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“Skyfall”, ¿el Bond definitivo?

01/11/2012

No recuerdo exactamente en qué momento perdí por completo el interés por las aventuras de James Bond, pero fue claramente en algún punto de la larga travesía por el desierto que hubo que recorrer entre el último 007 interpretado por Timothy Dalton, “Licencia para matar” (1989), que recuerdo haber visto ya con algo de desgana, en vídeo, con diez u once años, y el primer Bond de Pierce Brosnan, “GoldenEye” (1995). Sí consigo evocar, en cambio, a mi abuelo, a mi hermano y a mí yendo al cine, en aquellas gloriosas mañanas de fin de semana, a ver “Panorama para matar” (1985), la última de Roger Moore, y “Alta tensión” (1987), la primera de Dalton. Por supuesto, todas las anteriores de la saga, las de Moore, las de Sean Connery e incluso la de George Lazenby las acabamos viendo, como todos los chavales de la época, bien por televisión o en vídeo, la mayoría en nuestro viejo, resistente, legendario aparato Betamax. Pero, insisto, ninguno de los cuatro films protagonizados por Brosnan (que para muchos de los de mi generación siempre será el molón Remington Steele, y punto) logró seducirme lo más mínimo entonces, y mucho menos ahora, y no habré visto por la tele más de tres o cuatro escenas sueltas que no sé exactamente a qué película o películas pertenecían.

Tras la irrupción en la primera mitad de la década de los 90 de cineastas como Quentin Tarantino, David Fincher, Bryan Singer o incluso Danny Boyle, con los hermanos Coen, Tim Burton, Michael Mann, Frank Darabont, Curtis Hanson, Jim Sheridan, o Clint Eastwood y Mel Gibson, en sus facetas de directores, firmando algunos de sus mejores trabajos en aquellos años, James Bond se me antojaba entonces como una cosa pasada de moda, aburrida, que parecía existir por inercia pero no porque, en realidad, tuviese ya algo interesante que aportarnos. Hablo, que quede claro, de mi impresión personal, que sé que coincide con la de algunos amigos y compañeros, aunque soy consciente de que las cuatro aventuras de Brosnan no sólo tuvieron su público, sino que funcionaron muy bien en taquilla. Pero por algún motivo, el sorprendente y arriesgado fichaje de Daniel Craig como nuevo agente 007, el hecho de que la operación se hiciese en clave de claro reinicio de la saga y, supongo, las magníficas críticas que cosechó desde su estreno, acabaron convenciéndome y volví a dar con mis huesos en la butaca de un cine para ver “Casino Royale” (2006). Y así fue como, con ese peliculón, el viejo Bond (y nuevo, a la vez) logró recuperarme para la causa.

Es cierto que el entusiasmo que me provocó la cinta dirigida por Martin Campbell, y protagonizada también por Judi Dench, Jeffrey Wright, Mads Mikkelsen y la volcánica Eva Green, no volvió a repetirse dos años más tarde con el estreno de “Quantum of Solace” (2008). No digo que la película fuese un rotundo desastre, pero sí que no supo aprovechar los hallazgos de su predecesora y que, aún durando casi 40 minutos menos que ésta, acabó resultando incluso aburrida y con muchísima menos chicha. Más aparatosa y grandilocuente, y no precisamente en el buen sentido, pero también precipitada y enferma, quizás, de un exceso de confianza. Las críticas, esta vez más o menos tibias, fueron prácticamente unánimes, pero el film fue otro rotundo éxito en taquilla y la buena salud de la franquicia parecía asegurada. Y en esto que llegó la maldita crisis y, entre otras muchísimas cosas, acabó llevándose por delante a un gigante con casi 90 años de historia, la Metro-Goldwyn-Mayer, paralizándose por completo la producción de la 23ª entrega del agente británico y también, por enésima vez, otro proyecto aparentemente condenado a lograr un éxito rotundo como “El Hobbit”. La continuidad de la saga llegó a estar seriamente en peligro, o así al menos nos lo llegaron a hacer creer, hasta que MGM fue rescatada de la quiebra a finales de 2010 y la maquinaria volvió a ponerse en marcha. Casi dos años después llega por fin a las pantallas de todo el mundo “Skyfall”, coincidiendo además muy oportunamente con el 50 aniversario de la saga cinematográfica (“Dr. No” se estrenó en el Reino Unido el 7 de octubre de 1962). Han sido cuatro años de espera, sí, pero benditos cuatro años si han servido para que el proyecto haya ido gestándose y madurando, a pesar de las muchas incertidumbres, porque el resultado final difícilmente podría ser más satisfactorio.

