«Louie»: un genio incómodo en una comedia triste
(AVISO: Louie no es una serie en la que se pueda hablar con propiedad de spoilers, ya que cada episodio contiene un universo en sí mismo y es relativamente independiente del resto. Sin embargo, si aún no te has embarcado en este maravilloso viaje, quizá quieras descubrir los pequeños detalles por ti mismo. Si prefieres dejar que te convenza, continua. )
Estamos en pleno junio y como todos los años el panorama seriéfilo se llena de despedidas, algunas temporales y otras definitivas. Lo que sí es cierto es que no todas hacen el mismo ruido ni provocan el mismo revuelo. Todo el mundo sabe que Game of Thrones ha finalizado con gran éxito su cuarta temporada. Todo el mundo sabe (incluso si no la ha seguido nunca) que How I Met Your Mother ha llegado a su fin después de casi una década de forma bastante polémica e insatisfactoria para sus más acérrimos seguidores. Lo que no todo el mundo sabe es que este pequeño gran tesoro llamado Louie acaba de concluir (aún no sabemos si de manera temporal o definitiva) con una cuarta temporada realmente exquisita y arriesgada.
Louie es un producto de FX que narra, episodio a episodio, las peripecias y desventuras del comediante Louis C. K. , que además de ser el protagonista, es también creador, guionista, editor, productor y director del show. El formato es curioso. Cada capítulo cuenta en unos veinte minutos un par de historias cortas o una única historia larga, siempre intercaladas con fragmentos de sus monólogos, que le dan un toque humorístico bastante característico.
Es realmente difícil sentarse a hablar de esta serie e intentar definirla, ¿es Louie una comedia? Sí y no. Pero incluso con esa última negación me atrevo a afirmar que en el ámbito televisivo es la mejor comedia viva, posicionándose en un nivel muy superior a las demás. Casi pertenece a otra esfera. La serie podría describirse como una comedia dramática, una sátira, incluso, cargada de surrealismo y mucho humor negro. Pero Louie es más triste que divertida, Louie nació de un polvo entre el gas de la risa y el prozac y el espectador puede terminar un episodio profundamente deprimido y con dolor de mandíbula por las carcajadas previas. Se atreve con todo, se ríe de todo, y eso es precisamente lo que sitúa a Louie en la categoría de genio incómodo que ha llegado para hablar de todas las cosas que no queremos oír. La verdad se digiere mejor cuando todos hablamos bajito y nos convertimos en cómplices del desastre en silencio.
Cuando afirmo que Louie se ríe de todo y elabora chistes con la realidad más sucia, lo último que quiero decir es que se dedique a frivolizar. Esos monólogos, y todo su humor en general, son un disfraz para lo trágico, una lección para sonrojarnos, una puñalada para la culpa. Por ejemplificar, recuerdo un monólogo concreto sobre una chica que aterriza en Nueva York y se detiene preocupadísima tratando de ayudar al primer vagabundo que encuentra en la acera. El comediante nos cuenta escandalizado y ante un coro de risas del público cómo tuvieron que llevarse a la chica tras explicarle que las cosas no se hacen así en la gran ciudad, donde lo normal es no percatarse si quiera de ese hombre necesitado. Esto se narra de tal manera que casi no puedes evitar llorar de la risa, y es justo ahí donde te ha ganado. Ha conseguido que te rías de lo triste, ha conseguido que reacciones a algo de una manera en la que nunca pensaste reaccionar y que de paso te sientas culpable.
Creo que no es necesario matizar ni explicar que Louie no encuentra desternillante el hecho de que haya personas sin techo que no tengan nada que llevarse a la boca, no nos vayamos a lo fácil ni pequemos de moralistas. Lo que Louie hace, casi sin que nos demos cuenta, es retratarnos y señalar que no hacer nada por cambiar algo y normalizar las injusticias son cosas tan graves como jactarse. La ignorancia hace tanto daño como la burla y aquí nadie se está riendo de ese hombre que sostiene un vaso (de Coca-Cola, seguramente) con cuatro monedas, sino de la población ciega que pasa por su lado y puede dormir por las noches sin cuestionarse nada, del sistema político, de aquello de «América, tierra de oportunidades».
Aunque no sólo de polémica se alimenta esta serie. En efecto, esos monólogos que abundan sobre todo en las dos primeras temporadas tratarán la pedofilia, el sacrificio animal, la educación, la sanidad, la falsa aceptación de la homosexualidad o el racismo, pero también pasearán por cuestiones mucho más mundanas como la paternidad, la forma de vivir la sexualidad en la madurez, los complejos físicos, las relaciones o las mil maravillas propias de las compañías aéreas.
