Desmontando a «Sherlock»
(ALERTA SPOILER: Revela detalles importantes de los tres capítulos de la cuarta temporada de la serie)
El gran enemigo de Sherlock en su cuarta temporada finalmente no ha sido Eurus, ni siquiera Moriarty y mucho menos Culverton Smith, sino el recuerdo magnificado de sus tres campañas anteriores proyectando una alargada sombra de la que, a la vista de los numerosos comentarios de espectadores desencantados, no ha podido escapar. El problema de haber vivido instalado durante mucho tiempo en las alturas es que cualquier resbalón será más llamativo y también serán más los dedos que acudan prestos a señalar el traspiés. Por eso a la serie de la BBC se le ha discutido en 2017 más abiertamente que nunca, y esa postura crítica puede ser lógica y justa porque hay que admitir que este Sherlock ha sido más irregular e inconsistente que en entregas anteriores. Lo que no es tan lógico y justo es tildarla de serie infumable que se ha arrastrado por los suelos o de parodia patética de sí misma, como he podido leer en varios sitios. Tal vez nuestra piel de espectadores exigentes sea ya demasiado fina y resulte más difícil sorprendernos a estas alturas; tal vez las trampas y agujeros argumentales de los que este show SIEMPRE ha hecho gala ya no las pasamos por alto con tanta indulgencia como antaño; tal vez los años de paciente espera entre temporadas nos impidan perdonar un capítulo más flojo que la media, olvidando que de esos (capítulos más flojos que la media) ha habido en esta serie hasta en sus mejores cosechas.
En cualquier caso, “Sherlock” sigue teniendo sus defensores y un servidor prefiere alinearse con ellos, aun siendo consciente de las debilidades mostradas en esta tanda, porque en el balance final todavía encuentro más virtudes que defectos y porque sigo pasándomelo muy bien en el juego que proponen Steven Moffat y Mark Gatiss. Y este juego siempre ha sido exagerado y ampuloso, plagado de giros imposibles, pistas falsas y resoluciones increíbles. Para bien o para mal, la naturaleza del show siempre ha sido el “más difícil todavía”, sin muchas concesiones a la verosimilitud o el realismo terrenal. Ese indisimulable efectismo nos seducía porque desde el principio ha ido de la mano de altas dosis de inteligencia, sentido de la diversión y unos personajes maravillosos. Sin embargo, esta cuarta temporada ha evidenciado que el juego también tiene sus límites y cada vez es más complicado superar ese nivel sin caer en desatinos e incongruencias varias.
En esta tanda se ha confirmado que Moffat y Gatiss ya no están tanto por la labor de armar con mimo elaborados misterios que se desarrollen dentro de una lógica meridianamente plausible, sino que están más interesados en la tarea de deconstruir a Sherlock. Los casos a resolver tienden a ser una mera excusa para desprenderle capa a capa de su máscara de “sociópata altamente funcional” y dejar al descubierto su frágil humanidad. Ya no estamos ante un Sherlock tan luminoso, arrogante y brillantemente repelente, sino ante alguien que ha comenzado a comprender que todo acto tiene sus consecuencias. Entiendo que muchos espectadores no compren esta evolución y prefieran al Sherlock altivo e infalible de sus primeros años, pero, en mi opinión, es aplaudible que los responsables del show hayan sabido esquivar la tentación de convertir la serie en un procedimental de reglas más o menos fijas y dinámicas establecidas, y hayan venido preocupándose, ya desde la tercera temporada (analizada aquí), por desafiar al personaje a salir de su zona de confort, lo que a su vez supone desafiarse a sí mismos. Puede que en ese proceso haya habido algún tropezón y más de un giro forzado, pero llegados a este punto es preferible un “Sherlock” libre de corsés y dispuesto a arriesgarse (y, por supuesto, a equivocarse) que un “Sherlock” comodón aferrado a repetir una y otra vez la misma fórmula de éxito probado.