No soy el primero, ni seré el último, en comparar de alguna manera al actual 007 con los “Batman” dirigidos por Christopher Nolan. Al fin y al cabo, esta última es una trilogía que ha marcado una época y que se ha ganado ser, en cierto modo, la vara con la que medir muchas grandes superproducciones a las que les presumimos además un cierto nivel de calidad. Así que podríamos decir que si “Casino Royale” fue a Bond lo que “Batman Begins” al justiciero enmascarado, dejando de lado el traspié de “Quantum of Solace”, “Skyfall” sería, salvando las distancias, su “El Caballero Oscuro”. El tiempo (y futuros revisionados) acabará poniéndola en su sitio, pero recién salido del cine uno tiene la sensación de haber visto un espectáculo grandioso, intenso, apabullante y a la vez, qué cosas, conmovedor. Nunca Bond ha volado tan alto y, a la vez, hemos llegado a escarbar tanto en su alma. Nunca le hemos visto alzarse con tanta fuerza y resolución y, del mismo modo, se nos ha mostrado tan humano y vulnerable. Y nunca ha tenido un rival de tanta categoría, profundidad y trascendencia (que me perdonen Blofeld y Scaramanga), pues aquí el gran villano de la función no deja de ser una versión distinta de él mismo, mejorada o defectuosa, según se mire.

Sin llegar a los niveles del Joker de Heath Ledger, y de hecho con muchísimo menos metraje, el Silva de Javier Bardem es un antagonista acojonante y parte esencial de la fortaleza de la película, pero ya llegaremos a eso. Conviene empezar con lo general afirmando que el gran valor de “Skyfall” es que consigue llegar más lejos, ahondar más profundo y visitar lugares nunca antes transitados anteriormente por ningún film de James Bond, pero todo eso lo hace siendo a su vez tremendamente respetuoso con la tradición y manteniéndose estrictamente fiel a sus principales señas de identidad. Tenemos por tanto la obligada pero siempre infalible persecución inicial, que se pasa por el forro cualquier atisbo de verosimilitud, como mandan los cánones, y que da paso esta vez a unos títulos de crédito más atractivos y sugerentes que nunca (que incluso hacen soportable la canción de Adele, admitámoslo, una de las más flojas de la saga), y también el forzoso aunque siempre necesario desfile de vehículos, armas, pirotecnia, llamativas localizaciones y, cómo no, atractivas y seductoras ‘chicas Bond’, en este caso una Naomie Harris con muchísimo recorrido y una Bérénice Marlohe apabullantemente bella, sí, aunque en realidad poco más que un simple accesorio en la trama.

