«Vengadores: la era de Ultrón»: mucho más de lo mismo
Confiesa Joss Whedon que está muy cansado y que da por finiquitada su relación con Marvel Studios. Que “Vengadores: la era de Ultrón” es su despedida de una mega-empresa que le ha consumido los últimos cinco años de su vida y que lo que ahora le pide el cuerpo es volver a proyectos más pequeños en los que tenga más poder de decisión. La sola idea de volver a pasar por lo mismo otra vez le resulta inimaginable. Y lo cierto es que es totalmente comprensible que cualquier cineasta con inquietudes acabe totalmente hasta las narices, porque las presiones, apremios y necesidades que implica poner en movimiento y dirigir un mamut industrial de estas dimensiones superan con mucho a las que suponen rodar una simple película. Porque “La era de Ultrón” está llena de desafíos que van más allá de contar una historia o hacer el mejor filme posible. Por un lado, hay que superar todo lo visto en “Los Vengadores” (2012) -y de paso a cualquier otro blockbuster que haya irrumpido desde entonces- a nivel de espectacularidad y colosalismo para no defraudar las expectativas de un gran público que paga para eso, con toda la aparatosa complejidad que ello conlleva. Por otra parte hay que intentar satisfacer a los que además de acción sin límites demandamos cierta chicha en el invento, cositas básicas pero no siempre fáciles de cumplir como cierto desarrollo de los personajes y sus relaciones o una mínima profundidad en la trama. Pero además de estos requerimientos hay que tener en cuenta que la cinta forma parte de un plan mucho más ambicioso, esa estrategia en “fases” de una multifranquicia gigantesca que ya está planificada a cinco años vista, y que reclama coherencia con lo ya visto en entregas anteriores al mismo tiempo que se plantan semillas para lo que ha de venir. Tampoco olvidemos en la ecuación al fandom marvelita más duro, aquellos para los que una película de este tipo es mucho más que un divertimento que disfrutas mientras dura y olvidas cinco minutos después. Lo que ocurra en esas dos horas y pico puede marcar el devenir de sus existencias y será objeto de incontables debates y polémicas durante los días, semanas, meses, años venideros. Y por supuesto hay que recordar que el estudio (que es el que paga la factura) cuenta con que el objetivo final es reventar la taquilla, de modo que todo lo que suponga una recaudación inferior al capítulo anterior (recordemos, el tercer film más taquillero de todos los tiempos) será una indisimulable decepción.
Con todo eso, es admirable que Whedon haya salido bien parado, o al menos todo lo bien parado que se puede salir cuando hay tantos frentes abiertos. Si no nos ponemos quisquillosos, si asumimos que aquí principalmente se viene a disfrutar y a pasar el rato de la mejor manera posible, “La era de Ultrón” cumple con creces, y lo hace por la vía de aplicar la misma receta que tan bien funcionó antes, pero convenientemente amplificada. Estamos ante un planteamiento narrativo muy similar al de la aventura anterior, un hilo argumental tan fino como el de entonces pero igual de efectivo, las necesarias dosis de humor made in Marvel, esta vez un poco contaminadas con algo que se parece a la oscuridad pero que en realidad no lo es, y un redoblado arsenal de descomunales set-pieces de acción que buscan y consiguen epatar al espectador. Es cierto que ya no existe el efecto sorpresa que tanto benefició a la entrega anterior, pero con eso ya contábamos. Quien no disfrute es porque nunca lo hizo con este tipo de películas o porque es un amargado. Hasta ahí todo bien, pero si elevamos un poco el nivel de exigencia encontraremos que “La era de Ultrón” se queda lejos de la hasta ahora mejor película que ha facturado Marvel, “Capitán América. El soldado de Invierno” (2014), o de la más sorprendente y desvergonzada, “Guardianes de la Galaxia” (2014). En el cómputo global me temo que no supera a su ilustre predecesora, que personalmente tampoco me pareció nunca la maravilla absoluta que muchos vieron, y si nos ceñimos a 2015, el mejor Marvel del año hay que buscarlo en la TV, concretamente en Netflix, aunque esa es otra historia de la que ya hablaremos.
