«Doctor Who»: y el cuervo dijo «nunca más»
(ALERTA SPOILERS: Hoy hemos venido a hablar de la novena temporada de Doctor Who y dada su trayectoria y su recta final de absoluta traca, es preferible que no leas este post hasta que no hayas alucinado con la última entrega de la serie, «Hell Bent». Aviso y anuncio, como el cuervo que se posó sobre el busto de Palas.)
Referencias a Edgar Allan Poe aparte, hace poco más de un año escribía aquí con unas sensaciones en general negativas pidiendo que nos devolvieran nuestra serie, ya que ni la despedida ni la trayectoria de su octava temporada nos dejaron un buen sabor de boca ni supieron estar a la altura. No fue cuestión de episodios, que si nos detenemos en ellos individualmente, no estuvieron tan mal. Era una sensación general, un sentimiento total de desubicación. Ni el Doctor era el Doctor, ni Clara era Clara, ni el principal secundario llegó a hacerse un hueco en nuestros corazones por razones que voy a dejar a un lado, ya que todo esto podría desembocar en un debate interminable sobre las causas que llevaron a la Señorita Oswald a convertirse en una damisela en apuros y a requerir constantemente el permiso de su pareja. Todo desdibujado. Todo absolutamente desdibujado.
La temporada anterior se cerró, como ya mencioné en su día, con un par de mentiras piadosas por parte del Doctor y Clara. Danny Pink había muerto para limpiar una culpa que había arrastrado durante años y todo apuntaba hacia un dueto separado por aquello de guardar la verdad en un cajón. Sin embargo, algo cambió en el especial de Navidad (que ví ocho meses después debido a la pereza que una de mis series favoritas me venía provocando), ese «Last Christmas» que nos trajo momentos hilarantes y una recuperada frescura del show, con Santa Claus incluído, un Santa cómicamente interpretado por Nick Frost. Hablo de cambio porque a pesar de la aún presente sombra de Danny, Clara era un poquito más Clara y el Doctor por fín comenzaba a comportarse como el Doctor. Con sus propias manías, como siempre le es propio, pero más intrépido, más curioso, más cariñoso aunque a esta regeneración no le gusten los abrazos. Se dijeron la verdad, una verdad que volvía a unirlos. Él volvió a ofrecerle toda la inmensidad del tiempo y el espacio. Ella volvió a aceptar con la ilusión de una niña. Teníamos a la serie de vuelta.
Porque ha habido una notable mejora, ¿verdad? Si bien los guionistas han tardado en adjudicarle unas características distintivas muy necesarias, a lo largo de estos doce episodios hemos sido testigos de una transformación y hemos disfrutado como críos del Doctor Rock, como muy acertadamente lo ha bautizado mi compañero Rodrigo. Un Doctor que ha hecho gala por fin del empuje, la vitalidad y la capacidad de resolución y de no rendirse que siempre han acompañado al personaje. Un Doctor que se ha paseado por todos los planetas y en todas las situaciones (algunas realmente pintorescas) con su gitarra eléctrica y que, por aquello de innovar, ha decidido que por un período de tiempo su arma sónica no iba a ser un destornillador, sino unas gafas de sol de estrella trasnochada que le iban al pelo. Sigue sin ser amigo del contacto humano (o alienígena), pero para ello ya tiene a Clara, su Clara, que abraza por él. Parece un detalle poco importante pero en todas las regeneraciones al Doctor le ha gustado abrazar, abrazar de verdad. Un cambio que fue llevado con muy poca maestría, pero que en esta temporada se ha mostrado como algo cómico y se ha tratado con otro encanto.
Sin lugar a dudas los cambios en la serie han sido, en general, muy positivos, y otro de esos cambios (o vuelta a los orígenes, en este caso), ha sido el de la Señorita Clara Oswald, que con la desaparición de su soldado ha vuelto a ser quien era en todo su esplendor. Más guerrera en el mejor de los sentidos, más aventurera y menos casera, más sedienta de ver mundos, hasta hemos visto en ella un toque de locura y un estado pletórico que le ha sentado muy bien. Y menos mal, este ha sido el último año de Jenna Coleman en la serie y no queríamos quedarnos con la imagen que nos dejó en la temporada anterior. Sí tenemos que volver a dar una colleja a los guionistas por volver a olvidarse de que durante la Era Eleven fue la chica imposible, pero dejemos eso para más tarde.
