“Mira lo que has hecho”: el apocalipsis según Berto Romero
Como oyente fiel de su programa de radio, “Nadie sabe nada”, siempre me han fascinado las anécdotas que Andreu Buenafuente y, especialmente, Berto Romero suelen relatarnos sobre sus hijos. Al tratarse de un espectáculo puro y duro de improvisación, sin la red de seguridad que da tener un guión previo y aunque en teoría el ritmo lo marquen las cuestiones que les hacen llegar sus oyentes, resulta lógico que ambos se apoyen con frecuencia en sus propias vivencias personales para sacar adelante, en esas condiciones, una hora de radio a la semana. Algo al alcance de muy pocos, por cierto. En el caso de Berto, padre por partida triple, entendemos que su vida personal parezca girar casi permanentemente en torno a sus tres críos. Un servidor comparte con el humorista además la experiencia de ser padre de mellizos, así que aviso que mi nivel de empatía, hacia una persona a la que ya admiraba en el plano profesional, es absoluto. En un mundo en el que sobran gurús de toda índole y condición sobre cualquier cosa que podamos imaginar, uno tiene derecho a escoger los referentes que le den la gana.
Un ejemplo. En uno de sus programas Berto respondía de forma brillante a un oyente que aseguraba que no se sentía preparado para tener hijos. Cito de memoria: «NADIE puede estar NUNCA preparado para tener hijos. Hay que asumir que uno la cagará muchas veces, igual que nuestros padres la cagaron muchas veces con nosotros. La cuestión es intentar cagarla lo menos posible». Puede que en el contexto de un programa de humor y pronunciadas por un cómico, a algunos les cueste reconocer que sus palabras son tan atinadas y elocuentes como oportunas y necesarias, más aún en una época como la nuestra, en la que estamos tan empeñados en revestir a eso tan antiguo de la maternidad y la paternidad con mucha, demasiada literatura, un exagerado misticismo, una epicidad (la mayoría de las veces) irreal y toneladas de gilipollerío. Es muy fácil, por no decir inevitable, ser arrastrado por todo eso cuando uno se ve, literalmente de la noche a la mañana, arrojado a una aventura impredecible que habrá de cambiarle la vida, a todos los niveles y para siempre. Aprender a separar el grano de la paja, a quedarse con lo verdaderamente útil e importante y a despreciar tantísima tontería sólo se consigue (si es que se consigue) con la perspectiva que da la experiencia y el paso del tiempo. Por eso voces como la de Berto Romero, precisamente porque tampoco busca sentar cátedra, se nos antojan tan saludables y valiosas. Sucedía ya en su programa de radio y sucede ahora, y de qué manera, con la maravillosa “Mira lo que has hecho”, cuya primera temporada Movistar estrenó íntegra el pasado 23 de febrero.
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Independientemente de las bondades de la serie, que para quien esto escribe son muchísimas, cómo no felicitarse porque Movistar siga apostando, ya de forma definitiva y sin vuelta atrás, por una ficción propia tan alejada de los corsés, excesos y restricciones que durante tantos años han asfixiado a la producción televisiva nacional. Tras “Vergüenza”, “La Zona” y “La peste” (de todas ellas hemos hablado en este blog), con “Mira lo que has hecho” se da un paso más al emular la estructura clásica de muchas comedias británicas, con seis episodios de 20 a 25 minutos por temporada. De hecho, ésa sería sólo una de las muchas similitudes que la emparentarían, de forma muy estrecha, con nuestra también muy querida “Catastrophe”. El formato tampoco es nuevo en nuestro país, pues siendo justos ese ya es un camino que hace años abrieron “¿Qué fue de Jorge Sanz?” y “El fin de la comedia”, que a su vez comparten con la serie de Berto Romero el haber sabido emular, de forma tan acertada y sin complejos, la fórmula que inventó “Seinfeld” y continuaron con éxito “Curb Your Enthusiasm”, “Louie” o “Episodes”. Porque Berto Romero, el cómico, interpreta a Berto Romero, el cómico, o más bien a una versión claramente ficcionada de sí mismo. La diferencia fundamental es que aquí su faceta profesional, aunque esté presente, es lo de menos y el foco está puesto en las vivencias de Berto y su esposa Sandra (una extraordinaria Eva Ugarte) como padres primerizos.
