«Cuando todo está perdido»: solo ante el peligro
El cineasta estadounidense J.C. Chandor es un tipo al que conviene seguir la pista, no vaya a ser que un año de estos vaya a despacharnos una obra maestra y no lo hayamos visto venir siquiera. De momento, con solo dos largometrajes en su haber, apunta buenas maneras. Nuestro hombre escribe y dirige sus propias películas, se las arregla para involucrar en sus proyectos a auténticos titanes de la interpretación y no parece dispuesto a repetirse o encasillarse. De hecho, el filme que ahora llega a nuestras pantallas, “Cuando todo está perdido (All is lost)” (2013), está en las antípodas su ópera prima, “Margin Call” (2011), aquella lúcida disección de las causas de los colapsos financieros que cíclicamente hacen temblar los cimientos del sistema económico mundial. Si en aquel notable debut se apropiaba de los códigos narrativos del David Mamet de “Glengarry Glen Ross” para radiografiar en clave de thriller dramático un microcosmos cerrado de depredadores de escasa catadura moral, en su segunda cinta desaparece el planteamiento coral para focalizar toda la atención en un único personaje inmerso en una incierta batalla por la supervivencia en la que resuenan con fuerza los ecos del Hemingway de “El viejo y el mar”. Si en “Margin Call” Chandor disponía de siete actores de primer nivel escupiendo réplicas cínicas y certeras como aguijonazos a cada minuto, en “Cuando todo está perdido” le basta con una única estrella que permanece en completo silencio durante la mayor parte del metraje.
No parece Chandor uno de esos cineastas que se ofrecen gustosos a la gran maquinaria del Hollywood más comercial y que valen lo mismo para un roto que para un descosido. Más bien se intuye una vocación por marcar una diferencia, por alejarse del lugar común, aunque sin llegar a renunciar a ese gran público que cada vez encuentra menos entretenimientos inteligentes en las salas de cine. Al menos eso es lo que se desprende de su todavía corta filmografía. “Cuando todo está perdido” podía haber sido otro relato de aventuras más o menos emotivo en el que su protagonista se enfrenta a mil y un obstáculos que supera con perseverancia para alcanzar al final algo parecido a la redención. De hecho, en realidad sí lo es, pero Chandor se afana en vaciar ese esquema clásico de todo efectismo y concesiones, en un valiente y arriesgado ejercicio de depuración cinematográfica. Tenemos a un individuo en un maltrecho velero perdido en la inmensidad del Océano Pacífico, sin equipo de navegación y sin radio. A solas con su ingenio contra una naturaleza indomable y la implacable ley de Murphy. Y no hay más. No hay flashbacks, ni un pasado para nuestra protagonista, ni ensoñaciones, ni voz en off (salvo en un prescindible prólogo). Incluso los siempre socorridos tiburones no son más que una leve amenaza. El mayor mérito de Chandor es que no alberga pretensiones de redondear una “gran película”; su mayor interés es proporcionar una “experiencia” manteniéndose siempre fiel a las particulares normas que se autoimpone. Nunca abdica de su propósito de abrazar un realismo extremo y riguroso, aunque ello implique un riesgo -el de la monotonía y el aburrimiento que puede adueñarse del espectador que espera otra cosa- que sin embargo está dispuesto a correr.
Aunque es inevitable acordarse de “La vida de Pi” o de “Gravity”, la cinta de Chandor no puede (ni quiere) compararse con la abrumadora belleza plástica del espectáculo orquestado por Ang Lee, y, aunque técnicamente irreprochable, tampoco puede competir con los alardes formales de la deslumbrante odisea espacial de Alfonso Cuarón. Sin embargo, por la vía de la sobriedad y la concisión, Chandor llega a un territorio similar al que habitaban aquellas para hablar de la soledad, de la fuerza de la voluntad y el valor de la constancia cuando, efectivamente, todo está perdido. Y nada de eso sería posible sin una presencia lo suficientemente sólida como para llevar sobre sus hombros todo el peso de la película, lo cual nos lleva al otro elemento imprescindible de la cinta, el veteranísimo Robert Redford.
No seré yo quien niegue que Redford es una leyenda del Hollywood clásico, una de las últimas que aún siguen en activo, pero, en mi humilde opinión, como actor nunca fue uno de los más grandes. Su época dorada -aquellos años 70 en los que encadenó sin descanso “Las aventuras de Jeremiah Johnson” (1972), “El golpe” (1973), “El gran Gatsby” (1974), “Los tres días del Cóndor” (1975) y “Todos los hombres del presidente” (1976)- queda ya muy lejos, y en su guadianesca trayectoria de madurez no hay títulos verdaderamente significativos –salvo, quizás, la también muy añeja “Memorias de África” (1985)-, y mucho menos papeles auténticamente memorables. Pero algo sí es indiscutible, el hombre siempre tuvo el carisma de las grandes estrellas, y todavía no lo ha perdido, pese a que los estragos del tiempo definitivamente sí que han terminado haciendo mella en un rostro que siempre pareció eternamente juvenil. El reto al que se enfrenta en “Cuando todo está perdido” es el más exigente al que se ha enfrentado en mucho, muchísimo tiempo. Y no solo porque le ha obligado a un despliegue físico quizás excesivo para un señor de 77 años, sino porque siendo un papel tan proclive a todo tipo de exageraciones gestuales o explosiones sentimentales, Redford se aleja en todo momento del exhibicionismo e imparte una lección de contención que podría confundirse con inexpresividad pero que en realidad es un tratado de cómo proyectar a un personaje estoico, cargado de dignidad y entereza, en cada una de sus acciones y microgestos. En el fondo, no es de extrañar que la Academia de Hollywood haya olvidado en sus nominaciones de este año un trabajo tan minimalista y poco efectista. Consciente del magnetismo que aún atesora su actor, Chandor se recrea en su ajado físico prácticamente en cada plano y solo se aleja en ciertos momentos para subrayar la insignificancia del hombre atrapado en el gran azul.
