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¿Beatles o Stones? Simplemente di The Who

14/06/2016

The Who

Una de las preguntas tópicas que más se ha repetido de generación a generación en la historia de la música popular es aquella que nos obliga a elegir bando entre mamá y papá: “¿Beatles o Stones?”  Y quizás la mejor forma de responder a ese acertijo irresoluble sea tirando por la calle de en medio: “Ni unos ni otros, The Who. Ningún aficionado con un mínimo de criterio musical tendría nada razonable que objetar, puesto que en aquellos tiempos de gigantes que fueron los gloriosos 60 y primeros 70 la banda de Pete Townshend, Roger Daltrey, John The Ox Entwistle y Keith Moon The Loon vivió instalada en las alturas. Hablar de The Who es hacerlo de una de las bandas más esenciales de todos los tiempos, una que consiguió canalizar el desencanto, la rabia y el entusiasmo de toda una generación, que contribuyó decisivamente a  ensanchar los límites del rock para que éste alcanzase su mayoría de edad y que convirtió las actuaciones en directo en una apabullante explosión de energía e intensidad que probablemente nunca haya sido superada. Sí, Beatles y Rolling Stones pueden ser más célebres y estar más arraigados en el imaginario colectivo, pero el legado de The Who no sólo puede mirar de tú a tú y sin avergonzarse al de esos dos mitos, sino que en algunos aspectos alcanza a superarles.

No había eslabones débiles en ese férreo cuadrilátero sónico diseñado por cuatro talentos absolutamente excepcionales. Townshend, el cerebro de la banda, ha sido simplemente uno de los compositores más brillantes y creativos de la historia, amén de una figura esencial en la evolución de la guitarra eléctrica y la forma de tocarla, con su emblemático y violento molinillo y sus demoledores riffs. La voz de Daltrey, enérgica y poderosa, pasa por ser una de las más carismáticas del rock. El lunático, excéntrico y autodestructivo Moon, con su incendiaria y salvaje manera de aporrear los tambores y su aversión a los ritmos convencionales, creaba una atmósfera tribal y maniaca convirtiendo la batería en un instrumento solista más. Y Entwistle, el más discreto y reservado del cuarteto, elevó las posibilidades del bajo a otro nivel, desplegando líneas innovadoras como si se tratara de “un órgano de Bach” (en palabras del propio Townshend) , además de contribuir con composiciones magníficas que no desmerecían al lado de las del líder. Los cuatro juntos, en constante competición, destilaron una alquimia sonora que desparramaron por algunas de las páginas más inolvidables de la historia del rock, páginas que vamos a repasar en las próximas líneas aprovechando que lo que queda de la banda (Townshend y Daltrey) llega esta semana a nuestro país para celebrar en el Azkena Rock de Vitoria y el Mad Cool de la capital más de 50 años de Maximum R&B.

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I HOPE I DIE BEFORE I GET OLD

The Who_My Generation

En aquel efervescente Swinging London de mediados de los 60 The Who podían haber quedado como una banda más de las que surgieron a rebufo de la explosión beat pero no tardaron en diferenciarse del resto gracias a un talento innegable para las melodías irresistibles atravesadas por vehementes turbulencias sonoras y, sobre todo, por una inédita puesta en escena que hacía de la violencia una especie de actitud vital o declaración de intenciones (hasta entonces ninguna banda de rock destruido sus instrumentos sobre un escenario).  Hoy por hoy esas batallas campales que terminaban siendo sus presentaciones en clubes y en TV -como su célebre aparición en el «Smothers Bros Comedy Hour»-  pueden dar la impresión de tener mucho de pose, pero en su momento les permitió conectar con las inquietudes de una juventud ansiosa de rebelión y que, aún presa de su propia confusión, tenía clara su voluntad de desafiar el viejo orden establecido.  Así, The Who se convirtieron en portavoces del sentir adolescente británico y, muy especialmente, de un movimiento, el de los mods, que se veían reflejados en las vitamínicas píldoras pop de los primeros singles del grupo, “I Can’t Explain”, “Anyway, Anyhow, Anywhere” o la fundamental “My Generation”.

