Bruce Springsteen en el Bernabéu: 4 hour party people
Cuesta escribir sobre uno de esos conciertos que sabes que vas a recordar mientras vivas. Cuesta no ponerme a encadenar expresiones eufóricas y signos de admiración. Pero bien, volveremos a ponernos ese traje de la objetividad que tantos remiendos tiene y a describir lo indescriptible.
Bruce Springsteen y su sempiterna E Street Band llegaban al madrileño Santiago Bernabéu para cerrar su prolongado periplo por España envueltos de buenos augurios. Un buen y fresco disco que presentar (el «Wrecking Ball» que ya analizó nuestro compañero Jorge aquí), unas crónicas de sus recientes conciertos verdaderamente elogiosas, un último tramo por Italia en la que el «Boss» parecía empeñado en ir batiendo sus plusmarcas en cuanto a duración del espectáculo pasando las tres horas y media de actuación, casi una semana de descanso. Las dudas únicamente se cernían en el sonido que se podría obtener en el coliseo madridista (especialmente tras la sensación agridulce por este motivo que dejó su directo en este recinto en 2008) y el vacío escénico que podía dejar el fallecimiento de Clarence Clemmons.
Pero Springsteen y los suyos quisieron despejar dudas por la vía rápida. Tras 35 minutos de retraso sobre el horario previsto (por no hablar de las largas horas de espera para poder colocarse cerca del escenario), el espectáculo dio comienzo con una andanada difícil de superar. Sin apenas interrupciones cayeron «Badlands», «No Surrender», «We Take Care of our Own», «Wrecking Ball» y «Death to my Hometown». Una banda perfectamente engrasada, un Springsteen con unas tremendas ganas de pasárselo bien, una sección de viento que daría mucho juego (con el sobrinísimo Jake Clemmons con un más que destacado papel) y dos detalles muy importantes: el sonido se mostraba firme -con las únicas excepciones de «No Surrender» y «Murder Incorporated», que vieron algo mermadas sus grandes posibilidades- al menos desde las primeras filas (ya he oído que muchos de vosotros, sobre todos los presentes en las gradas como mi compañero Rodrigo, no tuvisteis la misma suerte) y el repertorio de «Wrecking Ball» encajaba como un guante en el set list, con el tema homónimo postulándose como un claro candidato de cara a mantenerse en próximas giras.
El «Boss» fue fiel al mensaje de su último lanzamiento: como bien ejemplifica la historia y el carácter irlandés, de cuyo folk bebe «Wrecking Ball», en la vida se mezclan las tragedias con la fiesta y la alegría. Así, el concierto no escatimó en momentos emotivos: el recuerdo a los caídos de la banda en «My City of Ruins», la mención a la virulenta crisis económica tanto en EE.UU como en España (con referencia incluida a los luchadores de nuestro país), la dedicatoria de «The River» a Nacho -el joven fan que tenía comprada su entrada para el concierto pero que falleció unos días antes- o el emotivísimo homenaje a Clarence Clemmons en «Tenth Avenue Freeze Out». Pero la vida continúa y qué mejor que hacerlo con una fiesta, parecía querer decir Bruce, porque el resto del espectáculo se convirtió en toda una celebración eufórica de la vida.
