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«Mad Max: Furia en la carretera»: no necesitamos otro héroe

05/06/2015

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Hace más de treinta y cinco años que «Mad» Max Rockatansky arrancó los motores de esta franquicia, dirigida íntegramente por George Miller, de la que ahora nos ha llegado su cuarta entrega. La consistencia de esta saga hasta nuestros días, en la que el único punto de unión es el personaje principal, podemos encontrarla en el enorme éxito que tuvo en taquilla (los beneficios de las dos primeras entregas ya multiplicaron por quince la inversión inicial) y en la popularidad mundial que adquirió el actor protagonista en las tres primeras entregas: Mel Gibson. En esta ocasión, el proyecto llega tras quince años de pre-producción que se vio afectada por los atentados del 11-S (y su implicación en la economía mundial), por la muerte de Heath Ledger (actor predilecto para heredar el papel protagonista), pasando por intentos de convertirla en una película de animación, e incluso contando con un Mel Gibson crepuscular. Tras toda esta epopeya y alguna más, como tener que trasladar el rodaje a Namibia tras observar atónito como las torrenciales lluvias habían convertido el desierto australiano de Broken Hill en un auténtico vergel, se inició el rodaje de «Mad Max:Fury Road» con la firme decisión de reducir al mínimo los efectos especiales y realizar toda la acción posible mediante el trabajo físico de más de 150 especialistas.

Remontándonos a su origen, la saga nos sitúa en un mundo hiperviolento, en el que entrega tras entrega seremos testigos de cómo esta cuna de civilizaciones se va transformando en un desértico y post-nuclear cementerio de esperanzas; llegando a un momento en el que las tribus reinantes luchan con crueldad extrema por dominar los escasos recursos naturales que todavía existen, principalmente, la gasolina. Aunque ya hicimos una referencia a Mad Max cuando tratamos el mundo de las distopías en el post sobre «Young Ones», cabe recordar que esta saga es fundadora por méritos propios de uno de los dos grandes grupos en lo que a distopías cinéfilas se refiere; el otro lo fundaría «Blade Runner». Con esta cuarta entrega, comprobamos gratamente que, no sólo el espíritu de la trilogía anterior permanece intacto en cada plano, sino que además podemos asombrarnos de la forma en la que Miller disfruta el regreso a lo que él mejor sabe hacer, tras (atención) «Las brujas de Eastwick», «Babe, el cerdito valiente», «El aceite de la vida» y dos entregas de pinguinos bailarines bajo el nombre de «Happy Feet»; demostrando que Miller también se ha ganado a pulso el sobrenombre de «mad». Aún con esta carrera tan dispar, Miller nos regala probablemente la mejor película de acción de la última década, una obra maestra del género que recoge aquella orgía de brutalidad extrema que suponían las anteriores entregas, plasmando nuevamente en pantalla la esencia de toda gran película de acción, dilatando una inmensa persecución durante dos horas de metraje con el acelerador pisado a fondo, tumbando la aguja del velocímetro y con el cuentarrevoluciones siempre en la zona roja; sin que en ningún momento el espectador note la más mínima falta de disfrute y, por si esto no superase ya al 90% del cine de acción actual, aprovechando al límite las características de la historia que tiene entre manos para dibujar unos personajes dotados de dimensión, con motivaciones primarias, pero profundas y creíbles.

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Con el declive del mundo, llegó el de cada uno de nosotros.

En una época plagada de pantallas verdes y acción apta para menores de 14 años, Miller tenía infinitas posibilidades de fastidiar el proyecto; tan sólo hay que pensar en lo que una película de estas dimensiones se habría convertido en manos de Michael Bay, Zack Snyder y demás visionarios; creando una película fríamente digitalizada en su acción, con sencillos mensajes bien mascados y digeridos… pero nada de eso ocurre felizmente. Esta secuela de Mad Max supone un potente producto de entretenimiento de primerísima clase que hace languidecer a la práctica totalidad de películas de acción de años recientes. Para quien quiera quedarse simplemente ahí, Miller nos entrega una encarnizada, explícita y gráfica lucha de poder.