 

Estamos en 1965, a un mundo de distancia de la explosión punk que estallará una década más tarde, pero “My Generation” ya anticipa la simpleza, crudeza y ferocidad  que caracterizará a las hordas de Johnny Rotten y compañía. No es de extrañar que los Who fuesen una de las pocas vacas sagradas que merecieron el respeto de aquellos jóvenes airados de mitad de los 70. El ritmo rápido y contundente, el tartamudeo iracundo de Daltrey, la incontenible estructura de llamada y respuesta, la dureza de la guitarra, el glorioso solo de bajo (se dice que el primero que apareció en un tema pop) y una agresiva letra definitoria de toda una era convirtieron “My Generation” en el himno juvenil más representativo de la historia del rock. El tema se incluiría en el primer álbum del grupo, “The Who Sings My Generation” (1965), un vigoroso catálogo de las virtudes de un cuarteto insólitamente agresivo pese a estar aún en su fase de aprendizaje. Son todavía evidentes los préstamos del rythm & blues, del soul, de los Kinks y de The Beatles, pero la particular idiosincrasia de la banda ya es patente en temas tan redondos como la exultante “The Kids Are Alright”, “The Good’s Gone”, “Much Too Much”, “A Legal Matter” o la instrumental “The Ox”, una locura que les situaba a años luz de sus compañeros de la Nueva Ola británica. Es, sin embargo, en la imbatible sucesión de singles que irían publicando durante los dos siguientes años (“Substitute”, “I’m a Boy”, “Pictures of Lily”, “Happy Jack”) donde The Who perfeccionarían su propio estilo –primero bajo la producción de Shel Talmy, después guiados por Kit Lambert-, en el que la urgencia pop más deliciosa solía caer en pozos de anarquía y caos controlado, mientras que Townshend demostraba ser un compositor  más audaz e incisivo que la mayoría de coetáneos, tratando temas poco habituales  como los problemas de identidad o sexuales, siempre revestidos de un humor negro característico.

En “A Quick One” (1966), su segundo largo,  no había aldabonazos tan certeros como los de estos singles, en parte porque el resto de componentes de la banda contribuyeron al repertorio y únicamente Entwistle demostró poder estar a la altura (suya es la estrambótica “Boris the Spider”), pero en sus surcos habitaba el primer ensayo de ópera rock de Townshend, “A Quick One While He’s Away”, una larga suite de nueve minutos que en directo se convertiría en un auténtico espectáculo, como prueba la imbatible interpretación que hicieron en el «Rolling Stones Rock And Roll Circus» (y que se puede -debe- ver aquí pese a la deficiente calidad audiovisual del clip) haciendo sombra (por decirlo de manera suave) a los mismísimos anfitriones.

 

Las inquietudes conceptuales de Townshend irían un paso más allá con el tercer álbum, “The Who Sell Out” (1967), concebido como una emisión de radio en el que los temas funcionan como viñetas costumbristas hilvanadas por pequeños jingles de anuncios ficticios. Musicalmente supone una evolución hacia territorios más psicodélicos (“Armenia City in the Sky”) en sintonía con la época – no olvidemos que estamos en el año del “Sgt. Pepper’s”-  e incluso folkies (Mary Anne with the Shaky Hand”), aunque siguen abundando las gemas preciosas de power-pop marca de la casa (“Can’t Reach You”, “Tattoo”). La más destacable y representativa del lote es la ambiciosa “I Can See for Miles”, plagada de feedbacks amenazantes, terremotos rítmicos y armonías complejas valiéndose de novedosas técnicas de grabación. Como curiosidad, la leyenda cuenta que este es el tema que empujó a McCartney a perpetrar el abrasivo “Helter Skelter”, como respuesta a las reseñas que la ensalzaban como la canción más ruidosa y agresiva que se había grabado nunca.

 

WHAT IS HAPPENING IN HIS HEAD?

