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The Jayhawks: música para días lluviosos

08/09/2020

En la actualidad es difícil encontrar un autoproclamado rockero que no tenga en su colección una importante proporción de discos que se puedan relacionar -de forma más o menos directa- con la música de raíces de la America blanca, el country y, sobre todo, ese fértil terreno fronterizo que se ha venido llamar el ‘americana’, algo que hace dos décadas no era ni mucho menos habitual. Siempre hubo una relación evidente e indivisible entre ambos géneros, desde los tiempos de pioneros como Johnny Cash y Ricky Nelson hasta la labor congraciadora entre esos dos mundos de clásicos como Gram Parsons y su labor en The Byrds, Neil Young, Tom Petty o The Eagles, por decir solo unos pocos. En los años 80 el nexo de unión más evidente fue la ingente labor de esa esplendida generación de bandas que se englobó en el llamado ‘Nuevo Rock Americano’, liderado popularmente por R.E.M. pero con integrantes tan lustrosos como Jason & The Scorchers, The Long Ryders, The Dream Syndicate o Green On Red. Pero, para los que tuvimos nuestro bautismo de fuego con el rock en los años 90, los grandes culpables de nuestra pasión por esos sonidos ancestrales fueron, ademas de grandes como Lucinda Williams, Whiskeytown o Mike Ness, especialmente dos bandas tan brillantes como Wilco y The Jayhawks, los protagonistas del presente artículo.

Ya son 35 los años los que la banda de Minneapolis lleva facturando una de las aleaciones más afortunadas que se recuerdan entre pop, rock y country -elementos que han ido variando en su proporción en cada disco del grupo- , siempre con un mimo casi artesanal destinado a hacer la mejor canción posible. Puede ser la oportuna entrada de un piano, un inesperado arreglo de viento, un estribillo memorable o un bonito ritmo acústico, pero The Jayhawks casi siempre encuentran ese elemento mínimo que logra convertir una composición aparentemente sencilla en una maravilla para los oídos. Con una trayectoria marcada por las idas y venidas de Mark Olson, con el que el eterno Gary Louris forma una de esas legendarias parejas compositivas al estilo Lennon/McCartney, la banda siempre ha sabido sobrellevar sus sucesivas crisis a base de grandes composiciones, acabando por configurar una amplia discografía que, con sus inevitables picos y valles, no puede calificarse de otro modo que de ejemplar. Insertos ahora en un plácido y estable momento de su carrera, no podíamos dejar pasar más tiempo para honrar a una de nuestras bandas predilectas con un repaso a su espectacular trayectoria. Que ustedes lo disfruten.

«THE JAYHAWKS» (1986)

No es The Jayhawks una de esas bandas de fulgurante comienzo, sino más bien una de crecimiento lento pero muy seguro. Es por ello que su debut no es, ni mucho menos, de aquellos que revolucionan el mercado. Muy al contrario, su homónima ‘opera prima’ pasa muchas veces desapercibida incluso entre los aficionados al grupo por su discreta repercusión. Sin embargo, no se debería pasar por alto: es una obra embrionaria, sí, pero muy sabrosa para todos aquellos que gustan de un sonido típicamente americano.

En estos inicios de la formación, Mark Olson se imponía como el líder claro, acaparando la voz principal y aportando la mayoría de las composiciones, siempre con una sustanciosa participación de Gary Louris. Es por ello que «The Jayhawks» refleja el deje purista de Olson y apueste decididamente por el country más clásico, algo que descolocará al oyente más ‘poppie’ del grupo. Ya sea mediante alegres cabalgadas como la inicial «Falling Star», «Cherry Pie» y «Good Long Time» o tonadas más melancólicas como «Tried and True Love» y «Six Pack on the Dashboard» las ansias de los más tradicionalistas se verán colmadas. No obstante, seguramente lo más interesante de este debut es descubrir las formas más primigenias del sonido típicamente Jayhawks. Y las encontramos cuando la formación deja de mirar a los años 30 y 40 y se fija en los 60, introduce acústicas, elaborados juegos vocales y una sensibilidad pop para emular a los fundacionales The Byrds en temas ya tan notables como «Let the Critics Wonder», «People in this Place on Every Side» -¿la mejor del lote?- y la muy Gram Parsons «King of Kings». Incluso se dejan ir hacia los 70 en «(I’m not in) Prison», un boogie de riff sencillo y machacón que, pleno de energía juvenil, nos recuerda la irresistible frescura del primer Tom Petty. Como ven, nada mal para un disco injustamente engullido por las arenas del tiempo.

