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Esperando la «Regresión» de Amenábar

15/04/2015

amenabar

Se ha entendido el juego de palabras del título, ¿verdad? Porque dentro de unos meses (o de unas semanas, o de unos días, o quizás ya se haya estrenado, depende de cuándo leas este texto, ya que el tiempo es caprichosamente relativo, y esto lo sabe bien nuestro protagonista) se estrena «Regresión» (28 de agosto en USA, 2 de octubre en España), la nueva película de Alejandro Amenábar. Y porque, en el sentido estrictamente semántico, «regresión» hace referencia a una vuelta a un estado o conducta propia de etapas anteriores, lo que, al menos en la forma, el cineasta que nos ocupa hace con este título, retomar el pulso al thriller, el género de la mano del cual entró de un portazo en la primera fila del panorama cinematográfico; con lo que ahora nos queda únicamente esperar a que también lo haga en el fondo, brindándonos una nueva gran película que nos haga olvidar el pequeño traspiés que supuso su último film.

Este chileno afincado en Madrid sorprendió a propios y extraños hace ya casi 20 años con «Tesis» (1996), una película de intriga que convenció a la crítica y dejó boquiabierto a buena parte del público. Con «Abre los ojos» (1997) fue más allá, con una trama más compleja que fue igualmente bien recibida, siendo incluso ‘remekeada’ por Hollywood con el mismísimo Tom Cruise al frente. Con su tercer film conquistó el resto del mundo, ya que «Los otros» (2001) se convirtió en una de las películas más taquilleras de aquella temporada a nivel global. «Mar adentro» (2004) supuso un radical giro de tuerca, virando a un drama social en toda regla, resultando su título más exitoso a nivel de premios, Oscar a la mejor película de habla no inglesa incluido. Y su última entrega hasta la fecha ha sido «Ágora» (2009), su proyecto más ambicioso, una gigantesca producción de época que técnicamente resultó irreprochable pero que no alcanzó las cotas de empatía con el público que sí había logrado hasta entonces. Y en esas estamos, esperando impacientes «Regresión» (o la regresión) de Alejandro Amenábar. 

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Una de las cualidades más importantes de Amenábar es que sabe lo que le gusta al espectador, y se lo da. No es un cineasta que cree para sí mismo, para su ego, para colmar unas necesidades vitales. Él crea para dar, por lo que da lo que se pide; a su forma, eso sí, con su sello, con su buen hacer, pero lo que se pide o, más bien, lo que se está en disposición de asumir. Podría ser, salvando todas las distancias, el Steven Spielberg patrio. Ejemplifico: en el prólogo de «TESIS», recordáis, había sucedido un accidente en el Metro, al parecer alguien había sido atropellado por uno de los trenes. Los agentes de seguridad piden a la gente que sigan andando sin acercarse a las vías. Una joven, guiada por sus impulsos, no puede controlar sus deseos de curiosear, de intentar asomarse, sabiendo perfectamente que lo que va a ver no será nada agradable. La cámara toma su perspectiva para poco a poco acercarse a la horrible visión que a buen seguro ha dejado el siniestro, más cerca, a un palmo, y de golpe un policía tira de ella para alejarla de la escena del accidente, frustrando las ansias de morbo de la chica… y del espectador, que se queda también sin su dosis de carnaza. Y esa es la premisa principal de la película, los instintos primarios que al final tienen/tenemos las personas por ver, conocer, sentir, sufrir. En esto se insiste, de forma incluso más evidente, en el epílogo de la película. Y sobre esto se debate en el film, sobre si es ético dar al espectador todo lo que pide o si es el creador quien debe poner límites al morbo de la audiencia.

Pero «Tesis» no era sólo eso. Era además una constante lucha personal entre lo prohibido y lo correcto, entre el diablillo y el ángel. Y hay amor, amor hacia lo peligroso, como ya hemos dicho (Ángela-Bosco), pero también un amor más puro (Chema-Ángela). Además, puso sobre la mesa el tema de las ‘snuff movies’, grabaciones amateur que muestran asesinatos y/o agresiones y/o violaciones reales. Con estos pilares, con actores prácticamente debutantes (únicamente Ana Torrent era mínimamente reconocida), con un presupuesto más que ajustado, con una cinta puramente de género y con apenas 25 años, Alejandro Amenábar se metió a media España en el bolsillo, logrando además hasta siete premios Goya y siendo la gran triunfadora de aquel año.