No hay que olvidar que estos fragmentos de comedia en el escenario tienen también la finalidad de separar a la persona del artista. El Louie del escenario difiere en gran medida del Louie cotidiano. Ante el público tenemos a un hombre seguro que sabe reirse de sí mismo como se ríe de absolutamente todo, un crítico mordaz. El día a día en cambio se hace más difícil de superar. Louie es un buen tipo, alguien con quien te gustaría mantener largas conversaciones, alguien con quien no te importaría salir. Y es que a pesar de sus kilos de más, de sus cuarenta y seis años y de ese cráneo brillantemente despejado, consigue resultar atractivo (espero que esto no me ocurra sólo a mí). Es un hombre divorciado que comparte la custodia de sus hijas, dos hijas por las que se desvive, maravillosamente raras, especialmente la más pequeña, una suerte de geniecillo que se aburre en el colegio y sólo quiere tocar el violín, que un día cualquiera evoca a Calderón de la Barca convencida de que la vida es sueño. Un hombre que de vez en cuando comparte una birra con sus camaradas en el Comedy Cellar, que intenta que no pase demasiado tiempo entre un revolcón y el siguiente, que se enamora, que camina por las calles de Nueva York con un aura de tristeza inconfundible, cuyos complejos no lo dejan quitarse la camiseta a la hora de tener sexo. Muy real, muy como todos nosotros.
La particularidad del personaje es que convierte en extraordinario todo lo cotidiano, que llena de surrealismo todo lo vulgar. Llevar a sus hijas al colegio, ir al gimnasio (rara vez, y nunca termina bien), tomar el metro, aparcar, hacer un bolo… todo se transforma en una experiencia única, una aventura irrepetible de la que en unas ocasiones se extraen más sensaciones positivas que en otras. ¿Qué hace un pato en una maleta? Evitar un conflicto en Irak (bueno, a muy, muy, muy pequeña escala, no nos pongamos dramáticos). La serie está cargada de magia y su tratamiento de los espacios nos lleva a hacer el amor con las calles de Nueva York a través de nuestras pantallas. En ocasiones los episodios pueden recordar bastante al trabajo de Woody Allen, salvando las distancias del ámbito y los medios, e incluso diría que sin llegar a serlo del todo despide un aroma ligeramente indie, siempre aderezada por esas notas de jazz que le van como anillo al dedo.
Otro de los puntos fuertes de esta comedia es su desfile interminable de grandes invitados. Ricky Gervais como doctor adicto al humor negro, Joan Rivers, Jay Leno, Amy Poehler, Susan Sarandon, Robin Williams, Yvonne Strahovski, el inimitable David Lynch o Parker Posey, el motor de mi episodio favorito, son sólo algunos de los nombres a destacar. Además contamos con Pamela Adlon (eterna Marcy para los seguidores de Californication) como productora y personaje recurrente. Pamela interpreta a Pamela, el principal interés amoroso de Louie y una mujer tan extremadamente particular como lo es nuestra querida y desquiciada Marcy.
Las dos primeras temporadas respetan esa particular estructura que combina los sketches de comedia con las escenas cotidianas de la vida de Louie. Son dos temporadas muy notables con algunos episodios inmensos a destacar, como ese «Dentist/ Tarese» que no deja de resultar polémico o «Duckling», el único episodio de la serie que se extiende el doble en su duración y cuya idea nació de la hija pequeña de Louis C. K. Su incomodidad, ya desde el principio, no conoce límites. Una visita al dentista se convierte en una suerte de abuso sexual y educarse en un colegio religioso extremista implica ciertos traumas en la infancia de los que cualquiera prefiere no hablar. No es necesario ir más allá ni desenvolver todos los regalos que os esperan con su visionado, pero para que os hagáis una idea si no os habéis perdido aún en ella, vais a tener que batallar con este tipo de historias a menudo.
La explosión de calidad (aún mayor) viene de la mano de su tercera temporada, donde nos encontramos con un buen salto evolutivo y una carga dramática superior a la de casi todos los episodios previos, reduciendo ya los monólogos en el Comedy Cellar . Si me preguntáis, para mí es el culmen de Louie (hasta ahora), quizá su mejor temporada y la de mayor belleza. Cualquiera puede perder a alguien sin haber llegado a tenerlo de verdad, cualquiera puede enfrentarse a un Fin de año solo y triste y pensar que la solución está en China porque el río Yangtze es el colmo de la felicidad. Sobresaliente también ese triple episodio llamado «Late Show» que nos mostrará lo difícil que resulta llegar a la cima y crecer profesionalmente, así como la suciedad que guarda el mundo del espectáculo. Pero si tuviera que destacar un sólo episodio, ya no de la temporada, sino de toda la serie, en general, me quedaría abrazada a «Daddy’s Girlfriend: Part 2» para siempre. No está cargado de polémica, no hay grandes revelaciones, no hay carcajadas ni lagrimones. Es una cita, sólo eso. Es la cita más rara y más trágicamente encantadora que la ficción televisiva ha visto nunca. Es Nueva York de noche, con sus calles por descubrir y todos los lugares a los que deberíamos haber ido antes. Son Liz y Louie, un día en la vida.
Hace una semana escasa desde que se despidió la cuarta temporada, un bloque de catorce episodios que lleva la evolución de la serie un paso más allá. El toque humorístico queda aún más reducido que en las entregas previas, limitando la comedia a ocasiones muy contadas. Ha sido una temporada un tanto experimental que sin duda ha conseguido su propósito, el de hacer crecer un producto que ya nació gigante. Podríamos dividirla fácilmente en cuatro partes, de las cuales, dos de ellas han seguido una continuidad tan natural como cualquier episodio de nuestras propias vidas.