En innumerables críticas, uno siempre encuentra motivos para lanzar dardos contra esas películas en las que durante todo su metraje no hay más que tiros y explosiones… curiosamente, «Mad Max. Furia en la carretera», está plagada de ellas. El olor a gasolina, oxido y sangre inunda la sala desde el primer minuto. Cualquier otra cosa no sería respetar el espíritu de las anteriores entregas, algunas de las cuales tuvieron que contar con montajes más suaves para poder emitirse en la televisión de aquel entonces (ver para creer). Ciertamente, Fury Road tiene acción, muchísima acción… pero no ahoga toda la emoción que puede provocar las historias que cada personaje arrastra, marcadas todas ellas en común por el dolor. En esta nueva entrega de Mad Max contamos con todo el espectáculo mayúsculo de los mejores blockbusters; pero rebosante también de contenido si uno se toma la molestia de pensar en lo que está viendo: una película por capas.

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La primera y más básica de ellas es la formada por la persecución sin cuartel. Un origen, un destino y un recorrido plagado de peligros. Una versión apocalíptica del rapto de Helena de Troya. La segunda capa sería más visceral: compuesta por ese mundo post-nuclear, sin agua, sin gasolina, sin naturaleza, sin humanidad. En la tercera y más compleja capa, abundan multitud de reflexiones filosóficas como el destino de nuestra raza, del planeta que nos cobija, el matriarcado (semillas) como sinónimo de vida frente al patriarcado (balas) y su relación con la muerte, el individualismo frente a la sociedad, la lucha por la vida frente a la lucha por la muerte. Miller recoge la evolución que, con el paso de los años, han tenido todos los conceptos de su trilogía anterior; (los cuales acabaron inspirando innumerables obras), adaptándolos a los nuevos tiempos. Aunque, sin duda, la mayor actualización de esta saga a la época actual (y, al parecer, el más controvertido para algunos neandertales que aún pueblan nuestras llanuras) corre a cargo del cambio de concepto tan arraigado en la saga como era el de ver a machos-alfa luchando entre si. Aquí, «Mad Max. Furia en la carretera» da un puñetazo en la mesa, relegando al protagonista que da nombre al film a un segundo plano, para reivindicar el papel de la mujer en conceptos tan interesantes como la lucha, el liderazgo, la sociedad o la supervivencia. Hecho de indudable valor teniendo en cuenta las innumerables sagas que ya tenemos entre nosotros, (y las que se avecinan), en el que el papel de las mujeres es puramente anecdótico. Explosiva en la forma y arrolladora en el fondo, esta entrega huye de la transmisión automática de la que hace gala la inmensa mayoría del cine actual y utiliza un cambio manual, mucho más exigente para el espectador/conductor. El film apenas cuenta con diálogos, transmitiendo la mayor parte de sentimientos a través de pequeños detalles que cada personaje irá realizando según avance la historia. A nivel actoral, destaca el desafío que habrá supuesto la comunicación entre el director y el reparto, porque el guión básicamente se reducía a: «conduce desde el punto A al punto B»; siendo imprescindible el uso de un extenso storyboard que ayudara al reparto a entender el objetivo de cada plano a rodar. Para facilitar esta labor, Miller se rodea de un gran reparto, con Tom Hardy, Charlize Theron y Nicholas Hoult a la cabeza.

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El primero de ellos hereda el protagonismo de la saga, de manos de un Mel Gibson situado en las antípodas de lo que era cuando lo interpretó; pero aún así, el recuerdo de este legado particular se antoja una herencia arriesgada para cualquier actor. Sin embargo, Hardy sale plenamente airoso de esta tarea, respetando los famosos silencios que caracterizan al atormentado personaje y dotándole de una gestualidad bien trabajada, con el fin de transmitir lo más posible, con los menos recursos. Este renovado Max sigue afligido por la cruel acción de los vivos y el recuerdo de los muertos (destacando su mujer y su hija), tras haber sufrido lo indecible en la cúpula del trueno. Nos reencontramos en el Cadillac con Hardy tras haber analizado su actuación en «Locke», película en la que también el mundo del motor tenía un papel destacado.

