Aún nos quedan Pearl Jam
No nos hemos cansado de repetir en este blog lo traumáticas que han sido las más o menos recientes desapariciones de grandes iconos del rock como Lemmy, David Bowie, Prince o Tom Petty. Pero nadie podrá negar que la escena más golpeada por las sucesivas tragedias ha sido la del rock alternativo que tomó al asalto el ‘mainstream’ en aquellos maravillosos inicios de los años 90 que algunos tanto añoramos, especialmente con sus carismáticos cantantes. Ya aquella época tuvo su nutrido cupo de muertes prematuras (Kurt Cobain, Shannon Hoon, Jeff Buckley si ampliamos el espectro y le metemos en este saco). Ya concluida la fiebre alternativa, pero no mucho después, Layne Staley protagonizo otro fallecimiento, no por tristemente esperado menos desconsolador. Pero la puntilla definitiva la pusieron en los últimos años los óbitos de Scott Weiland y Chris Cornell, dejando sorprendentemente huérfana de ídolos a una generación aún demasiado joven para ello.
Los exiguos alivios quedan reducidos a unos Alice in Chains que han sabido resurgir la tragedia y llegar a rayar en la actualidad no muy lejos de su momento de esplendor, unos reunidos The Smashing Pumpkins sobre los que aún hay dudas razonables y la casi vana esperanza de que algún día Mark Lanegan vuelva a unir fuerzas con sus excompañeros de los nunca suficientemente valorados Screaming Trees, ¿Eso es todo?…NO, gracias a los dioses del rock, aún nos queda la bala más importante en la recámara: la única banda de la época que ha mantenido una carrera estable desde el advenimiento del ‘grunge’; el único grupo de la explosión Seattle que ha logrado configurar una trayectoria larga equiparable a las grandes formaciones clásicas, una de las escasísimas que aún tiene en el micrófono a uno de los grandes estandartes vocales de ese tiempo pretérito -¡larga vida a Eddie Vedder!-, en definitiva, ¡aún nos quedan Pearl Jam! Ante ello hemos decidido dejar fatalismo y nostalgia a un lado y optar por celebrar lo bueno que aún tenemos. Hablar de los autores de «Ten» era una de las deudas pendientes que teníamos con vosotros y creemos que no podemos estar ante un mejor momento para saldarla. Es por fin el turno de recorrer una de las discografías más sólidas y coherentes de los últimos 30 años. A ello vamos:
HUBO VIDA ANTES DE «TEN» (Y OBRAS MAESTRAS)
El fan más despistado de Pearl Jam puede llegar a creer que «Ten», su álbum debut, fue algo así como un ‘big bang’ en el que explotó todo el talento oculto de una serie de músicos excelentes. Pero esto no fue ni mucho menos así. Dos de los nombres claves de la banda, el guitarrista Stone Gossard y el bajista Jeff Ament, ya tenían una trayectoria previa de lo más interesante y su experiencia fue, sin duda, clave en la posterior solvencia de nuestra banda objeto de análisis.
Los seminales Green River fueron su primera gran experiencia musical, formando parte de una las bandas fundamentales para comprender el primigenio ‘sonido Seattle’. Su punk furioso oscurecido por los negros efluvios que aportaba la capital del estado de Washington cristalizó en artefactos tan disfrutables como el EP «Dry as a Bone» (1987) o su único disco de estudio, «Rehab Doll» (1988). Su fragmentación fue claramente simbólica en la escena de la ciudad: mientras que un más purista Mark Arm continuó ese nada complaciente sonido en sus posteriores Mudhoney y optó por mantenerse en la faceta más ‘underground’ del fenómeno Seattle, junto a bandas como Tad; Gossard y Ament partieron en busca de añadir nuevos matices a su música y buscar la influencia del rock clásico que tanto habían mamado, dando lugar al conjunto de grupos más exitosos y universales de la ciudad (Soundgarden, Alice in Chains, Screaming Trees). Curiosamente, el grupo que lo dinamitó todo -Nirvana- tenía bastante más que ver con los primeros que con los segundos.