Por supuesto que tenemos también, faltaría más, una generosa ración de poses ‘megacool’ y de frases rebosantes de ingenio y chulería, y aquí precisamente “Skyfall” acierta también de pleno recurriendo, cuando debe, al sentido del humor sin perder nunca la gravedad, llegando a ironizar más que nunca, aunque siempre en forma de acto de homenaje, con un pasado al que al final se rinde pleitesía y acaba siendo utilizado en beneficio del propio film. Ese genial primer encuentro con el nuevo Q (un convincente, contra todo pronóstico, Ben Whishaw), la reaparición de otro personaje largamente anhelado por los seguidores más acérrimos de Bond (conviene no desvelar la sorpresa), y sobre todo ese Aston Martin al que vemos circular de nuevo mientras recuperamos la versión clásica del legendario tema compuesto por John Barry y/o Monty Norman (que aquí también hay cierta controversia) son golazos por toda la escuadra. Como también lo es ese ‘viaje’ al pasado más remoto de 007, hasta ahora uno de los secretos mejor guardados de la serie, y que funciona de nuevo como un sublime guiño al llevarnos nada menos que hasta… Escocia. De hecho, más de uno habrá pensado que, sin quitarle méritos a la entrañable interpretación del siempre infalible Albert Finney, su Kincade (que, de nuevo, viene a ser a Bond lo que Alfred a Bruce Wayne/Batman) pedía a gritos haber sido interpretado por Sean Connery. O al menos no me nieguen que habría sido una auténtica pasada.

Quizás no sea justo no haber mencionado hasta ahora a Sam Mendes. Lo cierto es que más de uno tendría sus dudas sobre si el oscarizado cineasta, también un reputadísimo director teatral, era el más adecuado para ponerse al frente de un film al que, al final, siempre se le acabará exigiendo que sea uno de los mayores espectáculos de acción de su época. Pero no olvidemos que estamos hablando del tipo que fue capaz de filmar algunas de las escenas visualmente más cautivadoras y vigorosas de la pasada década en “Camino a la perdición” (2002), y en «Skyfall» demuestra que mantiene intacta su capacidad de deslumbrarnos con una explosiva combinación de músculo y virtuosismo estético en la secuencias ambientadas en Turquía, Shanghai, Macao, esa misteriosa y fascinante isla que parece salida de un cómic y, sobre todo, los preciosos pero amenazadores parajes escoceses. A Mendes, que también acierta de pleno recurriendo a su compositor de confianza, Thomas Newman, no le tiembla el pulso en ningún momento, y saca oro puro de la relación entre Bond y una excelsa M (Judi Dench) que cobra más protagonismo que nunca, y del enfrentamiento entre nuestro héroe y un villano llamado a hacer historia, un duelo que gira precisamente en torno a la figura de la gran matriarca. Bardem firma un personaje a la altura del Antón Chigurh de “No es país para viejos” (2008), pero situándose precisamente en las antípodas de éste, y ahí es donde vuelve a demostrar por enésima vez que es un intérprete, duela a quien duela, excepcional. El actor español consigue domar a un malo de aspecto extravagante, rostro simiesco, casi inhumano (algo que acabará teniendo su justificación en la trama), ojos de desquiciado y formas amaneradas, llevadas casi al límite del exceso, y acaba entregándonos a un tipo aterrador, temible y repulsivo pero al que, y eso es lo más perturbador de todo, casi podemos llegar a entender. Como guinda al ya suculentísimo pastel, Mendes termina llevándonos a un tercer acto que es puro western, un monumental ‘highlight’ de hielo y fuego (nada que ver con George R.R.Martin, ojo) que hace que al film no le acaben pesando, en ningún momento, sus 143 minutos de gozoso metraje.

Si algo aún podía acusar, hasta ahora, el Bond interpretado por Daniel Craig  era un cierto complejo de inferioridad, difícilmente disimulable, con la ‘saga Bourne’, esa que revolucionó el cine de acción en general, y el de espías en particular, en la pasada década. Con “Skyfall”, que además ha acabado estrenándose precisamente unos meses después de la decepcionante “El legado de Bourne”, hasta eso parece ahora felizmente superado, y 007 se ha cobrado una bien merecida revancha. Llegados a este punto, creo que se puede ser más que optimista con el futuro de la saga, ya que al prometedor fichaje de un tipo con el empaque de Ralph Fiennes hay que sumarle que el cierre de esta trilogía confirma que existía aún cierta vocación de precuela, y que ahora ya sí tenemos todos los elementos indispensables al alcance de 007 para que éste siga dándonos muchas más alegrías. “Skyfall” ha puesto el listón muy alto, así que ahora conviene tomarse las cosas con calma, que ya sabemos que la prisa es mala consejera. Aunque uno no puede dejar de pensar en que Christopher Nolan, en más de una ocasión, ha expresado su admiración por el personaje… Puestos a soñar, soñemos a lo grande.

