«Lincoln», el principio de Euclides
Hace poco menos de un año escribí aquí, a propósito del estreno de “War horse”, que un servidor considera a Steven Spielberg uno de los mayores genios de la historia del cine y que gran parte de su producción del siglo XXI (desde “A.I” hasta “Munich”, pasando por “Minority Report” o “Atrápame si puedes”) puede mirar de tú a las mejores obras de los últimos grandes cineastas contemporáneos, ya sean David Fincher o Christopher Nolan. Sin embargo, admito que tenía mis reservas sobre lo que me podía ofrecer en “Lincoln”, como también me sucedió en su momento con la película del caballo. Y no porque sospechara que me iba a encontrar ante un biopic hagiográfico “bigger than life” de uno de los mitos más queridos de la historia estadounidense descaradamente orientado a bañarse en el oro de los Oscar (que ya sabía que los tiros no iban exactamente por ahí), sino porque el trailer que la presentaba era una estática sucesión de conversaciones y discursos de cariz político pronunciados en cámaras y despachos, sin apenas concesión a los exteriores o a la acción épica. Es decir, no parecía precisamente el tipo de terreno de juego donde Spielberg ha realizado sus mejores faenas. Pues bien, una vez visionada la película he de decir que he visto pocos trailers en los últimos tiempos menos engañosos y más ajustados a la naturaleza del filme, y, sin embargo, pocas películas de estas características y de una duración cercana a las dos horas y media se me han pasado con tanta rapidez. Tampoco engañaremos a nadie. Si al espectador no le interesa lo más mínimo la temática de la obra o si carece de unas nociones básicas de historia estadounidense, “Lincoln” puede resultarle una experiencia tremendamente farragosa y aburrida, y, al contrario, un erudito estudioso de una época tan convulsa y fascinante tal vez proteste ante imprecisiones y omisiones varias, pero si uno se somete de buen grado a las reglas del juego impuestas por el director quizás se sorprenda gratamente ante un filme absorbente y, a su manera, muy entretenido.
Spielberg, que dicen se ha pasado una década buscando la manera más adecuada de acercarse a la figura del decimosexto presidente de los Estados Unidos, opta con buen criterio por centrarse en un momento muy puntual y decisivo de la vida del mandatario republicano, a principios de 1865, cuando todos sus esfuerzos estaban centrados en poner fin a la Guerra Civil y en la aprobación de la Decimotercera Enmienda a la Constitución, que suponía la abolición de la esclavitud. Y “Lincoln”, la película, a excepción de un pequeño prólogo en el campo de batalla, es exactamente eso. Una minuciosa y detallada crónica de las artimañas políticas y turbios manejos que tuvo que desplegar el presidente para lograr en el Congreso el reconocimiento de la igualdad de derechos de los negros frente a los blancos. El director de “El color púrpura” y “Amistad” pasa de puntillas o ignora cualquier otra razón para justificar el empeño de Lincoln en aprobar la enmienda que no sea la que expone ante dos jóvenes telegrafistas a propósito de uno de los principios enunciados por Euclides: “las cosas iguales a una misma cosa son también iguales entre sí”. Esa convicción absoluta en que un fin tan elevado y honorable como la libertad disculpa cualquier medio por cuestionable que éste sea se convierte en el motor de un filme que también funciona como el retrato de un líder crepuscular, benévolo pero decidido, ligeramente “abuelo cebolleta” en su sabio desgranar de divertidas y didácticas anécdotas, padre y marido con sus luces y sombras.
