“Mud”: el fin de la infancia
Comienzo a escribir este post cuando faltan pocos días para que cumpla 34 años. De hecho, lo hago con la intención de emitirlo precisamente en vísperas del 30 de agosto, el día de mi cumpleaños, que coincide con el estreno en España de “Mud”, la tercera película del director y guionista Jeff Nichols. No destacaría este hecho, pues no es gran cosa, eso de emitir un post en una fecha así, ni tampoco hacen especial ilusión los aniversarios a estas edades, si no fuese porque de lo que habla la espléndida, preciosa cinta que nos ocupa es exactamente de eso: de crecer, madurar, perder la inocencia, en definitiva, dejar atrás la infancia y adentrarse en esos años tan convulsos que terminarán instalándonos ya para siempre, y sin remedio, en eso que llamamos la edad adulta. Esos años plagados de sueños y decepciones, anhelos y desengaños, ilusiones irrefrenables y sonoros batacazos. Esos años sembrados de incertidumbres, indecisiones e inseguridades. Esos años en los que, la mayoría de las veces, no nos queda más remedio que aprender a base de hostias. Como ya vimos, aunque contado de forma bien diferente, en otra de mis películas favoritas del año, “Las ventajas de ser un marginado”. Y como tampoco tardarán en comprender los protagonistas de esta otra historia, Ellis y Neckbone, dos muchachos de 14 años. 14… 20 menos que yo. Joder, y parece que fue ayer…
Hay muchos motivos por los cuales “Mud” cae bien desde el principio. El principal es precisamente ese, la facilidad con la que consigue hacernos empatizar con esos chavales, aún puros y vírgenes de muchas cosas, aunque no por mucho tiempo, con los que podemos perfectamente identificarnos. Al fin y al cabo, no ha pasado tanto tiempo… ¿verdad? ¿VERDAD? Y, bueno, da igual que uno se haya criado en Madrid y haya veraneado toda su vida en Santa Inés, Salamanca, y Ellis y Neckbone sean de Arkansas y vivan sus aventuras estivales a orillas del río Mississippi. Los sentimientos y las experiencias son las mismas. Aunque, como decía, uno es consciente, y más en días como éstos, de que tiene un par de décadas más que ellos a sus espaldas, y así observa ese mundo adulto que les rodea y acaba sintiendo también una inevitable conexión, y una amarga dosis de comprensión por lo que ve. Seres castigados, desencantados, cansados o atenazados por el miedo. Y en medio de todo ello irrumpe el personaje que da nombre a la cinta, un tipo al que sólo conoceremos por su apodo, ‘Mud’ (lodo, barro), y que se encargará de poner el mundo de Ellis y Neckbone patas arriba.
No es mucho más lo que uno querría desvelar del argumento del film. Basta con mencionar la sinopsis que podéis encontrar en cualquier lado: “Mud” cuenta la historia de dos chicos ávidos de aventuras que descubren, escondido en una isla, a un fugitivo que busca la forma de volver a reunirse con el amor de su vida. Decididos a ayudarle, entre ellos se forjará una amistad que acabará cambiando sus vidas. Y ya está. También podréis leerlo por ahí, porque al final todos acabamos siempre mencionando las mismas cosas, pero es que es totalmente cierto: hay ecos de Mark Twain, de la nostálgica “Cuenta conmigo” de Rob Reiner, de “Grandes esperanzas” de Charles Dickens… Pero, en todo momento, la cinta está impregnada del estilo y el alma de Nichols, que con este su tercer trabajo confirma que es una de las voces más personales, independientes y lúcidas del panorama actual. Como ya hiciese en las también magníficas “Shotgun Stories” (2007) y “Take Shelter” (2011), esta última ya reseñada por aquí por mi compañero Jorge hace algo más de un año, el cineasta va construyendo la película con pulso firme pero sin prisa, exigiendo cierta connivencia por parte del espectador. Y vuelve a hacerlo entregándonos una vez más unos bellísimos planos de esa América rural y profunda en la que él es capaz de encontrar y extraer auténtica magia y poesía. Gran parte del mérito corresponde al deslumbrante trabajo de su fiel director de fotografía Adam Stone, y a la fantástica música de David Wingo, otro habitual de la pandilla. Nichols, que abandona en esta ocasión la Ohio de su segundo film para regresar a su Arkansas natal, en donde ya ambientó su ópera prima, no cede en su empeño por erigirse en cronista de esa América obrera a la que prácticamente el resto del mundo prefiere ignorar. Para ello cuenta con la complicidad de un reparto ajustadísimo y en estado de gracia.
