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London Rolling: dentro de la exposición de los Stones en Londres

09/06/2016

The Rolling Stones exhibitionism

Según va viviendo, cada cual va acumulando deudas pendientes y, precisamente, una de las gracias de esta vida es poder ir saldándolas. En mi caso, una de ellas era visitar Londres. Resultaba paradójico que habiendo tenido la suerte de estar en buena parte de los países europeos no hubiera podido pisar la ciudad del continente seguramente más excitante para todo aquel que ama la música, el cine y las series. Pero, hete aquí, que, por las más variadas razones y pese a ser siempre uno de los primeros objetivos, el viaje a la capital británica acababa siempre siendo pospuesto en beneficio de otros destinos. Pero todo, o más bien casi todo, llega y un servidor pudo quitarse esa espinita recientemente. Y justamente en uno de los momentos más adecuados para hacerlo. Así es la vida.

Una primera visita a Londres de cinco escasos días acaba convirtiéndose en un puzzle cuasi imposible ante tantísimas piezas que hay que encajar. Al ingente número de monumentos imprescindibles, calles emblemáticas, inmensos parques, completísimos museos, curiosos mercados y demás atractivos que puede presentar cualquiera de las grandes metrópolis europeas, en Londres hay que añadir su inabarcable propuesta cultural.

Puede que Berlín la haya superado en términos de vanguardia (es lo que tiene tener unos alquileres bastante más accesibles), pero Londres continúa siendo el gran centro de la cultura de masas de Europa y el gran punto de conexión del Viejo Continente con la masiva oferta estadounidense. Un corto paseo por el centro de la ciudad basta para darse cuenta de que se necesita mucho, mucho tiempo -y dinero- para poder degustar una mínima parte de lo que se nos ofrece. Sin ningún ánimo de ser exhaustivos, y dejando fuera de nuestro propósito lugares de referencia en la historia de los grupos británicos, encontramos numerosos atractivos imprescindibles para cualquier mitómano. Desde la única sucursal continental de la famosa cadena de restaurantes americana Bubba Gump, con unos menús saturados de gambas cocinadas de mil maneras y unas paredes plagadas de homenajes a «Forrest Gump», hasta la inevitable Baker Street, un epicentro friqui en el que en unos pocos metros se encuentran la placa y el museo que indican la ficticia residencia de Sherlock Holmes, una atractiva tienda de merchandising de The Beatles y otra similar del mundo del rock en general, pasando por ese templo del ‘merch’ que es Forbidden Planet y la decepcionante tienda oficial que esconde tras pasar sus puertas la BBC -que solo parece haber producido «Doctor Who» y «Sherlock» en su historia, olvídense de ambicionar algo de «Peaky Blinkers», «Luther», «The Fall» o cosas tan míticas como «Yo, Claudio». Incluso caminando de forma totalmente casual por Cromwell Road, uno puede sorprenderse dando saltos de alegría por descubrir la placa que indica la vivienda que habitó Alfred Hitchcock entre 1929 y 1939, justo en la época de máximo esplendor británico que supuso su salto a lo grande hacia Hollywood.

Londres Sherlock Hitchcock

Hablando de Hitchcock, la cinematografía no está nada descuidada, con numerosos grandes cines en el centro de ciudad -algo tan caro de ver en muchas localidades españolas- que exhiben los últimos estrenos -eso sí, a uno precios prohibitivos para un españolito de a pie- pero no olvidan al cinéfilo de pro, no en balde uno de ellos ofrecía un apetecible ciclo con lo mejor de lo visto en el último Festival de Sundance. En este sentido, cabe destacar el que es, desde ya, lo más parecido al cine de mis sueños: el Prince Charles. Una cartelera envidiable, que mezclaba tanto filmes actuales como rarezas de otros países, ciclos como el actual dedicado a Wim Wenders y teniendo como gran atracción esos días, anunciada en un cartel gigante, la muy apetecible proyección de una copia de «2001: Una odisea en el espacio» en 70 milímetros.