En realidad, una película de Los Vengadores es muy parecido a un “All Star Game” de la NBA. Se trata de una exhibición entre los mejores jugadores del año más que de un verdadero partido entre dos equipos. Hay que repartir minutos entre todos de modo que cada uno de ellos tenga su momentito de gloria y el espectáculo está por encima del resultado, que en realidad no le importa a casi nadie. Aquí se supone que los héroes más ilustres (Iron Man, el Capi o Thor) ya tienen sus propias películas para brillar, así que tienen que concederle espacio a los que no poseen franquicia, como Viuda Negra, Ojo de Halcón o Hulk. Vuelve a ser meritorio que Whedon logre equilibrar tantos egos y tantas personalidades en pugna por salir en la foto. Que todos ellos consigan en algún momento sentirse importantes dentro de la cinta es un punto a favor suyo (bravo por la reivindicación del arquero Clint Barton en su versión más familiar; y bien por el conato de relación amorosa que prende entre dos de los protagonistas, aunque nadie sepa de dónde sale), pero al final percibimos que a casi todos les ha faltado tiempo para desarrollar consistentemente un arco emocional. En la franquicia de “X-Men” Bryan Singer resolvía el problema de la gestión de grandes grupos otorgando todo el protagonismo a los más carismáticos (Lobezno y Magneto), lo que le permitía profundizar realmente en ellos, aunque fuese a costa de vaciar prácticamente de entidad a otros como Tormenta o Cíclope. Ni Whedon ni Marvel consideran que esa estrategia sea necesaria para Los Vengadores, pero su mayor sentido democrático implica que se pase por encima de elementos o sub-argumentos que merecerían mayor desarrollo. Por ejemplo, que Ultrón -un villanísimo que empieza prometiendo mucho y termina en modo funcional- sea producto de una operación que Tony Stark ha ocultado al resto del grupo plantea un conflicto ético-moral que daría para algo más que una ligera reprimenda antes de pasar a otra cosa. Hay apuntes, ideas, posibles desvíos que podrían haber llegado a lugares sugerentes o arriesgados pero a los que Whedon no termina de meterles mano, quizás por miedo a que se le desequilibre el tinglado, o sencillamente porque prefiere invertir esos minutos en volver a traer a escena a un Nick Furia que nadie necesitaba en esta película.
Otro de los problemas de “La era de Ultrón” es su permanente necesidad de ir a toda máquina. La cinta empieza desde todo lo alto (Whedon no se guarda nada y de entrada ya se casca su propio remake del célebre plano secuencia-splash page de “Los Vengadores”) y desde ahí se impone ir más arriba. Es sorprendente que a una cinta de 140 minutazos que no va de profunda y reflexiva ni pretende serlo parezca que le falte metraje, pero hay cortes de edición criminales, transiciones inexistentes, héroes que salen y entran en escena sin explicaciones claras (lo del parentésis de Thor en el spa de la cueva es de traca) y situaciones que deberían ser planteadas con cierta pausa y mimo se resuelven con una celeridad pasmosa, como la propia creación de Ultrón y su inmediato e irracional odio hacia a la humanidad, o la tornadiza lealtad de los gemelos Pietro y Wanda Maximoff. La sensación es que la labor en la mesa de montaje fue un caos, y empieza a ser un defecto reiterado en grandes superproducciones que parecen reservar su versión final para el blu ray (recuerden el desastre de “El Hobbit: la batalla de los cinco ejércitos”), olvidándose que el canon debería ser siempre lo que se presentó en la pantalla gigante.
Soy de los que piensan que “Los Vengadores” tenían la dosis de espectáculo exacta que demanda una producción de esta magnitud (dos grandes set-pieces y alguna escaramuza aislada) y que una de las grandes virtudes de Whedon fue manejar la gran escala como nunca ha sabido hacerlo Michael Bay, de modo que siempre sabíamos qué chocaba contra qué y dónde estaban los protagonistas, pero está claro que en la era del blockbuster contemporáneo toda secuela que se precie está obligada a doblar la apuesta en ese sentido, aunque narrativamente sea totalmente innecesario (véase Hulk vs Hulkbuster, aka Verónica), y “Ultrón” no iba a ser distinta. Si entonces tuvimos dos grandiosas secuencias de acción ahora hay que tener al menos cuatro, a ser posible más grandiosas. El problema surge cuando aquella limpieza en la gestión de grandes batallas deriva peligrosamente hacia el barullo más tosco, y tampoco ayuda la sensación de déjà vu o de plantilla calcada que se produce al recurrir a esos mini-ultrones tan numerosos como fácilmente reducibles que tanto recuerdan a los chitauris, que a su vez tanto recordaban a cualquier villano alienígena de playstation.