Decía que mirando de manera independiente a cada episodio de la temporada anterior, no estuvo tan falta de calidad en ese aspecto, que los problemas fueron otros. Esta temporada hemos tenido un poco de lo mismo, es decir, episodios prescindibles y episodios absolutamente magníficos acompañados de momentazos. La diferencia está en que se ha arreglado lo que iba mal, muy mal. El segundo año del duodécimo abre con ese dúo compuesto por «The Magician’s Apprentice» y «The Witch’s Familiar» (otra novedad este año, que a excepción de una entrega ha mostrado cada una de sus historias en dos partes), que en un principio nos descolocan un poco porque hay ahí escondido algo de caos, pero que, sin ser de lo mejor de la serie, abre ya con una buena premisa. Skaro, el planeta de los Daleks, Davros, el primero de ellos, y una Missy que personalmente no termina de ganarme. Sólo por ver al Doctor pasearse dentro de la estructura de su peor enemigo como si fuera un auto de choque mientras toma té ya vale la pena todo. Bueno, eso, y ver la inteligencia del duodécimo brillar en todo su esplendor.
El punto malrollero de esta temporada ha venido de la mano de «Under the Lake» y «Before the Flood», de los episodios que más he disfrutado, recta final de vértigo aparte. Una base militar bajo el agua, un equipo que parece haber descubierto una nave alienígena, nuestros personajes más queridos y un millar de estrategias para sobrevivir a unos fantasmas muy letales. Sin pestañar nos dejaron, como si tuviéramos delante a los mismísimos ángeles llorones. Sabíamos tambien que Maisie Williams iba a hacer su aparición en Doctor Who, lo que no sabíamos era la carga del personaje, más bien la imaginamos como artista invitada para subir un poquito de audiencia.
Todo empieza con «The Girl Who Died», con una niña que guarda más similitudes con Arya Stark de lo que nos parece conveniente, con una heroína que llega a morir para salvar con su imaginación como único arma a todo su pueblo. No es de extrañar que ante tal acto y tal muestra de grandeza y valentía, el Doctor acabe por introducir un chip bajo la piel de la joven y convertir así a Ashildr en una mujer inmortal. Claro, que esa decisión tomada con sus dos corazones no tardará en dejar ver las consecuencias. Ashildr, que ya no es Ashildr sino «Me», porque la han llamado por tantos nombres y ha vivido tantas cosas que ya no puede recordar, volverá en «The Woman Who Lived», tratando de engañar al hombre que la condenó a la inmortalidad y permaneciendo, al final, como una suerte de protectora, de vigilante de todos aquellos a los que el Doctor deja atrás después de cada aventura.
Y vamos a hablar de «The Zygon Invasion» y sobre todo de «The Zygon Inversion». Queridísimos lectores y lectoras, si bien la primera parte del episodio no me pareció especialmente estimulante, creo que tanto el transcurso de la segunda como, especialmente su final, fueron de enmarcar. Tanto que me cuesta escribirlo. Cuando presencié los últimos minutos de la entrega sentí, de verdad lo sentí, que ese había sido con diferencia el mejor momento de Capaldi como Doctor en su trayectora en la serie. Así, rotundamente. Podría hablar de la invasión Zygon porque sería lo lógico, podría hablar de la sublime vuelta de Osgood, por supuesto. Podría hablar de UNIT. Pero no sé por qué carajos iba a hacerlo. ¿Acaso va de eso el episodio? ¿Acaso es ese el corazón que late detrás de todo ese guión? ¿No estamos hablando de guerra? ¿No estamos hablando de víctimas? ¿No estamos hablando de tolerancia con todas sus letras? Dados los tiempos que estamos viviendo (y que vienen de largo, por si se olvida), y teniendo una opinión muy clara y bien formada sobre ello, sólo puedo quitarme el sombrero y aplaudir. Sólo puedo decir que el discurso final de Twelfth hizo que se me saltaran las lágrimas. Bravo, Capaldi, bravo. Bravo por demostrarnos a todos que tu talento y tu capacidad interpretativa no tienen límites y que eres una joya con la que el programa ha tenido la suerte de contar. Bravo por los guionistas.