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Tras este inmejorable debut, su segunda película se presentaba como una auténtica prueba de fuego, y para ella esta vez no escatimó en medios ni en valor. Con un presupuesto más holgado, repitiendo con Eduardo Noriega (quien nunca ha estado mejor, y no me vengan con chistes fáciles del tipo «será porque no se le ve la cara durante media película») y Fele Martínez, contó en su electo protagonista además con el aliciente de Najwa Nimri y, sobre todo, Penélope Cruz. Y digo valor porque «ABRE LOS OJOS» no era una película fácil. Al menos en su desarrollo y estructura, al menos en España y al menos en aquella época. La mezcla entre lo real y la ficción, los continuos saltos en el tiempo, las aparentes incongruencias, cambios de personajes, cambios de rumbo, pasajes oníricos propios de un universo tan peculiar como alejado de las masas como el de David Lynch, hacían de esta película un auténtico doble salto mortal, del que volvió a caer de pie.

Nuevamente el prólogo ponía al espectador en el papel del protagonista en esa ya mítica escena de Eduardo Noriega completamente solo en la Gran Vía madrileña. Solo y perdido ante tal situación, sin tener ni idea de qué sucedía. Esa era su sensación en el prólogo y en el resto de la cinta, y así se sentiría también el público, dando tumbos. Eso sí, como decíamos, Amenábar no es definitivamente un director tan rompedor, por lo que bien decidió dejar todos los hilos bien atados y explicados para que la sensación final no fuera tan desconcertante.  Además, una vez ‘descubierto el pastel’, recomiendo una nueva visión de la cinta, en la que sin duda se apreciarán innumerables detalles desapercibidos en un primer momento que dan una nueva dimensión a la película. Detalles muchas veces en forma de guiños u homenajes a sus referentes, con planos calcados de secuencias de películas de Hitchcock, por ejemplo, sin duda uno de sus grandes referentes.

Con «Abre los ojos» gozó nuevamente del beneplácito de crítica y público, llamando la atención ya al otro lado del charco. Tom Cruise sacó adelante su ‘remake’, bajo el título de «Vanilla Sky», una gran producción con Cameron Crowe («Jerry Maguire», «Casi famosos») al mando, y un trío protagonista de gran tallaje (Tom CruiseCameron DiazPenélopez Cruz), con la española cambiando de personaje. Sin embargo, y a pesar de calcar casi plano a plano al original, este «Vanilla Sky» resultó un producto mucho más blanco, más amable, más desenfadado y menos acertado. Sí sirvió para que Amenábar llamase a las puerta de Hollywood, puertas que atravesaría ya en su siguiente trabajo.

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Con su tercer proyecto Alejandro Amenábar se puso al frente de una superproducción de dimensión internacional. «LOS OTROS», una historia clásica de terror, contó con la estrella Nicole Kidman como reclamo, y con una gran dirección, guión, fotografía y música como pilares. El madrileño firmaría el libreto por primera vez en solitario, después de haber estado acompañado en sus dos primeras películas por Mateo Gil. Igualmente, la partitura también llevaría su único nombre, prescindiendo de Mariano Marín. Para la fotografía echó mano del gran Javier Aguirresarobe. Así pues, después de los exámenes que pasó, y con nota, en su debut y en su posterior reválida, esta vez la presión se la ponía un trabajo a nivel mundial. (Además, tuvo en su contra el hecho de que su sorprendente final se vio en parte ensombrecido por otra película norteamericana estrenada pocos meses antes y de similar desarrollo. Vamos, que «El sexto sentido» le jodió la sorpresa).

En el marco de una típica historia de casas encantadas, oscuridad, fantasmas y sustos, el director madrileño tiró de oficio, gusto, clasicismo y contención para no caer en el efectismo. Así, y excepto un par de escenas más explícitas, más de manual, que servirían a la postre de necesario desfogue en ciertos momentos, nos encontramos ante una película de atmósfera, de insinuaciones, que aterroriza más con pequeños detalles o planos (esas fotografías de los muertos, esas lápidas mal escondidas) que con los 3 o 4 sustos que salpican el metraje. «Los otros» supuso su película más robusta, profesional, madura y exitosa hasta la fecha, cosechando numerosos premios (algo no muy normal en cintas de este género) y espléndidos resultados en taquilla alrededor de todo el mundo.