“The Six Thatchers”, concedamos eso, no es el episodio más brillante para iniciar una temporada después de tres años de silencio (aliviados, eso sí, por el especial victoriano de “The Abominable Bride”, en el que ya se adivinaban síntomas de querer rizar el rizo más de la cuenta). Aunque todos los elementos que hacen reconocible la serie están ahí -los personajes, el ritmo trepidante, los diálogos chispeantes, los escenarios, el ingenio visual-, el capítulo flaquea por el lado del argumento. Así, tras media hora de delicioso costumbrismo bufo típico de Baker Street que sirve para entrar en situación, brota el caso central, pero éste se construye de manera algo torpe y deslavazada, plagado de casualidades fortuitas, vaivenes caprichosos (a los que tampoco ayudan una realización y un montaje demasiado artificioso) y una farragosa historia de mercenarios internacionales y nombres en clave vinculada al pasado de Mary Watson que no termina de cuajar en el microcosmos de esta serie. Evidentemente, todo está dirigido hacia la muerte de Mary, que debería funcionar como uno de los grandes momentos dramáticos de la historia de “Sherlock” pero que carece del impacto y la fuerza necesarios por lo forzado del desarrollo de los acontecimientos que nos conducen hasta ahí y por lo falso de su ejecución (ese improbable salto en slow motion de ella, esa defunción “porque toca”). Eso sí, Moffat y Gatiss consiguen llevar a Sherlock y a Watson donde querían: desbaratan el peculiar triángulo que estaba eclipsando el centro de gravedad de la serie, es decir, la relación entre el detective y el médico, y los colocan en un sombrío escenario de ruptura dramática, similar al que ya acontecía en “The Empty Hearse” (3xo1) pero ahora abriendo un abismo más insalvable entre ellos. El resto de la temporada no será sino un viaje hacia la recomposición de una amistad conmovedora a partir de la asunción de la culpa y el reconocimiento mutuo de sus propias limitaciones. Insistimos, “Las seis Thatchers” no es el mejor “Sherlock”, pero tampoco uno irreconocible o indigno. Aún a medio gas, esta serie regala momentos impagables y este capítulo no es una excepción, y, qué diablos, tampoco es mucho peor que “The Blind Banker” (1×02).
“The Lying Detective” nos devuelve la versión más estimulante del show, una en la que todos sus recursos se despliegan con inteligencia y un sentido del vértigo bien entendido. En su superficie es una ingeniosa variante del juego del gato y el ratón entre un Holmes psicotrópico puesto de drogas hasta las cejas y un multimillonario filántropo que alberga en su interior a un asesino en serie. Por debajo discurre el desesperado plan de Sherlock para “salvar a John” obligando a un Watson que lidia con sus propios demonios (la pérdida no superada, el espectro de su esposa, esa infidelidad no materializada que traiciona la imagen idealizada que ella tenía de su persona) a salvarle a él de sí mismo. El episodio funciona a todos los niveles y equilibra admirablemente todos sus tonos. El caso criminal sí que concita toda nuestra atención merced a una mejor exposición, una estructura fragmentada bien conducida (en la que las imágenes distorsionadas y el montaje psicótico está más justificado debido al estado alucinado de Sherlock) y un villano desagradable, maligno y ridículo histriónicamente interpretado por Toby Jones. El plano emocional convence gracias especialmente a un Watson que recupera protagonismo respecto al capítulo anterior. Es notable esa secuencia en la que el doctor descarga sobre Holmes toda su ira e impotencia contenidas, y también aquella en la que hace las paces consigo mismo y se despide del fantasma de su mujer (grande, como siempre, Martin Freeman). Y en el aspecto humorístico, baste decir que la señora Hudson dispara sus mejores líneas en el show y tiene su particular momento de lucimiento a cuenta de su reluciente Aston Martin. Incluso funcionan gloriosamente las deducciones de Sherlock con semanas de antelación de todo lo que va a ocurrir, por muy inverosímiles que sean. Lógicamente hay alguna inconsistencia, algún giro forzado de más (que Watson descubra el vídeo de su mujer justo cuando lo hace es demasiado conveniente), pero todo se perdona cuando las piezas del puzzle son tan gozosas. Y de propina nos regala un cliffhanger ojiplático con la inesperada irrupción de Eurus, la hermana secreta que ha estado manipulando a los dos héroes desde el principio de la temporada, terminando por todo lo alto un capítulo, esta vez sí, a la altura de lo que se espera de “Sherlock”.