El atrevimiento de Chandor en esta película-experimento habría sido completo si hubiese eliminado la austera y bella partitura de Alex Ebert (muy alejada, en todo caso, de las estridencias que Steven Price compuso para “Gravity”), si el prólogo se hubiera quedado directamente en la sala de montaje y si en vez de Redford el protagonista hubiese sido un auténtico desconocido –aunque esto último rozaría la temeridad-, pero tal y como es ya luce como uno de los productos menos complacientes que han salido recientemente de un estudio de Hollywood. No es poca cosa en estos tiempos.
Me ha gustado mucho la crítica, y el respeto con que trata la interpretación y la figura de Redford, así como esa depuración formal de la película. Todavía no la he visto. Aunque habría ido a verla de todas maneras, ahora tengo más elementos aún. Gracias
De pronto la inexpresividad de Redford se debe a la cantidad de cirugias esteticas a las que se ha sometido. Esta tan estirado que ya no puede ni cerrar los ojos : )
Voy a ver la pelicula con miedo. Me encanta el tema, pero el riesgo de aburrirse es alto.
Pues como dice ‘Jorge’ (no el Sr.García, sino el que me precede) el riesgo de aburrirse es alto y de hecho te aburres, yo al menos. ¡Por Dios, que hasta los documentales tienen un narrador!
El que la película sea tan hiperreal, tan descriptiva y milimétrica, sobre todo en la casi total ausencia de diálogos, o monólogos más bien – está claro que cuando uno está solo y abandonado en alta mar no habla con nadie, pero digo yo que al menos mentará a Dios en vano y jurará y perjurará su maldita suerte – es un elemento narrativo y que todo el peso de la película recae en la figura de Redford, en sus dotes interpretativas y su gestualidad (bastante perjudicada por el bisturí), pero a mí se me hizo eterna.
Dicho sea de paso, Redford tiene 77 años y se notan, aunque se empeñe en estirarse y destrozarse la que antaño fuera su guapísima cara (el Redford joven me encanta, como hombre y como actor), en teñirse de ‘honey blonde’ y en hacer reiteradamente de cincuentón que corre por las laderas (lo digo por «The Company You Keep») o que se pega con el mar de cara. En esta película tan física, aunque el hombre está en espléndida forma, todo hay que decirlo, se aprecia ya que sus articulaciones tienen problemas y que no tiene la movilidad del hombre más joven al que intenta representar que en la realidad probablemente sería el que podría soportar semejante prueba, no un cuasi octogenario.
Aunque para mí el problema principal es que la película es demasiado estoica, sin apenas momentos de flaqueza o desesperanza evidentes de su protagonista (salvo el crucial ;-) y eso la aleja del espectador, la hace incapaz de generar empatía hacia su protagonista, al menos en mi caso. Me quedo con el hecho de que es una película poética, que alaba el espíritu de supervivencia y superación del ser humano en circunstancias adversas y con esa lección nos debemos de quedar.
Saludos, Jorge!
Esta película no ha ganado oscars verdad? En mi opinón no me sorprende, pero no por la calidad técnica de los efectos especiales o el ritmo de la misma que está siendo criticado sino porque es una película que NO INTERESA QUE TENGA ÉXITO. En mi opinión parece que el tema de fondo es el mismo que Margin Call- La amenaza de un capitalismo desalmado y la falta de ética, pero esta vez, en esta película, cargado de simbolismo: una metáfora sobre la pérdida de auténtica libertad (un hombre y su barco- el sueño de muchos hombres del mundo occidental) por el choque contra el símbolo supremo del sistema económico actual- un contenedor irónicamente cargado de zapatillas de marca. Que el protagonista luche y no pierda su dignidad es un mensaje para todos nosotros, ciudadanos de a pié. Posiblemente, si hay una continuidad temática en la obra de J.C. Chandor, muy posiblemente se confirmará con una tercera película. Saludos a todos.
Simplemente quería aportar otro comentario: La crítica al capitalismo entendida con la película «all is lost» también aparece en un blog de cine de italia:
http://www.vfw-project.com/viaggio-in-mare-come-critica-capitalismo-globalizzato-all-is-lost-j-c-chandor/
Para terminar, creo que en los extras en el DVD de la película, Roberd Redford, en la entrevista no quiere decirlo aunque lo piensa, se deja adivinar cuando dice que «J.C. Chandor es un visionario».
Última escena: ¿Qué salva al personaje de la muerte?: la solidaridad.
Moraleja: No olviden comprar productos locales. Un saludo,
R.