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«Locke»: el pasado sobre ruedas

26/08/2014

Locke

Aquellos que vieron el trailer de la última película de Steven Knight, podrán llegar a pensar que estamos ante un nuevo «Buried«, pues se anuncia como un thriller claustrofóbico (sustituyendo un ataúd, por un coche) y en tiempo real (recurso que ya utilizaron títulos como “La soga”, “Solo ante el peligro” o “12 hombres sin piedad”, y puesto nuevamente de moda por “A la hora señalada”, “Antes del atardecer” o la serie de televisión “24”). Pero esta vez no estamos ante un nuevo “Speed”. Aquí no hay rehenes, no es la vida del protagonista la que está en juego durante los siguientes 90 minutos. Todo lo contrario, más bien es su alma, su integridad, su oportunidad de superar un pasado que le atormenta. A pesar del título “spielbergiano” de esta entrada, en mi opinión, «Locke» más bien es un drama; el de un hombre que observa, desde un coche, como su vida familiar y profesional va colapsando, cual edificio en plena demolición…aunque, eso sí, narrado con el ritmo propio de un thriller.

Al finalizar su jornada de trabajo, un empleado de la construcción llamado Ivan Locke (Tom Hardy) sale de las instalaciones, se quita las botas con restos de cemento, sube a su coche (un BMW X5) e inicia la marcha con un rumbo que, muy pronto, empezaremos a deducir. Mientras tanto, activa el manos libres y llama a su jefe (Andrew Scott, el James Moriarty de “Sherlock”) para notificarle que le ha surgido un tema personal y no podrá acudir al trabajo la mañana siguiente. Pero el día siguiente, no es un día cualquiera. De hecho, es el día más importante de esa construcción, de su carrera profesional, de la empresa para la que trabaja y un hito a nivel europeo en el sector, que ha llevado meses de preparación y planificación. Su jefe, conocedor de que no hay sustituto posible para Locke, intenta entender su actitud, preguntando por ese hecho que le obliga a excusarse de su puesto de trabajo en una fecha tan crítica; pero Locke es tajante, no hay detalles y no hay marcha atrás. Esa conversación es el inicio de una creciente tensión que irá aumentando con cada una de las llamadas que realice y reciba Locke a lo largo de la noche. De esta forma, Ivan (que no renuncia a sus responsabilidades en ningún momento, ni siquiera cuando es despedido), llamará a su mano derecha en la obra (Ben Daniels, el fotógrafo Adam Galloway en “House of Cards”), al que facilita una larga lista de hitos que debe asegurarse que se realizarán correctamente durante esa noche…y que pronto empezará a dar muestras de estar sobrepasado por los acontecimientos, incapaz de hacerse cargo de la enorme responsabilidad que Locke lleva sobre sus hombros cada día con naturalidad y diligencia. Posteriormente, le tocará hablar con su mujer (Ruth Wilson) y sus dos hijos (Tom Holland, visto en “Lo Imposible” de J.A. Bayona y Bill Milner, visto en “X-Men:First Class) que le esperan para cenar y disfrutar del partido de fútbol televisado de esa noche. Con todos ellos mantendrá una actitud distante, sin aportar muchos detalles al hecho de que no llegará a tiempo para ver el partido y sentarse a la mesa esa noche con todos ellos. En sucesivas llamadas, su mujer irá elevando también la tensión en las conversaciones. Extrañada al principio por el comportamiento de su marido y, posteriormente, sospechando que algo grave está pasando para que actúe de esa manera. Por último, recibirá llamadas constantes de Bethan (Olivia Colman), una mujer a la que Locke apenas conoce y al que llama desde un hospital. Conforme las llamadas con estos personajes se van produciendo, las conversaciones van entrando en una escalada de acusaciones, reproches y estrés interminable; poniendo en jaque el inagotable control y calma de la que Iván Locke da muestra durante gran parte del metraje.