“The Final Problem” no disimula su ambición de querer ser el episodio más trascendental de la serie. Moffat y Gatiss echan toda la carne en el asador y disponen una montaña rusa emocional que sirva como clímax no solo de la temporada, sino de todo “Sherlock”. Y sí, esta explosiva hora y media sin apenas respiro está cargada de intensidad, desafíos morales, sorpresas epatantes y alocado entretenimiento non-stop, pero a cambio de tantos placeres nos exigen, más que nunca, que la incredulidad quede permanentemente en estado de suspensión. “The final problem” te agarra del pescuezo y te lleva por donde quiere Euros, el amo supremo de marionetas, pero en realidad casi nada de lo que ahí sucede tiene ningún sentido. Los guionistas confían en que la batería de enigmas y pruebas al límite que la siniestra hermana (muy convincente Sian Brooke) descarga sobre el trío protagonista coloquen al espectador tan en vilo que a éste le falte tiempo para fijarse en las numerosas lagunas argumentales que tiene ante sus ojos, y si lo hace, que no le importen lo más mínimo. ¿Cómo es posible que Eurus lleve años saliendo y entrando de Sherrinford sin que Mycroft se haya enterado?; ¿cómo ha podido orquestar un plan tan complejo que por fuerza tiene que involucrar a muchas personas y dinero sin despertar sospechas?; ¿qué sentido tiene hacer volar el apartamento de Baker Street arriesgándose a que Sherlock muera en la explosión y el gran plan se vaya a hacer gárgaras?; ¿cómo es posible que el gran detective que se percata de hasta el más mínimo detalle no se diese cuenta de que no había cristal?, ¿Mycroft permitiendo un encuentro sin supervisión entre Eurus y Moriarty?… Todas estas son preguntas que hay que ignorar para disfrutar del juego, pero he de admitir que yo, que nunca he tenido problemas en aceptar las trampas que me coloca el show, en esta ocasión tuve que tirar más de corazón que de cabeza.
Todo compensa si por el camino nos topamos con secuencias tan poderosas como esa en la que Sherlock tiene que arrancar un “Te quiero” de los labios de Molly Hooper antes de que estalle una bomba. La planificación de la tensión es extraordinaria y la resolución demoledoramente cruel (no había bomba). Benedict Cumberbatch quizás hace aquí su mejor interpretación de la temporada, oscilando entre el miedo, la frustración y los remordimientos, y Louise Brealey tiene por fin un instante para reivindicar a su Molly, un personaje muy arrinconado por el show en los últimos tiempos. Tampoco le va a la zaga la escena en la que el detective se ve obligado a elegir entre la vida de Watson y la de Mycroft (fantástico Gatiss, por cierto, en todo el capítulo). Por debajo de todo el vértigo, el artificio y el caos, “El problema final” es una exacta “vivisección” del misterio de Sherlock Holmes, de por qué se ha pasado toda su existencia flotando por encima de las emociones humanas y por qué ya no puede seguir siendo esa persona. El capítulo pone fin satisfactoriamente al trayecto emocional del héroe durante toda la serie, y tiene sentido que le deje más cerca que nunca del Holmes canónico de Conan Doyle, que nunca fue tan frío, cínico y desdeñoso como el de la versión inicial de Cumberbatch.
Sherlock: John stays
Mycroft: It’s family!
Sherlock: That’s why he stays
Es una lástima que no se resuelva tan bien la historia de Eurus, que pasa de ser una psicópata fría y despiadada a una pobre muchacha necesitada de amor en un abrir y cerrar de ojos, o que la niña del avión devenga en una decepcionante proyección metafórica de sus propios miedos (?), aunque al menos Moffat y Gatiss han gestionando más o menos bien el cabo suelto de Moriarty. Todos sabíamos que de una forma u otra la conclusión estaría relacionada con el archivillano por excelencia de Sherlock, pero que su regreso haya sido a través de lo que resulta ser un flashback (memorable entrada a ritmo del “I want to break free” de Queen) y una venganza póstuma, y no a través de una improbable resurrección, es una hábil maniobra.
¿Es “The final problem” el adiós definitivo a de “Sherlock”? Pues debería serlo, o al menos sí debería ser el final de “Sherlock” tal y como lo hemos conocido. Gatiss ha admitido que con esta conclusión se cierra lo que podría definirse como una historia de orígenes y lo que ahora queda son los Holmes y Watson clásicos, tal y como representa ese último plano de los chicos de Baker Street frente a Rathbone Place (conexión evidente con el Holmes cinematográfico interpretado por Basil Rathbone en la década de los 40), pero tampoco ha confirmado que este sea el punto y final definitivo. Cuesta creer que este equipo se resigne a abandonar para siempre su juguete preferido, así que no sería de extrañar que en el futuro regresara en forma de especial o con una quinta temporada partiendo ya necesariamente desde el nuevo status quo. Ahora bien, mucho tendrían que pensar y afinar un hipotético regreso porque los vientos ya no soplan a favor y ahora saben que les esperarían con el cuchillo entre los dientes. Hasta los espectadores británicos parecen haberles dado la espalda a tenor de las cifras de audiencia de “El problema final”, las más bajas de la historia del show (5,9 millones de espectadores, en contraposición a los 11,33 que siguieron “The six Thatchers»), aunque puede que la filtración del capítulo 24 horas antes en Internet tuviera algo que ver en ese llamativo descenso. Quizás para aceptar un regreso de “Sherlock” primero necesitemos echarle realmente de menos, tanto los espectadores como los responsables del show, y para eso me temo que será conveniente esperar (mucho) más tiempo que los dos años de rigor.
