“Bestias del sur salvaje”, la belleza en la miseria
Extrañas nominaciones a los Oscar las de este año. Sorprendentes… aunque a estas alturas ya deberíamos haber dejado de elucubrar o intentar comprender el sentir de la Academia, cuyos designios son, ciertamente, y cada vez más, inescrutables. Pero así es, sorprende que “The Master”, aunque en realidad no se nos ocurra ninguna película más anti-Oscars que ésta, no haya obtenido nominaciones a mejor film o mejor director, cuando hace sólo unas semanas estaba en todas las quinielas, o que “Argo”, “La noche más oscura”, “Los Miserables” o “Django desencadenado” prácticamente se hayan caído de la carrera por el premio gordo al no estar ninguno de sus directores nominados, o las a todas luces excesivas candidaturas (ocho) de “El lado bueno de las cosas”, incluso las cinco (además bien gordas) de “Amor”… Por eso se hace difícil catalogar a “Bestias del sur salvaje” como la gran sorpresa del año, pero sí es innegable que es una de las mayores e, independientemente de lo que pueda cegarnos el oro de la preciada estatuilla, es una de las más felices.
Por supuesto que los Oscar son un escaparate impagable para el debut en el largometraje del neoyorquino Benh Zeitlin, pero siempre existe el riesgo de que parte del público le acabe cogiendo algo de tirria o diga eso de «pues no es para tanto» o «por qué narices la han nominado», máxime cuando “Bestias del sur salvaje” no es una película para todas las sensibilidades. Incluso a mí, que creo que el film es extraordinario y fascinante, me parecen un tanto desproporcionadas las candidaturas que ha recibido. La nominación a mejor película es defendible como en su día lo pudieron ser las de “District 9” (2009) o “Winter’s Bone” (2010), que en sus respectivos años fueron los pelotazos ‘indies’ de la temporada y consiguieron meterse en la gran categoría para darle algo de color, aún sin posibilidades reales de victoria. La del propio Zeitlin sí me parece a todas luces excesiva. El cineasta, responsable también del guión junto a la autora de la obra en la que se basa la cinta, Lucy Alibar, y además compositor de la espléndida, excepcional música (que sí debería haber estado en cambio nominada) junto a Dan Romer, es desde ya uno de los directores con mayor proyección de la actualidad, un autor total, con personalidad y voz propia, algo que últimamente no abunda y que recibimos con los brazos abiertos. Pero no deja de ser en cierto modo aún, a sus 30 años, una promesa, que esperemos que se haga realidad y no se quede en nada, por lo que su nominación sólo puede ser entendida como una especie de castigo hacia Quentin Tarantino, Tom Hooper y sobre todo Kathryn Bigelow (que tiene que estar muy jodida), Ben Affleck (que no debe entender nada) y Paul Thomas Anderson (que se la debe pelar bastante), nombres estos que se han caído de la lista cuando casi todos los daban por seguros. Si en los Oscar existiese la categoría de dirección novel, no habría duda, pero no siendo así su inclusión resulta, cuando menos, llamativa.
En la lucha por el mejor guión adaptado sí que podría encontrarse, en cambio, en su espacio natural para poder rascar algún premio… si no fuese porque compite con pesos pesadísimos como “Lincoln”, “Argo”, “La vida de Pi” o “El lado bueno de las cosas”. Y su cuarta nominación es la más mediática e impactante, y nos da mucho material para debatir ampliamente sobre ella: la de la jovencísima Quvenzhané Wallis, candidata a mejor actriz principal con sólo 9 años, aunque lo más impresionante es que rodó el film cuando sólo tenía 6 y obtuvo el papel un año antes, mintiendo sobre su edad cuando ni siquiera era lo suficientemente mayor como para ser aceptada en las audiciones. Wallis es la nominada más joven en la historia de esta categoría, y compite, además de con Naomi Watts, Jessica Chastain y Jennifer Lawrence, con la intérprete de mayor edad en optar también a este galardón, la francesa Emmanuelle Riva, de 85 años. O lo que es lo mismo, el clásico cuento que a Hollywood le entusiasma… tengan o no posibilidades reales de ganar, que yo creo que no. Luego ya entraríamos en el eterno debate de si la intuición, el desparpajo, la frescura, la inocencia, el juego (que, a fin de cuentas, no deja de ser lo que hacen estos jovencísimos intérpretes), en definitiva, el talento natural, debe o puede medirse con el trabajo real y metódico de los verdaderos ‘profesionales’. En los Premios Goya ya vimos como resolvieron la cuestión, pero yo, al menos, aún sigo sin tenerlo nada claro.
¿Pero bueno, va o no a hablar este tipo de la película de una maldita vez? Pues sí, y es que precisamente esa pequeña niña de nombre impronunciable es el alma, el corazón, la cabeza y el rostro de “Bestias del sur salvaje”. Una película ambientada en la ficticia ‘Isle de Charles Doucet’, más conocida por sus propios habitantes como ‘The Bathtub’ (‘La Bañera’ o ‘La Tina’) y que estaría situada en algún lugar de Luisiana, aunque en realidad es lo de menos. Los indomables moradores de este atípico lugar, inspirado en las poblaciones ‘bayous’ de este estado norteamericano, viven orgullosamente separados de la ‘civilización’ por unos diques de contención. Tenemos por tanto dos comunidades radicalmente opuestas, que no enfrentadas, pues no parece existir el más mínimo contacto entre ambas, y en medio una barrera que si bien protege a una de ellas de la imparable crecida de las aguas, condena irremediablemente a la otra a la extinción.