A ese imponente personaje se acerca Spielberg con respeto por su aureola mítica pero sin caer en la veneración santoral más simplista. Cinematográficamente, “Lincoln” pone a prueba la madurez de su director, empeñado en esconderse y desaparecer entre las páginas del eficaz aunque no sobresaliente libreto de Tony Kushner , con quien ya trabajó en la excepcional “Munich”. Spielberg resuelve con efectividad un riguroso ejercicio de autocontención en el que no hay apenas rastro de su pirotécnico virtuosismo y prácticamente ninguno de sus criticados tics sensibleros. Tanto es así, que “Lincoln” peca en ocasiones de excesiva frialdad, algo inaudito en todo un maestro de las emociones. Spielberg renuncia en esta ocasión a la opulencia melodramática en favor del pellizco sutil (como en la escena final del personaje de Tommy Lee Jones), e incluso propone arriesgados (y acertados) fuera de campo en momentos que en otros filmes habría aprovechado para montar una set-piece monumental. Tampoco es sencillo conferirle un ritmo narrativo sólido a una película que depende tanto de conceptos morales, de valores universales y de las palabras que en ella se dicen (debe ser la cinta con más diálogo de toda su carrera), pero el cineasta lo consigue, apoyado en una puesta en escena perfecta, el preciso montaje de Michael Kahn, un esmerado diseño de producción y el delicado trabajo de ese maestro de la iluminación que es su habitual Janusz Kaminski.
En cualquier caso, si en “Lincoln” acecha en algún momento el fantasma de la apatía ahí está el legendario Daniel Day-Lewis para cautivar nuestra atención. El oscarizado intérprete es probablemente el mejor actor del mundo en ese difícil registro que convive cercano al histrionismo, como un volcán a punto de estallar, pero aquí –en consonancia con el trabajo del director- firma una composición brillantemente sobria, mesurada y frágil. Cómo habla –es obligatoria la versión original-, cómo calla, cómo se mueve, cómo se está quieto, cómo mira… todo es admirable en el trabajo de un actor excepcional, de esos que convierten cada nueva aparición en todo un acontecimiento cinéfilo. Pero Day-Lewis no está solo, de hecho está demasiado bien acompañado, porque la colección de actorazos que ha reunido Spielberg aquí es de órdago. Sally Field, como la un tanto trastornada esposa del presidente, da una réplica excelente en los instantes más intensos de la cinta, mientras que Tommy Lee Jones, en la piel de un republicano radicalmente pro-enmienda, roba la función en cada una de sus apariciones. Pero por ahí también aportan su granito de arena David Strathairn en el rol de William Seard, fiel consejero de Lincoln; Jared Harris como el no menos mítico Ulysses S.Grant; un irreconocible James Spader, que junto a John Hawkes y Tim Blake Nelson aporta el agradecido contrapunto cómico, Michael Stuhlbarg o Hal Holbrook (que hizo de Lincoln en la serie “Norte y Sur”, como bien recordaba mi compañero Rodrigo en su artículo sobre los presidentes norteamericanos en el cine). Quizás el único desaprovechado sea el últimamente omnipresente Joseph Gordon-Levitt como hijo de Lincoln, cuya subtrama quizás sea uno de los puntos más débiles de la cinta.
En el momento de escribir estas líneas “Lincoln” está situada en la “pole position” de la carrera por los Oscar y acumula unos insólitos 150 millones de dólares en la taquilla estadounidense, pero a mí se me antoja muy raro que una cinta tan árida y densa para los estándares de Hollywood termine llevándose los premios gordos en la gran noche del cine de EE.UU (salvo el de actor principal, que sí parece más factible), aunque sorpresas más gordas nos hemos llevado, nosotros y el propio Spielberg ¿verdad, señor Weinstein?
Magnifica critica!!!
Muchas gracias, Manu. Un saludo!
Ya he visto lo nuevo de Spielberg, Jorge,. y seguramente mi visión es parecida a la tuya. La primera hora me aburre bastante, las enumeraciones de congresistas que pueden cambiar su voto me parecen excesivas y creo que Steven podía haberse ahorrado algo de detallismo, habiendo ganado mucho por el camino. Sin embargo, cuando las cosas apuntan hacia una nueva ‘Amistad’, el timón gira lenta pero inexorablemente para que empiecen a sucederse las emociones (esas nada complacientes conversaciones con su esposa, una fenomenal Sally Field), esos giros del personaje de Tommy Lee Jones y, como casi siempre, un Day-Lewis sobresaliente aupan a ‘Lincoln’ hasta el bien alto, casi notable, aunque lejos de alcanzar mayores cotas.