The Who_Tommy

A finales de los 60 el formato álbum ya estaba ganando la partida al single, que había sido el soporte estrella de los primeros tiempos del rock’n’roll y el pop.  Beatles, Kinks, Beach Boys, Frank Zappa o Moody Blues venían explorando las posibilidades del disco como una unidad temática más allá de servir de mera colección de canciones, pero el ambicioso Pete Townshend anhelaba ir más lejos que el “Sgt. Pepper’s”, “Face to Face” o “Freak Out!”. Quería contar una historia de principio a fin a través de distintas piezas, interludios, personajes, motivos recurrentes y patrones que se repiten durante su minutaje, como si de una ópera clásica se tratase. Y, efectivamente, el invento sería conocido como ópera rock, aunque, en rigor, la primera obra en catalogarse como tal fue “S.F.Sorrow”, de los Pretty Things. Sin embargo, es “Tommy” (1969) la primera en convertirse en un hito cultural a ambos lados del Atlántico. Hablamos de un disco bisagra, el que da carpetazo a los 60, transporta el rock a otra dimensión y define las claves del campo de batalla de los 70. También es el disco que consagra a The Who como una de las bandas fundamentales de su tiempo y a Townshend como un genio. Tomando como inspiración las enseñanzas de Meher Baba -uno de esos gurús orientales que sedujeron a tantas estrellas del pop en el apogeo del hipismo-, nos cuenta la historia de Tommy, un niño que queda ciego, sordo y mudo a consecuencia de un traumático suceso y que vive encerrado en su propia mente, víctima de los abusos de un entorno que pretende aprovecharse de su autismo. Inopinadamente se convierte en todo un maestro del pinball y, tras curarse milagrosamente, en ídolo de masas, para finalmente ser abandonado por sus seguidores y emprender una nueva vida. Anhelos espirituales, locura, pederastia, mobbing, drogas, fanatismo y crítica social son algunos de los conceptos que se tratan a través de un filtro de realismo-mágico, incluso surrealista, que impregna de una pátina de intelectualidad a la obra.

 

Sin embargo, más que por su historia o por sus ínfulas filosóficas, “Tommy” destaca por su apabullante creatividad musical, por la variedad  y originalidad de tonos, arreglos, estructuras y melodías, sin que la calidad se resienta a lo largo de sus generosos 75 minutos. La banda suena menos cruda que en sus tiempos mod y emplea un registro más acústico, pero crece en sutileza e intensidad, sentando incluso las bases de un rock progresivo que no tardaría en degenerar en exhibicionismo vacuo. Apenas hay paja en “Tommy”, que es un disco que demanda ser deglutido del tirón y sin miedo al empacho. Es obligatorio empezar por ese “Overture” instrumental que despliega los leitmotiv que se irán sucediendo durante la obra, no saltarse las piezas breves que ofrecen continuidad narrativa y dinamismo sonoro y, por supuesto, disfrutar de la gran cantidad de temazos que jalonan un álbum que no depende únicamente de la enérgica “Pinball Wizard”, la absorbente “I’m Free” o la mágica sección de “See Me Feel Me/Listening to You” en “We’re not Gonna Take It”. Nunca aparecen en los recopilatorios, pero cortes como  “Amazing Journey”, “Christmas” , “Cousin Kevin” (obra de un Entwistle que contribuyó con notables aportaciones),  “The Acid Queen” o “Go to the Mirror!” se cuentan entre lo mejor que grabó la banda.

“Tommy” trascendería incluso a The Who y conocería distintas reencarnaciones. En 1972 se publicó una versión orquestal  y en 1975 llegó al cine en una adaptación dirigida por Ken Russell con Daltrey como protagonista y estrellas como Elton John, Tina Turner, Eric Clapton, Jack Nicholson, Ann-Magret y Oliver Reed, además de una banda sonora nutrida de nuevas versiones. Sin embargo, solo la lectura de “Pinball Wizard” de Elton John y  “The Acid Queen” en la voz de Tina Turner se igualaban al material original. En realidad, la mejor traducción de “Tommy” fue la que la propia banda hacía en sus presentaciones en directo, mucho más musculosa y enérgica que la del disco, pues coincidió con la época en la que sencillamente no había nada semejante sobre un escenario. The Who en vivo eran un volcán en erupción, un organismo febril, inflamable e imprevisible que no hacía prisioneros. No tocaban más rápido que los demás, pero sí más intenso que ninguno. La sección rítmica de Moon y Entwistle multiplicaba sus prestaciones en estudio desplegando una corpulencia arrolladora, Townshend enfundado en su mono blanco era pura adrenalina eléctrica y Daltrey, hasta ese momento quizás el más infravalorado de los cuatro pese a haber sido siempre un magnífico vocalista, por fin encontró su propia voz dentro de la banda convirtiéndose en un imponente frontman con sus propios gimmicks, como sus característicos malabares con el cable del micro. Chequeen el vídeo de aquí abajo a todo volumen y juzguen ustedes mismos.