El primer respiro vino con «My City of Ruins», muy mejorada con los nuevos arreglos soul, en la que, además del citado homenaje, se presentó a la banda completa. A partir de aquí comenzó el (extensísimo) tramo intermedio del concierto: todo un «collage» de sensaciones, tanto por la variedad de los estilos concurrentes como por el equilibrio de un repertorio que dejó saciado tanto al fan más necesitado de canciones recónditas como al espectador medio en busca de los «hits» de siempre. Uno de los momentos álgidos fue la tremebunda versión de «Spirit in the Night» (con los vientos brillando por todo lo alto de nuevo), al igual que «Youngstown» (esa canción que tanto ha crecido desde «The Ghost of Tom Joad») y «Talk to Me», una canción rescatada de las sesiones de «Darkness at the Edge of Town» cuya interpretación se vio recompensada por la aparición como estrella invitada de Southside Johnny, el viejo colega de Springsteen en New Jersey, con quién se atrevió incluso a realizar un gracioso «sketch» cómico. La mecha estaba ya encendida y la dinamita a punto de explotar. Por eso a algunos incluso nos pudo sobrar el bonito homenaje al público español con la primera interpretación en lo que va de gira de la balada «Spanish Eyes». Pero no hubo que esperar mucho, porque dio inicio el tramo más festivo: «Workin’ on the Highway», la muy folk «Shackled and Drawn», la populista pero efectiva «Waitin’ on a Sunny Day» (con la subida a un escenario de un niño para cantar, gesto con el que la frontera entre lo tierno y lo cursi se difumina un poco más) y «Apollo Medley», en el que el «Boss» rinde tributo a su amada música soul interpretando varios clásicos del género. Tras haber conseguido hacer sonreir a 55.000 bocas, la solemnidad vuelve a hacer aparición con «The River», un tema tan excelso que merecería una versión en directo más viva que la que pudimos presenciar. No hay problema: todo se soluciona con dos grandes interpretaciones de «Because the Night» (que reúne en sí misma las condiciones de rareza y «hit» masivo) y «My Love will not Let you Down». A continuación, «The Rising» y «We are Alive» parecen preguntarse qué han hecho para estar en tan agraciado puesto en el repertorio, pero los ánimos ya están más que exaltados y son ovacionadas como si fueran un «Rosalita». La que sí está en su posición natural es «Thunder Road», tan emocionante como siempre. Llegamos al final, los músicos hacen un amago de irse, todos esperamos el típìco «paripé» de dos minutos ideal para descansar y echarse un cigarrillo antes de los bises, pero no, la banda está «on fire» y prefiere ahorrarse el trámite.
El bis comienza con la última concesión a «Wrecking Ball», «Rocky Ground», que seguramente habría sido más oportuna en un momento más temprano. Es la última parada antes del éxtasis. «Born in the USA» abre las puertas del cielo en el que muchos aún nos encontramos un día después. Se pasan las tres horas de concierto y el tren del rock’n’roll sigue acelerando y acelerando sin descarrilar. «Born to Run», «Hungry Heart», «Seven Nights to Rock» (una ejemplar versión de un rock’n’roll de los 50), «Dancing in the Dark»… Los sentimientos se acumulan, las piernas agotadas parecen no responder a las órdenes del cerebro y bailan solas, las gargantas enrojecidas no pueden dejar de gritar. Parece que todo va a acabar. Un apoteósico Max Wheinberg aporrea su batería cada vez con mayor ferocidad, Nils Lofgren se atreve a bailar con una espontánea, Little Steven despierta de su sorprendente modestia en escena hasta ese momento para deparar algunos de los mejores momentos cómicos del «show», Gary Tallent hasta se atreve a hacer un escueto solo de bajo y Roy Bittan soporta estoicamente las bromas de un Bruce Springsteen absolutamente desatado, que baila, se contonea, se acerca siempre que puede para interactuar con el público, se sube a todas las tarimas posibles y actúa como lo que es: uno de los frontman definitivos de la historia del rock. Pero no se vayan, aún hay más, ¿puede haberlo cuando ya se han cumplido las tres horas y media de actuación? Sí, «Tenth Avenue Freeze Out» suena gloriosa, con el ya comentado homenaje a Clarence incluido. Un perfecto punto y final… Esperen, ¡no! Springsteen quiere más y empiezan a sonar los acordes de «Twist and shout», en una versión ya de lo más descocada, como en esas veces en las que somos conscientes de que hemos bebido más de la cuenta, de que el día posterior va a ser muy duro pero estamos disfrutando de lo lindo. Ahora sí: 3 horas y 48 minutos -récord absoluto en la carrera del de New Jersey- después del comienzo, Bruce y la E Street Band saludan y comienzan a desfilar. El público se va sin rechistar. Está igual o más cansado que los artistas. Es imposible asimilar nada más. El amenazador lunes y sus problemas cotidianos ya están aquí. Pero siempre nos quedará Madrid.
