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«Del revés»: por cada risa, una lágrima

22/07/2015

Inside Out

Cuando los rumores sobre el nuevo proyecto de Pixar adelantaban que la historia se desarrollaría casi exclusivamente en la mente de una niña de once años, no sólo se empezó a pensar que se trataba de un concepto apasionante; sino que Pixar volvería a recuperar el puesto de referencia que (desde el origen de la compañía) se merece por méritos propios. No obstante, quizás no sea del todo justo catalogar a esta película como el regreso a la excelencia que muchos la asignan, ya que no hay que olvidar que «Inside Out» (título original de la película), es el resultado de un proceso que ha durado casi siete años (desde el estreno de «Up«, última obra de Pete Docter). Años en los que la compañía ha vivido su compra (7.400 millones de dólares le costó a Disney), forzando de alguna forma a demostrar su gran rentabilidad para poder continuar con su libertad artística (de ahí el estreno de «Monstruos University» o «Cars 2«…flojas artísticamente hablando; pero auténticas representantes de lo que significa hacer dinero); además de tener que decir adiós (por el momento) a dos directores básicos dentro de la compañía, como son Brad BirdLos increíbles«, «Ratatouille«) y Andrew Stanton (saga «Toy Story«, «Monstruos S.A«, «Buscando a Nemo«, «Wall-E«) que han probado fortuna (no muy exitosa) en el cine de imagen real . Estos años convulsos pudieron dar la impresión de haber afectado la percepción que, desde el exterior, tenemos sobre el nivel de calidad de la compañía; pero Pixar no trabaja secuencialmente en sus proyectos, sino en paralelo; por eso, mientras potenciaba el interés económico en la compañía para defender su espiritu libre dentro de la corporación Disney, paralelamente mantenía proyectos de encomiable calidad como «Inside out» o «The good dinosaur«, la próxima maravilla que disfrutaremos cerca de las Navidades.

Seguro que más de una vez, viendo el comportamiento de algún crío pequeño, os habéis preguntado qué se le estará pasando por la cabeza en este momento…pues esa es una de las muchas cuestiones a las que «Inside Out» pretende responder de una forma original, llena de inventiva y cariño. Para ello, nos sitúa en el preciso instante del nacimiento de una niña, de nombre Riley (Kaitlyn Dias). Cuando aún desconoce todo sobre lo que es la vida, nos introduciremos en su mente para ser testigos del origen de su primera emoción, de nombre Alegría (Amy Poehler); a la que, pocos segundos después, seguirán Tristeza (Phyllis Smith), Miedo (Bill Hader), Ira (Lewis Black) y Asco (Mindy Kaling). Todos ellos trabajarán de forma coordinada para gestionar los recuerdos de la pequeña, generar ideas y ayudarla a interactuar con su entorno (familia, amigos, etc). De esta forma, la acción se va desplazando entre dos escenarios principales: la realidad exterior (el entorno familiar) donde Riley vive día a día y, principalmente, la sala de control de su mente (donde las emociones realizan su labor en jornadas de trabajo marcadas por las fases de inactividad de Riley). Estas versiones antropomórficas de nuestras emociones, estilizadas e identificadas con un color particular para cada una de ellas, estarán en constante alerta para responder ante los innumerables eventos que sucedan alrededor de la niña, deliberando y negociando entre ellas para dar (a través de un panel de control) con el movimiento más adecuado para Riley en cada momento de su vida, con el fin de mantener un saludable y constante equilibrio en la pequeña. Durante los primeros veinte minutos de la película asistiremos a sus primeras experiencias en la vida, sus primeros recuerdos, sus primeros atisbos de personalidad; prologo que forma parte de lo que ya es una maravillosa tradición en la mayoría de producciones de Pixar: un deleite de emociones (nunca mejor dicho) para el espectador. Conseguidas gracias a una presentación de personajes y vivencias de la infancia de Riley repletas de magia, capaces de provocar en nosotros un torrente de emociones,con inaudita facilidad; como sólo la compañía de Lasseter ha sido capaz de generar en inolvidables momentos de Wall-E, Up, Toy Story, etc. Mostrando, (bajo la aparente sencillez de la vida de una menor de edad), una propuesta enormemente original, arriesgada y ambiciosa. Así, contemplaremos el trabajo que estas cinco emociones básicas desempeñan, comandadas por Alegría, una efervescente e inagotable fuente amarilla de optimismo, que siempre consigue apaciguar los pequeños conflictos que se originan entre Ira (una especie de híbrido entre Bob Esponja y un ladrillo rojo que, con su camisa y corbata, en mi opinión acaba resultando la emoción con el aspecto más acertado a lo que es la realidad: el siempre «amigable» entorno de oficina), Asco (una presumida forma verde que siente especial desapego por el brócoli), Miedo (una alargada, temblorosa y nerviosa forma morada vestida como un bibliotecario de los años 60) y, por último, Tristeza (una pesimista y cabizbaja figura azulada). Pero, además de marcar el comportamiento de Riley, este quinteto de emociones también llevarán la gestión y logística de todos y cada uno de los recuerdos (almacenados en forma de canicas traslucidas), que se irán depositando en los interminables almacenes que hay detrás de la sala de control. En función del tipo de recuerdo que sea, la bola tendrá el color asignado a esa emoción. Aunque, Tristeza tendrá la capacidad de dejar su característico color azul en cualquier recuerdo que toque, a pesar de que hubiese sido previamente almacenado por una emoción distinta.

