«Guardianes de la Galaxia Vol. 2»: masters del universo
Sólo tenemos que remontarnos tres años. Apenas cuatro meses después del estreno de «Capitán América: Soldado de Invierno». Aquel agosto de 2014 nadie daba un dólar por la nueva franquicia que presentaba Marvel, basada en personajes totalmente desconocidos para el gran público y que poco o nada les unía a la saga Vengadores que reinaba a sus anchas en el Universo Cinemático Marvel (en adelante, ‘UCM’). Sin embargo, apenas habían terminado los compases de aquel «Come on and get your love» con los que Peter Quill (¡Star-Lord, man!) hacía su coreografiada presentación al mundo, cuando el público en la sala ya estaba totalmente conquistado (o, al menos, aquellos reticentes que no se hubiesen enamorado cuando meses atrás sonaron las primeras notas de «Hooked on a feeling» de su trailer oficial). Aquella película, protagonizada por unos personajes marginados que jamás podrían aspirar individualmente a ser protagonistas de una película (a diferencia de Los Vengadores), dejaban fuera del top #3 de 2014 a la tercera entrega de Capitán América, (la gran apuesta de Marvel de aquel año) recaudando unos espectaculares 333 millones de dólares en USA (773 millones en todo el mundo) y quedándose a sólo 17 millones del número 1 («El francotirador» de Eastwood). La combinación de originalidad e irreverencia hacia la ya encorsetada fórmula Marvel dio como resultado un inmenso éxito. No sólo generó una impredecible y mayúscula alegría económica a Marvel; sino que añadió nuevos y frescos integrantes a la saga, expandiendo además el campo de actuación del UCM por todo el cosmos (algo en lo que «Thor: el mundo oscuro» había fracasado el año anterior). «Guardianes de la galaxia» se convertía por méritos propios en la cúspide del gran proyecto de Marvel.
Con estos números en la mano, la casa de las ideas no tardó ni un segundo en encargar a su director una nueva entrega de los guardianes para estrenarla en el presente año. Dicha producción no sólo sería la película nº 15 del UCM, sino que marcaría un novedoso rumbo (junto con «Doctor Strange«) a la denominada ‘tercera fase‘. James Gunn se enfrentaba por tanto al sempiterno desafío de hacer una secuela que mantuviera la esencia del original, repitiendo al mismo tiempo su frescura, demostrando que «Guardianes de la galaxia» no fue un golpe de suerte y, lo más difícil, estar a la altura de las enormes promesas realizadas con la primera entrega en el 2014 y las gigantescas expectativas que todos (estudio y espectadores) teníamos. «Guardianes de la galaxia» ya no era la rarita de Marvel. Con un solo film se había convertido por méritos propios en la segunda mayor franquicia de Marvel, sólo ligeramente por debajo de Vengadores. La demostración máxima de que cinco resignados y desconocidos personajes podían alcanzar, como compañeros, éxitos siquiera soñados. Que la unión hacía la fuerza. Pero a Gunn no le valía con limitarse a repetir la misma formula, pues «Vengadores: la era de Ultrón» ya había demostrado en el 2015 que dar al espectador sólo lo que espera ver no era suficiente para mantener el listón. La misma montaña rusa nunca es tan divertida como la primera vez que nos montamos en ella, por lo que no bastaba con que tuviera más acción, más comedia y mejores efectos especiales. Era imperativo dar con un elemento diferencial. Y esa clave tan necesaria James Gunn la encontró en la emotividad.
Tras un breve prólogo, en el que presenciamos el romance que vivió la madre de Peter Quill 34 años atrás y que es la mayor demostración hasta ahora de una reconstrucción facial por ordenador (el joven Kurt Russell que vemos en esas escenas es, con notable diferencia, una mejora de aquel Robert Downey Jr adolescente de «Capitán América: Civil War), retomamos tres meses después de los hechos ocurridos en la primera entrega la actividad de Star-Lord (Chris Pratt), Gamora (Zoe Saldana), Drax (Dave Bautista), Rocket (con la voz de Bradley Cooper) y un bebé Groot (con la voz de Vin Diesel) que será lo más cuqui que veremos este año…y con eso ya están babeando los contables de Disney. A pesar de sus recién adquiridas responsabilidades (ya son oficialmente guardianes de la galaxia) y el deber de evitar delitos interestelares; pronto veremos que lo difícil será renunciar a sus viejos hábitos picarescos y no generar nuevos conflictos. Así, al intentar evitar el robo de unas valiosas baterías por parte de una especie de pulpo gigante, no sólo traicionan a sus legítimos propietarios y a quienes les contrataron para protegerlas (los Soberanos, una raza «superior» liderada por Ayesha que estéticamente recuerdan mucho a la Shirley Eaton de «Goldfinger» y que jamás se manchan las manos, ni tan siquiera en conflictos bélicos, donde utilizan modernos drones que convierte las intervenciones militares en casi una sala de videojuegos), sino que además cobran por sus servicios liberando de su cautividad a Nebula (Karen Gillan), la hermanastra de Gamora. Ante estos hechos, los Soberanos iniciarán una persecución espacial sobre la nave Milano.