Quizás parezca que solo encuentro defectos a “La era de Ultrón” cuando en realidad es un entretenimiento palomitero por encima de la media. Tampoco olvido que hace 15 o 20 años era inimaginable ver en pantalla grande un cómic en movimiento de esta forma y quizás nos están (estamos) acostumbrado demasiado a este tipo de espectáculos catedralicios. La cuestión es que la cinta no sorprende, cosa que sí hicieron las dos películas de Marvel inmediatamente anteriores, ni aporta nada que no hubiésemos visto antes en la mega-franquicia. Whedon apenas ha asumido riesgos, ha jugado sobre seguro para contentar a todos y le ha salido un producto disfrutable, claro que sí, pero que no deja de ser más de lo mismo. Esperemos que en la Fase 3, especialmente en esa “Civil War” del Capitán América, Marvel se aventure ya en direcciones más comprometidas. A Whedon le agradecemos los servicios prestados, pero ya es hora de que otros tomen el testigo, o se coman el marrón.
Joss Whedon da señales de desgaste demasiado pronto en todos sus proyectos. Buffy acabó convirtiéndose en un tubo intragable, por ejemplo. En Marvel son más que conscientes de sus carencias y en Astonishing X-Men lo apartaron de la colección tan pronto como cumplió con el primer plan, sin dejar que estirara el chicle.
Ahora bien, esta secuela me gustó mucho más que la primera. Las bromas están más conseguidas, las escenas de acción logran dejar boquiabierto al mayor fan del género y las pistas que te sitúan en el UCM son constantes y muy buenas.
Lo peor es la sensación que deja al final la película, ya que parece que no ha sido más que un episodio de transición para acabar la Fase 2 con un taquillazo.
celebro tu paso por el Cadillac y tu aportación.
negrillo in da house!!!
Hola, Miguel; gracias por comentar. Yo no entro en si Whedon suele cansarse pronto de todos sus proyectos, pero sí me parece que para cualquier director encadenar dos películas tan mastodónticas como Vengadores y su secuela tiene que desgastar lo suyo, física y mentalmente. Entiendo que quiera pasar el testigo y dedicarse a otras cosas. Celebro que la película te gustara tanto, aunque yo no vea un gran salto cualitativo respecto a la primera parte, más allá del incremento de las secuencias de acción. Un saludo y pásate de nuevo por el Cadillac cuando quieras.
Buenas.
Yo simplemente acabé agotado. Cierto que la rapidez con la que suceden las cosas hacen imposible seguir la película para los lentos.
No estoy de acuerdo con eso que dices que el que no disfrute con esta película es porque sea un amargado. Al cine hay que pedirle mucho más que efectos especiales.
De todas maneras gracias Cadillac. Me descubrís muchas cosas y me encanta leeros.
Hola, Sobradamente; gracias a ti por tu aportación y por tus palabras hacia el blog. No quería ofender con lo de «amargado». Sencillamente creo que «La era de Ultrón» está en la línea de lo que puede esperarse de Marvel, En mi opinión, las dos últimas cintas del estudio sí habían subido el nivel y aquí no vuelve a alcanzarse, pero estamos en la media. No soy yo de los que piden más y más acción y FX (si fuese así ésta sí me parecería la mejor película Marvel de la historia), y de hecho agradecí mucho esos pocos momentos más tranquilos que hay en la cinta. Sí estamos de acuerdo en que la celeridad con la que se encadenan algunos acontecimientos es perjudicial, no porque la haga imposible de seguir sino más bien porque queda cierta sensación de montaje chapucero y de desajustes (o desbarajustes) narrativos. Y a mí no me vale que lo quieran arreglar con 40 minutos extra para el blu ray. Un saludo y encantado de tenerte con nosotros.