Londres 2001

Pero en lo que Londres no tiene en absoluto rival, al menos al este de Finisterre, es en cuanto a la desbordante escena teatral. Mientras, el West End espera engalanado el estreno en julio de «Harry Potter and the Cursed Child», obra ya envuelta en polémica, Jesse Eisenberg lame sus heridas tras su denostada interpretación de Lex Luthor compartiendo cartel con Kunal Nayyar («The Bing Bang Theory») en «The Spoils» y Kit Harington («Juego de tronos») intentar aumentar su prestigio con «Dr.Faustus». El genero dramático palidece, sin embargo, ante el musical. Aparte de los clásicos habituales («Mamma Mia», «El rey león»), la gran protagonista actual es «The Book of Mormon», la satírica obra de los creadores de «South Park» que arrasó en los Tony de 2011, sin olvidar la adaptación de la película de Stephen Frears «Mr.Henderson presenta». Mientras, uno no dejaba de clamar por vacaciones y dinero infinitos según iba viendo los carteles del musical de la Motown, de otro dedicado al «Thriller» de Michael Jackson y, ya a menor escala pero igualmente atrayentes, los homenajes a Carole King («Beautiful») y The Kinks («Sunny Afternoon»).

Londres musicales

No se vayan, aún hay más, porque también hay otro gran aliciente: las exposiciones. Tras perder en su día la posibilidad de visitar la realizada en honor de David Bowie, uno había decidido dedicar su escaso tiempo libre entre numerosas visitas turísticas a presenciar una de ellas. Los astros parecían haberse alineado cuando descubrí una dedicada al gran ídolo extramusical de mi vida, el incomparable Muhammad Ali en el O2. Todo estaba preparado para comprar los tickets cuando una noticia de agencia me taladró el cerebro: los Stones inauguraban una muestra sobre su carrera que justo iba a estar disponible coincidiendo con mi estancia. Cruce de cables, crisis de ansiedad y eterno deshoje de margarita después, uno acabó eligiendo a Jagger y cía por encima del personaje más carismático de todos los tiempos. Los Stones son los Stones, aunque el posterior trágico giro de los acontecimientos haya terminado provocando un buen tirón de pelos.

El poder de Sus Satánicas Majestades en su territorio natal sigue siendo incalculable. Tanto como para que una de las galerías de arte más importantes de la ciudad -y, por ende, del mundo- , la Saatchi Gallery, cierre durante más de tres meses toda su oferta habitual y dedique su edificio completo a albergar los recuerdos de más de 50 años del mejor rock’n’roll. Un martes de final de mayo, mientras la capital británica esperaba engalanada el paso de las grandes giras rockeras del verano (AC/DC con Axl Rose y Bruce Springsteen), salí de mi hotel silbando de alegría, pese a que la tregua climatológica hubiera cesado y Londres nos regalara su emblemática estampa lluviosa, encaminando los pasos hacia el elegante barrio de Chelsea y el aún más elegante palacete que sirve como sede a la Saatchi. Incluso las más de 20 libras a desembolsar para conseguir una entrada parecen una bicoca ante la recompensa espiritual que se avecina. Dos características lenguas custodian el lugar habilitado para la compra de tickets y ya estamos con el ánimo dispuesto. Las puertas de «Exhibitionism» se abren para nosotros.

Exhibitionism dos lenguas Saatchi Gallery

La gran virtud de la exposición es que colma de placer a los seguidores más acérrimos, con numerosos detalles curiosos, inéditos y de gran emotividad, que pueden hacer pasar un extenso tiempo disfrutando del amplio material recogido, pero también entretiene de lo lindo a un visitante más casual, gracias a un gran despliegue visual y lúdico.

La ambición de «Exhibitionism» queda patente nada más traspasar las puertas. Una sencilla sala meramente introductoria nos lleva, mediante dos infografías audiovisuales tan espectaculares como útiles, a repasar tanto el cancionero de cada de uno de los álbumes stonianos como a repasar en un mapamundi cada uno de los miles de conciertos ofrecidos por la banda en su dilatada trayectoria. Pese a la impaciencia por descubrir estancias más sustanciosas, uno no puede de dejar de quedarse embobado esperando a que vayan pasando años, giras, países y conciertos hasta llegar a aquel que supuso su debut en vivo con uno de sus referentes vitales.

La fase introductoria continúa en una enorme pantalla en la que se proyecta un breve pero emotivo resumen de la historia de la banda: desde los primeros conciertos en el Marquee, la fama nacional, los ataques de los tabloides, las estancias entre rejas, la muerte de Brian Jones, el consiguiente homenaje en Hyde Park, la tragedia de Altamont, los míticos años 70 en los, que drogas, escándalos, alcohol, grandes espectáculos y gloriosos discos mediante, lograron la definitiva dominación mundial;  los turbios años 80, la recuperación de los 90 y la conservación de la marca en buen estado hasta la actualidad.