 

La incendiaria reputación del grupo se reforzó con su intervención en los grandes eventos musicales de la época, los festivales de Monterey, Woodstock y la isla de Wight, afortunadamente accesibles en internet, y con la publicación del mítico y realmente imprescindible “Live at Leeds” (1970), considerado con toda justicia como uno de los mejores discos en directo de la historia, si no el mejor. Es sencillamente imposible calibrar la ferocidad de The Who ateniéndose únicamente a su producción en estudio; a la bestia había que verla y oírla sobre un escenario para conocer el tamaño de sus colmillos.

 

IT’S ONLY TEENAGE WASTELAND

The Who_1

Instalada la banda en la cumbre de su popularidad, Townshend se obsesionó con dar continuidad a “Tommy” con una ópera rock aún más ambiciosa y compleja. “Lifehouse” iba a ser una historia de ciencia ficción de anticipación que alcanzaría su cénit  en el escenario, donde un hardware de sintetizadores computerizados adaptaría  la personalidad de la audiencia a la música que se crearía en ese mismo momento, valiéndose de los datos personales de los asistentes. Nadie entendió semejante galimatías, ni siquiera en el seno del grupo, y Townshend, frustrado y al borde de la depresión, terminó comprendiendo que el proyecto no iba a ninguna parte. Sin embargo, gran parte del material que había compuesto encontraría su sitio en “Who’s Next”  (1971), un trabajo que, liberado de ataduras conceptuales, acabaría siendo un imponente disco de canciones, para muchos el mejor de su carrera. Producido junto a Glyn Johns -que ese mismo año había trabajado como ingeniero en el no menos emblemático “Sticky Fingers” de los Stones-, “Who’s Next” iba a transformar de forma definitiva el sonido de The Who, haciéndolo más grandioso, rotundo y poderoso; para sus críticos, que también los tiene, excesivamente grandilocuente. En muchos sentidos, es el primer disco de “stadium rock” de los 70, pero igualmente es una obra avanzada a su tiempo en el uso de la tecnología aplicada a la instrumentación clásica del rock de guitarras, con el novedoso uso de sintetizadores y teclados procesados, hasta el punto de que aún hoy suena como un tiro. También es el disco que contiene dos de los mayores clásicos de todos los tiempos. “Baba O’Riley”, que en “Lifehouse” iba a durar media hora, supone en sus 5 minutos un salto de gigante en la evolución del género. Desde el hipnótico e inconfundible loop inicial, pasando por esas tres notas épicas sobre las que Daltrey despliega una melodía con sabor a himno imperecedero, el puente cantando por Townshend y hasta el final acelerado con el violín eléctrico echando chispas, todo en este tema es estremecedor.

 

El otro superclásico es  “Won’t Get Fooled Again” , el arquetipo de rock de formato XXL, exultante, avasallador, combativo y apoteósico. Además contiene el que probablemente sea el alarido más famoso del rock. Pero “Who’s Next” también es la hermosa delicadeza con fiero quiebro final de “Behind Blue Eyes”,  la agresividad hard-rock de “Bargain”, el sabor americano de “Love Ain’t For Keeping” o el frenesí con metales de “My Wife”. Un triunfo aplastante, refrendando por singles magníficos de la época no incluidos en el album como “The Seeker”, “Let’s See Action” o “Join Together”.

En esa época los miembros de la banda comenzaron a publicar discos por su cuenta y, no necesariamente a consecuencia de ello, se acrecentaron las desavenencias entre ellos y su entorno. De repente el ambiente ya no era tan bueno. Incluso en algún momento se llegó a las manos. El vocalista, que en los 60 ya fue despedido durante unas semanas por arrojar por el retrete un cargamento de anfetaminas, empezaba a estar un tanto harto de los excesos de sus compañeros y además acusó a los managers Kit Lambert y Chris Stamp de dilapidar el dinero de la banda en caprichos estúpidos, por lo que se embarcó en una batalla legal para poner en orden los asuntos económicos del grupo. Towshend prefería centrarse en el aspecto musical porque había encontrado la idea para una nueva ópera rock con la que quitarse la espina de “Lifehouse”, una radiografía de la Inglaterra juvenil de 60 vista desde una perspectiva madura y sociológica.  El adolescente protagonista, Jimmy, es un pandillero mod que vive entregado a los placeres terrenales, ropa, mujeres, drogas y peleas con los rockers, hasta que su mundo idealizado se desmorona por completo.