Desde luego que el cambio es palpable en el siguiente proyecto de Gossard y Ament: Mother Love Bone, una poderosa mezcla de rock 70’s (con Led Zeppelin en el punto de mira), el hard rock que reinaba en la época y ligeros tintes alternativos a lo Jane’s Addiction. La poderosa mezcla se redondeaba con la presencia al micro de uno de esos tipos plenos de carisma que salen cada muchos años: Andrew Wood, un fan fatal de Freddie Mercury dispuesto a repetir el éxito de su ídolo. Considerada una de las bandas a liderar el rock de los 90, todo se fue al carajo cuando Wood falleció a causa de una sobredosis, tras haber lanzado el formidable EP «Shine» (1989) y en puertas de publicarse el que debía ser el gran aldabonazo del grupo: su debut en largo «Apple» (1990). Compilados ambos lanzamientos en el imprescindible «Mother Love Bone», temas como «This is Shangri-La», «Stardog Champion», «Holy Roller», «Stargazer», «Man of Golden Words» o «Crown of Thorns» dejaban bien a las claras que esa predicción era muy certera y que una formación destinada a ser una de las verdaderamente grandes había sido tristemente destrozada por las drogas.
El último peldaño hacia Pearl Jam fue también el más glorioso: Temple of the Dog. Nacido en principio como un simple homenaje del vocalista de Soundgarden, Chris Cornell, hacia su compañero de piso y amigo íntimo Wood, en forma de dos canciones, la inspiración pronto encendió la mecha cuando se juntó el batería de su banda, Matt Cameron, y sus también amigos Gossard y Ament, que ya habían formado Pearl Jam y que reclutaron para el proyecto a su nuevo guitarrista Mike McCready y, en una breve colaboración, a su recién fichado cantante Eddie Vedder. De resultas, aquí tenemos a la formación actual de Pearl Jam al completo colaborando en una de las más grandes obras maestras que nos dejó el estallido Seattle. Exceptuando la enérgica «Pushin’ Forward Back’, poco aquí se puede considerar un antecedente de su inmediatamente posterior asalto al estrellato. «Temple of the Dog», el álbum, es una maravillosa anomalía, una aislada isla que estremece a cada escucha de medios tiempos tan sobrecogedores como «Hunger Strike» -sí, el del maravilloso dueto Cornell-Vedder-, «Say Hello 2 Heaven», «Call me a Dog», «Wooden Jesus» o «All Night Thing». Acababan de empezar y ya eran inmortales.
«TEN» (1991): LA PIEDRA FILOSOFAL DEL ROCK ALTERNATIVO
Hay unas pocas veces en la historia, muy pocas, en las que se da la aleación perfecta, una sintonía que parece sólo en manos de dioses, que crea obras que nos iluminan para el resto de la vida. Algo muy parecido ocurrió en 1991 cuando las ya sólidas trayectorias de Gossard, Ament y -en menor medida- McCready se juntaron con la eficacia del batería Dave Krusen y, sobre todo, la magia de Vedder al micrófono. Su bagaje cristalizó en toda una piedra filosofal del rock alternativo: «Ten», uno de los mejores debuts de la historia del rock. Las obvias influencias del rock 60’s, el hard rock setentero y el folk estadounidense se comprometieron en feliz matrimonio con fuentes más modernas como el punk y el nuevo ‘grunge’ que germinaba por aquellos tiempos en Seattle para dar con un sonido que no tenía gran cosa de nuevo pero sí mucho de original y propio y que acabaría siendo imitado hasta la sociedad en los años posteriores. La gran personalidad de esta nueva música enamoró a los emergentes fans del rock alternativo, mientras que el calado de sus épicos estribillos también captaron la atención del aficionado más casual del pop rock de la época que tenía a U2 y R.E.M. en su particular trono. Todo ello derivó en que «Ten» acabara siendo el disco más vendedor de la ‘era grunge’, superando holgadamente los 10 millones de copias sólo en EE.UU y rebasando al mítico «Nevermind» de Nirvana. La fuerza de la base rítmica y la precisión y la imaginación de las guitarras daban pie a unas composiciones magistrales que fueron llevadas al infinito por un cantante en plena erupción -un Vedder de mesiánica voz y crípticas pero emotivas letras- ,acabaron configurando una obra maestra a la que en nada es ajena la portentosa labor de uno de los productores más infravalorados de la historia, el ya fallecido Rick Parashar, que aplicó su característico sonido atmosférico de amplios espacios, ideal para hacer lucir a los grandes vocalistas, como también hiciera en otros álbumes emblemáticos como «Temple of the Dog» o el debut de Blind Melon. La cara A del disco pasa a ser una de las majestuosas de la historia: ahí es nada juntar el vigoroso inicio de «Once», la adictiva energía de «Why Go», la estremecedora «Black» y tres himnos generacionales tan irrefutables como «Even Flow», «Alive» y «Jeremy». La cara B era necesariamente inferior, pero mantenía el gran nivel y enseñaba nuevos matices de la banda en grandes piezas como «Porch» y la preciosa «Release». Primer disco, primera pica en el cielo del rock.