La primera parte comprende los tres primeros capítulos, completamente independientes entre sí, con más similitudes a toda la trayectoria anterior del show, aunque con una carga dramática superior. «Back», «Model» y «So did the fat lady» son una apertura magnífica que eleva a extremos surrealistas una jornada que pretendía ser relativamente normal (como es el caso del segundo) o denuncia una realidad social de cánones y roles (como es el caso del tercero).
El recorrido más largo viene de la mano de «Elevator», cuya trama se extiende a lo largo de seis magníficos episodios y nos muestra un intento de relación entre Louie y una mujer húngara, todo por culpa de un ascensor averiado. Son episodios muy especiales cargados de escenas que a primera vista y para ojos ajenos pueden carecer de sentido, pero resultan la metáfora perfecta para todos los problemas de comunicación humana habidos y por haber en la historia del universo. La tristeza y la belleza de nuevo estarán presentes en una historia donde el silencio no es menos comunicativo que las palabras, aunque siempre existe una manera.
«In the woods» es un episodio doble un tanto peculiar que, como otras veces en la trayectoria de Louie, explora el pasado del protagonista a raíz de un incidente con su hija mayor. Ambos capítulos caminarán por la adolescencia temprana del cómico y por sus primeras experiencias con la marihuana, convirtiéndose además en un retrato de los problemas que acarrea la mente moldeable de cualquier chico o chica de trece años, su fácil influencia y la forma en la que tiene que enfrentarse a dichos problemas todo aquel que está a su alrededor.
La última parte de la temporada corre por cuenta de «Pamela» (dividido en tres episodios) y supone una season finale absolutamente perfecta. Perfecta en la definición de perfección de esta serie, claro, lo que significa un cien por cien de naturalidad y ni rastro de fuegos artificiales ni sorpresas. Y cómo se agradece. Pamela, de quien he hablado antes, está un tiempo ausente y vuelve a Nueva York en un momento complicado para Louie, aunque eso no supone ningún obstáculo para que cada uno de ellos lleve al extremo su testarudez e insistencia en los momentos más inoportunos. A él le resultan demasiado fáciles los discursos mientras que ella es un ser hermético a la hora de hablar de sentimientos. Son estas confrontaciones las que lo mueven todo y acaban dando lugar a un cierre de temporada que, por primera vez, no nos deja tristes, sino de un buen humor un tanto raro. Nunca nos hemos sentido más cerca de Louie, nunca nos hemos visto más reflejados en sus miedos y nunca una bañera ha tenido tanto sentido como para convertirse en el centro del universo.
Si aún no habéis paseado por las calles de Nueva York de la mano de Louie, si aún no os habéis quedado boquiabiertos con las ocurrencias de su hija pequeña, si aún no os habéis reído de lo que no debéis o llorado sin saber por qué mirando a la pantalla, tenéis por delante cincuenta y tres episodios maravillosos y un producto enorme por descubrir. Si ya habéis pasado por esta experiencia audiovisual tan única estaréis de acuerdo en que lo único que tiene lógica es deshacerse en halagos. Louie viene a recordarnos que no siempre es domingo por la tarde pero que a menudo es lunes, que el tiempo no pasa sin desgastarnos los huesos y las ganas y que todas, todas, todas las mañanas hay que mirarse en el espejo y enseñarle el dedo medio al que nos mira desde el otro lado.
Fabuloso artículo, no sabía ni que este hombre tuviera una serie y ahora me muero por verla.
Acabo de terminar la serie y me parece abosultamente exquisita. Una patada en la entrepierna a la hipocresía con una bota de humor.
Lo único que no me gusta del artículo es que os hayáis olvidado de Melissa Leo a la hira de enumerar invitados. :-P
Yo también hace poco que he descubierto la serie, hace un par de semanas y ya sólo me queda un capitulo para terminarla asi que me ha encantado, yo no tengo hijos pero sí sobrinos y una edad similar al del protagonista y me identifico con lo que cuenta, y eso es algo que puedo hacer con muy pocas series, sólo espero que más gente se anime a verla y que la 5º temporada no tarde mucho en estrenarse.¿ Me recomendais alguna otra sit com que no deba perderme y que sea casi tan buena como ésta?. Gracias por el articulo.
Pues yo voy detrás de ver Curb Your Enthusiasm, otra comedia de las incómodas. Podría interesarte.
Gracias por la recomendación, lo miraré; y en cuanto a Louie, se acaba de anunciar que la 5º temporada sólo tendrá 7 episodios, asi que empiezo a odiar la tendencia a acortar las temporadas como ya hicieron en breaking bad, en mad men o ahora con louie.
Soy la misma del comentario anterior, y es que se me ha olvidado decir que a mi Louie también me parece muy buen tipo , que precisamente por eso y sin ser guapo ni tener un buen cuerpo me parece muy atractivo. De nuevo gracias por el articulo sobre esta sensacional serie.
Compañera, empecé hace unos días con Louie animado por tu artículo, y después de únicamente un puñado de (maravillosos) episodios no puedo menos que darte las gracias.
Sigo con ella.