«BLUE EARTH» (1989)

«Blue Earth» viene a ser para muchos el primer disco real de los Jayhawks que todos conocemos. Seguramente por albergar el primer gran clásico de la banda, ya con el sonido plenamente identificativo de la banda. Hablamos, claro, de la inicial «Two Angels», una excelente mezcolanza de base acústica, oportunos aportes de slide y, sobre todo, haciendo honor al título, ese angelical dúo de voces al unisono formado por Olson y Louris que elevan el tema al infinito. En muy parecidos términos, tanto estilísticos como cualitativos, se expresa otro tema de gran alcurnia, «Ain’t No End».

Si en «The Jayhawks» Olson ejercía una férrea dictadura, en este segundo disco podemos hablar de ‘dictablanda’. Sigue siendo el líder indiscutido de la formación, pero cada vez da más bola a un Louris que llegó a abandonar la banda tras un serio accidente y regresó a tiempo para la grabación. Las composiciones en las que el dúo exhibe su total complementariedad a las voces crecen e incluso Louris llega a cantar en solitario la deliciosa «Dead End Angel». Este mayor cariz colaborativo se traduce en que la influencia country -pese a seguir siendo predominante- aparezca mejor integrada, tratada de una forma más personal y cayendo menos en lo tópico. De ahí salen alguna maravilla suelta como «I’m Still Dreaming, Now I’m Yours», deliciosos medios tiempos nocturnos y melancólicos como «Sioux City» y «Martin’s Song» y un tema mucho más desnudo y cantautoril como «Commonplace Streets», que encajan perfectamente con otros más alegres del cariz de «The Baltimore Sun» y «Red Firecracker». Con «Blue Earth», The Jayhawks dieron otro nuevo paso, aún no definitivo, hacia su grandeza posterior. No indispensable, pero, de nuevo, altamente recomendable.

«HOLLYWOD TOWN HALL» (1992)

Toda banda, por muy buena que sea, necesita un golpe de suerte para poder destacar de entre la amplísima maraña de formaciones contemporáneas. En el caso de The Jayhawks, la fortuna llegó en forma del mago de los controles George Drakoulias (ahora cotizadísimo asesor musical de grandes ‘blockbusters’ cinematograficos), quien se enamoró de ellos en una escucha casual de «Blue Earth». Drakoulias, que no hacía mucho había iniciado su colaboración con Rick Rubin (aquí tenéis un amplio artículo sobre la carrera del barbudo productor) al frente de la discográfica Def American, no dudo en contratarles inmediatamente y ponerse en marcha para grabar su siguiente álbum, el de la consolidación absoluta. Y no reparó en gastos: él mismo se encargó de la producción -con colaboradores tan insignes como Brendan O’Brien o Joe Henry– y puso especial énfasis en el terreno de las teclas: nada menos que el mago Benmont Tench (eterno integrante de los Heartbreakers de Tom Petty) se encargó de ambientar con su precioso y atmosférico colchón de órgano todo el disco y un histórico como Nicky Hopkins -estrecho colaborador de los mejores Rolling Stones– colaboró en tres canciones.

La fortuna es que este aumento exponencial de medios coincidió con un considerable crecimiento compositivo de una formación cada vez más hecha. A la vez que aprovechan para regrabar con estos nuevos medios dos clásicos de «Blue Earth» como «Two Angels» y «Martin’s Song», la escritura de las canciones se vuelve mucho más esencial, concentrándose en realzar mucho sus puntos fuertes y evitando distracciones. Así, los temas de «Hollywood Town Hall» suenan espaciosos y sucintos, con riffs muy sencillos que enseguida dejan paso al espectacular dúo vocal Louris/Olson -cada vez más virtuoso y más en primer plano-, que desarrolla la canción acompañado oportunamente por una base acústica y la precisa y preciosa aportación de Tench. Dentro de un estupendo nivel medio, con discretas gemas como «Settled Down Like Rain», destacan sobremanera tres absolutas maravillas: la inicial «Waiting for the Sun», con ese riff inicial tan Petty, un magnífico piano y esas voces cargadas de magia; la sobria «Crowded in the Wings», poseedora de uno de esos estribillos más grandes que la vida; y «Take me with you (When you Go)», que explota con tremebundo acierto el contraste entre su aire oscuro y bluesero y las angelicales voces de nuestra pareja protagonista. Primera obra verdaderamente mayor del grupo.