 

“Quadrophenia” (1973) iba a ser el trabajo más íntimo de Townshend, que proyectó en el esquizofrénico Jimmy las cuatro personalidades de los miembros del grupo. También pretendía ser (otra vez) el más ambicioso de la banda en el aspecto musical. Desde luego, desde un punto de vista técnico, quizás sea su mejor trabajo, pues Moon toca a su mejor nivel, The Ox imparte una mayestática lección de cómo tocar el bajo (fíjense en “The Real Me” o «The Punk and the Godfather»), Daltrey alcanza su cima expresiva y Townshend, más allá de su labor guitarrista, se afana en lograr un sonido cuasi sinfónico, continuando la experimentación con sintetizadores, vientos y otros instrumentos menos habituales. En mi opinión, “Quadrophenia” supera a “Tommy” a nivel conceptual e instrumental, pero no en el plano melódico y creativo, aunque un repaso a temas del calibre de la espectacular “5:15”, la evocadora “Sea and Sand”, la colosal “Doctor Jimmy” o la majestuosa “Love Reign O’er Me” nos hace replantearnos seriamente dicho juicio. En cualquier caso, sí es la última obra maestra de la banda, que nunca volverá a recuperar el estado de gracia exhibido durante estos años. La traslación del disco al directo ahondó en las tensiones entre los cuatro músicos, a cuenta de las bases pregrabadas que en más de una ocasión saltaron a destiempo creando un caos formidable, los celos cada vez más evidentes entre Daltrey y Townshend y el agravamiento de los problemas con el alcohol y las drogas de Moon, que llegó a desmayarse durante un concierto.  El declive, lento pero inexorable, se podía atisbar en el horizonte, acompañado de un invitado más dramático y definitivo: la tragedia.

 

WHO THE FUCK ARE YOU?

The Who_Keith Moon

“The Who By Numbers” (1975) supone un bajón inevitable en una trayectoria que hasta ese momento era insultantemente sobresaliente.  Si lo aislamos de sus gloriosos precedentes, no se trata ni mucho menos de un mal disco, pero por primera vez The Who parecen dejarse llevar por la inercia, y los problemas de identidad de un Townshend que empezaba a beber más de la cuenta esta vez no derivan en una obra genial. Claro que hay momentos productivos, como el single “Squeeze Box”, en el que suenan muy cercanos a Creedence Clearwater Revival, “Success Story” o “How Many Friends”, aunque en general se detecta cierto cansancio tras una década de trabajo incesante e inspiración divina. Se imponía abrir las ventanas para airear la estancia. Un largo periodo de descanso que permitiese que las tensas relaciones entre los miembros de la banda se relajaran.  Pero tres años en el mundo del rock pueden ser una eternidad, y más en una década de cambios convulsos como los 70. Para cuando The Who regresan al ruedo la escena ha cambiado dramáticamente. Las pocas bandas de su generación que aún quedaban en pie eran percibidas como dinosaurios que deberían extinguirse, aunque precisamente ellos disfrutan de cierta bula gracias a su iconoclasta legado. Los punks agachaban la cabeza como los cachorros ante el viejo pero aún dominante macho alfa de la manada. Tampoco la situación interna de la banda había mejorado en este periodo. Townshend seguía dándole fuerte a la botella; Moon no había abandonado ni por un instante su estilo de vida disipado y se encontraba en un estado físico deplorable; The Ox, a la chita callando, también vivía entregado a la juega non-stop, y solo Daltrey parecía hallarse en una situación saludable. La antigua camaradería había sido sustituida por una fría relación casi estrictamente profesional. Pese a todos estos factores en contra, “Who Are You?” (1978) es un disco sorprendentemente mejor de lo esperable. Ciertamente, no está al nivel de su periodo 1965-1973, pero aún son capaces de generar un clásico para la posterioridad como el tema homónimo, un prog-rock efectivo, potente y de estribillo instantáneamente memorable, y acompañarlo de temas muy notables como la poderosa “Trick of the Light” o la pegadiza “Sister Disco”.

