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«Popular Problems» de Leonard Cohen: el príncipe y las coristas

24/10/2014

Leonard Cohen-Popular Problems

Leonard Cohen siempre estará vinculado a la intrahistoria de El Cadillac Negro porque nuestro primer post, allá por febrero de 2012, fue aquel en el que reseñamos su “Old Ideas”, el álbum con el que el bardo canadiense revalidaba su renacimiento artístico tras un larguísimo peregrinaje forzoso por escenarios de todo el mundo. Desde entonces han pasado poco más de dos años y medio, que puede ser mucho o poco tiempo, según se mire. Para un blog que nació con la sencilla pretensión de compartir pasiones y alguna que otra fobia, y que ha crecido gracias al entusiasmo y la constancia de las seis personas que colaboran en él y de las (bastantes más) que lo consultan asiduamente, es un tiempo considerable. Sabemos que estas aventuras suelen comenzarse con mucho ardor al principio para desinflarse poco tiempo después y terminar abandonándose. El Cadillac Negro continúa tirando millas, y pretende seguir en la carretera mientras haya lugares apasionantes que descubrir. Sin embargo, para un artista que en dos décadas solo había publicado tres discos de estudio, dos años y medio es un tiempo razonablemente corto. Y es el que media entre aquel “Old Ideas” y su última entrega, este “Popular Problems” que confirma que el viejo trovador judío se encuentra, a sus 80 años, en uno de los mejores momentos de forma de su carrera, conservando la clase y la lucidez totalmente intacta.

Para ser honestos, antes de verse obligado e emprender un maratón de conciertos que le recompusiera económicamente tras la puñalada trapera que le asestó por la espalda su antigua manager y amiga, Kelly Jones, Cohen tenía asumido el rol de vieja gloria encantada de serlo y de vuelta de todo. Sus discos “Ten New Songs” (2001) y “Dear Heather” (2004) sonaban melifluos y blandengues aunque fueron recibidos con condescendencia por crítica y público, quizás satisfechos por el mero hecho de tenerle de vuelta tras el largo hiato que hubo entre ellos y “The Future” (1992), aquel sí un trabajo a la altura de la leyenda. Sin embargo, algo debió removerse por dentro del arcano juglar en aquellos recitales en los que se exigía a sí mismo actuar, quizás a modo de penitencia, durante tres horas ante la audiencia. En “Old Ideas” Cohen recuperó el filo creativo y entregó su mejor colección de canciones en mucho, muchísimo tiempo. Aquella podía haber sido una despedida inmejorable y de auténtico sabor crepuscular (aunque, ¿alguna vez Cohen no fue crepuscular?) para el mito, pero en vez de eso parece que tendrá que conformarse con ser la primera piedra de un majestuoso ciclo final que, de momento, tiene continuidad con “Popular Problems”, un trabajo que no solo iguala al anterior, sino que incluso me atrevo a proclamar que llega a superarlo. ¿Su mejor disco desde “The Future”? ¿Y por qué no el mejor desde “I’m Your Man” (1988)?

 

Quizás tenga mucho que ver la contribución de Patrick Leonard (colaborador de Madonna, Elton John o Bryan Ferry, entre otros) en la producción y composición de casi todos los temas, pero “Popular Problems” es uno de los discos más concisos del canadiense –cierto que su predecesor también lo era-, con una duración que no llega a los 36 minutos y que impide atisbar el más mínimo grado de paja en sus nueve composiciones, sustentadas en melodías tan sencillas como cautivadoras, elegantes arreglos blues, jazz y folk, un sonido mucho más atemporal que el de algunas de sus producciones más afamadas, y unos textos en los que el poeta exhibe, como es acostumbrado, agudeza, sensibilidad y sentido del humor para hablar de lo de siempre; de amor, de Dios y de violencia en un mundo que se desmorona entre guerras ancestrales, tanto globales como domésticas. Y en la voz ronca y cavernosa del anciano príncipe de las tinieblas sentimentales, mecida por los balsámicos coros femeninos marca de la casa –en esta ocasión Charlean Carmon, Dana Glover y Donna De Lory-, estas canciones rezuman la sabiduría, el conocimiento y la autoridad moral de un viejo Casanova que rememora con orgullo pero sin nostalgia pretéritas conquistas y batallas perdidas.

“Slow”, seductor blues minimalista construido sobre el piano eléctrico con el que se abre el álbum, ya es toda una declaración de intenciones (“I’m slowing down the tune/ I’ve never liked it fast/ You wanna get there son/ I wanna get there last”) que tiene continuidad en el hipnótico aroma de jazz humeante de “Almost Like the Blues” y en el funk sintético en los huesos de la negra “Nevermind”, perfumada con esencias orientales que incluyen tablas y coros árabes. La solemnidad litúrgica del góspel impregna la emocionante “Samson in New Orleans”, una íntima plegaria por la ciudad del Katrina bañada en órganos y violines irlandeses, y la ceremoniosa “Born in Chains”, tema-río de resonancias bíblicas sometido a 40 años de reescritura hasta que Cohen ha encontrado su versión aparentemente definitiva.

 

Lo más sorprendente del lote quizás sea “Did I Ever Loved You”, con unos versos en los que el canadiense se esfuerza por cantar más que recitar, emparentándose con el Tom Waits de las baladas dolientes, y que se rompen en un estribillo celestial a lomos del country folk más radiante y luminoso. Una pequeña joya. “A street” apuesta por la vía del rythm & blues aunque su carta ganadora está en una fabulosa coda (“The party’s over/ But I’ve landed on my feet/ I’ll be standing on this corner/ Where there used to be a street”) que retrotrae a los tiempos de “I’m Your Man”. En “My Oh My” piano, slide y vientos conducen una letanía de esencia bluesy, mientras que “You got me singing” cierra la obra con una hermosa nota de folk vespertino y pastoral con la promesa de continuar el viaje hasta que el cuerpo resista (“You got me singing/ Even tho the world is gone/ You got me thinking that I’d like to carry on/ You got me singing, even tho it all looks grim/ You got me singing/ the Hallelujah hymn”).

Con 80 años es complicado hacer planes de futuro, aunque el propio Cohen ha anticipado, quizás medio en broma, que ya trabaja en una nueva obra que se llamaría “Unpopular Solutions”, pero si al viejo rapsoda no le diese tiempo a publicar ningún álbum más podría marcharse con la cabeza bien alta porque dudo mucho de que nadie, ni siquiera Dylan, vaya a llegar a su edad con un disco como “Popular Problems” debajo del brazo.

3 comentarios leave one →
  1. 24/10/2014 17:23

    Es un gran disco, y muchas veces se nos olvida que ste hombre tiene ochenta años. Me encanta verle así, con esa voz cavernosa y cuarteada por el tiempo, enarbolando el estandarte de unos songwriters que tanto le deben. Siempre será más famoso Dylan, pero pocos tienen la clase que este señor tiene. Chapeu por el post.

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