«TOMORROW THE GREEN GRASS» (1995)

La banda sigue bajo el paraguas de Def American -en ese momento ya rebautizada como American Recordings- para lanzar su nuevo disco, el que definitivamente la asentó como una formación de leyenda. De nuevo, Drakoulias rodea al grupo de un extenso ‘dream team’ de músicos y arreglistas de lujo (ahí sigue Tench, aparece Greg Leisz y colaboran Lili Haydn y Paul Buckmaster, entre otros) para acompañar el mejor lote de composiciones que jamás hayan reunido The Jayhawks. Todo ello conforma «Tomorrow the Green Grass», una de las mayores obras maestras de la década de los noventa y una de las cumbres históricas del sonido ‘americana’.

El álbum que supone la cima de la colaboración entre Louris y Olson es, paradójicamente, el primero en el que Louris asume una preponderancia tanto vocal como compositiva en el combo, lo que se traduce en un sonido decididamente más pop -la aportación, en este sentido, del maravilloso piano de Karen Grotberg es fundamental- , aunque siempre teniendo presentes las raíces folkies de la banda. Así, a la aleación de influencias que formaban The Byrds y The Band se le añaden con el mismo rango de importancia las de The Beatles, The Beach Boys, Badfinger y Big Star. ¡El resultado? ¡Un verdadero escándalo! Empezar con la suprema maravilla que es «Blue» -seguramente la mejor canción de toda su trayectoria- es toda una declaración de intenciones. La perfección que alcanza el dúo vocal, junto a la brillante añadidura del piano y una oportunísima sección de cuerdas facultan a esta canción inicial para competir entre las mejores tonadas pop de todos los tiempos. Pero lo mejor es que esa misma perfección se mantiene con pasmosa regularidad en otras joyas atemporales como son «I’d Run Away», la rítmica «Real Light», la más country «Over my Shoulder», «Nothing Left to Borrow» y «Bad Time», una exquisita versión de uno de los últimos grandes ‘hits’ de Grand Funk que incluye la colaboración a los coros de toda una Sharleen Spiteri (Texas). No desentonan ni mucho menos otros temas tan reseñables como «Miss William’s Guitar» -dedicada a la cantautora Victoria Williams, pareja de Olson en ese momento- , la intimista «Two Hearts», las muy The Band «Pray for Me» y «Red’s Song» y la rockera «Ten Little Kids», que se encarga de cerrar por todo lo alto un absoluto clásico de la música reciente que, por desgracia, no alcanzó todo el éxito comercial que merecía.

«SOUND OF LIES» (1997)

Apenas unos meses después de que el grupo lograra, tras largos años, alcanzar la excelencia con «Tomorrow the Green Grass», saltó la fatídica noticia: Olson dejaba la banda para poder pasar más tiempo con Williams, aquejada de una grave enfermedad. Imaginaos algo parecido a que McCartney hubiera saltado del barco Beatles tras parir «Sgt.Pepper’s…» o que Noel Gallagher hubiera dejado en la estacada a Liam tras el «(What’s the Story) Morning Glory?». Pero Louris, en pleno estallido de su talento, no se arredró, cogió el toro por los cuernos, se valió de dos nuevas incorporaciones tan valiosas como el guitarrista Kraig Johnson y el batería Tim O’Reagan y configuró a su imagen y semejanza unos nuevos The Jayhawks que lograron ser tan relevantes como los antiguos y que, con sus distintos vaivenes, son los que han llegado hasta la actualidad envueltos en una permanente vitola de grandes clásicos. Como era de esperar, Louris acentuó sobremanera la vertiente más pop de la formación, dispuesta como una factoría inagotable de preciosistas medios tiempos repletos de ambiciosos arreglos, coros supremos en los que Grotberg tomaba un papel tan relevante como el que ya tenía en su fantástica labor al piano y fantásticos estribillos. El apartado de colaboradores no es tan lujoso como en su anterior disco, tomando ahora Brian Paulson los mandos de la producción, con Drakoulias ciñéndose únicamente a las mezclas.