El principal hecho que motivará cada una de las decisiones que Locke tome es querer hacer lo correcto. Tomando por «correcto» lo opuesto a las decisiones que su padre tomó con él en el pasado. Pero hacer lo correcto supone, al mismo tiempo, no perder un ápice de profesionalidad ante el mayor reto de su carrera (un vertido de cemento de proporciones dignas de salir en el libro Guinness de los records), no dar la espalda a una mujer con la que cometió un error y no abandonar a su familia actual.

Y es que, a pesar de saber que será despedido, (de hecho, lo es de forma fulminante y, como no podía ser de otra forma, por teléfono), Locke sigue afrontando voluntariamente las responsabilidades propias de su ex-cargo, planificando la descarga de cemento necesaria para los cimientos del rascacielos en construcción, contactando con todos los profesionales implicados, revisando la planificación de cada paso a ejecutar (permisos, licencias, confirmaciones con distribuidores y fabricantes, etc…)

Es ineludible establecer una (fácil) metáfora entre el coche y la vida, teniendo en ambos a Locke como conductor aferrado al volante y, a la carretera, como el camino a un destino incierto, a través del cual vamos dejando atrás personas,como si de señales de tráfico se trataran. Continuar su camino adelante supondrá dar un giro de 180º a su perfecta vida; mientras que dar media vuelta y regresar a su puesto de trabajo, le permitirá mantener su status familiar y profesional. La carretera como oscura soga que, poco a poco, se va aferrando al cuello.

Locke

Con Tom Hardy sabemos que tenemos delante a un actor de indudable talento; pero en el que gran parte de su filmografía sus papeles se caracterizaban por un fuerte componente físico (no hay más que echar un vistazo a «TDKR«, «Warrior» y «Bronson«). Por el contrario, en “Locke”, Hardy tiene limitada su expresividad a la que los planos cortos en el interior de un coche le permite; sin embargo, Tom se desenvuelve con notable solvencia, disfrutando ese desafío, dibujando un personaje en base a pequeños gestos (detalles como su manifiesta incomodidad en un coche de alta gama y con la ropa remangada de forma informal, facilitan la efectividad de las pequeñas píldoras de información que iremos recibiendo sobre su humilde pasado), una voz modulada de forma distinta para cada llamante; pero teniendo siempre en común la transmisión de seguridad y calma (en ocasiones, casi mecánica, como la de un contestador de voz) y con una innata facilidad para transmitir perfectamente cómo la tensión y el caos va minando poco a poco, entre llamada y llamada, su férrea personalidad.

Locke es Tom Hardy, por muchos y diferentes motivos. En primer lugar, será la única persona que aparecerá en pantalla. Contará con el respaldo de aquellas voces (esposa, hijos, jefes y compañeros de trabajo, médicos) con las que hablará usando el manos libres de su coche; pero es Hardy el que marcará cada uno de los ritmos de este notable film, aportando una forma distinta de hablar con cada uno de ellos, mostrando una gama de sentimientos muy extensa, mostrando con apenas tres pinceladas a un personaje inteligente, pragmático, trabajador, de principios y con una enorme capacidad para manejar el estrés. Tom debe llevar la evolución de su personaje, de la historia…y, todo ello, realizando una interpretación contenida, propia de alguien que es capaz de superar la tensión propia de su trabajo. Mantiene todo el peso de la película bajo sus hombros. En ningún momento abandonamos el habitáculo del vehículo, ni la marcha del mismo…aquí no hay paradas inoportunas en gasolineras, ni interrupciones por noticias de última hora en la radio. Salvo un par de planos a la consola del vehículo y al retrovisor interno del habitáculo, será Locke el que domine la pantalla de principio a fin. La historia se mantiene única y exclusivamente con la interpretación de Hardy y las voces de las personas directamente afectadas por la decisión que está tomando. El hecho de que Hardy sea la única parte visible de cada conversación, obliga al espectador a usar su imaginación y dibujar mentalmente la escena que hay al otro lado del teléfono en cada una de las llamadas.