Sencillamente antológico. No añado nada más porque lo que sentí durante esas casi cuatro horas de éxtasis no puedo expresarlo con palabras. Siempre he dicho que si te gusta la música al menos una vez en la vida tienes que ir a un concierto de este tipo. Y lo más seguro es que repitas. Yo le había visto en siete ocasiones anteriormente, y en todas ellas disfruté y me lo pasé como un enano, pero lo de la otra noche en el Bernabéu fue especial, abrumador, histórico. Gracias Bruce and Cia por recordarnos que el poder, la gloria, la majestad y el misterio del rock’n’roll nunca morirán.
no soy un superfan de bruce springsteen, ni si quiera un fan. fui al concierto para comprobar eso que dice aquí al lado el amigo jorge de que si te gusta la música debes ir a un concierto suyo al menos una vez en la vida.
no sé si tuve una suerte enorme de elegir precisamente este concierto o si la máxima es tremendamente cierta, pero muchas de las sensaciones que viví allí no serán fáciles de olvidar.
perdiéndome en algunos de los temas menos «evidentes», me quedo con el tremendo inicio, alargándolo hasta ese ‘wrecking ball’ que creo que debe ser un nuevo clásico en su discografía; me quedo con la tremenda ‘murder incorpored’; me quedo con el emotivo momento ‘the river’; me quedo con ese ‘born in the usa’ que no me gusta pero que sonó como un tiro introduciendo una traca final, a plena luz, que fue como un buen sueño.
Me alegro de que te incorpores a la «secta», Sergio, Lo pensé durante el concierto, la inmensa suerte que habías tenido en debutar con Springsteen en un concierto histórico. Yo había estado en dos más y las sensaciones fueron muy buenas (sobre todo en La Peineta cuando presentó «The Rising»), pero nada ver con la proeza que vimos el domingo. Coincido contigo en el tremendo arranque y en lo de «Wrecking Ball». Sin embargo, «Murder Incorporated» sufrió de un sonido deficiente y creo que esta versión de «The River» no es la mejor que puede ofrecer. Pero son dos detallitos de nada en una noche mítica. Un saludo, amigo!
Sergio, es cierto que tuviste suerte, pero te puedo garantizar que habrías disfrutado enormemente aunque hubiera sido menos «histórico». Si algo garantiza siempre Springsteen es entrega, diversión e intensidad a raudales. En mi experiencia, incluso un concierto como el de Valladolid en 2009, que no figurará nunca en una antología de conciertos memorables del Boss, me hizo vibrar de lo lindo. Eso sí, en lo que no tuviste suerte fue en no poder disfrutar de la E Street Band al completo. Si lo del Bernabéu se puede calificar como monstruoso, qué podría haber sido con un «Big Man» en plenitud de facultades al lado de Bruce…
Muy buenas, chavales. Bastante de acuerdo en todo, como ya comentamos después del concierto… Eso sí, a mí el concierto me pareció especial sobre todo por la kilométrica duración; por lo demás, tampoco diría necesariamente que es el concierto de Bruce con el que más he disfrutado (aunque sí de los que más), puesto que he vivido conciertos suyos inolvidables, Bruce ha estado pletórico (como el otro día) en la mayoría de ellos, y además supongo que el disfrutar más o menos un concierto depende también de las circunstancias que rodean al concierto (por ejemplo, si estás viendo el concierto en otra ciudad, lo cual ya es especial de por sí), de tu momento particular, de cómo te encuentres ese día, de las ganas que lleves, de si es la primera vez que ves al artista, de si es la primera vez que escuchas en directo ciertas canciones especiales para ti, del sonido del concierto, del tipo de recinto… En mi caso, la primera vez que le vi, hace 13 años en La Peineta, no fue precisamente una de las que me dejaron más