Quien creyera que la banda no iba a poder resistir el duro golpe de la marcha de Olson, a fe que recibió una sonora bofetada por el fastuoso arranque que le tenía preparado «Sound of Lies», una digamos ‘cara A’ del álbum absolutamente magistral, de lo mejorcito del gran legado Jayhawks. Que de una tacada te caigan consecutivamente maravillas de la entidad de «The Man who Loved Life», la guitarrera «Think about it», esa «Trouble» tan Beach Boys, «It’s up to you», la algo menos sobresaliente «Stick in the Mud» y, para terminar, ese auténtico ‘hit’ power pop que es «Big Star» es, simplemente, una de esas experiencias que cambia vidas. Al menos, en mi caso, me hizo convertirme en fan total de la banda. A este arranque tan sobrenatural, a la altura de lo mejor de la banda más mítica que os venga la cabeza, le sucede una ‘cara B’ más terrenal, en la que, como antes era norma, la formación se sale un poco de su zona de confort y explora matices diferentes. Mientras que «Sixteen Down» y «Haywire» apuntalan su sonido más clásico, «Poor Little Fish» se acerca más a los parámetros del pop alternativo, la atmosférica «Dying on the Vine» apuesta por un sonido más ‘mainstream’ y la modesta pero gustosa «Bottomless Cup» da una oportunidad a O’Reagan para mostrar sus virtudes como compositor y cantante. Finalmente, el tema título, una preciosa y sutil letanía aupada por el mellotron de Grotberg pone un estupendo broche al álbum al que tenemos que agradecer que sigamos hablando de The Jayhawks en presente.

«SMILE» (2000)

Muy comprensiblemente, Louris se vino muy arriba tras el éxito artístico de «Sound of Lies». Habiendo salvado, e incluso relanzado, la carrera de The Jayhawks tras la salida de Olson, ahora su propósito parecía ser el de aupar a la banda desde su posición de absoluto prestigio al ‘mainstream’, habida cuenta el evidente gancho comercial de muchas de sus composiciones. Para ello, no dudó en contratar a uno de los más grandes productores de la historia del rock, Bob Ezrin -crucial en la trayectoria de artistas como Alice Cooper, Lou Reed o Pink Floyd- . La apuesta aparentó ser triunfal cuando escuchamos el trío inicial de canciones, uno de los mejores arranques de disco tanto de la banda como así en general de lo que va de siglo. La ambiciosa producción (con profusión de cuerdas, coros celestiales y piano) se coaligaba perfectamente con unas composiciones mayúsculas. Así lo atestiguan tanto el tema título, que estalla en un glorioso estribillo; como «I’m Gonna Make you Love me», puntal promocional del disco con colaboración del compositor de ‘hits’ Taylor Rhodes, presencia en una campaña de Ralph Lauren y una jovialidad y potencial adictivo nada reñidos con una calidad estratosférica. Cierra este glorioso fragmento lo mejor del lote, esa melancólica y nocturna «What Led me to this Town», en la que sobrecoge el dueto vocal con Grotberg, siendo imposible no acabar entonando ese precioso mantra «Blue light shining over my life», y que se constituye como una de las ineludibles cimas del vasto repertorio Jayhawks.

Sin embargo, las fundadas esperanzas de hallarnos ante una obra histórica se van diluyendo bien pronto. Tras ese derroche de facultades inicial, pronto nos encontramos una serie de temas muy inferiores del nivel de lo que podemos esperar de la banda. Ezrin interviene en la composición de «Somewhere in Ohio», «Queen of the World» e «(In my) Wildest Dreams», todas ellas introduciendo bases programadas y una pretensión de modernidad que no pegan ni con cola con el sonido del grupo y que pueden estar entre lo más desnortado que nos ha ofrecido nunca. Lo malo es que el resto de lote, de aire más tradicional y previsible, tampoco levanta el vuelto en demasía, quedándose entre lo meramente correcto y algún aislado destello de calidad como «A Break in the Clouds» o «Better Days». En definitiva, un asalto a los cielos que se quedó finalmente en un extraño Frankenstein que merece ser rescatado por algunos aciertos descomunales pero también ser señalado por sus garrafales errores.