«VS.» (1993): LA REVÁLIDA ROCKERA
Una muestra palmaria de que en los primeros años 90 estábamos inmersos en plena era ‘grunge’ es que, ante el éxito masivo cosechado por «Ten», Pearl Jam no reaccionaron celebrando una juerga legendaria como habrían hecho Motley Crüe o reventado el mercado inmobiliario como haría un Gene Simmons, sino que cogieron un cabreo tremendo al descubrir de primera mano las voraces fauces de la industria discográfica en sus más altas instancias. De resultas, la espiritualidad de su debut dio paso a la agresividad, lo que explica el resultado de un segundo álbum tan convincente como «Vs.». Fundamentales resultaron la incorporación a la batería del ahora demasiado olvidado Dave Abbruzzese a la batería -el mejor que tuvo el grupo hasta la llegada de Cameron- y Brendan O’Brien a la producción. Este último puso la primera piedra de una vasta carrera que le ha llevado a ser reclamado para actualizar su sonido por gigantes como Bruce Springsteen o AC/DC poniendo las guitarras y la batería en primerísimo plano y logrando que no por ello quedara enterrada la voz de Vedder, resultando todo en una producción maestra. De ello se benefician balazos como «Go», la inmensa «Animal» o la agresiva «Blood», mientras que el grupo expande su sonido con los aires funkies de las espléndidas «Glorified G» y «Rats» y la percusiva «W.M.A.». La faceta más intimista no queda ni mucho menos olvidada y se muestra esplendorosa tanto en las acústicas «Daughter» y «Elderly Woman Behind a Counter in a Small Town» como en la más ambiental «Indifference». Para el final dejo las grandes joyas del plástico, dos medios tiempos para la historia como «Dissident» y, sobre todo, esa mágica «Rearviewmirror», con uno de los ‘crescendos’ más emotivos de la historia del rock. Haciendo balance, «Vs.» podría quedar un puntito por debajo de «Ten» pero resultó la mejor reválida posible para aumentar el prestigio de la banda, además de ser el perfecto punto de entrada en su discografía para muchos fans del hard rock y el heavy metal que albergaban alguna reserva sobre ellos.
«VITALOGY» (1994): LA DISCRETA OBRA MAESTRA
Estoy seguro de que más de un fan de Pearl Jam arqueó las cejas, extrañado y decepcionado, cuando escuchó «Vitalogy» por primera vez, tras haber disfrutado tanto con «Vs.» como en ese espectacular single de adelanto que fue «Spin the Black Circle», indiscutiblemente el mejor tema punk de la carrera del grupo. El que esperara una nueva explosión rockera plena de estribillos memorables se encontró con una sucesión de medios tiempos poco apetecibles en principio y mucho relleno en forma de desesperantes interludios. Sin embargo, la constancia tuvo su premio y, poco a poco, «Vitalogy» comenzó a desplegar sus encantos hasta atraparnos por completo y acabar considerándole una obra maestra, la tercera consecutiva de la banda, y, sí, la última que jalona su discografía. «Vitalogy» es un álbum hecho eminentemente en la carretera, a través de desarrollar las ideas surgidas en largas ‘jams’ y, como tal -aunque mantenga a Brendan O’Brien en la producción., no podría estar más lejos de la potencia frontal y centrada de «Vs». El tercer disco de los de Seattle apuesta por un sonido mucho más ‘lo fi’ y desgarbado y un contenido mucho menos evidente que su predecesor. Los medios tiempos «Not for You», «Tremor Christ» y «Satan’s Bed» se basan en una cadencia repetitiva que, pese a no procurar un goce inmediato, acaban enganchando sin remedio. Por su parte, «Last Exit», la rockera «Whipping» y el fastuoso medio tiempo «Corduroy» son las piezas mas inmediatamente reconocibles, quedando la guinda del pastel para las canciones más lentas, verdaderas estrellas del disco; la emocionante «Nothingman» queda empequeñecida por esa maravillosa «Better Man», que contiene una de las interpretaciones más sentidas de la carrera de Vedder y un estribillo supremo que es uno de los más coreados en los conciertos de la banda. Aún mejor es la extremadamente sutil y elegante «Inmortality», que mantiene una dura pugna con «Black» por ser el mejor tema lento de la carrera del grupo, Tras todo este magno material, excentricidades como «Bugs», «Aye, Davanita» o esa desquiciada «Stupid Mob» final entran mucho mejor.