huella… En cambio, la segunda, en Barcelona y en plena gira de «The Rising», me dejó con la boca abierta, aunque en aquel momento el de Madrid un par de días después (al que también asistí) quedase por encima de este en opinión de todos. Otros muy especiales para mí fueron el de la Seeger Sessions Tour en Badalona (al que asistí sin compañía, por cierto), el inicio del «Magic Tour» en Europa en el Palacio de los Deportes de Madrid (aunque dicen que venía con jet-lag, y no estuvo tan comunicativo como otras veces, pero la fiestera recta final se ha quedado en mi recuerdo), y el final de la parte europea del «Magic Tour» en Barcelona en 2008, concierto que tiene muy poco que envidiar al último de Madrid, salvo en lo referente a la duración. En el de Valladolid que menciona Jorge (último concierto en el que estuve antes de este domingo) yo también disfruté como un enano, y es que aquel día iba con unas ganas enormes (mi garganta lo sufrió después como nunca) y el sonido fue muy bueno; lo de que Bruce estuvo estupendo ya sería reincidir en lo obvio..
En el del domingo pasado me faltó el Big Man para acabar de redondearlo… Es cierto que su sobrino (y el resto de la sección de vientos) desempeñan su labor con mucha profesionalidad, pero reconozco que no esperaba a que llegaran los solos de saxo (ni los viví) con la misma emoción que cuando era Clarence, con su imponente presencia y toneladas de historia a sus espaldas, el que se encargaba de ellos (el Clarence de antes del «Magic Tour» especialmente, porque a partir de ahí ya nunca volvió a ser el mismo).
En cuanto al inicio del concierto, personalmente no me pareció de lo más remarcable, ya que la secuencia «Badlands» – «No surrender» para empezar fue la misma que hizo en Valladolid (donde continuó, de manera muy acertada, con «Night», «Hungry Heart», «Outlaw Pete» y «Spirit in the night»), y «We take care of our own» bajó un poco el nivel. Aunque «Badlands» para empezar nunca falla, y el demoledor (valga la redundancia) «Wrecking Ball» es seguramente el único nuevo clásico del último disco, aunque «Death to my hometown» tampoco se quede muy atrás en directo.
Algunas interpretaciones que me gustaría comentar: «Spirit in the night» (infinitamente mejor que la versión de estudio) fue de los momentos más mágicos sin duda, el triplete «Youngstown» / «Murder Inc.» / «She’s the one» fue aplastante, «Waitin’ on a sunny day» me gustó bastante más que otras veces (con todo el público coreando; no recordaba tanto poder de convocatoria de esta canción), y «Talk to me» junto a Southside Johnny estuvo muy graciosa (aunque musicalmente la versión de estudio quede mejor que la del otro día). Por cierto, la aparición de Johnny nos dejó alucinados a los que le conocíamos… Hasta el otro día, esas cosas sólo pasaban en New Jersey, o sea, en el hogar del Boss, así que supongo que en cierto modo el domingo se sintió como en casa en Madrid.
Y especial mención a la tanda de bises (más «bises» que nunca, puesto que estábamos ya por encima del «tiempo reglamentario» :-) ), que fue demoledora y delirante desde que empezó a sonar «Born in the U.S.A.», tema perseguido y nunca conseguido por muchos como yo hasta el domingo (y que parece que Bruce ya ha vuelto a eliminar de sus setlists, así que por los pelos!). Ahí ya salió el showman que Bruce lleva dentro (que ya había empezado a asomar en «Talk to me»), y se quedó hasta el final, convirtiendo definitivamente el espectáculo en una pura fiesta y llevándonos al éxtasis en otra noche inolvidable que, esta vez sí, aparecerá en los libros de Historia de la Música (salvo que, al ritmo que va, dentro de unos días le dé la gana llegar a las 4 horas en alguna parte :-)).