 

Lamentablemente, solo unas semanas después de la publicación del álbum y justo antes de lo que se suponía iba a ser un triunfal regreso a los escenarios, Moon fallecía a causa de una sobredosis de las pastillas que tomaba para luchar contra su alcoholismo galopante. Moon the Loon no solo era un músico heterodoxo, genial e inimitable que se bastaba él solo para robar el show, también era el tipo que era feliz lanzando explosivos en los inodoros de los hoteles y arrojando televisores por las ventanas, el que se lanzó al volante de su Rolls-Royce al fondo de una piscina, el que disfrutaba disfrazándose de esclavo sexual, de prostituta o de Papa, el que se dejaba hasta el último céntimo en anfetaminas y brandy para desayunar. Lo suyo fue el rock’n’roll way of life llevado hasta el límite. Una personalidad tan excesiva estaba destinada a cumplir a rajatabla aquel viejo mandamiento de “My Generation”: “I hope I die before I get old”. Con su trágica desaparición a la temprana edad de 32 años el rock también se moría un poco, y naturalmente The Who recibía un golpe demoledor que, en un mundo ideal, habría acabado con ellos, permitiendo que “Who Are You?” quedase como un hermoso epitafio. Sin embargo siguieron adelante, a sabiendas de que ya nada iba a ser igual. Keith era sencillamente insustituible, pero el espectáculo iba a continuar.

 

Quizás impelido por los remordimientos por no haber sabido ayudar a su viejo compinche, Townshend añadió a su adicción al alcohol un inesperado enganche a la heroína (él, que siempre había despotricado contra las drogas duras), y su creatividad se vio claramente afectada. En “Face Dances” (1981) se incorporaba a la banda el eficiente batería Kenny Jones (The Faces), pero en realidad ya no eran The Who, sino otra cosa. Aunque trataran de mimetizarse con las nuevas modas con una imagen de peluquería convenientemente higienizada, su tiempo ya había pasado.  Pese a todo, todavía podían descolgarse con un single tan resultón y reivindicable como “You Better You Bet” o algún rock electrizante como “The Quiet One” o “Another Tricky Day”. Menos inspirado aún era “So Hard” (1982), la constatación de que la llama se había extinguido, a pesar de algún destello aislado como “Eminence Front”. La banda aún seguía teniendo un gran cartel y llenaba estadios allá donde se presentaba, pero un lúcido Townshend prefirió dar carpetazo a la historia antes de que terminara degenerando de mala manera. Sin embargo, ya sabemos que en el mundo del rock, para bien o para mal, rara vez se respeta el punto y final.

 

PICK UP MY GUITAR AND PLAY

The Who_The Concert for New York City

La primera reunión se produjo en el histórico evento del Live Aid de 1985. Aunque llevaban relativamente poco tiempo disueltos eran una de las bandas más esperadas, pero varios problemas técnicos deslucieron su presentación, que, aun  siendo muy correcta, palidecía ante el recuerdo de sus días de esplendor y ante el empuje de grupos más jóvenes como Queen o U2, que certificaban que el revelo generacional era imparable. Las giras en las que se embarcarían en 1989 y 1996 serían más acontecimientos dedicados a la celebración nostálgica y a llenarse los bolsillos que a otra cosa, puesto que la banda no dejaba de ser una versión aún más descafeinada de la vieja marca, con Townshend limitándose a ejercer casi de palmero con la guitarra acústica en ristre debido a los graves problemas auditivos que padecía tras años expuesto a volúmenes atronadores. Sin embargo, el cambio de siglo tuvo un efecto revitalizante para The Who, ya sea porque se asentó una alineación bien conjuntada con Zak Starkey, el hijo de Ringo Starr, a las baquetas, o porque la medicina alternativa tuvo efectos milagrosos en Townshend y pudo volver a enchufar la guitarra eléctrica, lo cierto es que la nueva formación recuperaba gran parte del antiguo brío e incluso volvía a patear algunos traseros con su memorable participación en el concierto de Nueva York del 20 de octubre de 2001 en homenaje a los cuerpos policiales tras el 11-S. Se proyectaron nuevas giras y se habló incluso de la posibilidad de grabar un nuevo álbum, pero la tragedia volvería a llamar a la puerta con la inesperada muerte de The Ox en un hotel de Las Vegas. Su cadáver era descubierto por la stripper con la que había pasado la noche tras sufrir un ataque al corazón provocado por una sobredosis de cocaína. Sexo, drogas y rock’n’roll a los 57 años.  Cuesta creer que el tipo que siempre se mantenía imperturbable en la derecha del escenario mientras el resto del grupo destrozaba instrumentos y montaba el show llevara una vida tan descontrolada fuera de los focos. Entwistle gastaba dinero a espuertas en vicios de todo tipo y los miembros supervivientes han llegado a reconocer que si la banda siguió girando durante los 80 y los 90 fue principalmente para que pudiera pagar sus numerosas deudas. De lo que no cabe duda es que sin él, sin su revolucionaria e influyente técnica como bajista, sin sus composiciones y sin los arreglos que sugería, la historia de The Who habría sido muy distinta.

