«The X-Files» (IV): dejar ir
(AVISO SPOILERS: Hoy estamos aquí para hablar del final de «X-Files», si aún no has visto «My Struggle IV», únete al club más tarde. Para análisis de los episodios anteriores puedes pasar por aquí (1×01-1×03), por aquí (1×04-1×06) y por acá (1×07-1×08))
Esta última recapitulación que pone final al recorrido de la undécima temporada va a ver la luz más tarde que sus predecesoras, pero es que es el post que más trabajo me ha costado ponerme a escribir en la vida. Siendo «Expediente X» tan importante para mí y habiéndome acompañado durante más de veinte años, lo último que pretendo y deseo es sentarme ante la pantalla y sacar sapos y culebras de las yemas de los dedos. Tampoco puedo faltar a la honestidad y pecar de conformismo y ceguera ante algunas cosas. Sea como sea, no puedo más que alegrarme por haber esperado a estar preparada para escribir y haberme dado tiempo para respirar y ordenar, en la medida en que es posible (que yo no tengo ADN alienígena), algunas ideas. Pero sobre todo es importante mirarlo todo con perspectiva, volver a mirar si es necesario y aceptar.
La tanda de episodios emitida este año ha supuesto para mí una montaña rusa de sensaciones, todas encontradas, que me han dejado en la posición incómoda de tener que reconocer un descontento que hace años no habría reconocido ni bajo tortura. Madurar era esto, supongo. Vamos, una mierda. La cuestión es que, viviendo a caballo entre los despropósitos y las escenas preciosas y homenajes, la palabra fácil ha desaparecido del léxico a la hora de ponerme de acuerdo conmigo misma. ¿Con qué cuerpo me despido yo ahora?
Si me hubiera empecinado en publicar el día posterior a la season/series finale habríamos empezado a nadar en aguas negras desde el pistoletazo mismo de salida. Por alguna razón extraña (mal día, cansancio, enajenación mental o abducción extraterrestre) la primera vez que vi «Nothing Lasts Forever» torcí el morro y seguí con mi jornada con indiferencia. Salvando, por supuesto, su final magnífico. En una revisión del episodio, sin embargo, mi percepción de la historia narrada y de todo el conjunto tan «disturbing» que ofrece variaron, quedando en una posición magnífica en lo que a mi ranking personal de esta temporada se refiere.
Este penúltimo episodio, escrito por Karen Nielsen, viene con un expediente X obsesionado con la eterna juventud y la prolongación de la belleza a cualquier precio. «I want to be beautiful», rezan los créditos al comienzo, y es imposible no acordarse de aquel «Sanguinarium» de la cuarta temporada. Aquí se nos presenta un culto liderado por Barbara, una actriz de los años cincuenta venida a menos que prefiere beber órganos licuados a aparentar los ochenta y cinco años que tiene en realidad. Una entrega que, con sus puntos fuertes y sus puntos flacos, llega a convencernos con ese trasfondo religioso que en esta serie se ha manejado tan bien (tanto en la crítica como en la exploración), con el sadismo de esos cuerpos cosidos entre sí, con la oscuridad, con una justiciera a la que falta contexto pero supone una buena idea inicial, con el gore light de la vieja escuela que ya hemos visto tantas veces. En realidad, el conjunto funciona de manera notable.
Claro, que lo que en cada visionado llega a hacer las delicias de la audiencia es la dinámica entre los dos personajes principales: el humor con el que veinticinco años después siguen aceptando que cuando llegan a la escena de un crimen hacen ruido hasta sin quererlo, las conversaciones en la iglesia sobre creer y sobre las decisiones tomadas y el rumbo de la vida, los comentarios sobre envejecer que están tan presentes en esta decena de capítulos…. Pero, por supuesto, lo que nos deja con el corazón caliente, los ojos brillantes y la respiración pesada es esa escena de cierre que huele un poco a cera y mucho a devoción.
