«Deadpool»: poder e irresponsabilidad
Hace unos meses Steven Spielberg vaticinaba que el cine de superhéroes perderá tarde o temprano el favor del público y será sustituido por otro subgénero que lleve en tropel a las masas al cine. A tenor de las impresionantes cifras de recaudación de “Deadpool” (casi 500 millones de dólares en todo el mundo en apenas diez días de exhibición) la profecía del otrora Rey Midas de Hollywood parece bastante lejos de cumplirse en un futuro inmediato. El inesperado tanto cabe concedérselo a una Fox todavía escocida tras el sonrojante fracaso de “4 Fantásticos”, o quizás más bien a Ryan Reynolds, que fue quien más batalló con los estudios para que el verborreico, demente y salvaje Masacre (como siempre se ha conocido en España al antihéroe de la Marvel) llegara a la pantalla sin adulterar y en todo su esplendor (con calificación para adultos incluida). “Deadpool” es –como en su momento “Kick-Ass”, más recientemente “Guardianes de la Galaxia” o, a su manera, las televisivas “Daredevil” y “Jessica Jones”– la prueba viviente de que el subgénero aún podía ir más allá del modelo cinematográfico estándar impuesto por Disney-Marvel, o de la solemnidad trascendental post-Nolan. Para dejarlo claro, la película de Tim Miller no supone ninguna revolución ni es un game-changer, probablemente ni siquiera sea una gran película, pero sí es una necesaria inyección de aire fresco a la habitual fórmula de aventureros disfrazados, y nos la clava por la vía de la desmitificación satírica de los estereotipos sin necesidad de despegarse de ellos. Su principal mérito es ser completamente consciente de su puerilidad y estupidez, y hacer de ello un constante guiño al espectador entregado a la causa. Nunca antes hubo una película de supertipos que, abrazándose a todos los clichés del género, fuera capaz de darles la vuelta como a un calcetín supurando tantos borbotones de cinismo, ingenio, mala baba y humor escatológico sin ninguna vergüenza.
Seguramente la clave del campanazo de “Deadpool” haya estado en una campaña publicitaria cachonda e irreverente que anticipaba que no estábamos ante otra película más de superhéroes. Y lo cierto es que el filme ofrece exactamente lo que prometían sus trailers. Aquí un gran poder conlleva una gran irresponsabilidad. Efectivamente, Deadpool puede ser súper, pero en ningún caso es ni pretende ser un héroe. El objetivo de este exmilitar y mercenario reconvertido en un mutante prácticamente inmortal no es salvar a la humanidad ni proteger a la ciudadanía de un supervillano con ansias de dominio mundial, sino encontrar al culpable de que su cuerpo luzca horrorosamente desfigurado para obligarle a restituirle su aspecto anterior, y de paso recuperar una vida que incluía un apasionado romance con la chica de sus sueños. El argumento, simple como el mecanismo de un botijo, es calcado al de cualquier película de action hero justiciero con ansias de venganza de los 80, ya nos lo sabemos de memoria, pero el quid no está en lo que nos cuentan Rhett Reese y Paul Wernick (guionistas de la reivindicable “Bienvenidos a Zombieland”), sino en cómo nos lo cuentan. “Deadpool” es una película pegada a una gran bocaza. La hilarante, obscena, macarra, absurda y pasada de rosca bocaza de Wade Wilson. Ella es el verdadero espectáculo.
Todas sus líneas de diálogo, disparadas a diestro y siniestro como si fuera una ametralladora (y frecuentemente hacia la cuarta pared), destilan incorrección política, coñas autorreferenciales, puyas contra todo y contra todos (incluidos el universo Marvel, la Fox, Hugh Jackman y el propio Ryan Reynolds), guiños cinéfilos o simple vulgaridad pajillera. Naturalmente, no todas las balas hacen diana pero el porcentaje de acierto es jugosamente alto. En realidad, no estamos tan lejos del territorio de aquel primer Torrente de Santiago Segura, otra cinta en la que la excesiva personalidad de su protagonista chapoteaba gloriosamente y sin complejos entre materiales de derribo.
Miller y sus guionistas esquivan el pesado lastre que supone la narración cronológica de la génesis del (anti) héroe alternando los flashbacks del romance de Wade y Vanessa y su posterior reconversión en Deadpool con la cacería contra el villano del presente, de modo que a Masacre lo tenemos en plenitud desde la primera secuencia, esos sarcásticos créditos sobre una secuencia congelada en bullet time del instante culminante de un accidente automovilístico en el que la cámara navega virtualmente entre balas perdidas, cristales resquebrajándose y cuerpos a punto de ser aplastados. Respecto a la cacareada violencia explícita de la película, no hay ni mucho menos para tanto, o al menos no para quien esté acostumbrado a la estilización exagerada e irreal de las películas de Tarantino y similares. La violencia de verdad es otra cosa, y eso casi nunca tiene que ver con el cine de superhéroes.
El debutante director (anteriormente había despuntado en el diseño de secuencias de crédito y en cortos de animación) demuestra buen oficio para conducir la narración con un ritmo vertiginoso a lomos del irrefrenable carisma y esa expresiva gestualidad corporal tan de slapstick que un excelente Reynolds le insufla a su Deadpool, y no desentona en las (pocas) escenas de acción, bien coreografiadas y sin excesos de CGI (probablemente porque el presupuesto tampoco daba para más). También es de aplaudir que la historia de amor eluda los lugares comunes y el pasteleo habitual del género. La química entre Wade y Vanessa (una supersexy e irresistible Morena Baccarin) funciona y es creíble, principalmente porque ella no nos es presentada como la típica damisela en apuros, sino como una fémina de armas tomar que puede rivalizar en chulería y mala leche con el protagonista.
