Los tiempos modernos de Bob Dylan
2012 está siendo un año de felices efemérides para algunos de los artistas más grandes del rock. Y, sin duda, una de ellas es el 50 aniversario del primer disco de Bob Dylan, circunstancia que el bardo de Minnesotta celebrará debidamente en poco más de un mes con su nuevo trabajo, el esperado «Tempest». Me imagino que en nuestro país ese día no pararemos de oir «Blowin’ in the Wind» y «Like a Rolling Stone», ya sabemos que según una gran parte de los medios españoles la carrera de Dylan debió de acabar allá por 1967 o así; como mucho alguno de ellos pondrá «Hurricane», la única canción del genio que parece haber entrado en el imaginario popular español más allá de la década de los sesenta. No puedo sentir más que compasión por esta circunstancia. Mucha gente se pierde así la fascinante, tormentosa, variada y, finalmente, magistral década de los setenta del de Duluth y, aún es más, aparte de alguna pequeña gema en los ochenta, se está perdiendo a uno de los más grandes artistas de la actualidad. Sí, desde 1997 Dylan vive una época gloriosa, en ocasiones equiparable a sus casi inaccesibles 20 primeros años de carrera y siento que hay muchas personas, incluso melómanas, que no lo están disfrutando ya sea por falta de atención, ya sea por estúpidos prejuicios. Mientras aguardamos la salida de «Tempest» y su canción de 14 minutos sobre el Titanic y la dedicatoria a John Lennon, viajemos por una de las rachas discográficas más excelsas de los últimos años: los tiempos modernos de Bob Dylan.
Tras la disolución del supergrupo Travelin’ Wilburys (ya saben, Dylan con sus colegas George Harrison, Roy Orbison, Tom Petty y Jeff Lynne) , nuestro protagonista nos había proporcionado una década de los noventa bastante sosa. Definitivamente, Dylan parecía pasado, glorioso pero pasado. Uno de esos artistas que puede ser apetecible para ver en directo de vez en cuando pero de los que ya no esperas gran cosa de sus nuevos lanzamientos. Pero «Time out of Mind» llegó en 1997 para desmontar por completo ese pensamiento. Dylan, en medio de un fértil periodo de inspiración, llamó al prestigioso productor Daniel Lanois para grabar unas canciones que estaban destinadas a hacer historia. Muchos dylanitas criticaron la producción de Lanois e incluso Dylan y algún miembro de su banda de entonces -como el teclista Jim Dickinson- nunca se han mostrado contentos con la labor del colaborador habitual de U2. Critican especialmente el hecho de que la voz de Dylan quede muy tapada, sin estar en primer plano, y que el sonido sea tan atmosférico, tan elaborado. Sin embargo, a un servidor la labor de Lanois le parece la guinda ideal para una obra maestra incontestable. «Time out of Mind» supone un punto y aparte en la carrera del de Minnesota. Y es precisamente ese atmosférico, dramático, profundo sonido con el que envolvió Lanois a esas canciones lo que les da un toque maestro y definitorio. La voz de Dylan suena espectral, rota, encajando perfectamente con una temática trascendental y con muchas referencias a la muerte. «Love Sick» abría el disco de forma elegante y ejemplificando lo que nos íbamos a encontrar. Exceptuando temas como «Dirt Road Blues», el cogollo del trabajo eran medios tiempos solemnes, inquietantes, …magistrales. En este sentido, maravillas como «Standing in the Doorway», «Tryin’ to Get to Heaven», «Not Dark Yet» y «Make you Feel my Love» entraron por derecho como nuevos «highlights» en el cancionero de Dylan. Y como colofón, «Highlands», la canción más larga de la discografía del creador de «Blonde on Blonde». Una maravilla recitada, muy próxima, tanto en desarrollo como en calidad, a aquellas inolvidables «Desolation Row» y «Sad Eyed Lady of the Lowlands». EE.UU volvió a acoger al hijo pródigo. Altas ventas, tres Grammys y todo tipo de reconocimientos críticos volvieron a poner a Dylan en lo más alto de la música de nuestro tiempo.