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De acuerdo con todo el análisis. Me ha encantado la crítica a la temporada (para variar).
Muchas gracias, Julián, por tus palabras. Un saludo!
El único problema que veo al desenlace de Sherlock el es excesivo uso de Deus Ex Máquina propio para el «fanservice» de la mayoría de sus fans y el personaje creado ad hoc por los guionistas (muy alejado de lo canonico de la obra original) reflejado en esa Mary Sue/tercera hermana «secreta»/ Eurus que sólo sirve, tal vez, en devolver (bajo un GRANDISIMO coste) la humanidad de Sherlock pero con la verdadera función de decirle a Sherlock mismo y a sus fans; ‘Hola! Soy una mujer más inteligente y joven que Sherlock, estoy aquí para vengarme de mis hermanos, del sistema y reflejar que soy alguien equiparable al mismísimo Hannibal Lecter (Jaula incluida).’
Hubiera sido muchísimo mejor que la hubiesen sacado desde el capítulo uno de la primera temporada para bajarle los humos a Sherlock y a Myncroft desde el principio haciendo la serie algo más humana y llevadera (menos Snob) y no esperarse al final de la serie y recibir con los brazos abiertos la bofetada al orgullo intelectual de Sherlock, al lector de las novelas y al fan del personaje.
PD: No tengo ningún problema con que los guionistas metan cosas nuevas. Pero que no aleteren lo canonico de las obras de forma tan aplastante.
Según los responsables del show, Eurus estuvo en su mente desde la primera temporada, pero prefirieron no hacer ninguna referencia a ella hasta «The Last Vow», el último capítulo de la tercera. Sinceramente, no sé si será verdad y tampoco me importa que no la hayan sacado hasta ahora. Lo veo en sintonía con los típicos golpes de efecto de la serie. Un saludo y gracias por pasar por aquí.
Completamente de acuerdo, qué gusto encontrar a alguien que piense lo mismo que yo. Yo he vuelto a disfrutarla mucho y, qué quieres que te diga, creo que Sherlock merece un poco de ‘corazón’ después de las pedazo de satisfacciones que nos ha dado. Yo, al menos, le seguiré siendo fiel ;-)
Toda la razón, Gema, Sherlock se merece el voto de confianza, aunque solo sea por gratitud con todo lo que nos ha dio y nos ha seguido dando también esta temporada. Un saludo y gracias por tu comentario.
Impecable análisis. Debo confesar que ver un Sherlock tan oscuro al inicio de esta cuarta temporada no fue para nada de mi agrado, pero también prefiero quedarme con el crecimiento y madurez del personaje en muchos sentidos.
Hola Paola, gracias por pasarte y comentar. Que el personaje haya evolucionado y no sea exactamente el mismo de la primera temporada creo que ha sido un acierto y una gran forma de esquivar la rutina. Un saludo!
Creo que el último episodio es muy efectista y a la vez muy flojo. No me ha gustado porque tiene muy poca coherencia, no tiene ni pies ni cabeza, creo que se han pasado de la raya. Para mí la mejor temporada fue la segunda con la trama de Moriarty. Espero que no hagan más temporadas porque se les ha ido de las manos.
«The Final Problem» no resiste un mínimo análisis de coherencia pero lo compensa con otras cosas. A mí me mantuvo todo el rato pegado a la pantalla. Coincido en que la mejor temporada fue la segunda, no solo por lo de Moriarty sino por el genial capítulo de Irene Adler. Un saludo y gracias por tu opinión, Peregrin.
Buen análisis. Aquí va mi opinión: Pienso que la última temporada ha estado, en general, a la altura de todas las anteriores, pero el desenlace no. Una serie cuidadosa como esta, que siempre se ha ocupado minuciosamente de los detalles, se merecía un desenlace mucho más cuidado. El último capítulo está plagado de sinsentidos y de cabos sin atar. Es una pena que unos directores que nos han dado tantas alegrías, no hayan sido capaces de idear un final a la altura, quizás les faltó tiempo o presupuesto, porque el problema no esta en los actores, su actuación es sublime. Lamentablemente, que la serie haya finalizado así, nos deja con mal sabor de boca, pero no debemos olvidar que es una serie excelente, solo que con un ‘problema final’ sin resolver.