«Triple frontera»: soldados de (poca) fortuna

La mayor parte de las veces las prisas son traicioneras. Acababa de estrenar en 2011 la simplemente interesante «Margin Call» cuando el cineasta J.C.Chandor ya era saludado como uno de los nuevos ‘geniecillos’ de Hollywood destinados a renovar el ‘star system’ de directores de los grandes estudios. De ahí que, después de haber entregado hasta ahora otras dos películas únicamente buenas como fueron «Cuando todo esté perdido» y «El año más violento» (ambas analizadas en este blog aquí y aquí), el sentimiento pueda ser de una injusta decepción cuando lo que, expectativas aparte, lo que hemos ido encontrando es, simplemente, un muy buen director pero aún en etapa de formación y sin haber mostrado aún ningún rasgo autoral apreciable, del que hay que seguir estando muy pendiente pero del que haríamos bien en no endosarle una presión tan exagerada como innecesaria.
Es por ello que ahora pueda parecer una claudicación su apuesta por el cine de género en su nueva película, «Triple frontera», la adaptación de un guión de Mark Boal -saliendo de las alas protectoras de su ya larga colaboración con Kathryn Bigelow- que lleva toda la década dando tumbos por Hollywood, teniendo en su haber posibles protagonistas como Tom Hanks y Will Smith y que finalmente ha sido rescatado por Netflix, como en otras muchas ocasiones recientes, para engrosar su creciente apartado de cine de prestigio.

Cuando el filme arranca con una espectacular secuencia en el que ‘Pope’ (el últimamente ubicuo Oscar Isaac) dirige una cruenta operación contra el narcotráfico en Colombia, la pereza nos invade. Parece que estamos ante una nueva muestra más de la avalancha que estamos viviendo de ficciones basadas en la lucha contra el tráfico de drogas, propiciada a nivel televisivo por «Narcos» (comparación que se acrecienta aun más por la presencia de Pedro Pascal en el lujoso reparto) y el universo de documentales y otras series que ha creado Netflix en torno a ella y que se ha visto también reflejada a nivel cinematográfico tanto en las distintas películas sobre la figura de Pablo Escobar y personajes colindantes («Barry Seal») como en la saga «Sicario» o, incluso, en la última entrega de Clint Eastwood, esa entrañable «Mula».
El alivio llega pronto, cuando comprobamos que el argumento no va por ahí exactamente. Harto de su infructuosa lucha contra estas bandas y habiendo recibido un chivatazo sobre la ubicación de la guarida del gran capo Lorea, ‘Pope’ regresa a EE.UU para reclutar a una serie de viejos conocidos, una especie de ‘Equipo A’ compuesta por heroicos antiguos soldados que permanecen varados en la sociedad con ocupaciones que no les satisfacen y carentes del reconocimiento debido por el éxito de sus arriesgadas misiones pretéritas.

Integrándose de lleno en el nihilista signo de los tiempos, Boal abandona las ficciones históricas y pergeña una pandilla que no queda demasiado lejos del grupo de atracadores de la serie española «La casa de papel». Al igual que los asaltantes de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, los protagonistas de «Triple frontera» buscan también tomarse la justicia por su mano, recuperar lo que por derecho creen suyo y llevan a cabo un plan tan poco loable como el de irrumpir en la villa que tiene en la jungla Lorea y hacerse con su dinero, para, una vez huidos en helicóptero a través de los Andes y llegados a la costa, disfrutar de una acaudalada nueva vida. Todo ello pasándose por el forro gobiernos, fuerzas de seguridad y cualquiera otra institución oficial y pese a ello -aunque precisamente por ello- gozar del favor del espectador, el mismo con el que contaban aquellos enmascarados patrios con mono rojo.
«Triple frontera» adquiere su singularidad según los distintos contratiempos van minando el plan maestro inicial. La cuadrilla se ve forzada a una extenuante travesía por los salvajes territorios que configuran el límite geográfico entre Colombia, Brasil y Perú -de ahí el título del filme- en la que la ingente cantidad de bolsas repletas de dinero conseguidas en el asalto acaba siendo una carga a la que tener que ir renunciando para conseguir la mera supervivencia.

Esta circunstancia del argumento emparenta a la obra de Chandor con otras aventuras con el vil metal como protagonista absoluto, tales como esa obra maestra de John Huston llamada «El tesoro de Sierra Madre» o, yéndonos a tiempos algo más actuales, la muy reivindicable «Un plan sencillo», de Sam Raimi. Es una pena que Boal desaproveche la oportunidad de emular tan ilustres antecedentes con un libreto que apenas sabe aportar profundidad a unos personajes algo planos -lo que redunda en que no puedan brillar estrellas como el propio Pascal, Charlie Hunnam, Garrett Hedlund o un Ben Affleck que únicamente aporta presencia- y que tampoco logra insuflar demasiado ingenio en sus diálogos ni tensión en sus situaciones.
No por ello «Triple frontera» es despreciable, ni mucho menos. La cinta tiene su gran aliciente en una acertada combinación de un acervado sentido de la aventura cada vez más caro de ver en Hollywood (como si de una versión hiperviolenta y amoral de «Tintín y el Templo del Sol» se tratara) y una trepidante acción en agrestes escenarios, deudora de una obra mayor del género como es «Máximo riesgo». Un inspirado Chandor, que imprime su más que notable talento visual, y un apabullante ritmo acaban por configurar un sólido entretenimiento, mucho más disfrutable cuanto menos se le exija alcanzar cotas que no son su propósito, y que se ve adornado con unas acertadas y redentoras sorpresas finales en el argumento,

Definitivamente, «Triple frontera» no es la obra que hará aumentar el ‘hype’ creado en torno a Chandor, más bien será la que prácticamente le ponga fin entre los paladares más exquisitos. Pero no seamos aguafiestas, el cineasta de New Jersey sigue sin poder entrar en la liga de los Fincher, Nolan o Chazelle pero ha demostrado con ésta, su nueva película, que es un director de lo más versátil y, por ahora, de una gran regularidad. sin haber dado aún ningún paso demasiado en falso. Habrá que continuar atentos, -como dijo mi compañero Jorge en su crítica de «Cuando todo está perdido»- «no vaya a ser que un año de estos vaya a despacharnos una obra maestra».