Exhibbitionism Battery Keith Richards

Pasamos a meternos ya en harina de forma gloriosa. La muestra comienza por lo primero, es decir, haciendo un espléndido análisis de los comienzos del grupo. Curiosos documentos, como uno de los primeros contratos firmados por la banda, se entremezclan con la esperada presencia de los instrumentos de cada uno de los miembros y con un recordatorio, más extenso de lo que uno se pudiera llegar a imaginar, de la masiva influencia blues en los Stones más seminales. Sin embargo, todo eso lo vamos a ir descubriendo después, puesto que los ojos se van directos a uno de los ‘highlights’ de la muestra: la pormenorizada recreación del piso de Edith Grove, lugar muy cercano al espacio en el que nos encontramos, que compartieron Mick Jagger, Keith Richards y Brian Jones. El germen de gloriosas canciones, innumerables juergas, decadentes aventuras sexuales regadas en alcohol, gran compañerismo y futuros alejamientos esta todo aquí. Podría pasar por el apartamento de unos estudiantes de Erasmus cualquieras si no fuera por la poderosa metáfora que albergan esas paredes. El anticuado papel pintado, el vetusto mobiliario, los ajados electrodomésticos apuntan a una tradición venida a menos con el tiempo, contrastando con fuerza con las camas revueltas, los 15.000 cigarrillos esparcidos por todas partes y el conjunto de LP’s, periódicos, botellas vacias y guitarras desordenado en tal grado que parecen lograr una armonía perfecta. El recinto exuda vicio, provocación y lascivia de igual modo que inspiración divina y rock’n’roll, pero, sobre todo, es una clara muestra de conflicto generacional, del rigor de la conservadora vieja siendo devorado a dentelladas por los rebeldes nuevos tiempos.

Otra recreación supone el punto  más álgido de todo «Exhibitionism». Nada menos que una reproducción tremendamente fidedigna de los míticos Olympic Srudios durante la grabación del clásico «Simpathy for the Devil». En la que es, sin duda, la sala más completa de todas cualquiera puede quedar extasiado al poder contemplar cómo estaban metidos en la cabina de grabación los Stones en tan crucial sesión, sin que falte ningún detalle, pero los más fanáticos pueden tirarse horas y horas observando las paredes cubiertas de instrumentos, pósters, programas de conciertos e incluso un diario de Richards y, sobre todo, colocarse en la mesa del estudio, donde puede contemplar tanto las impresiones de los distintos productores que ha ido teniendo el grupo, siendo especialmente destacable el testimonio de Don Was, como poder imaginarse a uno mismo en su situación ante la posibilidad que se nos brinda de sentarnos y poder remezclar cualquier canción que se nos pase por la imaginación del grupo. Si alguna vez creíamos que la voz de Jagger estaba demasiado baja en tal o cual clásico o queremos sepultarla en beneficio de la guitarra de Richards, estamos ante la oportunidad de nuestras vidas. La sala ideal, sin duda, para desquiciar al acompañante menos paciente.

Exhibitionism Olympic Studios

El comienzo de la muestra podría hacer parecer que íbamos a asistir a un recorrido cronológico de su carrera, pero pronto comprobamos que cada espacio va a estar dedicado a un aspecto concreto del vasto imaginario stoniano, algo comprensible al ser seguramente mucho más sencillo de organizar. No nos vamos a quejar, pero la otra posibilidad era sumamente tentadora…¿os imagináis una sala entera dedicada a «Exile on Main Street», su azarosa grabación y su posterior tremenda gira? En este sentido, las proyecciones constituyen un elemento básico de la exposición al condensar mucha información en pocos minutos y constituir un agradecido cambio al constante visionado de objetos. Así, en una de ellas nos espera nada más y nada menos que Martin Scorsese para contarnos sus impresiones sobre las distintas películas realizadas sobre la banda, desde la experimental «Simpathy for the Devil» de Jean-Luc Godard hasta su «Shine a Light» y la reciente «Crossfire Hurricane» pasando por clásicos como «Gimme Shelter» o «Cocksucker Blues». Esta vez sin invitado estrella pero de una forma similar se nos presenta un repaso cronológico a como ha ido evolucionando la relación de la formación con el mundo del videoclip. No es que los Stones hayan tenido la importancia en este terreno de nombres como Michael Jackson o Madonna, pero resulta muy interesante comprobar la sucesión de distintas estéticas a lo largo de un arco de tiempo tan dilatado, quedándose un servidor con los numerosos trabajos realizados por Julian Temple en los años 80. Para completar este apartado, el fanático disfrutará con un agradecido tributo a todos aquellos colaboradores musicales que han ido coleccionando los Stones tanto en estudio como en directo: aquí tienen un muy merecido reconocimiento la sucesión de prodigiosos teclistas como Ian Stewart, Nick Hopkins, Billy Preston y el mago sureño Chuck Leavell, la sensual corista Lisa Fisher o el bajista Darryl Jones, aunque cuando rozamos la lagrimilla es cuando aparece el recientemente fallecido y ya tan añorado Bobby Keys.