Hombre, Starfleet, ya se te echaba de menos por aquí! Es comprensible que echaras de menos a Clarence. Es una figura absolutamente insustituible, supongo que especialmente para un gran fan como tú. Pero creo que uno de los mayores méritos de esta gira del Boss es, precisamente, que su ausencia pese a que sea recordada (inolvidable ese pequeño vídeo en «Tenth Avenue Freeze-Out) no ha supuesto un gigantesco trauma. Muy de acuerdo en lo que dices sobre el desarrollo del concierto. Yo elogio especialmente el comienzo porque en muchos shows, tras el subidón inicial de la subida del grupo al escenario y el petardazo de salida, se tarda un poco en estar a tope entre que el grupo se va desentumeciendo y se va acoplando el sonido. Y en el concierto de Madrid no ocurrió eso, la fiebre se desató desde el principio. Un saludo, Starfleet, y esperamos seguir viéndote por aquí!
Hi there! Estoy de acuerdo en que la sección de vientos está cubriendo muy bien la ausencia del «Big Man» y además enriquece mucho el sonido de la banda. El gran éxito artístico de la gira se debe en gran parte a estos añadidos. Lo que pasa es que la figura de Clarence es un icono y durante mucho tiempo fue el socio perfecto del Boss sobre el escenario. Es cierto que en las últimas giras ya no lo era y su valor era casi puramente simbólico y sentimental. Estaba muy mermado de fuerzas y se le notaba, pero pese a todo no se perdió ni un solo concierto y aguantó como un campeón (aunque muchas veces tuviera que sentarse). Aunque me sepa mal decirlo, sin él Springsteen se ve liberado para alargar el show todo lo que el cuerpo le pida. También quisiera añadir que no es nada fácil articular un repertorio con sentido y capaz de mantener la tensión durante casi cuatro horas (ya es difícil conseguirlo en dos horas, imagínate en estos maratones…), y es mérito de Bruce lograr que el ritmo del show, con sus inevitables altos y bajos, sea impecable durante tanto tiempo. No creo que haya ningún otro artista capaz de alternar tonos, intensidades, grandes éxitos y rarezas con tan buen tino y sin perder a (la mayoría) de la audiencia durante el proceso. Un saludo y keep on rockin’!!!
Sí, estoy de acuerdo con lo que decís… Uno de los méritos de esta gira es haber suplido con éxito la carencia del Big Man. Está claro que Bruce se crece ante las adversidades, y con cada una de ellas parece verse en la necesidad de gritar más alto que la E Street Band no está muerta. Y es cierto que mantener el ritmo durante casi 4 horas y que llegue el final sin darte cuenta, y no sólo no tienes ganas de que acabe sino que el cuerpo te pide más, tiene que ser tarea muy difícil, aunque Bruce lo haga con toda naturalidad. Bien pensado, creo que este fue el mejor homenaje que le pudo hacer a Clarence en el primer aniversario de su muerte. Por cierto, aquel dedo señalando al cielo mientras sonreía cálidamente cuando salió al escenario tal vez significaba algo? La verdad es que era una pose un poco extraña… Tal vez le estaba dedicando el concierto?
Y yo también creo que ahora Bruce se ve más libre para alargar el concierto todo lo que quiera, aunque Max se tiene que estar acordando de toda su familia :-)
Saludos rockeros!
Pues no había pensado que ese dedo al cielo podía significar eso; de hecho no sé si es un gesto que tuvo solo en el Bernabéu o se ha repetido durante toda la gira, pero está bien imaginar que se estaba acordando del «Big Man». Y, ciertamente, «Mighty» Max se está ganando un aumento de sueldo a marchas forzadas en esta gira :-)