En este contexto de one man show quizás lo de menos sea que los villanos de Ed Skrein y Gina Carano sean tan planos y prescindibles (la cinta no pide otra cosa), o que la representación mutante limitada a Coloso y Negasonic Teenage Warhead quede reducida a mera comparsa (y a pesar de ello, esta es la cinta de la franquicia mutante en la que Piotr Nikolaievitch Rasputin disfruta de más minutos en pantalla); lo que importa es que las interacciones de Deadpool con todos ellos (incluidos el ¿fiel? Comadreja y la deslenguada Ciega Al) funcionan a la perfección. Probablemente sí se le pueda reprochar a la cinta que llegue al clímax un tanto justa de ideas visuales (que no humorísticas) y opte por la aparatosidad típica de los grandes blockbusters, aunque no se antoja demérito suficiente para empañar los logros de esta disfrutable gamberrada.
Con la secuela ya asegurada, cabe preguntarse si “Deadpool” quedará como una saludable anomalía entre los macroeventos superheróicos que nos esperan en los próximos meses (“Batman vs. Superman”, “Capitán América: Guerra Civil”, “X-Men:Apocalipsis”) o si su impacto en la taquilla mundial desembocará en una nueva proliferación de productos similares que traten de imitar el molde hasta deformarlo y sustraerle toda la gracia. Después de todo, Spielberg siempre ha sido el tipo más listo del negocio, así que su profecía siempre está a tiempo de cumplirse.
Trackbacks
- “Hardcore Henry”: para vosotros, jugadores | El Cadillac Negro
- “Doctor Strange”: la cara más lisérgica de Marvel | El Cadillac Negro
- Nuestras películas de 2016 | El Cadillac Negro
- “Logan”: adamantium puro | El Cadillac Negro
- “Legión”: viaje alucinante al fondo de la mente | El Cadillac Negro
- “Life”: en el espacio nadie puede oír tus lamentos | El Cadillac Negro
- “Guardianes de la Galaxia Vol. 2”: masters del universo | El Cadillac Negro
- ¿Crisis en tierras infinitas?: una mirada al cine de superhéroes de 2017 | El Cadillac Negro
- “Matrix”: todo bajo control | El Cadillac Negro
Mencionar algo tan desagradable, chabacano, vomitivo y vergonzoso como ‘Torrente’ en una crítica de una película realmente buena como ‘Deadpool’ es lo más ofensivo que me ha pasado en todo este mes.
Es como comparar a Morena Baccarin con Florinda Chico en plan zombi.
Por otro lado, la película es un no parar de reír a pesar de que solo cuenta el origen del personaje y mete una escena de lucha al final que deja en pañales la tontería del oso y DiCaprio.
Muy buenas, señor Negrillo; todo un honor haberle provocado semejante ofensa a un reconocido ofendedor como usted. He debido dar muy cerca del blanco para que se enfade así, ¿no cree? ;-) Piénselo: «desagradable, chabacano, vomitivo y vergonzoso» son calificativos que muchos, en sentido peyorativo o NO, le podrían atribuir también a Deadpool. Quizás usted por edad no lo sepa, pero «Torrente», la primera, la original, provocaba en las salas unas carcajadas muy similares (vamos, un no parar de reír) a las de «Deadpool» en un tipo de público parecido. La gran diferencia, poniéndonos serios y aunque no venga al caso, es que Torrente colocaba un espejo deformado ante el españolito medio, mientras que Deadpool lo pone ante Spiderman o Lobezno. Diablos, ahora que lo pienso, toda esta campaña promocional tan cachonda que ha rodeado a Masacre ya la hizo Santiago Segura hace 18 años.
¿La lucha al final deja en pañales…? Esa sí que es una buena broma, se lo reconozco. Solo diré que el tal Tim Miller juega con chascarrillos de pollas; Iñárritu directamente se la saca y la blande en tu cara. Un saludo, amiguete ;-)
Por no decir, aunque sería cargar un poco las tintas, que está repleta de chistes homófobos contra el tal Francis. Incorrectos, bien, pero esa incorrección tonta y fácil de Padre de Familia o de Ted, a la que me ha recordado mucho.
Estuve sonriendo toda la película. Es primera vez que una cinta de este género (superhéroes) me divierte de verdad, así que puedo decir que quedé encantada con Deadpool.
Un poco contrariada, eso sí, con la crítica, sólo por el detalle de llamarlo «Masacre» en vez de su nombre original, Deadpool. Esa afición que tienen los españoles por cambiarle el nombre original a las cosas por otro horrible… aún me sangran los oídos con la «onda vital» y «bola de dragón» (en todo el resto del mundo conocidos como Kame-Hame-Ha y Dragon Ball).
Hola, Macarena, gracias por pasarte por aquí, por leernos y por comentar. Pero no acabo de entender una cosa: dices que estás contrariada porque en el post se habla de Masacre en vez de Deadpool, cuando no es cierto, y en todo caso nunca sería para tomárselo tan a la tremenda. Pero hasta en una decena de veces el autor escribe Deadpool, con todas sus letras y bien clarito, mientras que alude sólo un par de veces a él como Masacre, y eso no deja de ser algo informativo: en España el personaje se llamó así y punto, nos guste o no. Ni el autor del post tiene la culpa de la traducción ni tampoco puede negar la realidad. En cualquier caso, yo personalmente coincido en que en nuestro país hemos tenido que padecer algunas traducciones horribles, pero en todas partes cuecen habas: aquí siempre hemos tenido a Bruce Wayne, al Joker y a Catwoman, mientras que en otros lugares tienen que sufrir a Bruno Díaz, el Guasón y Gatúbela. Un saludo.