«RAINY DAY MUSIC» (2003)

Con unos Jayhawks tocados por el relativo fracaso de «Smile» y las sensibles marchas de Grotberg y Kraig Johnson, con Perlman y O’Reagan como únicos puntos de apoyo junto al guitarrista ex Long Ryders Stephen McCarthy, toca un viraje brusco y, por tanto, una reacción al anterior disco. Se pone radical punto y final a los excesos de producción y a la profusión de arreglos y, con un por aquel entonces prometedor -hoy plenamente consolidado- Ethan Johns al frente de la producción, se apuesta por un sonido eminentemente desnudo y acústico, un regreso a la sencillez que, sin serlo totalmente, sí supone una relativa vuelta a los postulados ‘rootsy’ que defendía la banda en los tiempos de Mark Olson.

No hay que esperar mucho para corroborar lo acertado de la apuesta. Cinco canciones como cinco soles conforman, de nuevo, un arranque de disco espectacular. Con el medio tiempo predominantemente acústico como leitmotiv genérico, la desnuda «Stumbling through the Dark» -coescrita con Matthew Sweet- inicia el bombardeo de maravillas que parecen un recorrido por todos los álbumes anteriores del grupo. Así, la fantástica «Tailspin» podría haber formado parte perfectamente de «Tomorrow the Green Grass» con su decidido aporte country, la más pop «All the Right Reasons» parece recién sacada del «Sound of Lies» y la pegadiza «Eyes of Sarahjane» es heredera directa de los momentos más inspirados de «Smile». Y no, no podemos dejar de mencionar esa maravilla llamada «Save it for a Rainy Day», ideal para ejemplificar a cualquier neófito lo que es la verdadera esencia Jayhawks. Tal derroche de facultades se hace imposible de repetir en lo que queda de repertorio, el cual se muestra siempre a buen nivel pero ya sin ese brillo especial de los temas verdaderamente grandes, aunque aún se van encontrando durante el recorrido agradecidas pequeñas joyas como «Angelyne» o «You Look so Young». «Rainy Day Music» quizá no puede mirar cara a cara a las más altas joyas de la corona de la formación, pero sí comparte con «Hollywood Town Hall» un segundo escalón en el caro podio de tan excelente discografía. Una pena que tamaña reafirmación acabara, tras una corta gira, en un prolongado hiato en la carrera de los estadounidenses.

«MOCKINGBIRD TIME» (2011)

El temido descanso que se tomaron The Jayhawks a partir de 2004 acabó no siendo tan dramático para sus seguidores como se esperaba. Primero, un nuevo disco de Golden Smog y los trabajos en solitario de Louris y Johnson nos mantuvieron entretenidos. Y, después, lo inesperado -esa ansiada reunión entre Louris y Olson- disparó nuestras esperanzas, especialmente tras ese precioso disco conjunto que es «Ready for the Flood» (2009). La reunión en directo fue inmediata -acarreando también el deseado regreso de Grotberg al combo-, con destacada presencia en escenarios españoles, y la noticia más ansiada no se hizo esperar: los reunificados Jayhawks iban a facturar un nuevo disco de estudio que, tras el aún no demasiado lejano precedente del gran «Rainy Day Music» y la compenetración que parecía haber readquirido la querida pareja, apuntaba altísimo.

Sin duda, «Mockingbird Time» es un disco muy disfrutable, una colección de buenas canciones en su mayoría que debieran dejar satisfecho a cualquier fan del rock americano. Pero, sin embargo, todo es cuestión de expectativas y, si lo vemos como el gran álbum de reunión del grupo, se queda algo cojo, situándose claramente por debajo de las mayores cotas de la banda y sumergiéndolo en una zona muy digna pero apartada de la excelencia de la que no ha conseguido escapar desde entonces. Con todos sus temas firmados por Louris y Olson al alimón, tomando el primero los mandos de la producción y asumiendo el segundo un mayor protagonismo vocal, «Mockingbird Time» se manifiesta como una obra de consenso, con números más tendentes a la vertiente pop de Louris y otros más en la onda country de Olson, pero sin una verdadera inspiración unitaria detrás. Destacan piezas tan agradables como «Tiny Colors», «She Walks in so Many Ways», el austero tema título o «Stand out in the Rain», de precioso estribillo, pero ninguno se puede considerar un verdadero clásico de la banda. Mientras, el resto se mueve entre una indiscutible calidad que no acaba de sacudirnos de una ligera desidia formal en las canciones menos afortunadas, en las que los arreglos se agolpan sin demasiado tino. En este caso, lo bueno no fue suficiente.