Con Carlos Therón (dirección) y Rafel Barceló y Enric Pardo (co-guionistas) como aliados, Berto consigue huir de la superficialidad con la que este tema se ha tratado a menudo en tantas series ‘familiares’ en nuestro país (esos niños que parecen criarse solos), evitando por otra parte el exceso y lo grotesco sin tener que renunciar a unas dosis de gamberrismo y mala leche, y lo consigue sencillamente poniéndonos frente a un espejo en el que nos resulta muy fácil reconocernos. Conviene aclarar que, del mismo modo que no es necesario haber estudiado leyes para disfrutar con una serie de abogados, ni es obligatorio pertenecer a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado para conectar con un procedimental policial, no es imprescindible ser padres para gozarlo de lo lindo con “Mira lo que has hecho”. Sí es cierto que el vínculo con la serie se fortalece cuando uno se da cuenta, y sucede especialmente durante sus tres primeros episodios (“Legítimo material para pajas”, “El ocaso de Occidente” y “Guardipapis”), de que se va viendo retratado casi fotograma a fotograma, réplica a contrarréplica, en Berto y Sandra. Su entorno y toda la fauna que pulula a su alrededor también nos puede resultar divertida y/o dolorosamente muy familiar. Así, uno se sumerge desde el primer minuto en la serie con una sonrisa permanente que estalla a menudo en alguna carcajada, y siente la satisfacción de saberse cómplice mientras experimenta también una incómoda pero a la vez gratificante (qué cosas) vergüenza. Propia y ajena.
Muy pronto comprendemos que no tiene sentido preguntarnos cuánto hay de autobiográfico, cuánto de prestado y cuánto directamente de inventado en “Mira lo que has hecho”, pues casi todo lo que vemos se sabe o se siente real. Algunas de sus situaciones pueden estar un tanto sacadas de madre, y aun así la serie nunca llega a caer en la caricatura o el esperpento. Su mejor baza es un compromiso total y absoluto con la autenticidad, aunque apueste de forma tan evidente por la comedia (no siempre, como veremos más adelante). Se agradece, de corazón, que se esfuerce en plasmar la realidad de los padres de hoy en día. Con mucho humor, sí, y con un sano afán desmitificador, pero sin quitarle tampoco hierro al asunto. La presión social y familiar a la que con demasiada frecuencia somos sometidos (ese escudriño casi permanente, ese derecho que tantos se atribuyen a opinar, aconsejar y juzgar); las concesiones que nos sentimos obligados a realizar (aquí un ateo convencido que también bautizó a sus hijos para darle una alegría a sus abuelos); los miedos, muchos de ellos irracionales, que tenemos que afrontar, sumados al sentimiento de culpa por ser falibles e imperfectos (esos ingeniosos flashforwards… o no, en su segundo episodio); el incesante bombardeo de modas, costumbres y ocurrencias a cual más estúpida y de las que nos es imposible escapar (métodos infalibles para dormir al bebé, revolucionarias teorías educativas, los puñeteros grupitos de padres en WhatsApp…); la aniquilación casi total de tu vida sexual (y que sólo nos quede afrontarla a base de chistes, aunque en el fondo no nos haga ni puta gracia); el agotamiento EXTREMO («¿Te puedes morir de no dormir, verdad?»); en definitiva, el vértigo de comprobar cómo tu vida, tal y como la concebías hasta entonces, ha desaparecido para siempre (cuando asumes que tu único lujo diario será bajar la basura para poder fumarte un cigarro y estar a solas con el móvil durante cinco minutos, o esa cena en la que por fin conseguís estar a solas y sois incapaces de apagar el interruptor de padres). Ese momento en el que piensas que estás viendo una serie que, si tuvieses más talento y te hubiesen dado la oportunidad, podrías haber escrito tú, es sencillamente formidable.