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Bien podía Amenábar haber mantenido la inercia. Pero en este punto de su carrera apostó por dejar aparcado momentáneamente el brillo hollywoodiense y se propuso volver a sorprender y encarar un nuevo riesgo. Para su cuarta cinta, ‘L’enfant terrible’ del cine español viró completamente la nave y, olvidándose de thrillers, ciencia ficción y terror, encaró con toda la osadía el mundo el melodrama. «MAR ADENTRO» recreaba la historia de Ramón Sampedro, un tetrapléjico en lucha por morir dignamente y cuando a él le plazca (que es de inmediato), haciendo de la cinta además una denuncia social, poniendo sobre la mesa el debate de la eutanasia. Partiendo de una historia real, siendo verídico casi todo lo que cuenta, el director se permite introducir personajes inexistentes y pasajes que nunca sucedieron en la realidad para apoyar el mensaje, para crear una película «más película», para llegar mejor al público, lo que, como decíamos más arriba, a la postre es la principal intención del nombre que nos ocupa. En esta ocasión la figura de Amenábar quedó en parte ensombrecida por el trabajo de un inmenso (como casi siempre) Javier Bardem, quien, postrado en una cama, realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera. Pero además, unos secundarios en estado de gracia convirtieron a la película en su mayor trabajo de personajes, demostrando que además de con guiones, encuadres, música y demás, también sabía lidiar con los actores y sacar lo mejor de ellos.

A esas alturas Alejandro Amenábar ya se había convertido indiscutiblemente en el cineasta con más presente y futuro del cine europeo. Pero este giro de tuerca a su carrera provocó nuevamente el beneplácito de los premios (logrando su primer Oscar), de la crítica y del público, un público más adulto sin duda, ya que, si bien «Tesis» y «Abre los ojos» tenían un marcado tono juvenil, con «Los otros» el espectro se amplió considerablemente, y con «Mar adentro» el foco se ponía en una generación mayor (y mayor que él mismo incluso).

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Y después de una película pequeña, íntima, de gestos, de ideas, lo siguiente sería atreverse con las más grandes historias y los más grandes escenarios. «ÁGORA» sería su vuelta a la producción estadounidense y su filme más «basto» hasta la fecha. Una superproducción ambientada a partir del año 391 d.C. en la ciudad de Alejandría narrando la historia de Hipatia en la piel de Rachel Weisz, en un canto a la libertad, a la cultura, a las artes y a las creencias (o a la fragilidad de éstas). Sin nada que objetar al apartado técnico, la cinta gastaba todas sus fuerzas en eso. Lo que a priori se presentaba como un pretendido equilibrio entre los grandes acontecimientos de la época y la pequeña lucha de una joven, entre los grandes escenarios y luchas frente al coraje y fuerza de una sola persona, perdía la batalla en favor de lo mastodóntico, lo que dejaba a la historia sin alma. El trabajo de los actores se quedaba esta vez totalmente a merced de los fuegos artificiales, y su ideología y pretensión quedaba sepultaba en alguna de las destrucciones que se narran. Hay intención, se intuye y se palpa, pero queda al servicio de la forma y confusa entre el ruido,

Esta última película de Amenábar data de 2009, un largo silencio que se romperá (o que ya se ha roto, quién sabe) con su (celebrada) vuelta al thriller y al terror. Ya sin bajarse del caballo de Hollywood, «REGRESIÓN», su tercera película en inglés, cuenta como protagonistas con Ethan Hawke y Emma Watson, lo que a priori pinta muy bien. Muy bien pinta también el trailer y demás teasers lanzados hasta ahora. Por lo que, haciendo acopio de todo lo apuntado en estas breves líneas, bien podemos asegurar que de sobra se ha ganado este tipo nuestra confianza, admiración y ganas de ver su nueva propuesta. Quedamos emplazados a debatir sobre ella el próximo otoño. O quizás ya lo hayamos hecho.

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