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Sin embargo, una de las más gratas sorpresas de este film es que el protagonismo no está compartido. A pesar de llevar su nombre en el título del film, la verdadera protagonista es el personaje interpretado por Theron: Imperator Furiosa (excepcionales nombres los de esta historia). Indiscutiblemente, el principal personaje de esta entrega. Ella es la que convence a las esclavas reproductoras para huir, ella diseña la huida y ella decide cuándo y cómo ejecutarla. Max, simplemente se ve arrastrado y acaba por limar los puntos más débiles de su plan de huida. Furiosa no busca en su huida un atisbo de esperanza, como sí hacen el resto de mujeres. Ella simplemente quiere conseguir una redención a todo su pasado, poner fin a su propio rapto, iniciado hace «7.000 días… más lo que haya olvidado».

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Inmortan Joe es la némesis de Mad Max, tirano que domina con puño de hierro a la gente que puebla la ciudadela. Como su propio sobrenombre indica, Joe busca la inmortalidad a través de la descendencia; por eso, aunque trata a sus reproductoras como esclavas, se percibe un cierto respeto a su capacidad de engendrar, al inmenso poder que supone poder crear vida. Como dato curioso, decir que Inmortan Joe está interpretado por Hugh Keays-Byrne, quien ya fue el villano en la primera entrega de la saga, interpretando a Toecutter. Estéticamente, estamos seguros de que Hardy pudo darle algún buen consejo, dada cierta similitud artística de este personaje con otro enmascarado interpretado por Hardy: Bane. Inmortan Joe cuenta con un ejercito de chicos de la guerra, irracionales lacayos, podridos en cuerpo y alma, deseosos de entregar su vida bajo la atenta mirada de sus semejantes, con medios y con alimentos… pero, como señalábamos antes, Joe es consciente de que la inmortalidad sólo se la puede otorgar una mujer a través de la descendencia. Este ejercito de descerebrados, curiosa mezcla entre los smokers de «Waterworld» y gladiadores romanos con cuádrigas multiválvulas, equipados con potentes y enormes vehículos, armas, tambores y guitarras lanzallamas (hell, yeah!), parecería recién salidos de El Circo del Sol, luchan porque su inmolación tenga todos los testigos posible, para que su acto de sacrificio les haga inmortales en el recuerdo de los demás y alcanzar el paraíso… efímera inmortalidad cuando caen como chinches.

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Nux (Nicholas Hoult) es uno de los integrantes (e integristas) de este ejercito de chicos de la guerra. Él representa el camino de regreso de lo irracional y fanático, a lo racional, mediante el afecto. Nux olvida la idílica vida en el paraíso, por el intento de mejorar la actual y terrenal. La sustitución de una secta, por el amor y la esperanza como verdadero destino de ese camino existencial que recorrerá con el resto de personajes. Cuando llegue el momento, Nux sacrificará su vida; pero ya no lo hará entre gritos y captando la atención de los demás; sino con un leve susurro dedicado a una de las reproductoras supervivientes. El resto de humanos que hacen acto de presencia, son mercenarios (caso de los buitres), o meros contenedores… de sangre, de leche materna, de vida.

Mad Max apuesta fuerte por la acción física, lo que la convierte en una rara avis en el panorama actual, elogiable y mil veces más efectiva que los innumerables blockbuster que nos han visitado en los últimos años y los que nos visitarán en posteriores. Sin duda alguna, el futuro del cine debería ser éste. Olvidar los personajes digitalizados para aquellos casos estrictamente imposibles de lograr bajo ninguna de las otras opciones reales, no para cuando ni quieran usar un poco de su imaginación. Mad Max crea un mundo basado en personajes de carne y hueso, que deja muy, muy alto el listón del trabajo de los especialistas… lo demás es pintar cuadros digitalmente; hermosos, sin duda, pero expuestos bajo un cartel que pone «No tocar».

