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«Monstruos»: Leiva se queda a un paso de reventar

09/09/2016

leiva_monstruos

Azótenme, reconozco que me molaban Pereza. No es para nada una afirmación ‘cool’, ya que no fue este un grupo que gozara del visto bueno de «los que saben», quizás incluso con razón, pero a mí me resultaron lo suficientemente molones y poseedores de un buen puñado de canciones bien defendibles ante cualquiera, además de demostrar una evolución más que interesante. Sin embargo, no va a ser este un rincón para enumerar las virtudes y los defectos del grupo de marras (y de un poco macarras), únicamente quería confesar mi simpatía por aquella banda, y por sus dos integrantes, Rubén Pozo (al que ya le dedicamos unas líneas con motivo del homenaje a su primera banda, Buenas Noches Rose) y Leiva, el tipo que verdaderamente aquí nos ocupa. Desde entonces, acudo a cada novedad de Leiva esperando un gran disco. ¿Los motivos? Pues no los tengo muy claros y además no creo ni que sean suficientes. Quizás pueda ser que en su etapa en Pereza fue quien más creció con la banda. Además, sus diferentes y numerosas colaboraciones con lo más granado de la escena rock nacional siempre le han dejado bien parado. Y absolutamente todo el mundo de ese rock patrio habla maravillas de él, desde músicos que para mí tienen toda la credibilidad, como Quique González, Carlos Tarque, Ariel Rot o Iván Ferreiro, hasta vacas (con)sagradas como Loquillo o Joaquín Sabina. Además, qué cojones, el tío me cae bien. Esa chulería tan descarada y esa tan premeditada imagen de rock star ‘dejao’ me resultan casi entrañables, y además, cuando habla, me lo creo.

Su primer álbum en solitario, «Diciembre» (2012) me pareció que era lo que tenía que ser. Se trataba de un buen disco, en el que continuaba la senda marcada por el último trabajo de Pereza, el muy reivindicable «Aviones», vistiendo a las canciones con profusión de guitarras acústicas y vientos, y con media docena de ellas bastante resultonas. No era un disco redondo, pero valía para mantener la esperanza. Sin embargo, su continuación, «Pólvora»(2014), sí me resultó decepcionante. Además de que el nivel compositivo creo que descendió notablemente (si bien puede que «Terriblemente cruel» sea hasta ahora su hit más redondo), las coletillas, truquitos y manías empezaban ya a hacerse reiterativos, se le empezaban a ver las costuras (y demasiado pronto). Así, con la duda y la sospecha casi  haciéndome saltar del tren, nos plantamos ante su tercer disco, «Monstruos». Y después de darle las suficientes escuchas… me deja con las mismas dudas. No creo que sea un grandísimo trabajo, pero sí posee las suficientes cualidades (rotundamente muchas más que «Pólvora») y los necesarios ganchos para hacer que vaya a mantenerme a la espera y para seguir confiando en que tarde o temprano Leiva va a reventar y va a hacer algo muy grande. ¿Y cuáles son esas virtudes y esos defectos de «Monstruos»? Síganme, que no va a doler.

leiva

Bien podría ser «Monstruos» el final de una trilogía, ya que los tres trabajos de Leiva guardan muchas similitudes, demasiadas en algunos casos. Uno de los aspectos que da imagen de bloque a estos tres álbumes es su estructura, abriéndose todos con un tema casi a modo de introducción, un poco con el pie acariciando el freno, sin dejar que el caballo se desboque a las primeras de cambio, para a continuación desplegar sus canciones más inmediatas, las que se convertirán en single, avanzando luego con los temas más intensos, y finalizar con un par de baladas. La temática también guarda muchos puntos de conexión en los tres trabajos, si bien el amor y el desamor protagonizaban los textos de «Diciembre» y «Pólvora», mientras que en este «Monstruos» es la lucha consigo mismo, con los miedos, con la presión, con la puta cabeza, lo que equilibra las historias. En cuanto al sonido, sí hay una considerable evolución hasta ahora en la carrera en solitario de Leiva, sin duda motivada por el hecho de haber ido despojándose de protagonismo, ya que en el primer disco él mismo tocó prácticamente todos los instrumentos y lo produjo, delegando en el segundo la grabación en la banda y repartiéndose tareas de producción con Carlos Raya, quien ha tomado definitivamente las riendas en el LP que nos ocupa. Y esta producción de Carlos Raya (digámoslo ya: la persona que ahora mismo corta y manda en el rock español) y las mezclas de otro ilustre como Joe Blaney hacen que estos temas suenen a gloria bendita, por lo tanto ni mucho menos vendrán por ahí sus grietas.