El periodo de gracia de Dylan tuvo continuidad en el nuevo siglo ¡y de qué manera! Tras alzarse en 2000 con un Oscar a la Mejor Canción por «Things Have Changed» (curiosamente una de sus canciones más flojas de esta época), incluída en la banda sonora de esa joyita tan olvidada hoy día como es «Jóvenes prodigiosos», el destino hizo de las suyas y su nuevo disco «Love and Theft» salía a la venta un 11 de septiembre de 2001. Lo que parecía simplemente una buena fecha de lanzamiento de cara a la futura campaña de Navidad se convirtió en todo un símbolo. El día que EE.UU sufría la mayor tragedia de su historia, salía a la luz todo un homenaje a lo mejor de la nación de las barras y las estrellas. Porque «Love and Theft», lejos de recrearse en los territorios intimistas y mortuorios de «Time out of Mind», era mucho más expansivo y suponía un exhaustivo recorrido por el folk estadounidense de los años 20, 30 y 40. Así, en pleno auge de ese género llamado «Americana», Dylan daba una lección magistral y publicaba el que para el que escribe estas líneas es posiblemente el mejor álbum de la primera década del siglo. Al mando de la producción ésta vez, bajo su habitual pseudónimo de Jack Frost, Dylan se paseaba por el blues, el jazz, el sonido Nueva Orleans, consiguiendo sonar a la vez tan añejo como actual. Tras la inicial y muy animada «Tweedle Dee and Tweedle Dum», «Mississippi» -ya compuesta en las sesiones de su anterior disco y cedida a Sheryl Crow posteriormente, se alzaba como un clásico incontestable, una de esas canciones definitivas, una composición que en mi opinión puede estar en el «Top 20» dylanita y ya sabemos que eso es mucho decir. La voz de Dylan se mostraba aún más rota que en «Time out of Mind» pero en un tono que seguía encajando a las mil maravillas con canciones magistrales como «Bye and Bye», «Lonesome Days Blues» o el homenaje a Charley Patton en «High Water (For Charley Patton)». También encontramos el reencuentro del cantautor con el rock más directo en «Honest with Me», su maravillosa destreza con los medios tiempos en «Moonlight», otra genialidad maratoniana como «Sugar Baby» y mi predilecta, ese majestuoso «Po’ Boy», que de haberse grabado en los años 20 la habríamos oído en la voz de los más míticos cantantes americanos, como cualquier buen «oldie», de hecho siempre he fantaseado con escuchar lo que hubiese hecho Elvis con ella.
Con un Dylan más amigable y expuesto al público que nunca, con su emblemático programa de radio como bandera de esta faceta menos arisca de lo habitual en el bardo de Minnesota, llegó uno de los sucesos comerciales más sorprendentes de los últimos tiempos. En 2006 se edita el nuevo disco de Dylan, «Modern Times», que inesperadamente llega al número 1 en EE.UU y acumula en pocos meses más de 4 millones de copias vendidas. La recuperación popular de Dylan se puede considerar completada y su nombre pocas veces había estado en boca de tantas personas desde los ya lejanos años sesenta. Y todo con un disco muy poco pulido, hecho a partir de ir dando forma relajadamente a las improvisaciones de su banda de directo, con una actitud lo menos comercial posible. Y bien, ¿todo el revuelo estaba justificado? Pues sí, «Modern Times» completaba con brillantez una majestuosa trilogía, cosechando el probablemente mayor fervor crítico de toda su trayectoria, aunque en mi opinión está un peldañito por debajo de sus dos antecesores. El álbum se dividía en dos territorios diferentes. El primero correspondía a canciones basadas en el folk estadounidense y en el más primigenio rock’n’roll -con Chuck Berry como inspiración confesa- , más que inspiradas en viejos «standards», situándose en la frontera entre lo que es una versión o una canción original influida por otra. El segundo correspondía al tipo de medios tiempos solemnes al que nos había ido acostumbrando Dylan desde su gran renacer. Entre una y otra faceta brillaban nuevos temas para el recuerdo como «Thunder on the Mountain», «Spirit on the Water», «Someday Baby», «Nettie Moore» o «Ain’t Talkín'», otra larga epopeya que volvía a servir para cerrar el trabajo con un broche de oro.
