneke, autor de la enfermiza “La pianista”, la desasosegante “Cache” y la contundente “La cinta blanca”. El otro es Lars Von Trier, el loco y genial director danés que en los 90 se inventó aquello del “Dogma” para después pasarse sus reglas por el forro y firmar la brutal “Bailar en la oscuridad” (2000), otra de las cimas del nuevo milenio de la que algún día nos ocuparemos más a fondo. Aquel melodramático musical protagonizado por Björk que caminaba constantemente en el filo de la navaja, entre lo sublime y lo ridículo, me pareció en su momento la obra definitiva del director de “Rompiendo las olas”… hasta que llegó la monumental “Dogville” (2003), un puñetazo directo al estómago que nos obligaba a contemplarnos en el espejo sin concedernos la posibilidad de desviar la mirada. Como una parábola de reminiscencias bíblicas estructurada en nueve capítulos, “Dogville” saca a la luz las miserias morales, la mezquindad, la cobardía, el egoísmo y la hipocresía de una pequeña comunidad estadounidense situada en las Rocosas en la época de la Gran Depresión, que en realidad es cualquier comunidad de cualquier tiempo y lugar.
A estas alturas no es nada fácil inventar algo nuevo en el cine, pero Von Trier despliega aquí todo su talento formal y narrativo para hacernos creer que sí, que todavía es posible encontrar nuevas formas de contar las viejas historias. La clave está en la aplicación de la técnica del distanciamiento teatral de Bertold Bretch para depurar una puesta en escena desnuda que sirva de marco abstracto en el que desarrollar su minuciosa disección de la condición humana. Un espectral hangar desprovisto de decorados, casas imaginarias delimitadas en el suelo con tiza y tan solo algunas piezas de atrezzo son las artificios que usa el cineasta danés para descontextualizar su fábula, fuera de cualquier restricción temporal, aunque por mor de la magia del cine (y de una excelente iluminación) uno realmente cree estar en todo momento en un recóndito pueblo de la América profunda. La profusión de intrusivos primeros planos a la caza de cada gesto (siempre con la cámara en mano) salpicados de vez en cuando por picados cenitales que imponen una mirada omnisciente impide clasificar la propuesta como teatral. También deja más expuestos a los actores, que responden con un trabajo excelente, especialmente una intensa y entregada Nicole Kidman, en aquel momento (antes del botox, el acomodo y la pérdida de intuición para elegir proyectos) posiblemente la mejor actriz del mundo.
Y Kidman es Grace, una chica que llega a Dogville huyendo de una banda de gángsters. Los habitantes del pequeño y remoto pueblo, al principio reacios, acceden a darle cobijo a cambio de que se encargue de ayudarles en pequeñas tareas domésticas. La chica, bondadosa, generosa y compasiva, parece haber encontrado un lugar en el mundo, pero cuando la vigilancia policial se estrecha sobre la comunidad y se ofrece una jugosa recompensa los vecinos empiezan a exigir más y más servicios de Grace, que termina descubriendo la intolerancia, el abuso de poder, la envidia, la explotación y la humillación debajo de cada alfombra. Von Trier gestiona todo el proceso con un exacto y deslumbrante dominio de la narración, apoyado por la voz en off de John Hurt -que acrecienta el tono de cuento moral-, hasta el punto de que los largos 170 minutos de la versión original (a los cines también llegó un remontaje algo más corto) se pasan en un suspiro. Al danés no le tiembla el pulso en ningún momento y se las arregla para mantener un ritmo constante sin una sola bajada de tensión.
El elenco de personajes de Dogville (para el que cuenta con un espectacular reparto que incluye a Paul Bettany, Lauren Bacall, Patricia Clarkson, Ben Gazzara, Philip Baker Hall, Udo Kier, Chloë Sevigny y Stellan Skarsgard, entre otros) responde a una serie de arquetipos y de comportamientos tal vez excesivos pero que funcionan como meras herramientas que le permiten al cineasta danés articular su pesimista reflexión sobre la idea de comunidad y de las relaciones humanas, cargada de simbolismos y mucho más compleja y ambigua de lo que una primera lectura pueda insinuar. Así, el personaje de Grace, que puede entenderse en clave religiosa como una alegoría de Jesucristo, sería en parte responsable del comportamiento mezquino del pueblo al no poner límites a su bondad y exonerar de sus acciones y responsabilidades a los demás desde una arrogante posición de superioridad moral, mientras que Tom (Paul Bettany), el ocioso e ilustrado dramaturgo que comienza defendiendo a la invitada ante la comunidad para terminar traicionándola cobardemente, sería un álter ego de Judas y, posiblemente, del propio director.