Si algo necesitaba esa relación que a lo largo de los años ha pasado por tantas fases era una conversación. Una conversación que nunca pensé que llegaría ni que calaría hasta las fibras más sensibles de cada uno y cada una de nosotras, cargada de honestidad y cansancio y sin florituras. Imagino pocas afirmaciones más bonitas que las que pronuncian los labios de Mulder: «I may not believe in God, Scully, but I believe in you». Unas palabras escogidas para reconocer una adoración y una lealtad que siempre han ido más allá de todo lo palpable y que por otra parte se complementan de maravilla con la claridad de una Scully que ya no tiene ganas de esconderse: «I believed that I could protect our son, but I failed. I believed we could live together, but I fled.» Lo que nace de ese susurro que no llegamos a escuchar es intimidad viva y que late, y queda para ellos y para cada la elección de cada uno de nosotros, aunque sea sencillo hacerse una idea tras el episodio que le sucede. Culpas, interrogantes, cristaleras y velas que cuesta encender. Es hablar de las opciones elegidas como ya lo hicieran en «All Things», pero con muchas más historias en los huesos.
That’s my leap of faith forward. And I’d like to do it together.
«My Struggle IV», en cambio, supone navegar por aguas pantanosas, lo cual entraña un problema porque es el último episodio de la serie. O lo es, al menos, a todos los efectos para la gran mayoría de su audiencia, que no quiere más bombas H, ni más sacrilegios, ni por su puesto una «The X- Files» sin Dana Scully. Chris Carter podrá seguir jugando a olvidar cómo se escribía a estos personajes, pero yo en esta última partida me retiro.
Esta cuarta y última parte de las que conforman el arco mitológico de «My Struggle», el peor arco con diferencia de toda la serie, pone su foco en el personaje de William/ Jackson, en su búsqueda y su origen, aunque no lo haga de la manera más acertada. Que el que hasta ahora habíamos concebido como hijo de Mulder y Scully no encajara exactamente en nuestros patrones y deseos era algo que entraba en el saco y que en «Ghouli» se llevó a cabo de manera extraordinaria. Aquí, en cambio, Carter atrapa la idea de Wong y la lleva hasta sus últimas consecuencias convirtiendo al chico en un delincuente, que no es lo mismo que ser un capullo. A ello hay que sumar, además, el hecho de que todos y todas nos autoconvenciéramos de que el Fumador mentía y el guantazo ha sido histórico. Definitivamente el niño nació de la enésima violación médica a uno de los mejores personajes femeninos de la televisión, al que su creador parece odiar.
También es difícil pasar por alto que el episodio vuelve a contar con todos los defectos y meteduras de pata que ya se vieran en la premiere: recursos innecesarios y mal utilizados (como los flashbacks en un margen tan corto de tiempo), olvidos convenientes de las tramas desarrolladas (¿qué contagio ni qué contagio?), treinta minutos empleados en persecuciones y tiros y personajes destrozados en su propia construcción. C.G.B ha sido uno de los villanos más impactantes y célebres en el panorama seriéfilo y en la temporada once ha quedado reducido al ridículo, por no hacer mención a que ha llegado a provocarme náuseas en sus escasas apariciones. ¿Y qué hay de Monica Reyes? Duele ver lo que ha hecho a un personaje al que quiero tanto, aunque haya intentado arreglar algo mostrando que no quería hacer daño a sus antiguos compañeros de departamento. Se merecía mucho más que un tiro en la frente en esa ola de muertes en la que pretende hacernos creer que Skinner también ha caído (aunque pongo aquí toda mi negación), como sabemos que tampoco está muerto el demonio.
Otra de las cosas que me va a costar perdonar a este cierre es el haberle robado a Scully la oportunidad de abrazar a su hijo y de ver su verdadero rostro. A ella correspondía esa escena que se concede a Mulder con la intención de justificar que luego sólo se conciba como padre, una elección de palabras bastante poco acertada en el último diálogo y que nadie compra después de más de dos décadas. Y no sólo araña el hecho de que el personaje se pierda estas cosas, sino que le endilgan un discurso que, aunque sabemos que tiene mucho que asimilar, no corresponde con esa mujer que ha pasado diecisiete años anhelando cada respiración y cada paso de su hijo. La mujer de la morgue en el quinto episodio, esa es nuestra Dana, y no la que afirma que sólo llevó a William dentro. Ojo, que no tengo nada que reprochar a mi personaje favorito, sino a un guión que deja mucho que desear. De hecho, las interpretaciones de Anderson y Duchovny son magníficas en esa última escena teniendo en cuenta las circunstancias.