«PAGING MR.PROUST» (2016)

Una vez concluido el relativo fiasco de la reunión con Olson, saldado con una segunda y definitiva marcha de éste de la banda tras un agrio divorcio, The Jayhawks inician una nueva etapa que les lleva al presente y en la que parecen más relajados que nunca. Sin ningún ánimo ya de explotar comercialmente, la formación parece gozar del cómodo estátus alcanzado y disfruta haciendo música por el mero placer de crearla. De ahí sale «Paging Mr.Proust», posiblemente su disco más variado y también el seguramente más -injustamente- olvidado de su trayectoria junto a sus lejanas entregas iniciales.

El espectacular arranque con «Quiet Corners and Empty Spaces», muestra perfecta de la quintaesencia de la banda y uno de sus mejores temas de los últimos años, es tan gratificante como poco representativo de «Paging Mr.Proust». Es a partir de «Lost the Summer», una pieza de pop clásico pero ligeramente retorcido mediante distorsión y filtros de voz, cuando el álbum empieza a mostrar su verdadera naturaleza. Producido por el exmiembro de R.E.M. más desenfadado y activo, el gran Peter Buck, y Tucker Martine, prestigioso especialista en retorcer el pop y el americana para ofrecer nuevas visiones en trabajos con, entre otros, My Morning Jacket y The Decemberists, el disco presenta una constante pugna entre su faceta clásica y sus ansias más juguetonas y alternativas que le acaba situando muy cerca tanto de los números menos evidentes de «Sound of Lies» o, mejor aún, de aquellos deliciosos Wilco de «Summerteeth», esos que aún mantenían un pie en sus raíces pero que, con el otro, ya se estaban impulsando para dar ese triple salto mortal que transformó para siempre su carrera. Pese a todo, dentro de un cancionero tan estimable como algo irregular, The Jayhawks sigue teniendo su mejor caladero en su vertiente más tradicional (ahí están delicias como la muy Beatles «Lovers of the Sun» o «Leaving the Monsters Behind», aunque ésta se vea favorecida por el aire fresco proveniente de esa mayor amplitud de miras. Así, brillan con luz propia composiciones tan joviales como «Isabel’s Daughter» (olé por esos deliciosos coros que aporta Mike Mills y que tanto nos recuerdan a los grandes clásicos de R.E.M.) y «The Dust of Long-Dead Stars», un inesperado pero triunfal acercamiento a los mejores boogies marchosos de los Georgia Satellites. Bastantes aciertos que compensan con creces momentos algo confusos como «Comeback Kids» o esa «Ace» que se acaba haciendo tan laaarga. «Paging Mr.Proust», un disco a rescatar del olvido.

«BACK ROADS AND ABANDONED MOTELS» (2018)

No es que despertara demasiada expectación el anuncio de un nuevo disco de The Jayhawks (con un lapso de tiempo inesperadamente corto de dos años respecto a su predecesor) basado en la revisión de varias de las composiciones que el cotizado Louris había utilizado en colaboraciones con otros artistas. No es que no estuviéramos deseosos de escucharlo, pero, más bien, parecía un recurso fácil de mantener el nombre de la banda en el candelero y propiciar una nueva gira que una empresa artística de verdadero calado.