En esa primera hora de metraje todo apunta a una repetición de la formula utilizada en la primera entrega. Tenemos a un personaje bailando al son de un tema ochentero (en este caso Groot y «Mr Blue Sky«), tenemos a una raza de villanos (los Soberanos en vez de los Kree y a Ayesha en vez de Ronan), tenemos un macguffin (las baterías, en vez del orbe), batallas espaciales, escenas en cámara lenta y humor, mucho humor. Sin embargo, todo esto cambia en el momento que entra en escena Ego (un eficiente, pero algo desaprovechado Kurt Russell) a lomos de su nave espacial, emulando al Mayor Kong en «¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú«…o, incluso más poético, surfeando el cosmos como Plissken el serpiente (otro personaje interpretado por Russell) cabalgaba las olas en «2013: Rescate en L.A.«.
Ego es la personificación de un planeta viviente, un semi-dios (con «d» minúscula) que no sólo rescata a los guardianes del asedio de los Soberanos (ejerciendo como un Deus ex Machina de libro) sino que les sorprende a todos afirmando ser el padre de Peter Quill. Desde este punto, la trama se disgrega en varios hilos narrativos en los que Gamora intentará resolver sus diferencias con su hermanastra Nebula, Drax establecerá una (curiosa) relación con Mantis (Pom Klementieff) la ayudante telépata de Ego, mientras el bebé Groot nos sigue robando el corazón y redefine su relación con el inadaptado Rocket (que ahora deberá ser aún más protector con él). Aunque el principal hilo será el que desarrollará la relación paterno-filial entre Ego y Star-Lord. Llegados a este punto, en el que hablamos de la secuela de una space opera donde se pretende dar profundidad a los personajes protagonistas, aportar dramatismo a la saga, desvelar la identidad del padre del protagonista, queriendo además unir a su propio hijo a su causa…queda claro que «El imperio contraataca» fue la primera referencia de Gunn para esta segunda parte.
Por si fuera poco, los Soberanos contratan los servicios de los Ravagers (a quienes aún les duele el cambiazo que Star-Lord les hizo con el orbe en la anterior entrega) con Yondu (Michael Rooker) a la cabeza para que capturen a los Guardianes.
Si la primera entrega unía finalmente a los personajes formando un equipo, en este segundo tramo de la secuela será donde tocará probar lo fuertes que son esos lazos entre ellos y comprobar si son capaces de superar sus conflictos personales y diferencias para formar una familia. Para ello, Gunn diseña una trama en la que no hay una misión que cumplir de forma grupal, sino que cada uno tendrá que alcanzar una misión personal por separado antes de poder hacer frente todos juntos al desafío final que les espera. Formando lo que será la mayor diferencia con la aventura primigenia de 2014, pues ahora sus aventuras individuales acabarán por dominar gran parte de la trama, rompiendo de cara al espectador esa unión, deshaciendo parcialmente parte de lo conseguido en la primera entrega, haciéndoles ahora crecer por separado antes de reunirles nuevamente para el último tramo del film. Cierre en el que, tras una batalla bastante sobredimensionada (no olvidemos que pese a las distancias, esto sigue siendo Marvel y también hereda parte de sus defectos), los personajes principales entregan el testigo a buena parte de los secundarios. Un movimiento valiente y sorprendente que no sólo es enormemente efectivo, sino que nos brinda uno de los finales más emotivos (si no el que más) de todo el UCM.
Uno de los factores más diferenciales de la saga Guardianes dentro del UCM es que su director es también el guionista de la historia (aunque en la primera entrega, parte del trabajo de guión ya lo había realizado Nicole Perlman antes de que Gunn se incorporase). Ese control del proyecto desde la fase de su escritura se nota en la efectividad de los notables cambios realizados para esta secuela. Para empezar, las relaciones entre todos los protagonistas han cambiado. Tanto la faceta humorística de Drax (que pasa de ser el personaje más gris, a lograr coronarse como el amo de la comedia en esta secuela), el nuevo perfil infantil de Groot, el comportamiento casi maternal de Gamora (que reparte masajes y té al grupo), la dificultad que Rocket sigue teniendo para superar su pasado y la rebeldía innata a integrarse en el grupo definitivamente, la nueva situación que vivirá Peter con su recién descubierto padre (quien terminará mostrando su lado más manipulador, capaz de cualquier cosa con tal de no sacrificar su verdadera misión) y tras superar recientemente el trauma infantil de la muerte de su madre; pero sobre todo este guión destaca por el marcado aporte emotivo que realiza a la historia, la importancia que el pasado tiene en las decisiones que toman, el deseo de redención y la importancia que otorga a los personajes secundarios. Dentro de estos, destaca Yondu, quien hasta hace poco había sido la única (y severa) figura paterna para Peter Quill. Sin embargo, Yondu no es sólo el personaje que protagonizaba las mayores matanzas en las dos entregas, también teníamos motivos para pensar que se sentía orgulloso de Peter (como vimos al final de la primera entrega, cuando Yondu descubre que Peter le ha dado el cambiazo con el orbe) y que tiene voluntad de sacrificar su liderazgo en el grupo de Ravagers, con tal de no perjudicar a un Star-Lord que siempre ansió conocer a su padre biológico y que, para evadirse de su relación con Yondu, no dudó en echar mano de su imaginación y construir un padre idealizado, dando pie a uno de los cameos más sorprendentes que la película guarda en la manga, junto con los de Sylvester Stallone (quien definitivamente ha sustituido a «Los mercenarios» por los Ravagers), Ving Rhames o Michelle Yeoh.