Fenomenal crítca!
Muchas gracias, Big Man. Yo creo que el mayor mérito de «Lincoln», más allá de la interpretación de Day-Lewis (y en general de todo el reparto), es renunciar a convertirse en un rutinario recorrido por los logros y hazañas del presidente a lo largo de su vida (lo que probablemente también habría sido más oscarizable) para poner el foco en un momento determinado y desde ahí dibujar perfectamente al personaje. Es cierto que la naturaleza del filme no facilita penetrar en él, pero si se entra ya no se sale con facilidad, y eso tiene su mérito dado su extenso metraje. De todas formas, estoy de acuerdo en que hay bastantes películas de Spielberg (también en la última década) más apasionantes que ésta. Saludos.
Hola Jorge Luis, saludos desde Argentina! Hace un par de horas que regresé del cine y buceando en la web comentarios sobre el film me he topado con el tuyo, y me gustaría dejarte mi opinion sobre Lincoln… que se podría decir es diametralmente opuesta, ya que a mí me resultó por lejos de lo más flojo y aburrido que le he visto a Spielberg (quien ya en War Horse había dado un feo paso en falso); lo cierto es que siendo como soy un cinéfilo incurable y además un gran aficionado a la historia, me senté con toda la ilusión en mi butaca a disfrutar del gran espectáculo que suelen ser las pelis históricas de Spielberg, siendo don Steven también un dedicado y ávido conocedor sobre historia (en especial la estadounidense)…. y me encontré con una aburridísima sucesion de diálogos, parrafadas solemnes dignas del peor telefilme, incongruencias historicas, personajes acartonados, y todo esto regado por una música de fondo empalagosa hasta el hartazgo y prácticamente sin escenas de acción de ningún tipo, ni tan siquiera una escaramuza que nos haga recordar que mientras todo este sopor sucede hay una guerra civil en curso… como si fuera poco, además no encontramos con un Lincoln con un aura casi de Semidios, que donde está siempre tiene una frase digna de prócer y cuando se retira todos lo observan irse hechizados por su grandeza… cualquiera que se dedique a investigar un poquito sobre el Lincoln real, el histórico, sabrá que el verdadero Lincoln solamente propuso la enmienda
por motivos políticos (como gran estadista que era, para muchos uno de los mejores de la historia) y que en su opinión la raza negra era inferior a la blanca y su presencia en USA era perniciosa, sobre el tema hay cantidad de discursos y escritos póstumos de Abraham Lincoln que dejan bien en claro su opinión al respecto; se puede entender que el bueno de Steven no haya entrado en detalle sobre el tema, pero de ahí a pintarlo como un adalid del aboliciolismo y la igualdad racial, por favor no nos tome el pelo Mr Spielberg…. Daniel Day Lewis es un gran actor y su caracterizacion es excelente, pero el Lincoln real era un individuo de gran altura y porte físico, que su sola presencia intimidaba y su voz grave y sonora atronaba como un trueno: aquí nos encontramos con un pequeño y encorvado hombre, que habla con voz débil y se mueve casi pidiendo permiso, es esto históricamente verosímil? En resumidas cuentas, un cuentito bastante simplista y monótono que no le hace honor a un momento clave de la historia norteamericana…
Saludos!