Sin embargo, ya desde el primer tiento salta la sorpresa y se advierte de que esto no es para nada un proyecto menor. Los temas reciben un adecuado baño en el sonido Jayhawks (siendo Grotberg el gran factor común con su piano y sus fantásticos coros), pero la naturaleza de la empresa permite jugar con una gran variedad de enfoques y se percibe un tono relajado (ahí nada menos que tres canciones en las que Louris no se encarga de la voz principal) que acaban proporcionando una agradecida dosis de frescura. Sale especialmente bien parado el adentramiento en el terreno de The Chicks -las antes conocidas como Dixie Chicks- . Dos de las piezas del emblemático álbum de las sureñas «Taking the Long Way» -las estupendas «Everybody Knows» y «Bitter End»– alcanzar un nuevo nivel gracias a los arreglos más sofisticados que le añaden los Jayhawks y acaban convirtiéndose en dos temazos superiores a su versión original, lo que también ocurre con la inicial «Come Cryin’ to Me», en la que Grotberg canta esplendorosamente una de las canciones que utilizó la Chick Natalie Maines en su debut en solitario. El filtro Jayhawks también le sienta estupendamente a «Need you Tonight», una austera balada de Scott Thomas, mientras que el resto de revisiones, sin llegar a este esplendor, también funcionan de forma óptima, destacando la bonita «Gonna Be a Darkness»,coescrita con Jakob Dylan, y «El Dorado», notable pieza de puro rock americano que editara previamente Carrie Rodríguez. Para rematar tan apetitoso pastel, llegan dos composiciones inéditas de Louris: «Carry you to Safety» y una maravilla íntima, nocturna y preciosa que pone una guinda fantástica y que se llama «Leaving Detroit». Así a lo tonto, sin que nada lo hiciera prever, nos hallamos seguramente ante la mejor colección del grupo desde el ya lejano «Rainy Day Music» y un relanzamiento del prestigio de una formación única.

«XOXO» (2020)

Antes de hacer consideración alguna sobre su último álbum, es de justicia comentar lo afortunado y extraordinario de hallarnos, más de 35 años después de su formación, comentando un nuevo disco de The Jayhawks en pleno 2020. Y, aún es más, llegar a este hito con la formación más estable de su existencia. Precisamente, «Xoxo» es, más que nunca, eso: la celebración de ser una banda. Ya en «Paging Mr.Proust» pudimos ver una mayor aportación de O’Reagan, Perlman y Grotberg, además de una mayor variedad de sonidos y un enfoque más relajado. «Xoxo» frena un poco las ansias aperturistas de su predecesor, se mantiene siempre más cercano a las coordenadas tradicionales del grupo y elimina la afición al pedal de distorsión de aquel, pero aumenta exponencialmente ese nuevo espíritu del grupo como una panda de amigos más tendente al disfrute haciendo música que a buscar desesperadamente la canción perfecta. Los que sigan viendo a los actuales Jayhawks como poco más que un proyecto personal de Louris tendrán que asumir, derrotados, que el cantante de pelo rizado únicamente firma en solitario dos temas de los doce que forman el disco y deja en más ocasiones que nunca a sus compañeros la labor de vocalista principal.

De nuevo un tema inaugural, la estupenda «This Forgotten Town», se suma a la nutrida nómina de candidatas al premio de canción más representativa del sonido Jayhawks. Es como volver a casa tras largos meses, con todo en su sitio, los mismos olores de siempre, la misma comida. Sin embargo, pronto la variedad toma el mando en una muy buena primera parte de álbum, pasando del rock’n’roll jovial de «Dogtown Days» (muy a los Wilco más primigenios) a la bonita balada «Ruby», en la que una espectacular Grotberg a la voz y piano parece rendirle un homenaje privado a Mr. Paul McCartney, o a ese curioso acercamiento al pop de cámara que es «Homecoming». No obstante, el título a joya oculta del disco se lo lleva, sin duda, «Living in a Bubble», en la que un inspirado Louris consigue rememorar a esos Beatles que lograban aunar en un solo tema un aire de lo más juguetón (ese tintineante piano) con la más profunda melancolía. Lo negativo de esta relajación de costumbres es que, a veces, el listón de exigencia baja demasiado. Así, en la segunda mitad de «Xoxo» apenas despunta la bonita «Bitter Pill», quedándose el resto de temas en simplemente agradables…y todos sabemos que en otros tiempos probablemente no hubieran llegado ni a cara B. En definitiva, «Xoxo» no será nunca el trabajo que recomiende para conocer a los de Minneapolis, pero no cabe duda de que para el seguidor de fondo sigue siendo una agradable parada en el camino, siempre que no ansíe los grandes lujos del pasado…

Para completar la ‘experiencia Jayhawks’ que os proponemos, hemos elaborado una ambiciosa ‘playlist’ con las que, creemos, son las 30 mejores o más representativas canciones de tan magno grupo. Aquí os dejamos dos horitas con varias de las mejores melodías de los últimos 35 años. Disfruten.

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One Comment leave one →
  1. 09/09/2020 23:28

    Me encantaron muchisimo, y arriba el rock.

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