Por suerte, “Mira lo que has hecho” no se queda sólo ahí y demuestra que si necesita desviarse para tomar aire, ampliar sus miras y ganar en frescura, es capaz de hacerlo. Al fin y al cabo, convertirse en padre viene a ser como traspasar una frontera y uno comienza a sentirse menos joven, o al menos a ser consciente de que hay otros mucho más jóvenes que tú y que, además, están como una jodida cabra. Ese choque generacional, que hasta ese momento hemos visto más entre la pareja protagonista y sus progenitores, es el eje central del que quizás sea el capítulo más divertido de toda la tanda, “Hotfire”. Con una narrativa muy efectiva que se permite saltar siete años al pasado (un delicioso flashback para presenciar el momento en el que Sandra y Berto se conocieron) y siete años al futuro, el guantazo con la mano abierta que la serie le mete a los youtubers es antológica. Y muy merecida si no por todos (pues está feo meter a todo el mundo en el mismo saco y hay gente muy válida) sí hacia su especie más dañina. La secuencia que cierra el episodio quizás sea una de las más graciosas y ridículas que veremos en este 2018. Esa feroz aversión, la de Berto hacia el gremio de los youtubers, se nos explicará más adelante en la quinta entrega, “Seguimos vivos”, con una escena tan chunga y perturbadora que nos hará, en cambio, removernos incómodos en el sofá.
Me consta que la deriva dramática que “Mira lo que has hecho” toma en su capítulo final, “Papá”, quizás sea difícil de digerir o de entender por algunos espectadores, aunque no sea mi caso, pues lo compro totalmente. Al fin y al cabo, en la vida las hostias llegan sin avisar y siempre en el momento, creemos, más inoportuno. Y aunque no nos lo hayan telegrafiado, si nos hemos fijado un poquito veremos que tiene sentido y no es ningún capricho de sus guionistas. Yo confieso haberme emocionado mucho con el final de temporada, movido quizás de nuevo por mis propios acontecimientos personales recientes. Puede que Berto Romero no sea el mejor actor del mundo, aunque aquí cumpla de sobra y como es lógico se le note muy cómodo en la piel de ‘su’ personaje, pero que haya sido capaz de arrancarme unas cuantas lágrimas mientras se zampa un bocata de chistorra se merece un soberano aplauso. La serie tiene la suficiente inteligencia, y la generosidad con el espectador, de romper el momento de mayor tensión dramática con uno de los chistes más inesperados y rotundos de la temporada.
Y es que, si algo es Berto Romero, es inteligente, y para llevar a buen puerto su primera serie como creador se ha sabido rodear de un reparto muy sólido y conjuntado, en el que nadie falla y en donde se nota el compromiso de todos los intérpretes. Destacan las aportaciones de dos veteranos de contrastada eficiencia como Chete Lera y Mariano Venancio, ambos impecables en sus respectivos (y alejadísimos) registros, aunque mi debilidad sea ese pediatra encarnado por Emilio Gavira que nos regala momentos que son puro oro. Pero la verdadera y absoluta triunfadora de la función es esa Eva Ugarte que se los lleva a todos de calle, que desprende una química brutal con Berto, siendo una de las parejas a priori más descompensadas y a posteriori más creíbles y compenetradas que hayamos visto en años en televisión. Quédense con su nombre, Eva Ugarte, y con su cara, porque estamos, segurísimo, ante un estrellón en ciernes.
Lo único malo, aunque también tiene sus contrapartidas positivas, es que la primera temporada de “Mira lo que has hecho” apenas supere en su conjunto las dos horas y se pase en un suspiro. Y es que podrá gustar más o menos a nivel personal, pero cuando se nota la autoría y el sello personal de un creador detrás de cualquier obra, no hay artificio y las cosas están hechas con cariño, mimo y buenas intenciones, el resultado nunca puede ser malo. Si ese resultado encima es un producto que destila honestidad, ternura, ingenio, mucha gracia y una buena dosis de mala baba, pues qué queréis que os diga, que estamos ante la farlopa de las series. Porque qué cosa más bonita ha parido Berto Romero, me cago en la leche. Y lo mejor es que hay ingredientes para una segunda temporada que promete superarse a todos los niveles y que un servidor, lo tiene clarísimo, vivirá mucho más intensamente. «Parece el fin del mundo, pero es sólo el principio», reza su frase promocional. Pues que así sea, por muchos años. La serie de Berto es ya, para muchos, nuestra serie, y queremos verla crecer y hacerse más y más y más grande.
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