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Y hablando de «pintar»; la hermosa fotografía desértica, apocalíptica, rodeada por tormentas de arena en los que predomina los colores cálidos, o esas llanuras del silencio en las que podemos observar los satélites a simple vista, en las que priman los colores fríos, crean un collage que muchos podrán afirmar que hacía muchísimo tiempo que el desierto no resultaba tan bello en la pantalla de un cine. Detalle que comparte, no por casualidad con otro enorme film que supo exprimir la paleta de colores que la fina arena bañada por el inapelable Sol aportaba al celuloide: «El paciente inglés»; cuyo director de fotografía (el veterano John Seale) a las órdenes del tristemente desaparecido Anthony Minguella, ahora vuelve a hacerlo bajo la batuta de Miller.

Dentro de todo este caos, destrucción, sometimiento y locura; encontramos un mensaje de esperanza, pues finalmente la verdadera búsqueda de la esperanza no es huir de la Ciudadela, es cambiarla. Dar una oportunidad a los oprimidos, liberarlos del yugo y permitir que luchen en la construcción de una sociedad colaborativa en vez de oprimida. En esto tiene importancia capital el pensamiento de Max: La esperanza es un error… si uno no arregla lo que está roto, se vuelve loco. El tormento que causa los que murieron, los que dejó atrás sin poder salvarles. Cuando deciden volver, cuando Max y Furiosa juntan sus manos, es cuando la enorme separación a todos los niveles entre hombres y mujeres desaparece, la esperanza renace por primera vez en ese preciso instante en el que ambos, a igual nivel, adquieran la voluntad de entregar sus vidas por el bien de los demás. Los líderes emergen entre los miembros de la propia sociedad para hacer posible el paraíso, abriendo las compuertas de agua, abriendo una puerta a la esperanza. Sin embargo, uno de los principales artífices en hacer esto posible, decide por voluntad propia no disfrutar de ello y marcharse. Podemos entender de ello que Max aún no ha encontrado la paz a sus recuerdos, o que él no merece disfrutar de las mieles que trajeron otros mediante su sufrimiento, construyendo esa incipiente y prometedora base para formar una sociedad. Su edén seguramente llegará cuando Max deje de oír su particular chillido de los corderos. Quizás lo consiga en la próxima entrega ya confirmada: Wasteland.

¡Sed testigos!

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14 comentarios leave one →
  1. sobradamente permalink
    07/06/2015 18:27

    Sigue encantándome consultar el Cadillac Negro y siempre ardo en deseos de que me hagáis una sugerencia enriqueciendo mi tiempo de ocio.
    Confieso que estoy cansado de tanto remake. Los productores actuales utilizan los blockbusters del pasado para que pasemos una y otra vez por taquilla. Echo de menos que nuevos personajes salgan a la luz.

    Ciertamente pensaba no ir a ver una continuación de esa saga tan ochentera, y ahora vintage como es Mad Max. Ciertamente es una de las distopías generadas en esa década en la que la apocalipsis estaba siempre a la vuelta de la esquina.

    He ido a verla esta mañana, en para poder opinar con voz propia. Y lo que me encuentro es con que esta película no es que sea la película de acción o una de los referentes de la última década.
    Me he encontrado con una estética muy cuidada y una factura como siempre en las superproducciones impecable. El problema no es que formalmente esté todo bien definido, es que detrás de toda esta parafernalia no hay mucho más que dos o tres cosas a explicar, eso sí con un despliegue de medios en lenguaje técnico acojonante.

    Me he encontrado con un largo videoclip al que le sobran bastantes minutos de metraje.
    Aún recuerdo un programa de un cine de cerca de mi casa. Echaban Frenético con Harrison Ford. El programa era … Frenético Descanso Frenético Descanso…
    Pues bien, aquí tenemos Persecución… Descanso Persecución … Descanso y final.

    Creo que hace falta mucho más que acumular medios para construir una buena película de acción. Hay que poner una historia detrás un poco más trabajada… Mi resumen… Sería…
    Mad Max.. .No necesitamos otro remake..

    Un saludo Cadillac. Y espero seguir subiéndome a vuestro coche para disfrutar…

  2. Anónimo permalink
    08/06/2015 11:36

    Excelente critica.

  3. Anonimo permalink
    08/06/2015 11:37

    Excelente crítica.

  4. 22/01/2016 4:07

    What a day, what a lovely day!

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