De transición aunque muy disfrutables son salas como la que analiza el icónico logo de la lengua, su creación y sus innumerables mutaciones sufridas a lo largo del tiempo. El diseño gráfico tiene otro momento protagonista con el espacio dedicado a las portadas de los discos, destacando, claro está, los distintos bocetos hasta llegar al resultado final de una de las mejores ‘covers’ de la historia, la mítica y sensual cremallera de «Sticky Fingers». Tremendamente curiosa es la estancia dedicada a los distintos diseños de los escenarios de las giras de estadios del grupo, Detalladísimas maquetas nos vuelven a hacer babear ante las vitrinas, mientras que el generalista título de «Rarezas» acoge un pequeño ‘cajón desastre’ con elementos de los más variados, siendo especialmente interesante el tronchante vídeo, con Charlie Watts de protagonista, y el vestuario utilizado en la sesión de fotos que dio lugar a la portada de su directo más emblemático: el sesentero «Get Yer Ya-Ya’s Out».

Exhibitionism sala portadas

Terreno dispuesto para el estruendoso final de fiesta. Los ojos hacen chiribitas cuando entramos a un muy largo pasillo plagado a un lado y otro del vestuario más destacado utilizado por los integrantes de la banda en sus conciertos. Chaquetas de leopardo, el icónico vestido blanco de Jagger en Hyde Park, glamour, estilo, gigantismo, vanguardia y grandeza, todo ello junto en una colección sencillamente fastuosa. El punto final es una recreación excelente del backstage de un recital cualquiera de la banda. Impagable en su detallismo, desde la colocación de los instrumentos hasta papeles conteniendo posibles set-lists y la pequeña mesa para darse los últimos toques de maquillaje, todo es perfecto…pero es inevitable prestar menos atención de la debida desde que, nada más entrar a esa habitación, te dan unas gafas 3D para utilizar en la siguiente. Tras unos cuantos minutos de impaciente espera, se produce el paso lógico desde el backstage…hacia el escenario. Allí nos está esperando una soberbia filmación tridimensional de una interpretación de «Satisfaction» en uno de los conciertos de la gira del 50 aniversario. La inmersión tanto entre el público como entre los músicos está muy lograda y uno sale en una nube de la muestra. Una nube que no tarda en disiparse cuando se comprueban los exagerados precios de la tienda en la que se vende el muy apetecible ‘merch’ de «Exhibitionism». Libretos de la expo, los más diversos cachivaches…¡incluso un futbolín! se agolpan ante los ojos, mientras que la cartera dice que el modesto llavero es la opción menos dolosa.

Exhibitionismo sala vestuario

Un servidor, ya orgulloso dueño de ese portallaves, echó de menos un acercamiento biográfico más profundo sobre cada una de Sus Satánicas Majestades, apenas sabemos nada de sus existencias fuera del grupo, por no hablar de que nombres tan básicos en la mitología Stone como el gran Mick Taylor estén prácticamente inéditos. Pero cuando uno echa la vista atrás hacia esa lluviosa mañana todavía le asalta la excitación de haber vivido una experiencia única y la morriña de no poder repetirla. Huelga decir que es una cita casi orgásmica para cualquier buen seguidor de la banda, pero «Exhibitionism» es mucho más. Hasta septiembre, momento en el que los Rolling dejan el edificio, debe ser objetivo imprescindible de cualquier persona de bien que visite Londres este verano. Luego no digáis que no hemos avisado.

Londres Exhibionatism ticket

 

 

 

 

 

3 comentarios leave one →
  1. 14/06/2016 11:37

    Cuando me enteré de la exposición de los Rolling Stones en Londres ya era tarde, tenía todo el presupuesto de verano ajustado como para añadir una escapada a Londres. Qué suerte haber coincidido tu visita con la Exhibitionism!

    • Alberto Loriente permalink*
      14/06/2016 13:02

      Hola, Pere, muchas gracias por comentar.
      Desde luego, soy consciente de que soy un afortunado (me he quitado, en cierta manera, la espina de cuando me quedé sin ver la de Bowie) y siento enormemente que no vayas a poder disfrutar una exposición que es como una entrada al paraíso para cualquier fan de los Stones.
      Espero que, ya sea en Londres o si emigra a cualquier otra ciudad, puedas disfrutarla. En caso contrario, espero que el post te haya hecho sentir mínimamente dentro de ella.
      Un saludo

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