«Masters of Sex»: definitivamente esto no es «Mad Men»
(ALERTA SPOILER: Revela detalles de la tercera temporada de la serie)
Si algo nos queda claro tras la conclusión de la tercera temporada de “Masters of Sex” es que la serie de Michelle Ashford no ha llegado a cumplir (ni creemos que ya lo haga) la promesa que nos hizo en su primera tanda de tomar el testigo de “Mad Men” como estandarte de la excelencia en la TV adulta de calidad. Ya en su segunda temporada detectamos luces y sombras que nos hicieron rebajar las expectativas que teníamos puestas en el show, pero confiábamos, porque había potencial para ello, en que la serie aprendiera de sus errores y recuperara su mejor nivel en el futuro. Lo cierto es que “Masters of Sex” ha exhibido en 2015 las mismas flaquezas e inconsistencias que impiden que esta sea la obra mayúscula que creímos que podía ser. Quizás lo que más fastidia es constatar que cuando sus guionistas se esmeran el programa todavía puede volar a gran altura y entregarnos capítulos tan excelentes como “Matters of Gravity” o “Party of Four”, momentos en los que todos sus engranajes fluyen con precisión , agudeza y un propósito definido, pero al show cada vez le cuesta más arropar sus momentos de inspiración con subtramas que no se sientan como puro relleno. También empieza a ser alarmante su tendencia a traspasar la línea que separa la sutileza del melodrama de sofá, hasta el punto de que en muchas, demasiadas, ocasiones se parece más de lo razonable a un culebrón de sobremesa, más lujoso y mejor vestido, pero culebrón al fin y al cabo. Al programa le sigue salvando muchas veces el gran trabajo de sus actores, capaces casi siempre de que comulguemos con ciertas tramas, argumentos y personajes que en manos de otros intérpretes menos capaces nos harían buscar con irritación el mando a distancia.
Quizás a “Masters of Sex” le convendría reducir el número de capítulos por temporada (¿de verdad necesitábamos algo como “Monkey Business”?) para centrarse en lo que importa y quemar lo que no es sino pura grasa, pero me temo que ni siquiera así solucionaría todos sus problemas, que empiezan por su propia planificación. La historia de Bill Masters y Virginia Johnson, tan extensa y prolongada en lo personal como prolija en logros científicos relativos al comportamiento sexual y en su impacto en la cultura popular de su tiempo, no ha avanzado demasiado en realidad en estas tres temporadas y da la sensación de que a este ritmo necesitaríamos de al menos otras siete para ser documentada en su totalidad. A pesar del salto temporal con el que se inicia esta tercera tanda –hasta 1965, en los prolegómenos de la publicación de “Respuesta sexual humana”-, y el aparente nuevo status quo entre Bill, Virginia y Libby, en pocos capítulos nos damos cuenta de que los personajes siguen dando vueltas a patrones de comportamiento que ya hemos visto anteriormente. Da la impresión de que llueve sobre mojado en “Masters of Sex”, de que, a pesar de su esfuerzo por abrir algunos nuevos caminos, la serie está tan estancada como la disfuncional y complicada relación entre Masters y Johnson.
Es verdad que el show sí ha movido un poco las piezas del escenario en el que se mueve la pareja protagonista. Los respectivos hijos de ambos han crecido –los de Virginia ya son adolescentes capaces de cuestionarse la vida de su madre; los de Bill son aún niños carentes de un sólido referente paterno-, su primer libro ya está en la calle y ambos son ya considerados baluartes de la imparable ola de revolución sexual que llegaba a todo el país, pero, en esencia, todo entre ellos sigue en el mismo punto, y la serie parece más interesada en seguir explorando el por qué ese “matrimonio de la mente” permanecía junto pese a todos los obstáculos que en ahondar en lo que ambos lograron en ese periodo en el campo profesional. A diferencia del año pasado, el estudio, el trabajo de campo, vuelve a tener mayor peso en el show, pero ni el proyecto personal de los “sustitutos” de Bill, ni el empeño de Virginia en destilar la fragancia sexual definitiva poseen la capacidad sugestiva de aquellos iniciales experimentos de la primera temporada. Incluso el mayor atractivo de esta tanda, la llegada del magnate de la industria del perfume, Dan Logan (un sólido Josh Charles), y su decidida intromisión en la relación entre Virginia y Bill no es sino una revisitación de aquella aventura de ella con el doctor Ethan Haas de la primera season, en la cual el dilema vuelve a ser el mismo que entonces. ¿Elegirá Virginia la felicidad junto a un hombre que la adora o antepondrá la excitación del descubrimiento, la pasión por hollar nuevos territorios junto a Bill? Sí, ya lo hemos visto antes, pero todavía es fascinante (o por lo menos lo sigue siendo para mí) ver a la maravillosa Lizzy Caplan lidiar con las inseguridades de su Virginia, una mujer tan ambiciosa y decidida en lo profesional como náufraga en el plano personal, resignada a la inercia sentimental, atrapada en su ambivalencia amorosa, incapaz de decidir por sí sola qué quiere que sea su vida. La llegada de esa brisa de aire fresco que es Logan, desplegando su “cortejo apropiado”, provoca que ella se replantee la insatisfacción a la que le ata ese controvertido vínculo con Bill, insuficiente por sí mismo para evolucionar hacia alguna parte más allá del marco de la investigación.