You just want cruelty to beget cruelty. You’re not superior to people who were cruel to you. You’re just a whole bunch of new cruel people. A whole bunch of new cruel people, being cruel to some other people, who’ll end up being cruel to you. The only way anyone can live in peace is if they’re prepared to forgive. Why don’t you break the cycle?
(Sólo queréis que la crueldad engendre crueldad. No sois superiores a las personas que fueron crueles con vosotros. Sois un montón de nuevas personas crueles. Un montón de nuevas personas crueles, siendo crueles con otras personas, que terminarán siendo crueles con vosotros. La única manera de que alguien pueda vivir en paz es si está dispuesto a perdonar. ¿Por qué no rompes el ciclo?)
Ah. And when this war is over, when, when you have the homeland free from humans, what do you think it’s going to be like? Do you know? Have you thought about it? Have you given it any consideration? Because you’re very close to getting what you want. What’s it going to be like? Paint me a picture. Are you going to live in houses? Do you want people to go to work? What’ll be holidays? Oh! Will there be music? Do you think people will be allowed to play violins? Who will make the violins? Well? Oh, You don’t actually know, do you? Because, just like every other tantruming child in history, Bonnie, you don’t actually know what you want. So, let me ask you a question about this brave new world of yours. When you’ve killed all the bad guys, and it’s all perfect and just and fair, when you have finally got it exactly the way you want it, what are you going to do with the people like you? The troublemakers. How are you going to protect your glorious revolution from the next one?
(Ah. Y cuando esta guerra haya terminado, cuando, cuando tengáis la patria libre de seres humanos, ¿cómo creéis que va a ser? ¿Lo sabéis? ¿Habéis pensado en ello? ¿Lo habéis tenido en cuenta? Porque estáis muy cerca de conseguir lo que queréis. ¿Cómo va a ser? Descríbemelo. ¿Váis a vivir en casas? ¿Quieres que la gente vaya a trabajar? ¿Qué será de las vacaciones? ¡Oh! ¿Habrá música? ¿Se permitirá a las personas tocar el violín? ¿Quién hará los violines? ¿Y bien? Oh, no lo sabes, ¿verdad? Porque, como cualquier niño enrabietado de la historia, Bonnie, no sabes lo que quieres. Así que, déjame hacerte una pregunta sobre ese nuevo mundo tuyo. Cuando hayáis matado a todos los malos, y todo sea perfecto y justo, cuando tengáis exactamente lo que queréis, ¿qué vas a hacer con la gente como tú? Los alborotadores. ¿Cómo vas a proteger tu revolución gloriosa de la siguiente?
Because it’s not a game, Kate. This is a scale model of war. Every war ever fought right there in front of you. Because it’s always the same. When you fire that first shot, no matter how right you feel, you have no idea who’s going to die. You don’t know who’s children are going to scream and burn. How many hearts will be broken! How many lives shattered! How much blood will spill until everybody does what they’re always going to have to do from the very beginning, sit down and talk! Listen to me, listen. I just, I just want you to think. Do you know what thinking is? It’s just a fancy word for changing your mind.
(Porque no es un juego, Kate. Esto es un modelo a escala de la guerra. Cada guerra luchada enfrente de ti. Porque siempre es lo mismo. Cuando haces el primer disparo, no importa lo bien que te sientas, no tienes idea de quién va a morir. No sabes los niños de quién van a gritar y a arder. ¡Cuántos corazones van a romperse! ¡Cuántas vidas destrozadas! Cuánta sangre será derramada hasta que todo el mundo haga lo que tenía que haber hecho desde el principio, ¡sentarse y hablar! Escúchame, escucha. Sólo, sólo quiero que pienses. ¿Sabes lo que es pensar? Es sólo una palabra curiosa para cambiar tu mente.)
I don’t understand? Are you kidding? Me? Of course I understand. I mean, do you call this a war, this funny little thing? This is not a war. I fought in a bigger war than you will ever know. I did worse things than you could ever imagine, and when I close my eyes… I hear more screams than anyone could ever be able to count! And do you know what you do with all that pain? Shall I tell you where you put it? You hold it tight… Til it burns your hand. And you say this: no one else will ever have to live like this. No one else will ever have to feel this pain. Not on my watch.