En este punto, es asombrosa la facilidad con la que Pete Docter plasma en imágenes los continuos procesos químicos que se originan en nuestra cabeza. En vez de tumbar al espectador en un diván para introducir sesudas teorías de Sigmund Freud que puedan dar una explicación realista de los motivos por los que Riley se comporta como lo hace; y consciente del mundo que vivimos actualmente, en el que todos estamos familiarizados (unos más, otros menos) con los ordenadores, internet y demás conceptos informáticos, Docter crea una película para una generación online. Reflejo del mundo hiperconectado en el que vivimos, «Inside Out» no se limita a mostrar el uso normal que los personajes reales puedan hacer de teléfonos móviles u ordenadores portátiles; sino que, dando un paso más, muestra una mente percibida como el disco duro de un ordenador, donde los recuerdos se almacenan como si fueran bytes de información, interactuando con la realidad a través de las teclas de una consola. Haciendo comprensible para cualquier espectador unos procesos (en realidad más cercanos a la química, que a la informática) que fácilmente podrían haber alejado al espectador de la trama y de los personajes. Usando elementos tan ingeniosos como esas islas de la personalidad, con apariencia de parques de atracciones (que albergan experiencias clave para la persona por su especial significado) y que, en el caso de Riley, se componen de las islas del Hockey, de la sinceridad, de la amistad y de la familia. Estas islas son muestras de una brillante capacidad para simplificar y hacer comprensible lo complicado, mediante un lenguaje visual marcado por colores y lugares geográficos. Será en esas islas donde, al finalizar la jornada se vuelquen (desde la sala de control donde se generaron) los recuerdos del día, almacenados a modo de vídeos encapsulados en esferas de colores asociados a la emoción que provocó. Es en el espacio infinito que hay tras la sala de control donde Pixar saca pecho y muestra el enorme potencial de talento que tiene; estableciendo gráfica y comprensiblemente para todos, procesos psicológicos tan sumamente complicados como pueden ser los bancos de recuerdos, la memoria a largo plazo, los recuerdos persistentes (brillante esa explicación que establecen a través del anuncio de una golosina que toma el mando de la sala de control de vez en cuando, sin venir a cuento, sacando de quicio a los cinco personajes) o ese tren de los pensamientos transportando constantemente a la sala de control un cargamento de ideas y conocimientos que sirvan de apoyo para la toma de decisiones; explicando de forma lúdica qué es lo que hace de nosotros, nosotros; haciendo que el estar en la cabeza de alguien, recorriendo sus recuerdos, sus sensaciones y sus procesos mentales sea un envolvente relato, repleto de situaciones que dispararán nuestras propias emociones, en una sala plenamente identificada con cada uno de los personajes, encarnación de cada uno de nosotros. Eso es cine en mayúsculas, eso es pura magia, eso es Pixar.