Le damos al play y comienza «El último incendio», y los primeros compases me dan la sensación de que ya hemos escuchado esto, esos guitarrazos tan deliciosos como medidos y limpios, esa melodía a punto de estallar en el estribillo, ese cuento… ya nos lo han contado. Cuando la canción coge trote se intuye cierta novedad en el tratamiento de la percusión, y en la segunda parte unos coros futbolísticos, sin duda aprendidos en su estancia en Argentina, no son suficientes para que se vayan las dudas que ya me habían surgido con «Pólvora». El inicio del siguiente track, «Guerra Mundial», sí logra sacarme una mueca de complicidad. Un ritmo juguetón y un aire que vuelve a recordarnos la chulería de aquel «Superjunkies» de Pereza, adornado con unos arreglos originales, unidos a una buena dosis de humor en la forma de encarar la letra, supone la primera alegría de la escucha. El desarrollo del tema confirma las buenas sensaciones, apareciendo ya los vientos tan característicos en los anteriores discos, pero esta vez en lugar de llevar el peso se limitan a complementar y levantar la composición. El tercer tema es «Sincericidio», el primer single, en el que lo primero que llama la atención es una introducción al más puro estilo Ennio Morricone, una intro curiosa pero que igual que está en esta canción podría haber estado en casi cualquier otra, por lo que se me antoja tan molona como prescindible. Aparte de esto, el tema juega la apuesta, ya ganada por Andrés Calamaro en «Te quiero igual», de intentar provocar con esa expresión tan poco rock como es decir te quiero, repitiéndola una y otra vez.

Leiva-directo

Me atrevería a asegurar que la siguiente, «Breaking Bad», no sería ni la mitad de lo que es sin Carlos Raya. Aquí sí que se nota de forma extraordinaria su mano, tanto en ese maravilloso Hammond que acompaña toda la melodía, como en el punteo de slide marca de la casa. Celebro de nuevo el tono de la letra, una de las mejores del disco, en la que Leiva se confiesa desbordado, pero sin querer pecar de llorón: «La vida me ha cambiado en un segundo extraño, demasiado brillo demasiado impacto. Me ha venido grande para ser exacto. Ya sé que no es para tanto». «Dejándose caer» podría ser musicalmente la más british de todo su repertorio. Se trata de un tema sobre la ansiedad, otro de esos monstruos, que tira de nuevo del recurso de una melodía que queda totalmente supeditada a estallar en el estribillo, un estribillo épico para reventar a las audiencias en directo, confirmándose una vez más que el repertorio de Leiva casaría perfectamente con audiencias multitudinarias (no sé si el condicional de esta frase resulta apropiado). Y el siguiente corte, «Lluvia en los zapatos», es el que mejor reúne todas las cualidades del sonido Leiva, para bien o para mal, sin llegar al nivel de «Terriblemente cruel», pero acercándose. Ya saben, suave melodía de nivel bajo apoyada en guitarras trotonas que amenazan con despuntar, y voces dobladas para introducir el estribillo pegajoso, donde más cómodo se siente Leiva, subiendo varios tonos, pleno de coros, con las guitarras triplicadas, y en este caso con un hammond aportando textura. Y volvemos a la estrofa, y nuevo estribillo. Puente cara coger carrerilla, de nuevo estribillo y final en alto repitiendo la frase que da título a la canción. Todo muy trillado, pero que cuando sale bien funciona de maravilla.