(¿Que no lo entiendo? ¿Estás de broma? ¿Yo? Claro que lo entiendo. ¿En serio llamas a esto una guerra? ¿A esta minucia? Esto no es una guerra. He luchado en una guerra mucho más grande de lo que nunca llegarás a saber. He hecho cosas peores de las que nunca podrás imaginar, y cuando cierro los ojos… ¡Oigo más gritos de los que nunca nadie será capaz de contar! ¿Y sabes lo que se hace con todo ese dolor? ¿Te digo dónde lo guardas? Lo agarras fuerte hasta que te queme la mano. Y dices esto: Nadie más tendrá que vivir nunca así. Nadie más tendrá que sentir nunca este dolor. No en mi vigilancia.)
«Sleep No more» es la primera entrega independiente en esta novena temporada, una entrega que esperaba con ganas y miedo. Un poco de contradicción. La esperaba con ganas debido a la aparición de Reece Shearsmith, a quien admiro muchísimo, y con miedo porque, nos guste o no, todos los episodios que Mark Gatiss ha escrito para Doctor Who han resultado bastante prescindibles, como también ha resultado serlo éste. Quizá mi opinión no es tan negativa como la del resto, ya que la premisa en sí me parece buena, la idea de crear algo que reduzca nuestras horas de sueño o directamente haga desaparecer nuestra necesidad de él para aumentar la productividad. El fallo ha estado en la realización más que en el planteamiento. Y todo esto me recuerda que tengo una entrada pendientísima en el Cadillac cuando el tiempo juegue a mi favor, ya que nunca he hablado en condiciones de The League of Gentlemen, de ese productazo británico que es mi comedia favorita y de ese trío maravilloso que un día formaron Mark Gatiss, Reece Shearsmith y Steve Pemberton. Hay mucho que hablar sobre ellos.
Pero volvamos a Doctor Who, volvamos a esta serie y a su dolorosamente buena recta final que nace en el comentadísimo y extraordinario «Face the Raven» que pone toda la carne en el asador. Y cuando digo toda, digo toda, ya que los dos episodios que lo suceden funcionan más como un epílogo de ese dramático final para llegar a la única conclusión de que Clara Oswald tiene que morir. Una muerte fruto de malas decisiones pero buenas intenciones. Muere tratando de salvar a Rigsy de esa cuenta atrás que aterra, muere tras encontrar, junto a éste y el Doctor, un escondite alienígena más secreto que el Callejón Diagón y en el que cada condenado tiene que enfrentarse cara a cara con el cuervo. Lo que no esperamos es encontrar a quien un día fue llamada Ashildr allí, de alcaldesa, como tampoco esperamos que todo sea una gran trampa cuyo único fin es el de teletransportar al Doctor a un terreno que aún nos es desconocido.
Nos dejan precisamente con lo inevitable, con una de las muchas despedidas entre companion y Doctor que aún nos quedan por delante. No ha sido una sorpresa porque sabíamos que esta era la última temporada de Clara como cómplice y partícipe de las aventuras dentro y fuera de una TARDIS, lo que sí nos choca y duele un poco en el alma es que haya tenido que morir para ello. Sobre todo teniendo en cuenta que, de nuevo, los guionistas insisten en olvidar a aquella imposible girl que poseía más vidas que un gato. Y todo eso que voy a decir, como diría la Señorita Oswald, no es necesario… Vamos a respirar y a dejarlo para más tarde.
Let me be brave. Let me be brave. Let me be brave.
«Heaven Sent», un episodio tan oscuro como espectacular, nos presenta a un Doctor herido y terriblemente enfadado, encerrado en una cámara, una fortaleza cuya localización desconoce, siempre bajo la mirada de una criatura que acecha y sigue buscando muerte. Un rompecabezas, una continua búsqueda del sentido en un lugar en el que nada permanece y todo se reinicia. ¿Hay forma de escapar de esa fortaleza? ¿Por qué, de entre todos los lugares en el espacio y el tiempo, ha sido enviado allí? «I’m in 12«, es lo único que necesita para hallar la respuesta. En la habitación número doce hay un muro de un grosor que casi se nos antoja infinito, construido de un material más duro que el diamante, y que si logra traspasar lo sacará de esa pesadilla enfermiza. Es entonces cuando se da cuenta de que lleva allí siete mil años, que ha estado muriendo durante una larga temporada y repitiendo los mismos patrones y acciones cada día. Morir para dar cuerda a un reinicio. Y es así como finalmente, puñetazo a puñetazo, lleno de rabia y dolor, consigue abrirse camino a través del muro cuatro mil millones de años después. Una vez fuera, descubrimos, personaje y espectadores al mismo tiempo, que en realidad se encontraba encerrado dentro de su propio disco de confesión. Sublime. Sublimes cuarenta minutos y sublime lo que está por venir. Señoras y señores, el Doctor ha vuelto a Gallifrey.