Las connotaciones religiosas, tan frecuentes en el cine de Von Trier, se multiplican en el apoteósico tramo final, en el que James Caan entra en juego, se desvela el secreto de Grace y se desata la cólera de Dios como un castigo divino; pero la jugada magistral de Von Trier es haber logrado manipular al espectador de tal modo que sienta un placer casi obsceno cuando al fin llega ese operístico clímax, sangriento y sarcástico. Las fotografías de los títulos de crédito, bajo el ritmo del “Young Americans” de David Bowie, terminan de redondear una radiografía implacable sobre el lado oscuro y sórdido de América, el modelo más representativo de una sociedad enferma , que es la nuestra.
«Dogville» dividió a la crítica entre los que la consideraron desde el primer momento una obra maestra y los que se rasgaron las vestiduras ante la pedantería y pretenciosidad de Von Trier, aunque era difícil negar la originalidad y perfección técnica de la propuesta. Dos años después el “enfant terrible” danés presentó “Manderlay”, la segunda parte de sus “Visiones de América” -continente que, por cierto, nunca ha visitado debido a su aviofobia-, en la que retomaba el personaje de Grace situándola en una plantación de esclavos en Alabama para explorar las raíces del racismo. Von Trier mantuvo las mismas señas de identidad que en “Dogville”, aunque Kidman no quiso repetir la experiencia y fue sustituida por Bryce Dallas Howard. El filme exhibía la misma fuerza subversiva que su predecesora, pero carecía del factor sorpresa y caía en la repetición de esquemas, por lo que quedaba un peldaño por debajo. Aunque la saga debía cerrarse con “Washington”, el cineasta prefirió involucrarse en otro tipo de películas que le siguieron reputando polémicas y alabanzas a partes iguales («El jefe de todo esto», “Antichrist”, “Melancholia”) y de momento no se le ven intenciones de acometer la prometida conclusión a la trilogía (ahora trabaja en “The Nymphoniac”, con su nueva musa, Charlotte Gainsbourg).
Concluya o no su faraónico proyecto, me gusten más o menos sus últimos filmes, esté o no de acuerdo con sus provocadoras y (muchas veces) absurdas declaraciones, Von Trier se merecerá siempre toda mi admiración y respeto por saber meter el dedo en la llaga, por cuestionarse los grandes temas inherentes al ser humano, por experimentar, transgredir las normas y, en definitiva, por buscar nuevos caminos y vías de expresión cinematográficas. Y “Dogville” tiene todo eso. Definitivamente, la obra de un genio.
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¡Que grande, Jorge, que nos recuerdes este pedazo de película! Una verdadera maravilla. Mira que no era especialmente seguidor de Von Trier, pero aquí me hizo cambiar de opinión y mirar con interés todo lo que ha hecho. Como bien dices, la película logra ser universal y atemporal, desnudando sin ningún pudo la naturaleza humana. Y tu post me ha hecho recordar (con cariño) nuestras discusiones sobre la Kidman. Ya sabes que no he sido fan suyo pero hay que reconocer que en esa época (en «Las horas» también estaba perfecta) estaba «on fire». Y ya hay ganas de que el loco danés concluya su trilogía, una vez que, acertadamente en mi opinión, se ha desmarcado del riesgo de encasillarse con obras tan rotundas (y que tantas discusiones han generado entre los creadores de este blog) como «Anticristo» y «Melancolía». Y eso es lo más grande de Von Trier, que no provoca indiferencia, cada uno de sus filmes da para hablar largo y tendido.
Al amigo Von Trier siempre tendremos que agradecerle que nos haya regalado unas cuantas películas excelentes (como esta «Dogville», sin ninguna duda) y otras menos excelentes, pero sobre todo largas e intensas discusiones entre los conductores de este Cadillac sobre su obra…
Qué gran placer recordar esta apabullante y extraordinaria película a través de las certeras (como siempre) palabras de Jorge, y rememorar también esa época en la que la Kidman era tan tan tan grande. A mí sí me jode bastante que al final vayamos a quedarnos sin esa anunciada «Washington», pero reconozco que si hay un director que puede pasárselo todo por el forro y dejar una trilogía inacabada, simplemente porque le da por ahí, ese es Lars Von Trier. Vamos, que me pega con su imprevisible personalidad… Habrá que ver qué es eso de “The Nymphoniac”, pero algo de miedito me da…
Aprovecho para comentar por primera vez tras muchas lecturas en este fantástico compendio de la cultura televisiva que habéis construido en el cadillac negro. Von Trier es, desde luego, uno de los directores actuales más importantes -si no el que más- y se ha ganado a pulso convertirse en el director favorito de muchos y aun más merecidamente, aunque por razones menos artísticas, el director más odiado de todos.