Algo que no ha cambiado en el cine familiar es el concepto de hogar y unidad familiar como zona de confort y seguridad (como debe ser en la realidad también). Sin embargo, aunque «Inside Out» también mantiene el mismo mensaje en el mundo externo de Riley (no hay más que ver cómo se refleja en pantalla su plan para alejarse del entorno familiar y regresar a Minnesota), evoluciona este mensaje para verlo también reflejado a nivel interno, con esa sala de control representando también un hogar al que Alegría y Tristeza tienen que regresar y unirse a ese equipo cojo en el que las tres emociones restantes (Miedo, Ira y Asco) se ven incapaces de suplir las tareas de sus dos compañeras. Sin poder contar con Alegría para moderar el creciente enfado de Riley y su intensa melancolía por los felices recuerdos de Minnesota, la situación generará un desgaste que tendrá repercusiones en su relación con sus padres (Kyle MacLachlan y Diane Lane).El momento de la cena con ellos, en la que Riley acaba castigada en su cuarto, es el primer y más claro ejemplo de este cambio en su conducta. En esa escena, Riley no tiene intención de ser sarcástica con sus padres; es la consecuencia de que la ira, el miedo y el asco tomen el control. En este sentido, es significativo las emociones que están al mando de las respectivas salas de control en la mente de los padres de Riley: la tristeza en el caso de la madre (permitiendo que tome decisiones de forma tranquila y meditada…con esporádicos recuerdos de un atractivo piloto brasileño) y la ira en la del padre (con una actitud militar a la hora de tratar cualquier conflicto que lo distraiga de sus pensamientos deportivos); o como, al final de la película, las emociones estrenan una nueva consola de comandos en la mente de Riley; mucho más compleja, pues las múltiples combinaciones de esas cinco emociones darán lugar a muchas otras desconocidas hasta ahora (ansiedad, melancolía, sorpresa, terror, odio, repulsión, etc)…pubertad aparte (¡peligro!).

Aunque el mundo exterior contará con emocionantes pasajes (principalmente en el primer tramo del film, será el mundo interno de Riley el que concentrará las situaciones más emocionantes y asombrosas de «Inside Out». El eje de los conflictos vendrá originado por una mudanza que la familia debe realizar por temas de trabajo; desde su Minnesota natal hasta San Francisco. Este traslado (que acarreará desde su llegada a la ciudad californiana una serie de decepciones) junto con los desafios que supondrá para Riley (ya con 11 años) acostumbrarse a una casa nueva, un colegio nuevo (y el duro proceso de aceptación social que ello acarrea para cualquier niño), la pérdida de sus amistades, el creciente estrés en las relaciones familiares, etc…provocará una situación difícil de asimilar para la niña, que se complicará aún más cuando Alegría y Tristeza se alejen por accidente de la sala de control, perdiéndose por los vastos almacenes de recuerdos. Esta pérdida de equilibrio emocional en la sala de control provocará un desorden en los sentimientos de Riley, que la hará tomar ciertas decisiones de forma precipitada. El viaje iniciático que realizarán Alegría y Tristeza de regreso a la sala de control, para recuperar la estabilidad de la niña, será el eje del resto del film; mientras asistimos a la deconstrucción (destruir para reconstruir) de todo el entorno mental de la niña. Proceso necesario al pasar de una etapa de la vida (infancia) a otra (pubertad); pero potenciados en este caso por todos los cambios ocurridos recientemente en la vida de Riley. En definitiva, la incertidumbre que sufrimos ante los cambios que inundan cada etapa de nuestra vida y el proceso de adaptación continua que tenemos que realizar. En este punto, la conexión con el personaje de Riley por parte del espectador, ya es plena. Nosotros, antaño, ya hemos llorado sus tristezas y reído sus alegrías; porque nosotros hemos sido lo que ella es.