En este rincón del mundo en el que el tiempo parece haberse detenido, o casi directamente diríamos que no existe, nos encontramos con Hushpuppy, una chiquilla de ojos de fuego y corazón indómito que vive con su padre, Wink (Dwight Henry), un tipo bondadoso pero rudo y áspero que está empeñado en convertir a su vástago en una guerrera, en un ser fuerte y autosuficiente, pensando quizás en el día en que él no esté allí para protegerla. Abandonados ambos por una madre que como personaje ausente adquiere casi tintes legendarios, y que precisamente les dejó para cruzar al otro lado del muro en busca de una vida mejor. Porque el mundo de Hushpuppy, Wink y los otros pintorescos pobladores de ‘The Bathtub’ es un mundo arruinado, decadente, agotado, sin futuro, pero es a la vez extremadamente puro, íntegro, auténtico y hermoso. Estos seres sumidos en la más absoluta pobreza caminan en cambio con una dignidad y una nobleza envidiable, y no sabemos muy bien al final si son los más locos entre los cuerdos o los más cuerdos entre los locos. Zeitlin nos retrata este peculiar paraje con una sensibilidad inaudita, extrayendo belleza de la miseria, y nervio, fuerza y aliento de un cuerpo aparentemente moribundo.
“Bestias del sur salvaje” es por tanto un poema visual, un inspirado y lúcido cuento épico sobre la supervivencia, un emotivo alegato por la libertad y, a la vez, el heroico viaje interior de un ser pequeñito pero inmensamente grande. Ahí es donde, como dije al principio, es probable que algunos, no sé si muchos o pocos, no lleguen a comulgar con su propuesta. Es cierto que las reflexiones en off de Hushpuppy, presentes durante buena parte del metraje, puedan ser en muchos momentos demasiado perspicaces, brillantes, maduras y existenciales para una niña de sólo 6 años, pero si aceptas el juego que te propone la película, tienen completamente sentido. Como lo tiene también ese elemento fantástico, sobrenatural, que Zeitlin introduce en la historia, llegando al final del primer acto, y que funcionará a lo largo del resto del film como una figura simbólica potentísima y bellísima, adquiriendo pleno significado en su desenlace.
La presencia, el porte, el talante y el magnetismo que desprende Wallis es prodigioso, casi sobrecogedor, y la imagen de su decidido semblante y su enérgico cuerpecito en casi todos los fotogramas de la cinta nos regala una de las experiencias cinematográficas más auténticas, y a la vez casi sobrenaturales, de los últimos tiempos. Pero no es menos cierto que el trabajo del resto de los intérpretes, casi todos ellos oriundos de Luisiana, no profesionales o sin apenas experiencia, es tremendamente valioso. Sobre todo el de Dwight Henry, que como su hija en la ficción también debuta en el cine con un papel muy exigente, que él defiende con astucia, convicción, emotividad y, sobre todo, verdad. Resulta curioso que la siguiente aventura de ambos, Wallis y Henry, en el cine sea de la mano de Steve McQueen (“Hunger”, “Shame”) en la esperada “Twelve Years a Slave”, junto a nada menos que Brad Pitt, Michael Fassbender, Paul Giamatti o Benedict Cumberbatch. Otro motivo más para tenerla en cuenta, pues merece le pena seguirle la pista a estos humildes e inesperados héroes, como haremos también indudablemente con la carrera de Benh Zeitlin. Esperemos que fructífera y en la línea de esta magnífica “Bestias del sur salvaje” que, sinceramente, poco nos importa si se va de vacío en la noche de los Oscar. A Hushpuppy, al menos, algo tan trivial, tan poco limpio, le traería sin cuidado. Y nosotros, qué demonios, queremos ser como Hushpuppy. Necesitamos ser como ella.
Necesitamos ser como ella, tienes razón, podrias solo haber dicho eso amigo, y la reseña seria igual de esplendida, de efectiva y diciente para el lector, como invitación al film o como acompañamiento al mismo, una frase que define lo que deja esta historia, gracias por decirla.
De acuerdo con todo, pero me sobran los uros (y mira que molan un cojón). Una historia pequeña que adquiere tintes épicos gracias a la fuerza de las imágenes, sonidos (cómo acojona la tormenta) y la maravillosa música, y destaca sobre todo por unas actuaciones que transmiten, como bien dices en el post, «verdad».
Excelente crítica. Como bien se explica, no es para todos los paladares, pero toca las fibras del alma de los más predispuestos, viendolo casi como una experiencia sobrenatural. De lo mejorcito de creatividad de este año. Una gozada auténtica.
Tremendas actuaciones y una interesante relación padre/hija, sin embargo, el trámite de la película se vuelve DEMASIADO lento con el correr de los minutos y finalmente no sabe a donde va.
Felicitaciones por la crítica por cierto, lo dijiste todo.
Saludos!
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