«NO CODE» (1996): VÍCTIMA DEL CONTEXTO
En los estertores de la ‘era grunge’, el universo Pearl Jam estaba de lo más convulso Recién acabada la corta gira de «Vitalogy» -que ya había empezado Jack Irons a la batería en sustitución del tan problemático como virtuoso Abbruzzese y marcada por el largo y extenuante litigio legal con la todopoderosa Ticketmaster por el abusivo precio de las entradas-, la banda estaba exhausta, sobre todo un Ament que estuvo en un tris de abandonar, y sólo había tenido el consuelo de haber colaborado con su ídolo Neil Young en su «Mirrorball». Añadamos al cóctel el hecho de que el epicentro musical ya se había trasladado de Seattle a las tierras del ‘brit pop’ y la voluntad del grupo de ampliar horizontes y dar un giro a su sonido y el resultado fue casi inevitable: «No Code» fue el primer álbum de Pearl Jam en no ser multiventas, el primero que decepcionó a muchos de sus fans y, curiosamente, también el primero que glosaron algunos de los críticos que siempre habían cargado contra la banda. Definitivamente, «No Code» ha pasado a la historia como un fracaso, ¿Pero eso es justo? En mi humilde opinión, para nada. Es cierto que por primera vez aparecen temas de puro relleno («Present Tense», «I’m Open»), que determinados experimentos no acaban de cuajar del todo (ese extraño single de tintes hindúes que es «Who you Are» o «In my Tree») o que el tema de inicio no es precisamente excitante («Sometimes»). Sin embargo, en el otro lado de la balanza se sitúan temas rockeros tan notables como «Hail, Hail», «Habit» o la punk «Lukin» y estupendos y densos medios tiempos muy influidos por Young como «Smile» o «Red Mosquito», sin olvidar la belleza de «Off he Goes» y la extraña atracción que provoca esa peculiar pieza de Gossard llamada «Mankind». Como resultado queda, sí, el primer disco de Pearl Jam que se sitúa un escalón por debajo en calidad respecto a la trilogía inicial, pero que se sitúa en un puesto razonablemente elevado si la comparación la hacemos con su producción posterior.
«YIELD» (1998): RECUPERACIÓN A MEDIAS
Tras una época de desavenencias internas y bajón comercial, Pearl Jam parecieron conjurarse para regresar a sus días de vino y rosas. Una banda mucho más compacta y relajada y un cancionero mucho más acorde a los gustos de su público hacían presumir en «Yield» una recuperación en toda regla. Y todo ello parecía confirmarse en una primera parte de álbum excelente. La concreción del estilo no afectaba a la variedad de unas espléndidas canciones. Así, desde la efectiva apertura de «Brain of J» hasta la irreverente frescura de «Do the Evolution» veíamos desfilar cadenciosos medios tiempos tan adictivos como «Faithful» y, sobre todo, «No Way»; la esplendorosa «Given to Fly» -un tema de innegables tintes ‘zeppelianos’ plagada de subidas y bajadas, un ‘crescendo’ memorable y una de las mejores interpretaciones vocales de Vedder que, todo junto, conformaban el último gran clásico del grupo- y la preciosa balada «Wishlist», con el único punto débil de «Pilate». Sin embargo, la euforia se diluía un tanto en la segunda mitad de la obra, en la que se agolpaban una serie de -sin duda- buenos temas, pero ya lejanos en nivel al de sus obras magnas como esa correcta balada folk que es «Low Light» o ese intento frustrado de reverdecer los laureles de «Rearviewmirror» en «In Hiding». No obstante, la despedida con la bonita «All Those Yesterdays» nos recordaba que, pese a todo, «Yield» seguía siendo un disco muy reivindicable.