Su director y guionista, Steven Knight, ya ha dado muestras anteriormente de su solvencia como escritor. Basta con citar “Promesas del este” para darnos cuenta de que el creador del mundialmente famoso concurso “¿Quién quiere ser millonario?”, sabe lo que es enfrentarse a una página en blanco sin temor. Aunque, como director, su primer trabajo apenas tiene un año: “Redención”.

El hecho de que la película se rodase en apenas ocho noches, hace idea de la gran labor de planificación y pre-producción que Knight y el resto del equipo afrontaron de forma previa al rodaje. De hecho, cada una de esas noches, Hardy rodaba dos tomas continuas cada noche (habría sido una sola toma por noche si la capacidad de la tarjeta de almacenamiento de las cámaras lo hubieran permitido), mientras el resto de actores estaban concentrados en la habitación de un hotel llamando por teléfono al actor para poder realizar los diálogos en vivo. Como anécdota, señalar que varias escenas que fueron interrumpidas por el aviso del coche cuando la gasolina alcanzaba el nivel mínimo de reserva, provocando la enérgica frustración de Tom Hardy. Dichas escenas fueron aprovechadas sustituyendo el sonido de la alerta por el de llamada entrante. 

La fotografía, obviamente siempre nocturna, dominada por los colores cálidos de las farolas de la autopista por la que circula Ivan, con fugaces luces desenfocadas del resto del tráfico nos alejan de cualquier ‘road-movie’ al uso; dejando, en todo caso, reminiscencias a aquella gran película de Michael Mann llamada «Collateral«.

En la parte negativa, Knight utiliza (mínimamente, eso sí) un recurso «tramposo» con el espectador. Un segundo pasajero (imaginario) en el BMW que conduce Locke, que le sirve al director para explicarnos un aspecto fundamental del pasado de Ivan, pasado que justifica cada decisión que toma esa noche. Este artificio, permite no tener que abandonar el coche para mostrar un flashback que nos remonté a los orígenes de Iván; pero tampoco era imprescindible saltarse la realidad de la historia con un recurso tan poco continuista con el tono de la película; más que nada, porque las conversaciones que Locke establece con su mujer ya dejan entrever este tormentoso pasado.

En definitiva, Tom Hardy tiene en “Locke” su primer vehículo de lucimiento exclusivo (perdón por la broma fácil), del que sale más que airoso, dejando clara la poderosa interpretación que es capaz de realizar este actor inglés de 37 años, que forma parte de una generación de actores londinenses con gran presente y brillante futuro, en la que destaca Benedict Cumberbatch y completa Tom Hiddleston.

El año que viene, tendremos nuevamente a Hardy al volante de un vehículo. Cambiando esta vez el BMW X5 de Locke, por un Ford Falcon XB GT Coupé llamado «Interceptor»…y cuyo propietario se hace llamar «Mad Max«.

Esa será otra carretera digna de recorrer con nuestro Cadillac.

6 comentarios leave one →
  1. 26/08/2014 9:17

    Para ser un film encerrado en un coche, esperaba una poco más de tensión en la trama, quizás algo menos dramático, alguna historia que pegara más los ojos a los de Tom Hardy, por así decirlo. Aún así, la película se disfruta sin ser una obra maestra como algunos aseguran que es. Espero que Locke no sea el gran papel de Tom Hardy, está por llegar su gran papel.
    Acertado el comentario sobre la fotografía. También pensé en Collateral, pocas veces la noche ha sido tan bien iluminada.
    Y bienvenidos otra vez, Cadillac.

  2. Poti-Puti permalink
    27/08/2014 17:36

    Hay una frase extraordinaria que pronuncia su mujer en esta fantastica pelicula. (Spoiler!)
    Para recriminarle su comportamiento y espetarle que no va a perdonar lo que le sucedio aquella noche con otra mujer, le sentencia: «…la diferencia entre una vez y nunca, es todo».
    Para mi gusto, una gran pelicula.
    Felicidades por el blog.

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