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«Serena»: Cazando en la oscuridad

11/11/2014

Serena Bradley Cooper

El Hollywood actual no nos tiene acostumbrados a ese tipo de parejas legendarias cuya coincidencia en numerosas películas daban pie prácticamente a la creación de un género en sí mismo (Katherine Hepburn-Spencer Tracy, Rock Hudson-Doris Day). De hecho, ahora únicamente la proliferación de sagas ha permitido contemplar la evolución de la interacción de unos intérpretes determinados. Ante esta práctica inexistencia, el ya consolidado dúo que forman Bradley Cooper y Jennifer Lawrence se ha convertido en el más relevante de nuestros días. Una pareja que parecía un tanto desequilibrada -gran diferencia de edad, un actor poco más que correcto frente a una de las nuevas fieras de la interpretación- pero que exhibió una innegable química cómico-romántica en la fresca pero algo sobrevalorada ‘El lado bueno de las cosas’, de David O.Russell, el mismo director que les introdujo en una vertiente ligeramente más dramática en la reciente ‘La gran estafa americana’, filme también con más buena fama que calidad y en el que ambos no tenían una relación tan directa. Este camino progresivo hacia la gravedad ha dado un acelerón inesperado para la pareja con ‘Serena’, la nueva obra de la danesa Susanne Bier, un drama de los que ya casi no se hacen, un nuevo desafío para Cooper y Lawrence.

Por alguna extraña razón, los cineastas daneses eligen ambientar sus historias en el medio rural norteamericano cuando realizan sus incursiones estadounidenses. Ya lo hizo Lars von Trier en esa obra maestra que es ‘Dogville’ y en la muy interesante ‘Manderlay’, le siguió Thomas Vinterberg con ‘Querida Wendy’ y ahora repite la historia Bier con su segunda obra en la tierra del Tío Sam. Sus miradas extranjeras parecen querer evitar la uniformidad respecto a Europa que presentan ciudades poco menos que intercambiables y prefieren explorar aquello que tiene de único el territorio estadounidense: esas vastas extensiones de naturaleza salvaje habitadas por pequeñas comunidades en las que prenden rápidamente los celos, los odios y, en definitiva, la violencia. Bier, consumada especialista en sólidos dramas humanos como el excelente y oscarizado ‘En un mundo mejor’, parece querer dar un paso definitivo en su reciente carrera hollywoodiense con la historia de George Pemberton (Cooper), dueño de una explotación maderera en los bosques de Carolina del Norte en 1929, que entra en una espiral de creciente codicia tras casarse con la bella y arribista Serena (Lawrence). La vida en una comunidad aislada, la deriva amoral de los personajes en busca de asegurar su posición y el contacto con la poderosa naturaleza hacen pensar por momentos en esa obra capital (para bien y para mal) del cine moderno que es ‘Pozos de ambición’. Aunque podría desarrollar una mayor sutileza, la historia crece progresivamente gracias a una tensión continua y una Bier firme al mando, con una dirección seca y eficaz, proporcionando una atmósfera subyugante y misteriosa gracias a esos bosques excelentemente fotografiados por Morten Soborg.

Serena Bradley Cooper Jennifer Lawrence

Sin embargo, un giro de guión a mitad de metraje transforma por completo el tono de un filme que pasa a convertirse en un cruce imposible entre un melodrama clásico, el cine negro con ‘femme fatale’ a lo ‘Perdición’, la vehemencia tremendista del Von Trier de ‘Rompiendo las olas’ y ‘Bailando en la oscuridad’ y la tendencia al exceso de la reciente ‘Perdida’ de David Fincher. Es en este momento cuando Bier pierde definitivamente el encomiable pulso anterior. Aún sin haber leído la aclamada novela homónima de Ron Rash en la que se basa ‘Serena’, sospecho que el filme ha sido víctima, como sucede en demasiadas ocasiones, de los hándicaps de los que es susceptible toda adaptación de un extenso texto original. Determinadas reacciones de los personajes parecen aleatorias al no haber asentado antes una base que las sustente y los elementos oníricos y mágicos de la trama se muestran demasiado importantes para haber sido apuntados tan levemente. Esta sensación de arbitrariedad se une a un final torpe e inane, con alguna escena cumbre rematadamente mal rodada y con una demasiado evidente ausencia de emoción.

En definitiva, nos queda una película un tanto bizarra y desigual, con bastantes momentos de gran cine combinados con errores garrafales, que queda muy lejos de las altas ambiciones de la directora (los Oscar parecían un objetivo claro) pero con suficiente interés para regalarle un visionado, a lo que ayuda un reparto de campanillas en el que brilla, como siempre, ese secundario tan pequeño como gigantesco que es Toby Jones y en el que el transformadísimo Rhys Ifans y Sean Harris se ven claramente perjudicados por la pobre definición de sus personajes.

Serena Jennifer Lawrence aguila

Retomando a nuestra pareja protagonista, la novedad es que las las tornas han cambiado sorprendentemente. Una correcta Lawrence peca de una sobreactuación que, salvo sorpresa mayúscula, la alejará de unos Premios de la Academia a los que un personaje ‘bombón’ como el de Serena parecía destinado. Por contra, un contenido y convincente Cooper supone una de las mejores noticias del fallido filme y nos convence de que, pese a que nunca será un astro de la interpretación, se encuentra en una progresión imparable y va reduciendo, paso a paso, una desventaja ante su ‘partenaire’ que parecía insalvable. No cabe duda de que nos gustaría seguir asistiendo a nuevos episodios de su particular pugna.

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