Pero no todo es infalible en el guión de «Guardianes de la galaxia Vol. 2». La mayor flaqueza del guión vuelve a ser Nebula, a quien Gunn da una nueva oportunidad aumentando su participación en la saga, sacrificando un poco la participación de Gamora en la trama principal y otorgando mayor profundidad al personaje relatando la difícil infancia que mantuvo con su hermanastra Gamora y su padre Thanos. La relación, que debería fortalecer a ambos personajes, acaba en tierra de nadie sin que suponga un significativo desarrollo para ambos personajes, ni para la historia de la secuela. Pero, si hay un personaje destacado en ambas entregas, ese es la música; seña de identidad de la saga y uno de los más efectivos mecanismos que Gunn utiliza para que el espectador se identifique con los distintos personajes y momentos de la historia. Aunque en esta segunda parte la elección de los temas es más brillante si cabe respecto a la película de 2014 (así como la partitura de Tyler Bates, que muestra su espectacularidad en el tramo final), la sustitución del eterno Walkman por un Zune (excusa para mofarse de las ridículas ventas que tuvo el producto de Microsoft) no es simplemente una nota de humor. Con la sustitución, perdemos para siempre el significado sentimental que el reproductor tenía para Peter Quill: una extensión de su madre. Haber conseguido expiar sus fantasmas del pasado y poder echar la vista atrás sin remordimientos, no debía implicar la desaparición del walkman, pues pierde una parte importante de su identidad.
Sorprendentemente, la saga Guardianes sí sigue manteniendo casi intacta otra seña de identidad: su aislamiento del resto del UCM. Mientras que Marvel ha aplicado de forma mayoritaria un tono y estructura muy similar en la gran mayoría de sus superproducciones, Guardianes ha sabido mantener un casi imposible equilibrio en el fino alambre que separa al resto del UCM, del tono de las Lego películas. Al igual que le ocurre a «Deadpool«, la irreverencia y capacidad de reírse de si misma que muestra la saga Guardianes hace difícil (que no imposible) su incorporación en el resto del universo. Sólo la escena inicial de esta segunda entrega, donde la cámara deja en un segundo plano desenfocado la tremebunda batalla que supone el ataque del «pulpo gigante», centrando la atención del espectador en el baile del bebé Groot, deja perfectamente claras las diferencias con el resto de producciones Marvel, donde una decisión así sería rotundamente imposible. Detalles como este son los que nos permiten afirmar que, a día de hoy, Guardianes es lo que hace al UCM brillar. A pesar de esta formula dirigida con puño de hierro, es de agradecer los riesgos que inicialmente tomó Marvel con «Guardianes de la galaxia», junto con el hecho de permitir que algunos directores (con una visión diferente a la del estudio) se hayan podido hacer cargo de ciertos títulos de la casa, como es el caso de Gunn y, próximamente, de Taika Waititi en «Thor:Ragnarok»
Así, donde algunos verán en «Guardianes de la galaxia Vol. 2» una oportunidad perdida de empezar la fase de integración, otros vemos en esta entrega una clara evolución en los personajes, fortaleciendo la unión entre ellos y avanzando lo que cada uno de ellos podrá aportar a «Vengadores: la guerra del infinito«, cuando conozcan al resto de superhéroes; especialmente Peter Quill, quien ya quedaba claro que era un ser especial al ser capaz de sostener la piedra de poder con sus manos sin morir y en la que ahora también comprobamos los poderes que, como hijo del semi-dios Ego, empieza a conocer.
Es muy probable que haya tenido que dedicar un mayor esfuerzo que la primera entrega (el tan cacareado factor sorpresa siempre es un elemento a tener en cuenta), pero «Guardianes de la galaxia Vol. 2» consigue niveles muy similares (en algunos casos incluso superiores) de diversión y acción; sin abandonar el pasado de sus personajes, ahondando en sus orígenes, aportando mucho sentimiento y unas gotas de emotividad que, seguramente, pillarán a contrapié a más de uno. Por todo esto, anhelamos que dentro de un par de años (la tercera entrega está confirmada por el propio Gunn) una nueva amenaza ponga en peligro nuestra existencia y la de todo el universo conocido. Mientras tanto, vayamos recopilando una buena selección de canciones, porque la galaxia no se va a salvar sola.
He might be your father…but he ain´t your daddy
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