Estos caminos que Alegría y Tristeza recorrerán desesperadamente por los recuerdos de Riley, en su regreso contrarreloj a la sala de control para evitar que se desmorone el mundo interno de la niña, será la parte que más disfrutará la audiencia más joven; repleta de memorables momentos desbordantes de originalidad, e incluso experimentación (ese juego con las tres dimensiones de los personajes que se establece en el atajo del pensamiento abstracto, donde objetos y personajes son fragmentados como si formarán parte de un cuadro cubista, rompiendo con los patrones y limitaciones del cine de animación) y diversión (esos estudios de cine encargados de «rodar» los sueños de Riley, con referencias al mismísimo Alfred Hitchcock). Pero incluso ahí, Pixar no se olvida del público adulto (que no es simple comparsa de los menores en la sala, como sí ocurre con la inmensa mayoría de producciones familiares) y dota también a ese mundo de una serie de capas a las que podremos dar un significado que se escapa al razonamiento de los menores.
Así, de forma transversal a esas diversas capas, nos encontramos con Bing Bong (Richard Kind). La personificación del amigo imaginario de Riley que convivió con la pequeña en sus primeros años de vida; pero que, al ir creciendo Riley, Bing Bong se fue perdiendo entre sus recuerdos y éste tomó su propio rumbo.
Dicho personaje es el resultado de una combinación imposible entre un elefante rosa, un conejo, algodón de azúcar y un delfín que campa a sus anchas por los interminables terrenos de los recuerdos de la niña. En el cine, Bing Bong será el artífice de no pocas alegrías entre los menores de edad…al mismo tiempo que supondrá muchas lágrimas entre el público adulto, consciente de ese profundo significado que engloba el personaje.
Reconozco que, por lo histriónico de su actuación, nada más verle en pantalla temí que se convirtiera en un posible Jar Jar Binks para Pixar. Minutos después recordé a LotsoToy Story 3«) y contemplé la posibilidad de que se tratara del enemigo encubierto de la historia (enemigo que, en este film, no es tan claro como en otras producciones de Pixar…y del que hablaré en el siguiente párrafo).

«Inside Out» te pone delante a una bola de algodón rosa, salida de la mente combinada del Dr. Seuss y Lewis Carroll, con un comportamiento hiperactivo, sin un objetivo claro, una especie de solitario nómada que vaga por tierra de nadie de forma impredecible, para que te confíes…pero con la habilidad de reducirte a un amasijo de lágrimas cuando menos te lo esperas. ¿No recuerdas haber tenido un amigo imaginario?…tranquilo, Pixar te contará porqué no te acuerdas de él; pero cuando lo haga estarás traumatizado para el resto tu vida.
Olvidé la única regla que un adulto siempre debe recordar ante una producción de Pixar: Protegerte en todo momento.
Entré en la sala dispuesto a desafiar a Pixar a provocarme una lágrima; y debo confesar que la historia lo consiguió en varias ocasiones; mientras que, en otras, tuve que tragar para aguantar derramarla…lo que nunca imagine (iluso de mí) es que un amasijo rosa entre elefante y algodón de azúcar, me provocaría la lágrima más amarga y dolorosa, aquella que nos traslada al preciso instante en que nuestra inocencia se desvaneció para siempre. Momento en el que se desvela nuestro temido enemigo: la madurez.

Es un enorme acierto (y responsabilidad) por parte de Pixar intentar realizar una película que enseñe a los niños que no hay nada malo en sentirse triste en ocasiones. Que es normal tener sentimientos encontrados respecto a un mismo acontecimiento o que es importante sentir un amplio rango de emociones en nuestra vida y, por tanto, aprender a identificarlas (ampliando nuestra consola de comandos).
Y aquí radica uno de los principales logros de Pixar, el no rehuir a representar vivencias que el resto de productoras ni se plantean incluir en una película familiar. Donde la mayoría ven incompatibilidades y conflictos con la historia infantil que quieren contar; Pixar ve la posibilidad de conseguir una narrativa que sorprenda al espectador, arriesgada pero enormemente efectiva, de provocar emociones que acaban por crear un vínculo eterno entre la obra y el espectador.

Sabiendo desde hace décadas (ahí está la madre de «Bambi» desde 1942) el enorme resultado que se obtiene reflejando también los difíciles hechos que la vida nos depara; es asombroso cómo únicamente Pixar se zambulle en esas oscuras aguas sin ningún miedo, consiguiendo que hechos como la muerte funcionen como un engranaje más de un ajustado reloj suizo. No tenemos más que recordar como la muerte y la infertilidad quedan magistralmente tratadas en «Up», la soledad en «Wall-E» o la llegada de la ineludible madurez en el final de «Toy Story 3», entre otros muchos casos.

Entre las innumerables situaciones cómicas que provocan Miedo, Ira y Asco ante la imposibilidad de asumir por su parte las labores de Alegría y Tristeza, también encontramos momentos para contar por qué sentimos como sentimos, el impacto que las emociones tienen en nuestra vida, detallar cómo cambiamos según crecemos y explicar el complicado conflicto interno que puede haber detrás de una simple expresión facial (impagable la escena en la que un chico apenas reacciona a la sonrisa de Riley, momento en el que nos adentramos en el terror y caos desatados en su mente ante la presencia de ¡una chica!).