«BINAURAL» (2000); ATMÓSFERA DE CONFUSIÓN
La zozobra regresó al seno de Pearl Jam con un ingreso en rehabilitación de McCready, un bloqueo creativo de Vedder y la nueva salida de un batería -en este caso Irons- para dar entrada al definitivo hasta ahora Cameron, el brutal rompebaquetas de Soundgarden. En consecuencia, la banda se aleja de la concisión de «Yield» y se sumerje en un sonido mucho más atmosférico, libre y desmadejado de la mano de su nuevo compinche en la pruducción, Tchad Blake, y la utilización de la técnica binaural que da título al disco. Probablemente estemos ante el disco menos imprescindible y también menos popular de la banda hasta ese momento. Ni el contundente inicio con «Breakerfall», «God’s Dice» y «Evacuation» ni posteriores tonadas como «Insignificance», «Rival» o el jugueteo de Vedder con el ukelele de «Soon Forget» aportan poco más que mera corrección y el conjunto se resiente de una evidente falta de cohesión. No obstante, la calidad inherente de la banda hace imposible el naufragio, evitado por temas como «Grievance» o «Sleight of Hand» y, sobre todo, por un excelente tríptico central de medios tiempos que funciona perfectamente, tanto en la versión más clásica de la banda como «Light Years» o «Thin Air» como en la más experimental y llamativamente cercana a Pink Floyd de «Nothing as it Seems». Ya sólo por estas tres gemas, la escucha de «Binaural» se hace obligatoria.
«RIOT ACT» (2002); UN TAPADO A REIVINDICAR
Pocos acontecimientos pueden marcar un álbum tanto como una tragedia global como el 11-S o una particular como la acontecida en el concierto de Pearl Jam en el Festival de Roskilde en 2000. Sin embargo, ante ellos, los de Seattle entregaron toda una muestra de madurez, un «Riot Act» que mostraba a un grupo ya liberado de la misión de ser un multiventas y haciendo música por el mero placer de hacer música. Con la riqueza percusiva que aportó un Cameron ya plenamente integrado y los matices introducidos por el nuevo miembro de la banda, el teclista Boom Gaspar, Pearl Jam ofrecieron un compacto muestrario de todas sus facetas, desde la más clásica hasta la más vanguardista, que, por la coyuntura comercial del momento, pasó mucho más desapercibido de lo que merecía. De nuevo, una segunda mitad de disco más irregular de lo deseable (temas como «Bu$hleaguer», «Help Help» o «Get Right» eran perfectamente obviables), perjudicó un brillante comienzo que, coronado por la aventurera y apasionante «You Are» -probablemente la mayor diana de la faceta más experimental de la formación- , era antecedido por cosas tan sólidas como la balada «Thumbing my Way», el infalible medio tiempo «I Am Mine», la vibrante y contundente «Save You» y la bien entendida mezcla de folk y psicodelia de «Can’t Keep» y «Love Boat Captain». Y de nuevo el último tema -preciosa «All or None»– nos dejaba un agradable regusto final.
«PEARL JAM» (2006): ENGAÑOSA VUELTA A LAS RAÍCES
Tras un largo hiato de cuatro años, Pearl Jam regresaron con un álbum homónimo en el que dieron un portazo en las narices a aquellos pocos que habían visto «Riot Act» como el primer paso de una apetecible evolución del grupo a terrenos inexplorados y satisfizo a la mayoría de sus acólitos y, sobre todo, a sus seguidores más casuales con un regreso a la fiereza rockera y a la espontaneidad de sus inicios, en lo que pareció una exitosa operación de reivindicación comercial, acentuada por el oportuno tono reivindicativo en pleno segundo mandato de George W.Bush. Así, la carta de presentación no podía ser más elocuente, con las potentes «Life Wasted», «World Wide Suicide» y «Comatose» haciendo retroceder el tiempo hasta la época de «Vs.» y siendo tan indudable su efectividad como su carácter excesivamente genérico. Sin embargo, a partir de este momento, exceptuando «Big Wave», el ‘engaño’ se desvanece y queda claro que el presuntamentente rockero álbum del aguacate es, sobre todo, un disco de medios tiempos, que, por otra parte, ya por esta época se habían convertido en la gran especialidad del grupo. En este aspecto, dentro de un inspirando conjunto, brillan especialmente el fantástico estribillo de «Marker in the Sand», la sutileza de «Parachutes» y la profundidad y emotividad de los dos números finales: «Come Back» e «Inside Job». Vuelta o no a las raíces, lo importante es que «Pearl Jam» es otro gran álbum a añadir a la nómina.