El bueno de Calamaro vuelve a asomarse a la memoria con «Hoy tus ojos». Y es que la legendaria «Flaca» tendría mucho que decir al escuchar esos vientos de apertura. Fuera de eso, el tema creo que puede ser el menos inspirado de todos. A continuación, el que da título al disco, «Monstruos», es una especie de nana ‘ahuyentapesadillas’ con la que tampoco llego a conectar lo suficiente. Del ligero valle en el que se ha ido entrado logramos escapar con la mejor canción del álbum. Y es que «Electricidad» es un rotundo tema, con los decibelios y la mala hostia que tantas veces se le echa en falta, y con un estribillo que te rompe la cabeza y además luego se apropia de lo que queda en ella. Nueva canción de estadios y en este caso con la que sí he conectado de forma absoluta. Mi favorita del disco y quizás de su carrera. Lógicamente el nivel no se puede mantener (en ese caso habría que haber cambiado el titular del artículo), y aunque «Medicina» empieza prometedora, muy a lo Stones, y con una letra que amenaza amenazante («Quería contarte que todo fue una gran inspiración, los árboles ardían y tu ibas a callártelo. Quería avanzarte, que yo ya estoy contando mi versión, no eras lo que vendías, y voy a recordártelo»), finalmente se queda en cañerita, al estilo del rock argentino, pero solo correcta.

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Y tras la tempestad, el final esperado (alerta spoilers). Las dos tranquis, dos baladas a las que poco se les puede reprochar, quizás únicamente el ser dos. «San Sebastián-Madrid» me gusta, me gusta su delicadeza, me gusta su letra, me gusta su instrumentación, me gusta ese arreglo orquestal que no viene muy a cuento pero que me gusta, y me gusta esa pizca de ñoñería con la que tanto se ceban sus detractores. A la otra, «Palermo no es Hollywood», un canto a la añoranza, no la encuentro tanto encanto, quizás tontamente por ser la segunda, porque yo habría cerrado ya. O, en una maniobra más arriesgada, habría apostado por quitar los tres o cuatro temas más flojos, los ya (un poco) criticados anteriormente, sustituyéndolos por otras tres o cuatro lentas, partiendo así el disco en dos, a lo «Tattoo you».

Haciendo acopio de sensaciones, es posible que Leiva se haya quedado más cerca que nunca del gran disco. Pasajes como «Electricidad», «Guerra Mundial» o «Breaking Bad» apuntan cualidades y novedades suficientes para salir de la zona de confort en la que peligrosamente se estaba acomodando. Además, las letras se muestran más sinceras y desnudas que nunca, agradeciéndose el alejarse temáticamente al fin de los sentimientos de pareja para acometer otros menos evidentes pero no menos punzantes. Sin embargo, todavía me sobran algunas concesiones a esa facilidad compositiva, especialmente en las estructuras de las canciones, casi siempre demasiado esclavas del estribillo, y me falta algo más de mala baba y de mala hostia, algún mordisco entre tanto beso. Pero estaremos vigilando. Le damos una vida más.

leiva-perfil

10 comentarios leave one →
  1. frank permalink
    09/09/2016 23:21

    Ufff…qué pereza escuchar al Leiva, qué pereza…

  2. 10/09/2016 9:03

    De acuerdo contigo. Le falta rabia. Le falta esa pizca de arrojo que tuvo aviones y todos sabemos que aquel fue el final. A mi me gustó este álbum

    • Sergio Almendros permalink*
      27/10/2016 9:06

      Pues lo que yo digo, que sí pero no.
      Gracias por tu comentario

  3. Arima permalink
    19/10/2016 18:36

    A mi lo que me pasa con Leiva es que no me gusta su voz dejada, sin ganas, pero sí su parte instrumental. Se nota mucho el toque del grande de Carlos Raya.

    • Sergio Almendros permalink*
      27/10/2016 9:05

      por el Cadillac tenemos también opiniones como la tuya respecto a su forma de cantar!

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