Lo primero que vemos en «Hell Bent», el episodio de cierre, es a un Duodécimo perdido en un café de Nevada que nos es muy familiar. Clara está en la barra y ambos mantienen una conversación preciosa sin, aparentemente, reconocerse el uno al otro. El Doctor, guitarra en mano y dibujando con sus dedos los acordes de ese precioso Clara’s Theme, le cuenta una historia, su propia historia. Y es entonces cuando se nos va revelando la resolución de todo este epílogo maravilloso.
El Doctor ha vuelto a Gallifrey porque sabe que es el único lugar en el universo en que puede disponer de los medios para salvar a su chica imposible. El único lugar donde puede robar una TARDIS (la primera, del primer Doctor, un ataque precioso a la nostalgia) y volver al momento en que Clara tenía que morir, salvándola, llevándosela muy, muy lejos en el tiempo. La teoría es muy bonita pero existen unas leyes, ya sabéis, esas leyes que Moffat inventa y modifica cada temporada para el programa. La distancia temporal no funciona, Clara ha perdido sus latidos porque el universo necesita que, aunque duela, muera en un callejón y siendo tan valiente como siempre ha sido. Muy buena última aparición de «Me», también, que sostiene que el híbrido es precisamente esa pareja que va a romperse, Oswald y el Doctor. Es precisamente con la ayuda de esta chica intemporal, con la culpable de que ahora tenga que enfrentarse a la muerte, cómo Clara logra hacer las cosas bien, no escapar de su destino e ir a mirar al cuervo a los ojos por última vez.
Ha sabido hacerse con maestría, ha decidido no olvidar. No sufrir la suerte de Donna Noble. Es preferible irse pronto con toda una maleta de vivencias que vivir un millón de años en un sofá. Son sus recuerdos y son lo más valioso que tiene. Clara Oswald no ha sido mi companion favorita (aunque es difícil elegir, ya que cada una de ellas ha aportado al Doctor algo increíblemente importante), sobre todo porque en la temporada anterior hicieron mucho daño al personaje, pero hemos vivido con ella momentos inolvidables, ha sido una mujer excepcional, valiente, aventurera, fuerte. Ha sido aunque ya no sea, la chica imposible, y ha muerto decenas de veces por salvar al Doctor. Siempre por el Doctor. Te echaremos de menos, Clara.
Smile for me. Go on. Clara Oswald… one last time.
Sin lugar a dudas, mi visión de la Era Twelve es infinitamente más positiva en estos momentos de lo que lo era hace un año. Grandes cosas están por venir. Ya hemos sido testigos del talento de Peter Capaldi, ya hemos visto cuánto es capaz de dar. Se estaba desaprovechando un talento increíble y se ha puesto remedio. ¿Quién será la nueva (o nuevo) companion? ¿Seguirá Twelfth siendo un Doctor rockero? ¿Será la última temporada de Capaldi teniendo en cuenta la duración de los doctores anteriores? ¿Estará la temporada que viene a la altura de esta? Esperamos que sí. De momento, Clara se ha ido dejando un mensaje muy importante para el Doctor y rememorando viejos tiempos: «RUN, YOU CLEVER BOY, AND BE A DOCTOR». Ojalá lo sea. Mientras tanto, en unos días podremos disfrutar del especial de Navidad, un especial en el que va a aparecer (imaginamos que de manera eventual) la gran River Song, una de las mejores creaciones de Moffat. Lo único que sé es que… no quiero que Doctor Who termine nunca, que necesitamos que siga bañando los malos días con sus experpénticos viajes. El mundo está a salvo bajo su vigilancia.
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