«BACKSPACER» (2009): REIVINDICACIÓN A GUITARRAZOS
Probablemente influyeron el reverdecer comercial de la banda con «Pearl Jam» y su apoteósica gira posterior y los optimistas vientos de cambio con los que llegó Barack Obama a la Casa Blanca, pero lo cierto es que «Backspacer» muestra la cara más relajada, espontánea, alegre y rockera de Pearl Jam en su disco más corto. Conscientes de esa dirección y tras dos álbumes consecutivos con Adam Kasper a los mandos, volvieron a contar con Brendan O’Brien a la producción y ello se tradujo en una mayoría de temas que presentaba una afortunada mezcla de los The Who más básicos, el garaje 60’s y el punk pop de Ramones y Buzzcocks. Así, la adictiva «Supersonic» se corona como la estrella de una terna rebosante de frescura y guitarreo que también conforman «Gonna See My Friend», «Got Some» y «The Fixer». Mientras, en la faceta más intimista predomina el clasicismo y se mantiene el buen nivel con piezas como «Just Breathe» o «Unthought Known». El resto del ‘track list’ no es tan brillante pero apenas resta en una obra de lo más recomendable y rejuvenecedora para Pearl Jam.
«LIGHTNING BOLT» (2013): BAJANDO REVOLUCIONES
El último disco de estudio que, por el momento, nos ha brindado Pearl Jam es también, seguramente, el más difícil de clasificar. Más largo y menos puramente rockero que «Backspacer», «Lightning Bolt» se presenta como un muestrario de todas las facetas de la banda e incluyendo alguna nueva, pero acaba situándose un escalón por debajo del resto de la discografía en cuanto a inspiración. La primera mitad del disco raya a buena altura con esos dos vibrantes pepinazos iniciales que son «Getaway» y «Mind your Manners», mientras que la delicada «Sirens» e «Infallible» -con uno de esos grandes estribillos marca de la casa- defienden muy apropiadamente el apartado de medios tiempos. Sin embargo, el resto de canciones -exceptuando quizás la frescura de la muy 50’s «Let the Records Play»– no logra hacernos vibrar, conformando una escucha agradable pero demasiado escasa de garra e incluyendo además algún patinazo como esa aburrida «Pendulum», que aportó leves matices electrónicos. No cabe duda que los de Seattle deben superar claramente este ligero tropiezo en su próximo lanzamiento.
PERROS PERDIDOS Y EN DIRECTO
Enormemente prolíficos, Pearl Jam no han dejado de diseminar temas que no hallaron acomodo en sus discos oficiales en singles, ‘bonus tracks’, álbumes benéficos y bandas sonoras. Tan vasto catálogo supone una apasionante tarea de búsqueda para los fans más completistas…pero los demás, simples y perezosos mortales, recibimos como maná caído del cielo una recopilación tan oportuna como «Lost Dogs», que reunió en 2003 todos esos cabos sueltos en un álbum doble que resulta imprescindible para completar la visión musical de una banda tan variada. Que el aficionado casual no se crea que se encuentra ante un conjunto de canciones menores, aquí están absolutos clásicos como sus versiones «Leaving Here» y «Last Kiss» o enormidades como «Yellow Ledbetter», la acústica «Footsteps» o la funky «Dirty Frank».