7 comentarios leave one →
  1. aaa permalink
    03/11/2012 12:37

    Sólo le pongo una pega: las primeras escenas de acción están subrayadas con una música, a mi parecer un tanto rimbombante, que separa inevitablemente el carácter de las escenas de acción con las emotivas, las que nos interesan realmente; dicho de otro modo, parece que el director tiene muy claros cuáles son los puntos fuertes de su película y cuáles son sólo entretenimiento barato, y se nota en el montaje final. Hubiese estado bien que estas escenas más intrascendentes se hubiesen integrado en la película, aunque en realidad cualquier fallo que pueda tener la película desaparece con la llegada de Bardem (o la de Bérenice Marlohe).

  2. 14/11/2012 18:58

    No es el bond de siempre. Es mas, por mucho que digan me da que no se parece demasiado al personaje de Fleming…Pero realmente me gusta, le ha dado un aire nuevo y que le sienta realmente bien.

    Bastante mejor esta que la anterior, aunque inferior a la primera que interpreto este actor, que me sigue pareciendo en sus primeros minutos toda un lección de cine y movimiento. Saludos

  3. Tamara de Lempicka permalink
    14/11/2012 22:25

    Hola Rodrigo,

    No puedo estar más de acuerdo contigo. ¡Chapeau! Se nota que somos más o menos de la misma quinta y que hemos tenido las mismas sensaciones y desencuentros con la saga Bond.

    Hace unos días, Alberto titulaba su post sobre «Argo» como «Ben Affleck, al rescate de Hollywood»; pues bien, yo hoy con todo el morro le parafraseo y digo: «Daniel Craig, al rescate de James Bond (y al servicio de Su Majestad, of course)».

    Aún me acuerdo de las pestes que se dijeron de él cuando se supo que sería el próximo Bond (yo me sumé al rechazo general, lo reconozco): que si era rubio, tosco, poco elegante, cuasi desconocido, etc, etc, pero fue verle en «Casino Royale» (es verdad, qué peliculón) y caer rendida a sus pies, teniendo que reconocer que me había equivocado y bastante.

    Daniel Craig llegaba para rescatar al duro 007, que en los últimos años se había ido diluyendo en películas de medio pelo, con mucho presupuesto sí, pero con igual cantidad de idioteces, malos de cartón piedra, artilugios varios y explosiones a lo Michael Bay, pero carentes de todo carisma, poder de seducción y de esa dualidad moral que hacía tan atractivo al personaje.

    «Casino Royale», en mi top personal de la saga Bond, se centraba más en el personaje que en el entorno, en los cachibaches o en las mujeres florero, y nos devolvía a un 007 adaptado a los tiempos, un hombre de acción fuerte, fiero y hábil pero también humano, vulnerable y a ratos cercano y afectivo, huyendo de la imagen de agente invencible, trajeado e impoluto, por dentro y por fuera, que usaba su sarcasmo y su misoginia como escudos protectores contra el mundo y sobre todo, contra si mismo. ¡Vaya tandem de alto voltaje que formaba con Eva Green, un lujazo!

    Esa humanidad, con sus claroscuros, es la que ha sabido darle Craig a ese nuevo Bond, llevándolo a una nueva dimensión y haciéndonos recuperar a muchos la esperanza en 007. Los tiempos están cambiando para todos, también para Bond, y ya lo dice el dicho: «adaptarse o morir». Y si bien Daniel Craig ya ha empezado a dar muestras de cansancio y hastío del personaje (al parecer aún le quedan dos películas más por contrato), hay que reconocerle que ha puesto el listón muy alto y que el próximo, si la saga continúa que es más que probable, lo tendrá francamente difícil.

    Un saludo a todos. Nos vemos!

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