«A todo que sí», de Los Zigarros: play rocanrol
Los Zigarros es simplemente un grupo de rocanrol, un grupo de rocanrol clásico, sin artificios y sin más pretensiones. Una banda que bebe descaradamente de los clásicos y que, por ahora, no busca inventar nada. ¡Pero cómo molan! Los Zigarros quieren pasarlo bien y que nosotros lo pasemos fetén, y con su segundo disco recién desprecintado, bajo el título de «A todo que sí», podemos afirmar que lo consiguen con creces. Pero vayamos de cara: si con los primeros compases del álbum no se te van los pies y se te ilumina la cara, no insistas, este disco no es para ti, no pasa nada, puedes seguir buscando historias más modernitas y sesudas. Pero si conectas con esa forma chulesca de cantar y esas guitarras afiladas, prepárate para disfrutar de un álbum enérgico, luminoso, divertido y, simplemente, cojonudo, un álbum que durante 40 minutos te hará olvidar los malos rollos y te llenará de positivismo y ganas de calzarte la chupa de cuero y mirar el mundo a través de las gafas de sol con un cigarro entre los labios y una media sonrisa de ‘satisfaction’.
Dicho esto, Los Zigarros es un grupo necesario. En la escena musical nacional se echaba en falta una formación de estas características, una apuesta joven y descarada que se dedicara básicamente a hacer buen rocanrol. Me atrevería a situarles en un lugar intermedio entre Tequila y Burning, o tomando lo mejor de aquellas dos legendarias bandas. En la actualidad tenemos buenos grupos de rock, pero la mayoría de ellos ya con el status de veteranos; apunto a los ya mencionados Burning, a Extremoduro, a Loquillo, a Fito o a M Clan, por ejemplo. Tenemos a un buen puñado de grupos salidos de la escena independiente que se han convertido en algunas de las más multitudinarias formaciones, véanse Vetusta Morla o Love of Lesbian. Sigue ahí la escena ‘indie’, muchas veces con un sonido ‘naif’ y edulcorado en un intento por marcar la diferencia y sorprender a toda costa. Y tenemos a infinidad de grupos jóvenes que empiezan a despuntar, pero cuya propuesta está en las antípodas del rock molón que presentan Los Zigarros, como Belako o Viva Suecia. Lo más cercano que había surgido en los últimos años, en cuanto a sonido y repercusión, podría haber sido Pereza, pero lamentablemente quedaron puestos en entredicho demasiado pronto debido a algunas muy tempraneras concesiones, imperdonables cuando se pretende autenticidad. Poco antes, Buenas Noches Rose casi lo lograron, siendo un extraordinario grupo con todos los alicientes para triunfar, pero lamentablemente duraron menos de lo merecido. Más atrás, los primeros Ronaldos sí pudieron ser estandartes de este sonido, e incluso Los Rodríguez, quedándonos con su faceta más rocanrolera, ocuparon en algún momento este sitio. Pero repito, en este momento no había ningún grupo que sonara como Los Zigarros, con actitud e imagen, y que tuviera el suficiente éxito como para convertirse en la gran esperanza del rocanrol patrio, y en el gran presente.
Con su homónimo primer disco poco a poco se fueron granjeando un importante número de seguidores a base de incendiarios conciertos. Quizás su presencia como teloneros en la última gira de Fito & Fitipaldis fue lo que les catapultó definitivamente a otro nivel. Su nombre ya comenzaba a hacerse conocido y el boca a boca había funcionado. Aquel trabajo mostraba a las claras sus virtudes en temas como «Desde que ya no eres mía», «Hablar, hablar, hablar…», «Voy a bailar encima de ti», «Dispárame» o «Cayendo por el agujero», temas en los que se respiraba por los cuatro costados reminiscencias de AC/DC o de los Rolling Stones. Pero a pesar de estar pretendidamente influenciados por los grupos anglosajones, también quedaba patente su gusto por los grupos de rock nacionales, grupos que a su vez bebían de las leyendas antes mencionadas, y donde volvemos a enumerar a Tequila, a Burning, a Los Ronaldos, a Los Rebeldes, a Platero y Tú, a Los Rodríguez o a M Clan. Aquel disco fue publicado en 2013, y a buen seguro que su continuación podría haber estado en el mercado mucho antes, pero prefirieron «tomar la ola» y aprovechar el gran momento que estaban viviendo y seguir, poco a poco, ganando adeptos para la causa.
Y nos plantamos con «A todo que sí» entre las manos, o en los oídos, y comprobamos que, en el mejor sentido posible, todo sigue igual. El tema que abre el álbum y que comparte título con el disco se sujeta bajo un riff ligeramente prestado del legendario «Sex & drugs & rock ‘n roll» de Ian Dury, y es una indudable declaración de intenciones. El sonido sigue siendo fresco, inmediato, irresistiblemente básico, con las letras incluso más ligeras y me atrevería a decir que en muchos casos como meros pretextos para sacar adelante la música, sin atisbos de drama. Ahí siguen los acordes de siempre, algunos de los cuales jurarías haberlos escuchado ya en otro sitio (es posible y casi seguro), evidenciando aún más los destellos de Chuck Berry, Status Quo o los Ramones, llevando al extremo la máxima de ‘Sexo, drogas y rock ‘n roll’, aunque, siendo justos, de esta ecuación es la segunda parte la menos presente en su música, apartando también de ahí cualquier elemento que pueda alterar el buen rollo que te inunda cuando le das al play (y recuerden, ‘play’ significa jugar).
En todo el disco no se baja el pistón. Únicamente en «Ya me olvidé de ti» hay ciertos atisbos de reducir revoluciones, un tema que me recuerda bastante al «Anybody seen my baby?» de los Stones. Ésta y «Tras el cristal», de su primer álbum, son las dos únicas canciones que se alejan del desenfreno, con lo que podríamos decir que cerca del 95% de su actual repertorio es un auténtico petardazo (un porcentaje bastante cercano al 100% de los AC/DC). Por destacar algunas, «¿Qué demonios hago yo aquí?», «Resaca», «Suena Rock & Roll» y «Tenía que probar» son a día de hoy mis favoritas. Precisamente esta última es la que presenta un mayor desarrollo, una letra algo más profunda, con algo de redención, de lamento, de evolución, con espacio incluso para alguna metáfora o imagen más cinematográfica, y con una musicalización menos clásica, en contrapunto a otras descaradamente directas como «Baila conmigo», «Odiar me gusta», «Contra la pared» o la guasona «Dentro de la ley».
Como ya he señalado, el sexo es uno de los pilares de las letras, como también lo son el inconformismo, la rebeldía, el compañerismo, el pasarlo bien y, sobre todo, el gusto por el rock ‘n roll como forma de vida. Poco espacio queda para cuestiones más trascendentales, para amores imposibles y para cuestiones metafísicas. No estamos en eso. Quizás en un futuro el grupo vaya evolucionando (la mal llamada madurez) y los temas vayan tomando más «chicha», pero por el momento la apuesta no es esa, y es de celebrar el descaro de que así sea. > PLAY
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