Los grandes descubrimientos del film son esa pareja de muchachos a la que ponen rostro Tye Sheridan como Ellis, auténtico corazón y motor de la historia, y el debutante Jacob Lofland dando vida a su fiel compinche Neckbone. Sheridan, visto anteriormente en “El árbol de la vida”, se ha convertido por méritos propios en el adolescente de moda del cine ‘indie’ norteamericano, se le acumulan los rodajes y dentro de poco le veremos de nuevo en las carteleras junto a Nicholas Cage en “Joe”, de la mano de otro director en alza, David Gordon Green. Viendo la seguridad y el aplomo que exhibe en “Mud”, y sobre todo su apabullante capacidad para conmovernos, uno siente que está ante uno de esos chicos que podría encontrarse aún trabajando en el cine, si la cosa no se tuerce, dentro de 20 o 30 años. Lo mismo podría decirse, aunque aquí acabe desempeñando un rol más secundario pero igualmente portentoso, de Lofland, que parece un cruce entre las versiones jóvenes de los malogrados River Phoenix y Edward Furlong (que ya sé que no está muerto, pero como si lo estuviera), aunque esperemos que corra mucha mejor suerte que éstos.
Otra buenísima noticia es la presencia de Matthew McConaughey en la curtidísima piel del ‘Mud’ protagonista. El texano, que hasta hace bien poco era un actor que me importaba un pimiento, ha conseguido hacerme cambiar de opinión y desarmarme por completo en los últimos tiempos con sólo dos películas, ésta y la brutal marcianada “Killer Joe”, de William Friedkin, en donde sobresalía especialmente su delirante y sádica interpretación. Desde ya mismo, fan incondicional. Y sí, por supuesto que espero, como todo el mundo, esa “Dallas Buyers Club” de Jean-Marc Vallée, en la que para encarnar a un enfermo de SIDA llegó a adelgazar más de 30 kilos, pero aguardo aún mucho más expectante “The Wolf of Wall Street” de Martin Scorsese, tras ver su espectacular trailer, y por supuesto celebro su participación en “Interstellar”, lo próximo de mi admirado Christopher Nolan. Volviendo a “Mud”, McConaughey está perfecto en su papel de antihéroe y es capaz de mostrarse turbio, inquietante, vulnerable, sensible y conmovedor. Imposible no ponernos incondicionalmente de su parte, como hacen Ellis y Neckbone. Reese Witherspoon, a la que juré odio eterno hasta el último de mis días tras tragarme obligado, por motivos de trabajo, “Una rubia muy legal 2”, y con la que me reconcilié un poquito tras “En la cuerda floja”, merece también un aplauso por abandonar su zona de confort y encarar, y sacar adelante con mucha solvencia, un papel tan arriesgado y poco agradecido como el de Juniper, el objeto de deseo de ‘Mud’. El impecable casting lo completan Ray McKinnon, visto brevemente en “Take Shelter” y al que yo personalmente tengo en alta estima por sus apariciones en “Deadwood” y “Sons of Anarchy”; Sarah Paulson, una de las estrellas más rutilantes de “American Horror Story”; un inmenso, descomunal Sam Shepard, que no necesita tarjeta de presentación; el cada vez más imprescindible Michael Shannon, actor fetiche de Nichols relegado aquí a un rol secundario y, para variar, bastante contenido; y el inquietante Paul Sparks, compañero de correrías del anterior en nuestra querida “Boardwalk Empire”.
A diferencia de “Shotgun Stories”, un drama de esos que te golpean sin contemplaciones en plena mandíbula, o “Take Shelter”, una de las cintas más perturbadoras de los últimos años, “Mud” tiene un punto luminoso inédito hasta ahora en el cine de Nichols, que en esta ocasión opta por combinar el drama social con el cine de aventuras, el thriller e incluso toques de western en su recta final. Y, vertebrándolo todo, uno de los más bellos relatos de iniciación filmados en mucho, muchísimo tiempo. Con sus claros y sus sombras, sus gestas y sus miserias, sus certezas y espejismos. De hecho, Nichols podría haber optado por mostrarnos todo el film exclusivamente desde el punto de vista de Ellis, como sucede durante casi todo el metraje, aunque no siempre, y hubiese funcionado de maravilla. Es también la película más larga de su realizador, 130 minutos, pero nada sobra, si acaso una cuestionable vuelta de tuerca final (como ya sucedía por otra parte en “Take Shelter”), que no detallaré por aquello de los spoilers. En definitiva, “Mud” no sólo es la confirmación de que estamos ante uno de los autores más sobresalientes de su generación, con un espléndido presente y un, me atrevo a pronosticar, brillante futuro por delante. Es, y lo digo cuando sé que pasará de puntillas, sin pena ni gloria, por las carteleras de nuestro país, una de las cintas más hermosas y emocionantes que un servidor ha visto en este 2013. Y eso, amigos, ya ha sido un magnífico regalo de cumpleaños.
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La veré esta noche, tenía ya ganas y ahora más….
Por cierto….mi pésame, amigo, hoy también cumplo 34, asi que sé bien lo que digo!!
Pues no había yo oído hablar de esta peli (estoy un poco desconectada de la actualidad de la cartelera) pero tal como la describes tiene buena pinta, así que me la apunto :)
¿34?
Quién los pillara!!
Mud está muy bien, en efecto.
Gratamente distinta a lo que nos están endosando, cada vez con más furor y machaconería, los cineastas estadounidenses o su maquinaria industrial.
No hay veranos como los de Santa Inés…