Para estas alturas de la historia, claro, mientras Scully posaba la mano de Mulder en su vientre, yo ya estaba llorando como una magdalena, con mocos y con ruido, muy consciente de ser por última vez testigo de sus caminos. Me ha supuesto un mundo hacer medianamente las paces con un embarazo que llevo anticipando desde el episodio tres (ya sabemos que a Chris le encanta mostrar que el sexo tiene consecuencias), por la edad, por el contexto, porque en el año en el que estamos deberíamos desligar la realización de la mujer de la reproducción y por un millón de razones. Han pasado cosas más esperpénticas en «Expediente X», por supuesto, que se lo digan a quien pasó seis meses de vacaciones en un ataúd, pero esta no es mi decisión favorita. Sin embargo, tras unas cuantas respiraciones largas he decidido que puedo vivir con ello. Creo que esperaba tal hecatombe y un post-serie tan horrible que el hecho de que William viva y ellos tengan un mínimo de esperanza, si es lo que quieren, no es lo peor que podía ocurrir. Podría decirse que ando a caballo entre la resignación y la aceptación, pero no tengo ganas de malgastar energías en estar más tiempo enfadada y las posibilidades se me antojaban tan grotescas que estoy adormecida. Hablo, de nuevo, desde la honestidad.
Queridos y queridas: hemos sobrevivido. Y lo importante, sin querer marcarme un Reggie, pero teniendo la intención de hacerlo, es lo que nos ha traído hasta aquí. La serie de la que me enamoré cuando aún no había cumplido once años y que trajo consigo un despertar a muchos niveles sigue aquí y vivirá por siempre, como así lo hacen las relaciones que he establecido gracias a ella a lo largo de los años y las veces en que estos personajes han sido un salvavidas. Tengo muchas palabras de agradecimiento agolpadas a muchas personas y este revival puede haber sido un poco raro y carecer de la magia de antaño, pero los hemos visitado, están bien, están juntos, son fuertes y la verdad sigue estando ahí fuera. Los hemos dejado ir, los he dejado ir, y sin embargo se quedan. Conmigo se quedan siempre.
«Agent Mulder. I’m Dana Scully. I’ve been assigned to work with you.»
Aquí otra fan que se siente igual que tú, a medio camino del odio y el amor pero agradecida de haber podido ver a Mulder y Scully una vez más. Genial artículo, we still want to believe.
No se si saldra la imagen, pero te adjunto un gif con lo ke te mereces por este articulo: una ovacion de todo el respetable.
OLE, OLE y OLE.
Te como entera cuando te vea.
Por ahora el mejor anàlisis que he leido. Me encanta el final, muy emotivo. Enhorabuena.
¡Muchas gracias por leerlo! Un saludo, David
My Struggle 4: Totalmente de acuerdo contigo… debió ser Scu la que tuviera esa conversación y ese abrazo con William.
Quiero Creer que Skinner no está muerto (ésto es autoconvencimiento).
Yo creo que una de las razones por las que GA se ha plantado aquí, es precisamente por la incoherencia en los guiones de ésta temporada… Ellos (GA y DD) han hecho lo que han podido, y lo mejor que han sabido, con lo que les han dado para trabajar…
CC siempre ha menospreciado a su «hija», Dana Scully, y a mí también me fastidió mucho el hecho (cada mujer es un mundo, y cada una tenemos nuestra opinión al respecto, todas respetables)… de que para sentirse realizada, tenga que ser madre…
Para terminar mi comentario, me gustaría citarte: «…los hemos visitado, están bien, están juntos, son fuertes y la verdad sigue estando ahí fuera»
Pilar