Hola, Pablo, muchas gracias por dejarnos tus impresiones. Puedo comprender tu decepción con «Lincoln» porque su rigurosa apuesta conceptual no facilita entrar en la película y la coloca en ciertos momentos al borde del tedio si no se empatiza con ella, y también tus protestas sobre su falta de rigor histórico en varios aspectos. En la crítica ya digo que el apasionado de la historia de EE.UU puede encontrar errores y omisiones que pueden molestarle pero que no serán tan importantes para el espectador no ilustrado en la materia. En cuanto a la caracterización de Lincoln, hay que entender que nos muestran al personaje en los últimos meses de su vida y eso puede justificar la debilidad (o más bien cansancio) en la voz de Day-Lewis, que en ningún caso me parece «pequeño» (el actor mide 1,87) y sí que dota de bastante autoridad moral a todas sus intervenciones. Para terminar, «Lincoln» podrá gustar más o menos, pero calificarlo de «telefilme» porque no haya grandes escenas de acción y se hable mucho me parece demasiado atrevido. Un saludo!
Wow, Daniel Day-Lewis mide 1,87, increible! No sabia su altura, pero es tal cual lo dices y es realmente extraño porque en la peli nunca da la impresion de ser tan alto, inclusive cuando lo vi en la alfombra roja previa a los oscar su mujer parada a su lado le llevaba media cabeza, y la entrevistadora de E! Entertainment tambien lo superaba en altura! o los tacones eran enormes o se trata de dos mujeres increíblemente altas… me enteré que el papel originariamente se le había ofrecido a Liam Neeson, en mi opinión físicamente hubiera sido un Lincoln perfecto, saludos!!
¡QUÉ DECEPCIÓN! Así, en mayúsculas y gritando (sorry!)
¡Madre mía, vaya coñazo! Vale que quisiera hacer algo más formal y académico, y no tan épico y grandilocuente como cuando se pone heroico, porque si hay un icono americano que se prestaba a ello era Lincoln, pero ¿esto?
Me habré visto la mayoría de la filmografía de Spielberg a partir de ‘El diablo sobre ruedas’ (como muchos de los que ya tenemos ‘taytantos’) y no me han llegado a gustar escasas de sus películas, y sólo he estado a punto de abandonar en una, ‘Inteligencia Artificial’… y en ésta. Y tan mal que se habla de la anterior, de ‘War Horse’, con todos los defectos que pueda tener, me parece que es una película con más clasicismo y ‘estilo Spielberg’ que este mamotreto estático.
Que sí, que técnicamente estará muy bien hecha, que muy buenas las actuaciones y que excelente la ambientación, y blablabla, ¿pero alguien reconoce la mano de Spielberg en esta película? Porque yo no. Cuando nos ha tratado de entretener, sobrecoger y/o emocionar lo ha hecho como uno de los mejores -con sus patinazos, obviamente-, pero cuando se ha puesto serio y trascendental, también lo ha hecho de la misma manera, superándose si cabe, y llevándose casi todos los reconocimientos posibles, pero sin aburrir hasta las ovejas (o a mí, al menos).
Y que la hayan nominado al Oscar para mí es una muestra descarada de chovinismo absurdo, pero bueno, ninguna novedad: así son los americanos y sus barras y estrellas. Sin duda, recordaré ésta como la que más me costó digerir de toda su carrera. No creo que la vuelva a ver a no ser que me pille atrapada en un avión y como sustituta del Orfidal.
Saludos, Jorge!
PD: Que D.Day-Lewis mide 1’87 es evidente al lado de una menuda Sally Field que apenas llega al 1’60 ;) y DDL no dista mucho del verdadero Lincoln, que medía 1’93.
Vaya, Tamara, pues lamento que te haya parecido tan horrorosa, aunque, como ya dije más arriba, comprendo que no conectaras con la propuesta del tito Spielberg porque si no entras en su juego la experiencia puede resultar ciertamente infumable. Coincido en que no parece un filme «made in Spielberg», aunque creo que ahí reside uno de sus mayores méritos, el de un cineasta desafiándose a sí mismo y a su propio estilo. Lo que no puedo compartir en absoluto es tu desapego hacia «A.I», esa jodida obra de arte. De hecho, si tuviera que quedarme con una sola película de Spielberg en el periodo 2000-2010 sería con esa. Es más, me la apunto como posible post para la serie de «El cine del siglo XXI», y ya ahí discutiremos a voz en grito si hace falta ;-) Un abrazo!