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Llorando a Van Halen

08/10/2020

Recuerdo la única vez que pude verle en vivo y en directo, la noche en la que le tuve delante de mí durante un par de horas, a escasísimos metros. Fue el 14 de junio de 1995, en la gira de presentación de «Balance», aún con Sammy Hagar como vocalista y apenas un año antes de que ellos mismos dinamitaran la banda, asestándole un golpe tan brutal que ya nunca volverían a recuperarse del todo. Pero eso ahora ya no tiene importancia. Entonces vivíamos días felices, y la tarde antes del concierto fui a casa de mi amigo Diego para hacer una pancarta. Teníamos 15 años y aquel habría de ser mi tercer concierto, tras haber visto previamente a Brian May y a Deep Purple con Joe Satriani. Usamos pintura negra sobre una sábana blanca, en la que escribí en letras bien grandes y visibles «EVH IS GOD». La madre de Diego llegó cuando estábamos terminando y, además de no entender nada, dejó bien claro que esa ocurrencia nuestra no le había hecho ninguna gracia.

Cómo podría ella entender la inmensa felicidad que aquellos mocosos de 15 años sentirían al día siguiente mientras entraban en el Palacio de los Deportes, después de un montón de horas de cola para asegurarnos la primera fila, envuelto yo en aquella pancarta. Tras los primeros teloneros, los madrileños Lizard, una banda muy prometedora que como tantas otras tuvo una vida demasiado efímera, y un buen show de Pretenders, aparecieron ellos en escena. Éxtasis absoluto. Durante el arranque del concierto levantamos y enseñamos unas cuantas veces la pancarta, pero fue a la altura de «Dreams», una de mis canciones favoritas de siempre, cuando la arrojamos al escenario. Sammy la cogió, se la echó sobre los hombros a Eddie y éste tocó el resto de la canción y el solo final (uno de los momentos que más me emocionan de su discografía) envuelto en mi pancarta. Al terminar Eddie se la quitó, la leyó, nos miró levantando el pulgar, la dobló y se la guardó. Fue uno de los momentos más felices de mi vida. 

Al enterarme de su muerte, en la noche del 6 de octubre de 2020, sentí cómo me caían encima, como una losa, una tonelada de recuerdos, pero ese fue el primero de todos. No tardé mucho tiempo en pensar también en la anécdota acontecida durante el funeral de Dimebag Darrell, el guitarrista de Pantera asesinado a tiros por un malnacido durante un concierto el 8 de diciembre de 2004. Dimebag fue enterrado en su ataúd con una de las guitarras de Eddie Van Halen, pero no cualquier guitarra, sino la Charvel Hybrid VH2 negra con rayas amarillas que aparece en la contraportada de “Van Halen II”, y que era la guitarra de sus sueños. Su hermano Vinnie, otro que tristemente nos dejó antes de tiempo hace un par de años, aún encontraría entonces fuerzas para bromear: «Si Darrell hubiese sabido que Eddie Van Halen le iba a regalar su guitarra cuando muriera, habría dicho: ¡Mátenme ahora!»

Lo del concierto de Van Halen y la pancarta ya lo he contado antes en este blog. Es más, con esa historia arrancaba la primera entrada que publiqué en El Cadillac Negro el mismo día en que éste iniciaba su viaje, el 15 de febrero de 2012, un post titulado “Amando (y odiando) a Van Halen”. Lo del funeral de Dimebag también lo conté, más recientemente, en el cierre de uno de los inventos más extraños que he llegado a dejaros por aquí, “Sé dónde está la bala (The Late Great Johnny Ace)”. Eso es precisamente lo que más me duele y más miedo me da de la muerte, ya sea la de un allegado o la de alguien a quien haya llegado a admirar: la certeza plena y absoluta de que ya está todo escrito, la confirmación definitiva y sin vuelta atrás de que sólo nos quedan los recuerdos, por muy bonitos y reconfortantes (o todo lo contrario) que éstos puedan llegar a ser. Todas esas cosas ya vividas con esa persona que podremos evocar y contarnos una y otra vez, pero ninguna otra vivencia por construir, ni nuevos sueños por cumplir. Nada.

En mi panteón personal de ídolos, sólo Freddie Mercury está por encima de Eddie Van Halen, y eso los que me conocen saben lo que significa. Ya les comenté hace unos meses a mis compañeros del blog, el día que perdimos a Marie Fredriksson de Roxette, que había leído rumores sobre el estado de salud de Eddie y que me temía lo peor. La noticia de su muerte me llegó por  WhatsApp, precisamente en el grupo que tenemos la gente del Cadillac, mientras terminaba de cenar con mi mujer y mis dos hijos. No por esperado aquello dolió menos. Unos minutos más tarde, mientras recogíamos los platos, le dije a mi mujer: «Creo que tengo ganas de llorar», o intenté decírselo, porque se me quebró la voz y se me humedecieron los ojos. No era la primera vez que lloraba en 2020. Está siendo, para la inmensa mayoría de habitantes de este planeta, un año durísimo, y en la familia hemos perdido recientemente a un ser querido en unas circunstancias especialmente crueles y dolorosas. Y no hay nada que pueda asemejarse a eso. Pero, fijaos qué tontería, con la que está cayendo y voy yo y me da por llorar por la muerte de una millonaria estrella de rock. 

Llevo desde entonces dándole vueltas a este post, con muchas ganas de sentarme delante del ordenador a escribirlo y a la vez buscando excusas y distracciones para no tener que hacerlo. Porque si mi andadura en El Cadillac Negro arrancó hace ahora ocho años y ocho meses con aquel “Amando (y odiando) a Van Halen”, no puedo quitarme de encima la sensación de que con este “Llorando a Van Halen” se cierra definitivamente el círculo, y una etapa llega a su fin. Y eso ahora mismo me duele, y me da mucho miedo. 

Buen viaje, Eddie, y hasta siempre. 

 

 

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4 comentarios leave one →
  1. 09/10/2020 9:49

    Que gran artículo, he conectado al 100% con lo que comentas. Llevamos una año aciago también para la música.

    • Rodrigo Martín permalink*
      09/10/2020 10:04

      Muchas gracias, CM, por leer y comentar. Sí, menudo añito. Lo peor es que lo de un año aciago para la música creo que llevamos repitiéndolo ya demasiados años seguidos. Y es que la pandemia y mucho de lo malo que ésta ha traído pasará, tarde o temprano, pero lamentablemente lo de que vayamos perdiendo ídolos y referentes, esa gente que nos marcó en nuestras infancias y juventudes con sus discos, sus películas, sus libros, cada vez irá siendo algo más habitual. En fin. Siempre nos quedará su obra. Yo llevo días escuchando Van Halen sin parar.

      Un saludo!

  2. Anónimo permalink
    13/10/2020 17:15

    Nos vamos haciendo mayores. Cada vez tenemos más recuerdos. No he tenido la suerte de verlos, tampoco es que fuese uno de mis grupos favoritos, sobre todo a partir del siguiente disco de 1984. He de reconocer que Sammy Hagar me decía muy poquito pero lo indiscutible es indiscutible y es que Eddie Van Halen era un guitarrista increible. Después de oir centenares de veces Cathedral, le vi tocarla en un video y me dejó pasmado, un recuerdo inolvidable, de hecho lo suelo volver a ver de vez en cuando porque me parece magistral la manera de tocar esa canción. Lamento su pérdida por el vacío que deja pero la vida sigue y afortunadamente siempre nos quedarán sus canciones y sus videos para no olvidarle. Saludos cordiales.

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