Pero si el material inédito en estudio de Pearl Jam es amplio, el recogido en directo es ya demencial, merced, especialmente, a esa decisión que tomó la banda entre 2000 y 2003 de lanzar oficialmente los ‘bootlegs’ de la mayoría de conciertos que dio en esas giras. Huyendo de ese inabarcable universo, los de Seattle se inscriben perfectamente en su contexto temporal en cuanto a la poca importancia otorgada a los discos en vivo, en comparación con los grandes clásicos de los años 70 y 80. Así, Pearl Jam no cuenta entre su discografía con ningún «Alive», «Made in Japan» o «Live After Death», pero sí tiene unos cuantos buenos representantes para disfrutar de su faceta en directo. Su último lanzamiento al respecto, «Let’s Play Two» (2017), cuenta con el aliciente de tener una mayor cohesión al haber sido registrados en dos conciertos consecutivos en 2016, algo de lo que adolecen los mucho más dispersos «Live on Two Legs» (1998) y «Live on Ten Legs» (2011) -aunque éste sea el que incluya seguramente el material más convincente-. Muy interesante resulta, además, «Pearl Jam Twenty» (2011) , la banda sonora oficial del documental de Cameron Crowe, que recopila -además de unas cuantas curiosas demos- material en vivo de lo más variopinto de toda la carrera del grupo, desde las últimas giras hasta curiosidades como extractos de su «MTV Unplugged» o rescates de cuando la banda aún se llamaba Mookie Blaylock, conformando una valiosísima panorámica de la formación.
PARTIENDO CAMINOS
Pese a dedicar sus mayores esfuerzos a Pearl Jam, no podemos decir, ni mucho menos, que sus miembros se hayan limitado a su carrera en tan exitosa banda y todos ellos han aprovechado el tiempo libre disponible en una multitud de proyectos tanto en solitario como en los más variados grupos. Desde los atmosféricos Brad de Gossard hasta los clasicorros The Rockfords de McCready, pasando por la curiosa alianza de Ament con Joseph Arthur en RNDM o el sinfín de proyectos de Cameron (mención aparte, claro, de su labor en Soundgarden), analizar cada uno de ellos requeriría de otro post tan extenso como éste. Por ello, aplicaremos un estricto filtro y nos detendremos únicamente en los tres proyectos paralelos de los miembros de Pearl Jam que nos parecen absolutamente imprescindibles:
- Si Temple of the Dog es unánimamente considerado como el gran ‘supergrupo’ que surgió del ‘grunge’, tampoco hay ninguna duda de que su máximo competidor es Mad Season, ese inimitable combo que unió a McCready con Layne Staley (Alice in Chains), Barrett Martin (Screaming Trees) y John Baker Saunders, que, además, contaron con colaboraciones tan lujosas como la de Mark Lanegan. Su único disco, «Above» (1995), ronda la obra maestra con un tono oscuro heredero de Alice in Chains, pero sustituyendo los guitarrazos por un sonido más atmosférico y elegante. McCready brilla explotando su faceta más ‘bluesy’ en temazos imperecederos como «Wake Up», «River of Deceit» o «Long Gone Day».
- En esa época de gran tensión que vivían Pearl Jam tras la salida de «Vitalogy», la llamada de su gran ídolo, Neil Young, para colaborar resultó toda una bocanada de aire fresco para el grupo. Inmerso en uno de sus momentos más inspirados de las últimas décadas, el maestro canadiense decidió dar un respiro a sus habituales Crazy Horse tras aquel grave y atmosférico «Sleeps with Angels» y se puso a rockear de lo lindo con sus nuevos discípulos en «Mirror Ball» (1995) , un disco de canciones sencillas pero rotundas y efectivas que es uno de los grandes momentos de la discografía noventera del autor de «Harvest». No hay canción floja en este disco, pero brillan especialmente «I’m the Ocean», «Downtown» y «Peace and Love».
- Todo fan de Pearl Jam había tenido en mente en algún momento que Eddie Vedder tenía el potencial para hacer un gran disco en solitario. Su momento llegó en 2007, cuando su amigo Sean Penn le encargó la escritura de varias canciones para su excelente película «Into the Wild» («Hacia rutas salvajes» en España). El vocalista se decantó por un estilo marcadamente folk que dejara espacio a su privilegiada voz, que brillaba como nunca tanto en composiciones propias como «No Ceiling», «Rise» y «The Wolf» como en las excelentes versiones de «Hard Sun» y «Society». Una maravilla que Vedder está tardando demasiado en repetir (y no, no vale ese soporífero «Ukelele Songs»).