El siguiente periodo de inspiración para Dylan tuvo lugar en 2009. En marzo de ese año nos sorprendía anunciando el inminente lanzamiento de su nuevo disco, «Togheter from Life», en el que había coescrito las letras con el Grateful Dead Robert Hunter y para el que había contado como músicos invitados nada más y nada menos que con dos grandes como Dave Hidalgo, de Los Lobos, y el sempiterno escudero de Tom Petty, el nunca suficientemente valorado Mike Campbell. Teniendo las glándulas salivales a pleno funcionamiento, quizás el disco nos decepcionó un poco a muchos fans por no ser la obra maestra que esperábamos. Pero sería injusto calificarlo como menor solo porque sus antecesores fueran majestuosos. El álbum se muestra mucho más relajado, se puede imaginar uno a los músicos disfrutando al tocar sin grandes pretensiones, se incluyen sonoridades fronterizas gracias al acordeón de Hidalgo, al tiempo que los homenajes van más hacia la música negra, el blues, el gospel y el soul que hacia la pretérita música blanca. Y entre un nivel bastante uniforme, destacan joyas como el single «Beyond Here Lies Nothin», «If You Ever Go to Houston» y la esplendorosa «I Feel a Change Comin’ On». Muchos ya descabalgan a este trabajo de la «tercera época dorada» del de Duluth, pero yo siempre he gozado demasiado con él para dejarle fuera. El público parecía pensar lo mismo, puesto que le hicieron número 1 de ventas tanto en EE.UU como en Gran Bretaña, prolongando la racha comercial tan triunfal como inesperada del Premio Príncipe de Asturias.
De nuevo un 11 de septiembre (en el 11 aniversario del 11-S y de la salida de «Love and Theft», ¿debemos ver algún mensaje oculto en esto?), podremos corroborar si Dylan sigue prolongando o no esta época dorada que nos ha tocado vivir. Dylan ya cumplió de sobra con lo que hizo en los 6o y los 70, lo de los últimos años debemos considerarlo un bonito regalo extra, y, por tanto, estaría de más echar exabruptos si el álbum no se corresponde del todo a lo que esperamos. Pero, ¿y lo bonito que sería que «Tempest» fuera una nueva obra maestra que nos alegrara la temida vuelta al trabajo? La respuesta, amigos, está flotando en el viento.
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Para mí la carrera de Dylan no acabará nunca: es un auténtico titán, y seguro que no defraudará.
De acuerdo completamente con todo lo que se dice aquí, el nuevo sencillo Early Roman Kings suena mucho a lo hecho en Together Through Life, pero solo es un preview de 2 minutos falta escuchar el resto.
Dylan, no solo demuestra que tiene su lugar en la historia de la música, sino que aún continúa en el viaje y puede dar más todavía.
Hola, Musa. Efectivamente, el fragmento de «Early Roman Kings» que se ha dado a conocer tiene un aire a «Together through Life», especialmente por el toque que Dave Hidalgo sigue dando a las canciones con su acordeón. En principio, no me han emocionado demasiado esos dos minutos, pero sigo confiando en Dylan al 100%. Un saludo!
Muy buen post. Parece que hay legiones de críticos (o lo que sean) esperando a Dylan para darle el escobazo en cuanto asoma, ya sea por nuevo álbum, libro, poemario, exposición de pintura, visita al Papa o lo que sea que al hombre o al genio le apetezca hacer. Como bien dices, se lo ha ganado de sobra en los 60 y 70 y, aunque no lo hubiera hecho, sus últimos trabajos tienen la calidad suficiente para brillar por sí mismos, Po boy, I feel a change comin’ on … La longevidad artística como lacra, un absurdo. Los viejos folkeros nunca mueren.
Un placer que menciones a Mike Campbell, músico en la sombra , aunque siempre acreedor de los éxitos de estos dos grandes. Precisamente esta mañana escuchaba Love is a long road. Un reconocimiento sincero a Campbell y que el Rock bendiga a Les Paul allá donde esté.
Un saludo a todos.
Nos volvemos a ver por aquí, Rubia! ¡Un placer! Venga, entre todos sus silenciosos fans tenemos que hacer que pongan una estatua de Mike Campell en cada ciudad! Y ya no te digo del tío Bob!
Pues querido Alberto,Tempest me parece una puta maravilla a la altura de Time Out Of Mind y Long Wasted Years me parece la mejor canción de Dylan desde Not Dark Yet,una autentica brutalidad de canción.
Hola! Yo todavía estoy digiriendo ‘Tempest’ (pronto habrá un post al respecto). Todavía no puedo decir nada definitivo, pero aunque, en general el balance es positivo, creo que ni el disco ni la canción los tengo en tan alta estima. Pero me alegro de que te esté gustando tanto. Un saludo!
El mayor genio de la música popular del S XX y lo que va de éste.Y cuando se versionea asímismo? Sus directos son únicos (no hay dos iguales).Su creatividad es portentosa.Debemos agradecerle su laboriosidad, lleva actuando veintitantos años.Único.Gracias maestro