Es difícil añadir algo a lo ya comentado en este certero análisis, pero si os gusta el cine de Lars Von Trier os recomiendo con mucho fervor la que es probablemente la novela catalana más importante que se ha escrito jamás: Solitud (o Soledad), de Víctor Català.
Es increíble las similitudes que se encuentran entre esta universal novela y las obras del danés, especialmente sus obras de temática rural (en menor medida «Rompiendo las olas» y sin lugar a dudas «Dogville» y «Antichrist»).
No me explayaré para no revelar detalles de la trama por si alguien lee mi comentario y decide leer la novela, que aunque no es una obra muy accesible sí que suele ser del gusto de su reducida audiencia. Un cordial saludo, conductores.
«Dogville»…¡madre mía!…peliculón al que reconozco haber llegado tarde, ya que pude verlo cerca del año 2008…para mayor desgracia de Kidman, que en ese año ya estaba inmersa plenamente en una vorágine de malas películas, desastrosas decisiones y aún peores cirugías.
Espectacular el reparto con el que contó Von Trier…y, aún más espectacular los bemoles que le echaron a la hora de diseñar la producción del filme.
Ya me veo la cara de los productores cuando, teniendo atados a Kidman (en su mejor momento), a Bettany, a Hurt, a Caan, A Clarkson, a Sevigny, a Skarsgard, a Gazzara…va el amigo Lars y les dice que el único escenario de rodaje será un hangar casi desnudo, teniendo como único decorado un plano hecho con tiza por cualquier miembro del casting.
(¡!).
En mi opinión, y por cosas como lo anteriormente citado, su obra más sorpresiva y valiente…y eso que su anterior film es «Dancer in the dark».
No es un director al que tenga especial cariño. Apenas he visto cinco de sus títulos.
«Antichrist» me resultó totalmente desagradable, sumamente absurda, pretenciosa y misógina…eso sí, nuevamente le otorgo un 10 a su faceta provocadora.
Aún así, le reconozco que los actores estaban espléndidos y algunos planos eran espeluznantes.
Sin embargo, con «Melancholia» (y a pesar de sus reprochables declaraciones), me recuperó de nuevo.
Bueno, volviendo a «Dogville»…la historia admite bastantes lecturas distintas, aunque coincido contigo (Jorge) en que la bíblica es la más acertada.
El triste mensaje «el hombre es un lobo para el hombre», nuevamente, se hace realidad.
Grace huye de una familia de lobos, para entrar en un pueblo de lobos disfrazados de corderos.
Eso sí, visto con perspectiva, el mensaje final de «Dogville» podría relacionarse con aquellas (torpes) declaraciones del director en Cannes.
Y es que, aunque nada más lejos de Von Trier que declararse pro-nazi (y pido perdón por introducir semejante palabra en este blog)…el mensaje de Dogville sobre la ‘justificación’ de algunos exterminios, por acción divina o no, (es una provocación más que) no debería dejar a nadie tranquilo.
Espectacular crítica, Jorge…cada día un peldaño más alto.
Un saludo a todos.
Alfa.
Muchas gracias Albert, Rodrax, Marc y Alfa por vuestros comentarios y aportaciones.
Es cierto que Von Trier ha sido el causante de algunos de los desacuerdos más flagrantes entre los conductores del Cadillac. A mí me parece uno de los directores más necesarios de la actualidad aunque no siempre esté de acuerdo con sus «idas de olla». «El jefe de todo esto» me gustó bastante, pero «Antichrist», como a Alfa o Rodrigo, me pareció un despropósito con imágenes muy potentes, y a «Melancholia» admito que no la pillé el punto. La primera parte ya la había visto en «Festen (Celebración)», de su colega Thomas Vinterberg, y la segunda mitad me dejó un tanto frío. En todo caso, siempre estaré pendiente de cualquier nuevo proyecto en el que se embarque.
En cuanto a la Kidman, entre 2001 y 2004 encadenó «Los otros», «Moulin Rouge», «Las horas», «Dogville» y la infravalorada «Reencarnación». Ahí es nada.
Marc, tomamos nota de la novela de Víctor Catalá. Muchas gracias por la sugerencia.
Y, como apunta Alfa, el final de «Dogville» es verdaderamente desasosegante por lo que en el fondo implica. En cualquier caso, una de las conclusiones más contundentes de los últimos años. Un saludo a todos, amigos!