Con el objetivo de ambientar adecuadamente la lectura de este post -y cualquier otro momento en el que busques un remanso de buena música-, hemos confeccionado una ‘playlist’ de Spotify en el que repasamos lo mejor de la obra tanto de Pearl Jam como de los proyectos más destacados que han orbitado en algún momento en torno a tan magno nombre. Debajo de estas líneas lo tienen disponible para su disfrute, viajen por el ‘Universo Pearl Jam’:
Unos grandes, sin duda. Es posible que, si hubieran dedicado algún esfuerzo al marketing, hoy estaríamos hablando de superventas mundiales tipo U2 (y aún así lo son) pero, fieles al ideario rocanrolero, pasan de vídeos, de promociones y de entrevistas «para vender». Son auténticos y genuinos. Se dedican simplemente a crear música.
Yo me quedé en «binaural» pero recientemente adquirí el disco «rearviewmirror» de grandes éxitos y volví a sentir aquello que me hizo adorarlos en los 90 como los verdaderos sacerdotes del grunge y unos imprescindibles del rocanruoooool.
Su visita a España en el Mad Cool me tiene absolutamente fastidiado, ya que no adquirí las entradas debido a que 80.000 personas en un concierto no es mi definición de disfrutar de la música, la verdad.
Gran artículo de revisión.
Muchas gracias,
Comparto tu opinión de que un festival tan multitudinario no es el mejor escenario para disfrutar en directo de Pearl Jam, pero me temo que por ahora es la única y viendo la tranquilidad con la que se están tomando las cosas en los últimos años, cada oportunidad puede ser la última. También te animaría a que dieras una oportunidad a su discografía post-‘Binaural’, obviamente siguen sin brillar a la altura de su brutal trilogía inicial, pero discos como «Riot Act», «Pearl Jam» o «Backspacer» bien valen una escucha.
Un placer comentar contigo.
Un saludo
Fantástico repaso a su carrera, he disfrutado mucho el artículo. Por supuesto, gustos son colores y hay cosas con las que no puedo estar de acuerdo…. Vitalogy para mi está claramente muy por debajo de los dos primeros trabajos, a pesar de lo maravillosas que son sus cumbres (Corduroy, Nothing y Better).
Calificar Present Tense como un tema de relleno me parece una osadía cuando es de lo mejorcito del irregular No Code. Y dentro del Backspacer, que me parece lo mejor que han hecho en 20 años (desde Yield), me duele no ver mencionados los dos temas que más me gustan: Amongst the waves y Force of Nature.
Gracias por el artículo, y Larga vida a PEARL JAM
Hola, Norbu, y mil gracias por los elogios.
Me alegro muchísimo que hayas disfrutado el artículo, un servidor también lo gozo al redactarlo lo suyo. Sobre los distintos aspectos que mencionas, pues ya entramos en una cuestión de gustos personales. A mi me flipa «Vitalogy» y a ti no tanto, a ti te encanta «Present Tense» y yo la veo simplemente correcta, me gustan los temas que mencionas de «Backspacer» pero prefiero otros…en fin, preferencias personales que cada uno ya tenemos muy marcadas en la cabeza y de las que no creo que nos vayamos a mover ahora. Lo importante es que los dos deseamos esa larga vida a Pearl Jam y que ambos sigamos disfrutándolos por mucho tiempo, especialmente con conciertazos como el que nos regalaron en el Mad Cool.
Un saludo y gracias por comentar!
Pearl Jam es TAN pero TAN grande, que da para que alguien como yo AME temas como ‘Pendulum’, ‘In hiding’, ‘In my tree’, ‘Present tense’…y tu, que gustas tanto de la banda como yo, los desprecie jajaja!
En fin, saludos. Muy buena reseña. Pearl Jam da para mucho. En algún momento de este año reseñaré los 20 años de Yield en mi blog, corresponde.
Saludos y felicitaciones nuevamente.
Esteban
http://www.politomusica.blogspot,com
Muchas gracias, Esteban, por los elogios y felicitaciones, especialmente, por saber comprender tan bien nuestras pequeñas diferencias sobre el cancionero de la banda. Cada uno tiene sus Pearl Jam ideales, pero todos ellos son cojonudos.
Un saludo