Difícilmente alguien podrá catalogar a «Inside Out» como el mejor film de Pixar, porque en ese Olimpo del género, del cine en general y de la forma de contar historias sea cual sea el formato, no existe un puesto más alto que otro. Lo que sí podemos asegurar, con total rotundidad, es que esta apasionante obra maestra es (sin lugar a dudas) su creación más ambiciosa, responsable y complicada de todas las realizadas hasta el día de hoy. Una magistral lección de que simplicidad y sofisticación pueden ir de la mano en una obra accesible y respetuosa para con todo el público. Convirtiéndose en un instrumento que facilita navegar por las emociones que iremos descubriendo a lo largo de nuestra existencia.

«Inside Out» nos aporta una lección vital, válida tengas la edad que tengas: si quieres ser feliz, aprende igualmente a estar triste, a encajar en una pequeña habitación de tu corazón ese ineludible apartado de lo que, dolorosamente, (también) es la vida. Vive intensamente todas las emociones, sean felices o tristes.
Puede que ya sea tarde para recuperar a nuestro particular Bing Bong; pero seguro que no lo es para que nuestra Alegría retome el mando de nuestra Sala de Control. La felicidad no es hacer lo que uno quiere; sino querer lo que uno hace.
No dejen que se desvanezca su niño interno.

Así que, háganlo….¡alcancen la luna tal y como una vez se prometieron a sí mismos!.

Inside_out_take_her_to_the_moon

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10 comentarios leave one →
  1. Javier permalink
    22/07/2015 12:54

    Impresionante review José Manuel, no puedo añadir nada más porque has escrito exactamente todo lo que pienso y todo lo que me hizo sentir la película este fin de semana pasado. El momento final de Bing Bong supuso el culmen dramático de la obra y ha sido un pensamiento general por todos los foros que he leído. Son unos genios los de Pixar.

    Enhorabuena por este magnífico post.

  2. José Manuel Loscertales permalink*
    22/07/2015 15:26

    Muchas gracias por tu comentario, Javier.
    Debo confesar que, tras «Up» (sobre todo, en su prólogo), no pensé que una película Pixar consiguiera nuevamente poner los sentimientos tan a flor de piel…pero, como indico en la entrada, está claro que es un error considerar que Pixar ya ha tocado techo en ese sentido.

    Y, como muy bien dices, que consiga además ese pico tan alto de sensibilidad con un personaje que no es el protagonista y que cuenta con «peculiares» características que, en principio, lo alejan de provocar esa profunda tristeza que llega a clavarse en el espectador.

    Claramente, es un as en la manga que el film está ocultando gran parte de su metraje para pillarnos a contrapié…y creo que ahí está el golpe maestro, en el inesperado sacrificio que realiza por alguien que ya le había relegado a vagar por su memoria sin objetivos.

    En ese preciso instante, los adultos nos convertimos en un Antón Ego (el crítico de cocina de «Ratatouille») probando su primer bocado del plato que le prepara Remy. Trasladándonos en una centésima de segundo a nuestra propia infancia:

    «¿Quién es tu amigo?….¿a quién le gusta jugar?…¡Bing Bong!…¡Bing Bong!…»

    Un saludo y, nuevamente, gracias Javier.

  3. Julián permalink
    23/07/2015 19:55

    Me encantó la peli ayer y me encantado tu comentario hoy, ha sido como volver a disfrutarla. Y sí, qué mal rato con Bing Bong. Que te haga eso una peli de dibujos animados dice mucho de Pixar.
    Un saludo y, de paso, feliz verano, integrantes del Cadillac Negro ;)

  4. José Manuel Loscertales permalink*
    23/07/2015 20:53

    Muchas gracias por tu opinión, Julián.
    Nos alegra mucho saber que esta entrada ha conseguido que revivas los buenos momentos que pasaste en la sala de cine.

    Afortunadamente, este año tendremos ración doble de Pixar, (para compensar su ausencia del año pasado), pues antes de fin de año se estrenará «El viaje de Arlo» («The good dinosaur»); cuyo último trailer (más reciente que el exhibido en las salas de cine) está enlazado en la misma entrada de «Inside Out».

    Todo el equipo del Cadillac te deseamos (os deseamos a todos) también un feliz verano.

    No olvidéis visitarnos entre chapuzón y chapuzón, que siempre tendremos nuevas e interesantes lecturas.

    Un saludo.

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