Por su parte, Bill sigue siendo el mismo tipo calculador, egocéntrico, estirado y controlador de siempre, atormentado por el recuerdo de un padre castrador y, por tanto, distante con sus propios vástagos y rebosante de ánimo de revancha con todo el mundo. Decididamente no es un personaje con el que la audiencia pueda empatizar con facilidad y eso, precisamente, es lo que hace que el trabajo de Michael Sheen sea tan meritorio, pues a la cara menos amable de Bill siempre es capaz de encontrarle su envés más vulnerable y humano, aquel que se muestra por ejemplo en “Through a Glass, Darkly” cuando admite que lo único que ha hecho bien en toda su vida es amar a una persona tanto como alguien como él puede hacerlo, y si se rinde en eso no tendrá nada. En ese festival de réplicas cínicas y mordaces que es “Party of Four”, Bill le desvela a su contrincante su plan maestro para atraer de nuevo al redil a Virginia, que al fin y al cabo es lo de siempre, apelar a la grandeza de la empresa que están construyendo juntos, a lo que un Dan Logan sorprendido por la extenuante capacidad ajedrecística del doctor le replica que la mejor forma de ganar el corazón de Virginia es otra más sencilla: decirle directamente lo que siente por ella… y él ya lo ha hecho. Cuando Bill finalmente, en “Full Ten Count”, se decide a abrir su corazón, sin agarrarse a la coartada de la investigación, es demasiado tarde. Afortunadamente, me permito añadir, porque nada habría sido peor que la “climática” secuencia del aeropuerto hubiera culminado como cualquier otra vulgar comedia romántica, que es hacia donde se dirigía. Bill finalmente deja de luchar, de maquinar, de enredar, quizás la única manera de conseguir a Virginia de vuelta, regreso que no hay que ser muy listo para saber que terminará ocurriendo tarde o temprano, pero que al menos le permite al show terminar la temporada entonando una melodía distinta y menos predecible.
Ashford y se equipo de guionistas están empecinados en que Libby Masters siga siendo una pieza central del show, a pesar de que ya en la segunda temporada sus peripecias se sentían muy desconectadas del resto, siendo de resultas una de las piezas más prescindibles del programa. Pese a sus esfuerzos por dotarle de una dimensión más significativa, Libby continúa siendo un personaje puramente folletinesco e involuntariamente tragicómico, sumida en un típico y tópico drama doméstico de ama de casa que tiene que buscar fuera (no muy lejos, justo en la vivienda de al lado) lo que no encuentra en su hogar. Los responsables del show se han tomado muy en serio la labor de darle material a Caitlin Fitzgerald (a la que hay que reconocerle que está estupenda), de modo que en casi cada capítulo dispone de “su escena”, ya sea un arrebato dramático, una confesión íntima o una explosión de rabia contenida, casi siempre tan telegrafiada que es imposible no ver las costuras por todos lados. Quizás sea su último cara a cara con su todavía marido en la season finale su intervención más contundente, precisamente por lo que tiene de imprevisto y de ruptura con la dinámica habitual del sufrido personaje. En cualquier caso, “Masters of Sex” debería ser capaz de dejar marchar a las criaturas que ya han cumplido su función en el show y no exprimirse los sesos para seguir trayéndolos de vuelta, y en ese sentido creo que la hora de Libby, por su propio bien, ha llegado ya.
Las historias de apoyo, las que atañen a los personajes secundarios de la serie, ya eran antes uno de sus puntos flacos, y este año la dinámica no ha sido distinta, si acaso, peor. Betty Dimello, la sarcástica e incisiva secretaria de Masters & Johnson, es todo un acierto como contrapunto cómico propinando codazos desde los márgenes de la historia, pero cuando toca darle peso a su propia trama junto a su pareja Helen todo resulta rutinario, predecible y aburrido. Y para colmo este año le ha tocado a ella hacerle hueco a Austin Langham (otro ejemplo de personaje que debió quedarse en la primera temporada pero que los guionistas siguen tratando de meter a capón donde sea). Peor aún ha resultado el regreso de no- se-sabe-dónde de la ingenua Jane Martin, ahora emparejada con Lester Linden en una guadianesca subtrama de serie Z que nos ha importado tan poco a los espectadores como a los guionistas.