The Who_Entwistle

Si The Who continuaron adelante cuando falleció Moon The Loon, la maquinaria tampoco iba a parar tras el deceso de Entwistle. Con todas sus diferencias y desencuentros a cuestas, Daltrey y Townshend han seguido haciendo frente a todas las adversidades, como cuando el guitarrista fue acusado de posesión de pornografía infantil y su compañero fue de los pocos que pusieron la mano en el fuego por su inocencia, antes de que quedara libre de todos los cargos. En 2006 publicaban “Endless Wire”, un nuevo trabajo de estudio, el primero en 24 años, en el que Townshend se hacía cargo de toda la composición y de tocar la mayoría de instrumentos. Por supuesto, no es comparable a nada de lo que hicieron en su época dorada, pero es un más que digno esfuerzo semi-conceptual que rememora con clase su sonido clásico setentero y que aporta buenos temas como “Fragments”, “It’s not Enough” o la valiosa mini-ópera “Wire & Glass”. Pese a los rumores periódicos sobre una nueva ópera rock en la que estaría trabajando Townshend, lo cierto es que no ha habido más discos, por lo que “Endless Wire” queda como un broche final más satisfactorio que “It’s Hard” a la trayectoria discográfica de la banda, entregada durante los últimos años a las actuaciones en directo, ya sea para dinamitar la Super-Bowl, volver a tocar “Quadrophenia” o celebrar su 50 aniversario. Es inevitable tener prejuicios sobre muchas de las viejas estrellas del rock que siguen al pie del cañón apoyándose casi exclusiva y descaradamente en el factor nostalgia, o cayendo en la autoparodia, cuando no en el ridículo. Sin embargo, esa sensación no existe con The Who. La formación actual, completada con Starkey en la batería, Simon Townshend a la guitarra, Pino Palladino en el bajo y John “Rabbit” Bundruck como teclista, lleva años desplegando sobre las tablas una inusitada potencia y vitalidad juvenil, canalizada a través de un arsenal infalible de trallazos históricos, como bien pudimos comprobar en las ya lejanas visitas que hicieron a Madrid en 2006 y 2007. Aún hoy, en 2016 y con la despedida definitiva inevitablemente más cerca, cuando The Who toman un escenario y acometen un “Won’t Get Fooled Again” estamos seguros de que nos van a golpear duro y directo a la mandíbula. Porque independientemente de los años, las arrugas y cicatrices, el rock’n’roll se trata esencialmente de eso. Long Live Rock!

The Who Logo

 

 

 

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4 comentarios leave one →
  1. Mario O permalink
    14/06/2016 22:37

    Gran resumen de todo lo que The Who ha enaltecido al rock, idolos absolutos de muchos de nosotros, he de confesar que no tengo muchos años escuchandolos, pero desde la primera vez que escuche Boris the Spider algo me llamo y comencé a investigar y al dia de hoy no hay dia que no escuche algo de ellos. Lamentable la voragine autodestructiva en la que se inmiscuyó Keith Moon que con tan solo 32 años dejó este mundo terrenal para erigirse desde ese mismo momento en uno de los 3 mejores bateristas de todos los tiempos. Bastante recomendable el concierto en Killburn tan solo 2-3 semanas antes de la muerte de Mr. Moon, una potencia en vivo que al dia de hoy no he logrado ver de nueva cuenta en ningun otro grupo, con un Roger Daltrey MAJESTUOSO, lleno de toda la actitud del Rock, con una presencia escenica insuperable, Townsend apoteosico, The Ox perfecto y el show aparte que era Moon, IMPRESIONANTE.

    https://www.youtube.com/watch?v=iHoJbnbF0ZA –> aqui el link.

    • Jorge Luis García permalink*
      15/06/2016 0:21

      Muchas gracias, Mario O, por tu aportación. Ciertamente, Kilburn fue toda una demostración de poderío en un momento en el que se dudaba de que The Who pudieran estar a su mejor nivel en el escenario después de un largo parón. Pero está claro que el que tuvo retuvo y ese día se lucieron, con un Townshend extramotivado. Precisamente este vídeo es una prueba irrefutable (porque se escucha muy bien) de que lo de Entwistle era un escándalo. Increíble todo lo que va haciendo en el tema cuando cualquier otro bajista se limitaría a sostener el ritmo. Un saludo.

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