Tessa Johnson, la rebelde adolescente hija de Virginia, llegaba para aportar más capas a la complejidad de las relaciones paternofiliales –uno de los aspectos que mejor se desarrollan en “Masters of Sex”, con continuos juegos de espejos y paralelismos-, pero quizás ha terminado dando menos de lo que prometía, postergada en el tramo final de la temporada, el de los minutos decisivos, y dándonos a entender –al igual que el subargumento en el Ejército del otro hijo de Virginia- que su razón de ser era más la de servir de relleno en los tiempos muertos que la de tener relevancia en la trama principal (pero, ¿cómo tenerla cuando su existencia –al igual que la de ese innecesario y casi siempre olvidado bebé de Gini- es ficticia, como bien nos apuntaban los títulos de crédito de final de capítulo?). De Nora Everett (Emily Kinney, Beth en “The Walking Dead”), la al principio solícita, aplicada y adorable colaboradora de Bill Masters, y después súbitamente traicionera, detestable y fanática que le metió entre rejas, preferiría ni hablar, como tampoco deseo hacerlo del insufrible elemento que pululaba por las instalaciones de la Fundación amenazando con desatar la ira de Dios.
Aunque la serie tiene evidentes problemas para dar carpetazo a personajes que ya no tienen razón de seguir apareciendo en el programa, paradójicamente uno de los mayores aciertos del año ha sido el regreso de la enorme Allison Janney como Margaret Scully, el secundario mejor escrito e interpretado de la historia del show. En la única trama concerniente a los pacientes de Masters & Johnson que esta temporada ha sorprendido esquivando el estereotipo, Margaret volvió a demostrar que ella es la verdadera heroína de “Masters of Sex”, la única que, pese a toda su fragilidad emocional, es capaz de tomar decisiones valientes en su vida. Además, las pocas escenas de Janney con Beau Bridges volvieron a ser oro puro. Ambos actores saben cómo conferirle autenticidad, casi solo con sus expresiones corporales y sus gestos, a una historia de más de 20 años en la que puede que no haya habido espacio para el sexo, pero sí para toneladas de amor, dolor, comprensión y frustración. Es una lástima que Barton Scully ya sin Margaret al lado (solo estuvo dos episodios) haya sido simplemente una excusa para armar una trillada historia de amor homosexual en tiempos revueltos.
Al menos el show este año no ha querido volver adentrarse en terrenos que no domina bien tratando de insertar acontecimientos políticos, sociales o culturales de la época en sus argumentos. No, definitivamente “Masters of Sex” no es “Mad Men”. Pero que una serie no alcance la excelencia a la que aparentemente estaba destinada no significa que no posea destellos de clase y momentos de alta televisión. Si son suficientes para seguir dándole cancha un cuarto año ya dependerá de la agenda de cada uno, de la competencia que haya o de las debilidades personales. Por mi parte, mientras sea la única serie en la que poder disfrutar de Lizzy Caplan a tiempo completo creo que seguiré en el barco.
Enorme review ! no te has dejado nada en el tintero ! despues de esto , poco mas que añadir, efectivamente las comparaciones son odiosas , Mad Men es lo que es y lo sabia, y Masters of Sex es una gran serie tambien, con sus altibajos ,pero muy bien hecha y de mucha reflexion , en muchos terrenos , yo no quitaria a nadie, quizas ahora si continua ( que no lo se) mucho giro tiene que dar, por que han estirado bastante la historia. Y si mas Allison Janney por favor!!
MadMen terminó ,Masters paró, que nos queda ?
Gracias
Estupenda review a la que adhiero palabra por palabra! Realmente he llegado a pensar, que los guionistas de la primera temporada renunciaron. Recuero haberme visto todos esos capítulos casi de un tirón, mientras que a medida que iba avanzando la historia, me costaba cada vez más verlos, pero seguí para ver si recuperaba su antiguo brillo y por las actuaciones estupendas de la serie. Esas dos mujeres (Virginia y Libby) son como sacadas del tunel de tiempo, son magníficas. Preciosas y buenas actrices. Sheen no puede estar mejor en su interpretación. Pero tal como dijiste, la serie ya se asemeja a un culebrón por la estirada que le vienen pegando. La cosa daba para seguir con la investigación de la pareja original y terminarla donde había que terminarla. Toda esta temporada me aburrió por la domesticidad a la que apelaron, sin que se llegara al jugo verdadero de la historia, que ni los hijos adolescentes pudieron exprimir. En fin… es una serie linda de ver… pero a mí al menos, ya no me apasiona. Veremos como sigue. Gracias x la review!
Veo que esto sigue igual de espectacular. ¿Cómo lo hacéis, chicos? En primer lugar, poco puedo hablar de Master of Sex; pero sí de Mad Men, y he de decir que, tanto el puso de el argumento, así como los diálogos y la estética de la de Weiner, está muy por encima de la primera. En fin, señores. Enorme, como siempre. Me suscribo, por cierto. Y os dejo mi wordpress, para ver si os gusta:
https://ourgodsaredead.wordpress.com/
Muchas gracias, Fran, Indi y alexpalahniuk por vuestras aportaciones. Fran, Showtime ha renovado la serie para una cuarta temporada pese a que las audiencias han bajado, así que seguiremos teniendo «Masters of sex» al menos un año más. Indi, completamente de acuerdo en tu descripción de las dos protagonistas. Son las razones más sólidas para seguir viendo la serie. Alex, veo que has renovado el blog, que por supuesto que ya conocíamos y teníamos enlazado en Compañeros de Viaje. Actualizamos el link y por supuesto que seguiremos pasando por ahí, porque tus posts son canela fina. Un saludo a todos.